domingo, 30 de septiembre de 2018


Domingo 30 Septiembre

SAN JERÓNIMO


(347-420)

«Ignorar las escrituras, es ignorar a Cristo»

Uno de los cuatro Doctores originales de la Iglesia Latina. Padre de las ciencias bíblicas, y traductor de la Biblia al latín. Presbítero, hombre de vida ascética, eminente literato.
Breve:
Nació en Estridón (Dalmacia – actual Croacia), hacia el año 340; estudió en Roma, y allí fue bautizado. Abrazó la vida ascética; marchó al Oriente, y fue ordenado presbítero. Volvió a Roma, y fue secretario del papa Dámaso. Fue en esta época, cuando empezó su traducción latina de la Biblia.

También promovió la vida monástica. Más tarde, se estableció en Belén, donde trabajó mucho por el bien de la Iglesia. Escribió gran cantidad de obras, principalmente comentarios de la Sagrada Escritura. Murió en Belén, en el año 420.
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Benedicto XVI presenta la figura de San Jerónimo
Intervención durante la audiencia general

CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 7 noviembre 2007 (ZENIT.org).- Publicamos la intervención de Benedicto XVI, durante la audiencia general de este miércoles, dedicada a presentar la figura de San Jerónimo.

No tenemos que olvidar, nunca que la Palabra de Dios trasciende los tiempos. Las opiniones humanas vienen y se van. Lo que hoy es modernísimo, mañana será viejísimo. La Palabra de Dios, por el contrario, es Palabra de vida eterna; lleva en sí la eternidad, lo que vale para siempre. Al llevar en nosotros la Palabra de Dios, llevamos por lo tanto en nosotros, la vida eterna

Queridos hermanos y hermanas:
Hoy concentraremos nuestra atención en San Jerónimo, un padre de la Iglesia, que puso en el centro de su vida la Biblia: la tradujo al latín, la comentó en sus obras, y sobre todo, se comprometió a vivirla concretamente en su larga existencia terrena, a pesar de su conocido carácter, difícil y fogoso, que le dio la naturaleza.

Jerónimo nació en Estridón en torno al año 347, de una familia cristiana, que le dio una fina formación, enviándole a Roma, para que perfeccionara sus estudios. Siendo joven, sintió el atractivo de la vida mundana (Cf. Epístola 22,7), pero prevaleció en él, el deseo y el interés por la religión cristiana.

Tras recibir el bautismo, hacia el año 366, se orientó hacia la vida ascética, y al ir a vivir a Aquileya, se integró en un grupo de cristianos fervorosos, definido por él, como una especie de «coro de bienaventurados» (Chron. ad ann. 374), reunido alrededor del obispo Valeriano.

Se fue después a Oriente, y vivió como eremita, en el desierto de Calcide, en el sur de Alepo, (Cf. Epístolas 14,10), dedicándose seriamente al estudio. Perfeccionó el griego, comenzó a estudiar hebreo (Cf. Epístola 125,12), trascribió códigos y obras patrísticas (Cf. Epístolas 5, 2). La meditación, la soledad, el contacto con la Palabra de Dios, maduraron su sensibilidad cristiana.

Sintió de una manera más aguda, el peso de su pasado juvenil (Cf. Epístola 22, 7), y experimentó profundamente el contraste, entre la mentalidad pagana y la cristiana: un contraste que se ha hecho famoso, a causa de la dramática y viva «visión» que nos dejó en una narración. En ella, le pareció sentir que era flagelado en presencia de Dios, porque era «ciceroniano y no cristiano» (Cf. Epístola 22, 30).

En el año 382 se fue a vivir a Roma: aquí, el Papa Dámaso, conociendo su fama de asceta, y su competencia como estudioso, le tomó como secretario y consejero; le alentó, a emprender una nueva traducción latina de los textos bíblicos, por motivos pastorales y culturales.

Algunas personas de la aristocracia romana, sobre todo mujeres nobles como Paula, Marcela, Asela, Lea y otras, que deseaban empeñarse en el camino de la perfección cristiana, y de profundizar en su conocimiento de la Palabra de Dios, le escogieron como su guía espiritual y maestro, en el método de leer los textos sagrados. Estas mujeres también aprendieron griego y hebreo.

