6 De Marzo de 2024
Santa Coleta
Virgen y
Fundadora
(1380-1447)
Sufrió terribles persecuciones, por
su reforma de la Orden de San Francisco
Hija
única. Su padre fue un carpintero de Corbie, en la Picardía, que en
agradecimiento a San Nicolás, por haberle dado la niña tan deseada,
esperada, y que parecía que no iba a llegar nunca, le puso por
nombre Nicolette. Quedó huérfana a los dieciocho años.
La
mitad de su vida, transcurrió durante el Cisma de Occidente
(1378-1417), donde se simultaneaban papas y antipapas a granel; hasta
tres papas llegó a tener la Iglesia, uno en Roma, otro en Avignón,
y otro en Pisa.
Coleta, que como la gran mayoría de los
franceses, aceptaba la obediencia al papa de Avignón, tomó en el
mismo año, tres hábitos distintos, por la entrada en tres
monasterios diferentes.
Tal como entró y salió en las
beguinas de Amiens, en las benedictinas de Corbie, y en las clarisas
"suaves" o mitigadas en su rigor primitivo, por bula de
Urbano IV (muerto en 1264) y por ello llamadas "urbanistas";
todos los monasterios le parecían demasiado cómodos y relajados;
todos los que ella conoció, habían perdido el rigor
primitivo.
Ciertamente los males, eran muy grandes en la
Iglesia. Por fin, recaló en la Tercera Orden de San Francisco, sin
vida en común. Decidió enclaustrarse ella misma, haciendo que le
tapiaran, entre dos contrafuertes de la iglesia de Nuestra Señora de
Corbie; allí tenía la suerte de no tener nada, de poder emplear el
día y la noche, en oración contemplativa, y dedicarse a las
penitencias que el espíritu le sugería.
Vivía reclusa,
vestida con su hábito, y consiguió hacer de aquel espacio, su celda
particular, desde la que podía asistir a la misa diaria, y recibir a
Jesús Sacramentado.
Por cuatro años llevó aquella vida
solitaria y penitente, ayunando toda la Cuaresma, a pan y agua, y
repitiendo en alguna que otra temporada, la misma pauta; con poco
sueño y mala cama, si es que puede recibir este nombre, el manojo de
sarmientos desparramados por el suelo y que le servían para estirar
sus huesos.
En esas circunstancias, tuvo éxtasis en los que
le parecía contemplar, el lastimoso estado de las personas
consagradas a Dios, que habían perdido el fervor de la primera
caridad. Lágrimas y más penitencia para expiar.
Tuvo
visiones de la Virgen, de San Francisco y Santa Clara, que le pedían
dedicase su tiempo y fuerzas, a reformar la Orden franciscana; pero
como se veía a sí misma, como la criatura más tosca, vil y torpe
para tamaña empresa, no se atrevió a hacer nada hasta que recibió
la prueba, de lo que desde el Cielo se le pedía.
Animada por
fray Enrique de la Beaume, y ayudada por la Sra. De Brisay, se
trasladó de Niza a Provenza, para entrevistarse con Benedicto XIII,
en Avignón. Tiene veinticinco años.
Asombrado se quedó el
papa, con las propuestas de Coleta; autorizó la reforma para todas
aquellas monjas que quisieran aceptarla, y la autorizó para fundar
nuevos conventos; aprobó con todas sus bendiciones, el propósito de
Colette, vistiéndole él mismo, el hábito de la Orden Franciscana,
otorgándole el velo y el cíngulo, y nombrándola abadesa y
superiora general, tanto de los conventos que reformase, como de los
que fundase.
Toda Francia se puso en su contra: los seglares,
los religiosos y los mismos prelados, consideraron aquella aventura,
poco menos que imposible. Las monjas la juzgaron como amotinada,
orgullosa, hipócrita e ilusa. Tuvo que retirarse a Saboya por la
persecución; después pasó a Borgoña.
Gracias a su
perseverancia, se consiguió aquel imposible por la cantidad de
sinsabores, humillaciones, mortificación y trabajo que debió
padecer para sacar la reforma adelante.
La peste ayudó un
poco también, llevándose por delante con sus estragos, a las que
mostraron mayor resistencia a la reforma. El primer convento, que
aceptó la vuelta al primitivo espíritu, fue el de Besanzon; luego
se corrió el buen deseo, por toda centro Europa, y dejó atrás a
los Pirineos, cuando pasó a España.
Murió Coleta, después
de recibir fervorosamente los sacramentos, en Gante (Bélgica), el
día 6 de marzo de 1447, con sesenta y seis años de edad, después
de haber sido adornada, con los dones de profecía y milagros. Ella
misma fundó dieciocho nuevos conventos, llamados de las Clarisas
Pobres, las descalzas, que viven en alegría el espíritu de Coleta.
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