Después de la muerte del Papa Dámaso, Jerónimo dejó Roma en el año 385, y emprendió una peregrinación, ante todo a Tierra Santa, silenciosa testigo de la vida terrena de Cristo, y después a Egipto, tierra elegida por muchos monjes (Cf. «Contra Rufinum» 3,22; Epístola 108,6-14).

En el año 386, se detuvo en Belén, donde gracias a la generosidad de una mujer noble, Paula, se construyeron un monasterio masculino, uno femenino y un hospicio para los peregrinos, que viajaban a Tierra Santa, «pensando en que María y José, no habían encontrado albergue» (Epístola 108,14).

Se quedó en Belén hasta su muerte, al cabo de una intensa actividad: comentó la Palabra de Dios; defendió la fe, oponiéndose con vigor a las herejías; exhortó a los monjes a la perfección; enseñó cultura clásica y cristiana a los jóvenes; acogió con espíritu pastoral, a los peregrinos que visitaban Tierra Santa. Falleció en su celda, junto a la gruta de la Natividad, el 30 de septiembre de 419/420.

La formación literaria, y su amplia erudición, permitieron a Jerónimo revisar y traducir muchos textos bíblicos: un precioso trabajo para la Iglesia latina, y para la cultura occidental. Basándose en los textos originales, en griego y en hebreo, comparándolos con las versiones precedentes, revisó los cuatro evangelios en latín, luego los Salmos, y buena parte del Antiguo Testamento.

Teniendo en cuenta el original hebreo, y el griego de los Setenta, la clásica versión griega del Antiguo Testamento, que se remonta a tiempos precedentes al cristianismo, y de las precedentes versiones latinas, Jerónimo, ayudado después por otros colaboradores, pudo ofrecer una traducción mejor: constituye la así llamada «Vulgata», el texto «oficial» de la Iglesia latina, que fue reconocido como tal en el Concilio de Trento, y que después de la reciente revisión, sigue siendo el texto «oficial» de la Iglesia en latín.

Es interesante comprobar los criterios, a los que se atuvo el gran biblista, en su obra de traductor. Los revela él mismo, cuando afirma que respeta incluso, el orden de las palabras de las Sagradas Escrituras, pues en ellas, dice, «incluso el orden de las palabras, es un misterio» (Epístola 57,5), es decir, una revelación.
Confirma además, la necesidad de recurrir a los textos originales: «En caso de que surgiera una discusión entre los latinos, sobre el Nuevo Testamento, a causa de las lecciones discordantes de los manuscritos, recurramos al original, es decir, al texto griego, en el que se escribió el Nuevo Pacto».

Lo mismo sucede con el Antiguo Testamento, «si hay divergencia entre los textos griegos y latinos, recurramos al texto original, el hebreo; de este modo, todo lo que surge del manantial, lo podemos encontrar en los riachuelos» (Epístola 106,2).
Jerónimo además, comentó también muchos textos bíblicos. Para él los comentarios, tienen que ofrecer opiniones múltiples, «de manera que el lector prudente, después de haber leído las diferentes explicaciones, y de haber conocido múltiples pareceres --que tiene que aceptar o rechazar-- juzgue cuál es el más atendible, y como un experto agente de cambio, rechaza la moneda falsa» («Contra Rufinum» 1,16).

Confrontó con energía y vivacidad a los herejes, que no aceptaban la tradición y la fe de la Iglesia. Demostró también la importancia y la validez, de la literatura cristiana, convertida en una auténtica cultura, que para entonces ya era digna de ser confrontada con la clásica: lo hizo redactando «De viris illustribus», una obra en la que Jerónimo, presenta las biografías de más de un centenar de autores cristianos.

Escribió biografías puras de monjes, ilustrando junto a otros itinerarios espirituales, el ideal monástico; además, tradujo varias obras de autores griegos. Por último, en el importante Epistolario, auténtica obra maestra de la literatura latina, Jerónimo destaca por sus características de hombre culto, asceta y guía de las almas.

¿Qué podemos aprender de San Jerónimo?. Sobre todo me parece lo siguiente: amar la Palabra de Dios, en la Sagrada Escritura. Dice San Jerónimo: «Ignorar las escrituras es ignorar a Cristo». Por ello, es importante que todo cristiano, viva en contacto, y en diálogo personal con la Palabra de Dios, que se nos entrega en la Sagrada Escritura.

Este diálogo con ella, debe tener siempre dos dimensiones: por una parte, tiene que darse un diálogo realmente personal, pues Dios habla con cada uno de nosotros, a través de la Sagrada Escritura, y tiene un mensaje para cada uno. No tenemos que leer la Sagrada Escritura, como una palabra del pasado, sino como Palabra de Dios, que se nos dirige también a nosotros, y tratar de entender lo que nos quiere decir el Señor.

Pero para no caer en el individualismo, tenemos que tener presente que la Palabra de Dios, se nos da precisamente para edificar comunión, para unirnos en la verdad de nuestro camino hacia Dios.

Por tanto, a pesar de que siempre es una palabra personal, es también una Palabra que edifica la comunidad, que edifica a la Iglesia. Por ello, tenemos que leerla en comunión con la Iglesia viva. El lugar privilegiado de la lectura, y de la escucha de la Palabra de Dios, es la liturgia, en la que al celebrar la Palabra, y al hacer presente en el Sacramento el Cuerpo de Cristo, actualizamos la Palabra en nuestra vida, y la hacemos presente entre nosotros.

No tenemos que olvidar nunca, que la Palabra de Dios trasciende los tiempos. Las opiniones humanas vienen y se van. Lo que hoy es modernísimo, mañana será viejísimo. La Palabra de Dios, por el contrario, es Palabra de vida eterna, lleva en sí la eternidad, lo que vale para siempre. Al llevar en nosotros la Palabra de Dios, llevamos por tanto en nosotros la vida eterna.
Concluyo con una frase dirigida por San Jerónimo a San Paulino de Nola. En ella, el gran exégeta, expresa precisamente esta realidad, es decir, en la Palabra de Dios, recibimos la eternidad, la vida eterna. San Jerónimo dice: «Tratemos de aprender en la tierra esas verdades, cuya consistencia permanecerá también en el tiempo» (Epístola 53,10).

Oración: Señor mío y Dios mío, que por los méritos y la intercesión de San Jerónimo, concédenos tu gracia, para interpretar de manera correcta tu Sagrada Palabra, y evitar caer en el espíritu de error, permisividad, y facilismo moral que inundan a los corazones hoy en día. Que además podamos imitar en nuestras vidas, el espíritu de ascetismo y conversión de este maravilloso hermano nuestro, desprendiéndonos de tantas cosas inútiles, amándote sólo a Tí. Por nuestro Señor Jesucristo, que Vive y Reina contigo, por los Siglos de los Siglos. Amén.


sábado, 29 de septiembre de 2018


Sábado 29 de Septiembre

Santos Ángeles Arcángeles


Visión del Papa Leon XIII, y oración a San Miguel Arcángel

Según las Sagradas Escrituras hay siete arcángeles:
"Yo soy Rafael, uno de los siete ángeles, que tiene entrada a la gloria del Señor" (Tb 12:15)

"Reciban gracia y paz de Aquel que Es, que Era y que Viene, de parte de los Siete Espíritus que están delante de Su Trono" (Ap 1:4),

Las Sagradas Escrituras mencionan el nombre de solo tres: San Miguel (Ap 12:7-9), San Gabriel (Lc 1:11-20; 26-38) y San Rafael (Tobit 12:6, 15). Los nombres de los otros cuatro arcángeles (San Uriel, San Barachiel ó Baraquiel, San Jehudiel, y San Saeltiel) no aparecen en la la Biblia. Se encuentran en libros no canónicos de Enoc, el cuarto libro de Esdras, y en la literatura rabínica.

La Iglesia reconoce los nombres que se encuentran en las Sagradas Escrituras. Los demás nombres, pueden tenerse como referencia, pero no son doctrina de la Iglesia, ya que provienen de libros, que no son parte del canon de la Sagrada Escritura.

Debemos tener cuidado con otros nombres dados a los ángeles, algunos de los cuales son de origen ocultista, o de la Nueva Era.

Se recomienda rezar a los Siete Santos Arcángeles. A los arcángeles se les llama los siete magníficos:

San Miguel: (Ap 12:7-9) "quien como Dios". Venció y expulsó a Satanás del cielo.
Como individuos, como naciones, como Iglesia, estamos en gran una batalla espiritual. Es nuestro deber de amor, usar todas las armas espirituales, para batallar con amor, fortaleza y astucia.


Se lo representa como soldado, con una espada desenvainada, y aplastando la cabeza del demonio. San Miguel ha tenido una intervención histórica, en el peregrinar de la Humanidad. Ha hecho las veces del Ángel exterminador, de quienes se oponen a los designios divinos. Es el comandante supremo, de las legiones celestiales que cuidan al planeta Tierra.

La Virgen dijo, a la Venerable María Agreda: "Mi hija, no hay palabras humanas, que puedan describir el horror del mal que hay en Lucifer, y en sus secuaces; y como sus dardos están dirigidos a la destrucción del hombre. Su gran malicia, su astucia, sus mentiras, sugerencias, sus insinuaciones y tormentos, se dirigen a la mente y al corazón humano; él trata de aplastar toda obra buena, de destruirla, de esconderla. Toda la malicia que su mente es capaz de poseer, quiere inyectarla en las almas. Contra estos ataques, Dios da su admirable protección, si el hombre tan solo cooperara y correspondiera”.

Oración: Amado San Miguel Arcángel, protégenos de las acechanzas del demonio, y ayúdanos a superarnos todos los días en el combate interior, para liberarnos de todo pecado, y servir sólo a Dios, como Tú lo haces ayer, hoy y lo harás siempre. Amén. (Ver al final la visión del Papa León XIII, y su oración. También se describe su presencia en la Eucaristía, y su asistencia a los moribundos).

San Gabriel: (Lc 1:11-20; 26-38) "el que gobierna, o mensajero de Dios".
Él se le apareció al profeta Daniel, y le explicó una visión de eventos futuros, diciéndole, "Tú eres un hombre elegido especialmente".


En el Nuevo Testamento, se le apareció a Zacarías, para avisarle que Isabel, su mujer, tendría un hijo al que llamaría Juan (Lucas 1:11-20). De igual manera, fue Gabriel, quién se le apareció a la Virgen María, diciéndole que concebiría y daría a luz a un Hijo, a quién pondría por nombre Jesús (Lucas 1:26-38).

A San Gabriel se lo representa, con una vara de perfumada azucena, la que obsequió a María Santísima en la Anunciación, que representa la Sublime Pureza Inmaculada de la Madre Virgen.

Oración: Amado Arcángel San Gabriel, te pedimos que visites con frecuencia a las mujeres embarazadas, para que el fruto de sus vientres, sea siempre bendito. Ábrenos el entendimiento, para interpretar correctamente las Sagradas Escrituras, y el Signo de los Tiempos, y saber aceptar los Mandatos Divinos, tanto personales como del mundo, con devoción filial, como lo hizo la Santísima Virgen. Amén.

San Rafael: (Tobit 12:6, 15) "el que cura o sana". Es el arcángel cercano a los hombres, para aliviarlos en su dolor y sufrimiento.


Es uno de los tres arcángeles, cuyo nombre aparece en la Biblia (Tobit 12:6, 15). Los otros son San Miguel y San Gabriel.

A San Rafael se lo representa con un atuendo de caminante o peregrino, con bastón y cantimplora, y el pez del que se obtuvo la hiel, para curar al padre de Tobías;

Oración: Amado Arcángel San Rafael, te pedimos también con todo el fervor de nuestro espíritu. Haz que se dilate y extienda más el santo evangelio, con la práctica de la moral. Que asistas al romano pontífice, y a los demás pastores católicos y ortodoxos, y concedas unidad en la verdad, a las autoridades y magistrados cristianos. Cura nuestras heridas corporales y espirituales. Amén.

San Uriel. Su nombre significa: "Fuego de Dios"
Se le representa con una espada en el jardín del Edén. Se lo considera el Arcángel puesto por el Padre Eterno, a las puertas del Paraíso, con su Espada de Fuego; es Aquel que expulsó a Adán y Eva.

Combate el espíritu de la ira, del odio y de la impaciencia, poniendo en el corazón, las virtudes de la dulzura, benignidad, paciencia y mansedumbre. Con la dulzura y la paciencia, vencemos y atamos al espíritu malvado. "Aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso a vuestras almas" (Mateo 11,29).

San Uriel nos rodea con su corona ardiente de amor, de paciencia y de bondad. Él cuida todos los lugares de las apariciones Marianas, enriqueciéndolos de gracias. Jesús afirmó en unas de sus revelaciones: "Cuando los ejércitos rojos avancen, ellos atravesarán tan solo al precio de la muerte, y con la pérdida de sus vidas, el cinturón de fuego, colocado delante de los lugares de las apariciones de mi Madre".

Pedimos a San Uriel, que nos libre de caer en la pasión del odio, la ira y la impaciencia; y también nos proteja de personas malvadas, iracundas, nerviosas; y derrame en nuestro corazón, y en el alma de los que nos rodean, el Amor, dulce, suave y sereno. En la iconografía, se representa a San Uriel, mostrando su pecho y su corazón ardiente de Caridad.

Oración: San Uriel, rodéanos con el Cinturón de Fuego; ven en nuestra ayuda con tu Ejército Celestial. Y enséñanos a vivir y hacer, como ha hecho Jesús, aquí en la tierra. Amén.

San Barachiel ó Baraquiel. Su nombre significa: "Bendición de Dios".
Pedimos a San Barachiel, nos proteja de caer en la pereza, la indiferencia a las Cosas Santas, en la mortal tibieza; y liberen a las almas por las que rezamos del pecado capital de pereza, y la mortal caída en la tibieza e indiferencia.

La liberación de los pecados mencionados, abre el camino para la vida espiritual, trayéndonos el Don de la Conversión y la fortaleza, y la entrega total, en sostener la vocación a la que nos llamó el Padre Dios, por ser primeramente Hijos por adopción, en la Sangre de Jesucristo, y luego en la vocación particular de cada uno: vocación religiosa, vocación al matrimonio, vocación a la soltería, vocación en una carrera en bien de la humanidad, etc. San Barachiel se lo representa portando un canastito, lleno de flores y frutos preciosos, los frutos de la Vocación cumplida.

Oración: "Santo Arcángel Barachiel, dános fuerzas para trabajar, y no ser indiferentes al dolor de nuestro prójimo. Ayúdanos a crecer en las buenas obras, y en el amor a Dios y a María. Amén".

San Jehudiel. Su Nombre significa: "Alabanza de Dios". Combate el espíritu de la envidia y de los celos. Todos nosotros somos llamados a recibir la corona, que Jehudiel tiene en su mano, la señal de la recompensa divina, para aquellos que son fieles a Dios y lo alaban.

San Pablo a Timoteo: "ahora me corresponde la Corona de Justicia. que el Señor, como Justo Juez, me dará en ese día. Pero no solamente a mí., sino a todos aquellos que han esperado con amor su venida" (2 Timoteo 4,8).

Pedimos a San Jehudiel, nos impida caer en envidias y celos, que exterminan toda serena paz del alma, y nos proteja de individuos obsesivos por los celos, y con la pertinaz maldad de la envidia; y derrame en nuestras almas, y en las de las personas que nos rodean, la fidelidad a la Ley de Dios y de la Iglesia, y la Obediencia a las Divinas Disposiciones.

Oración: "Santo Arcángel Jehudiel, fuerte ángel y gran opositor de los espíritus malignos, ven en nuestra ayuda, con todo tu ejército angelical. Asístenos en la lucha contra los tremendos ataques del Infierno, que amenazan destruir a la Iglesia. Quita de nuestros corazones toda envidia, y haz que el Decreto Divino, llegue a ser para nosotros alabanza eterna y viviente en Dios. Amén".

San Sealtiel. Su Nombre significa: "Plegaria a Dios":
Se lo representa con las manos juntas, en oración profunda, o con el incienso de adoración, representando así su unión gozosa con Dios;

Combate el espíritu de la intemperancia, la gula, y del exceso en la bebida. La intemperancia, lleva a toda clase de pecados y de delitos. El Salvador nos advierte: "Estén alerta, no sea que se endurezcan sus corazones, por los vicios, las borracheras, y las preocupaciones de la vida. No sea que ese día, caiga de repente sobre ustedes" (Lucas 21,34).

Sealtiel como distribuidor de gracias, lleva en sus manos una cesta de flores (también frutos), o bien, va derramando flores y frutos; señal de la gloria, de la vida con Dios, de la práctica de las Santas Virtudes. Así lo vió la Venerable Sor Josefa Menéndez, Hermana Coadjutora de la Congregación del Sagrado Corazón, fundada por Santa Magdalena Sofía Barat, y confidente de las revelaciones del llamamiento de amor del Corazón del Salvador.

La alegría de la vida, en la vida de los niños de Dios, se refleja en Sealtiel. El saberse escondidos completamente en la bondad paternal de Dios, en el ardiente amor de María, y el valor de luchar por Dios y por María. El amor de entrega a Dios, también se refleja en Sealtiel. Lo invocamos con sus ángeles, para los esposos, para que ellos puedan siempre decir sí a toda nueva vida, confiada por Dios, y por Él obsequiada.

Oración: Santo Arcángel Sealtiel, que siempre estemos alegres en el Señor. Te pedimos conservar siempre en pureza, el espíritu de niño o niña que llevamos adentro, para dar gloria a Dios en cada momento de nuestra vida. Amén.

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La oración a San Miguel del Papa León XIII
El 13 de Octubre de 1884, el Papa León XIII, experimentó una visión horrible. Después de celebrar la Eucaristía, estaba consultando sobre ciertos temas con sus cardenales, en la capilla privada del Vaticano, cuando de pronto, se detuvo al pie del altar, y quedó sumido en una realidad que solo él veía.

Su rostro tenia expresión de horror y de conmoción. Empezó a palidecer. Algo muy horrible había visto. De repente, se incorporó, levantó su mano como saludando, y se fue a su estudio privado. Lo siguieron los cardenales, y le preguntaron: “¿Qué le sucede su Santidad?, ¿Se siente mal?
Él respondió: "¡Oh, que imágenes tan terribles, se me han permitido ver y escuchar!", y se encerró en su oficina.

¿Qué vió León XIII?. "Vi demonios y oí sus crujidos, sus blasfemias, sus burlas. Oí la espeluznante voz de Satanás, desafiando a Dios, diciendo que él podía destruir la Iglesia, y llevar a todo el mundo al infierno, si se le daba suficiente tiempo y poder. Satanás le pidió permiso a Dios, de tener 100 años para poder influenciar al mundo, como nunca antes había podido hacerlo".

También León XIII pudo comprender, que si el demonio no lograba cumplir su propósito en el tiempo permitido, sufriría una derrota humillante. Vió a San Miguel Arcángel aparecer, y lanzar a Satanás con sus legiones, en el abismo del infierno.

Después de media hora, llamó al Secretario para la Congregación de Ritos. Le entregó una hoja de papel, y le ordenó que la enviara, a todos los obispos del mundo, indicando que bajo mandato, tenía que ser recitada después de cada misa, la oración que ahí él había escrito.

Oración del Papa León XIII:
"San Miguel Arcángel,
defiéndenos en la batalla.
Sé nuestro amparo
contra la perversidad y asechanzas
del demonio.

Reprímale Dios, le pedimos suplicantes,
y tú Príncipe de la Milicia Celestial,
arroja al infierno con el divino poder
a Satanás, y a los otros espíritus malignos,
que andan dispersos por el mundo
para la perdición de las almas.
Amén".

San Miguel y la Eucaristía
Se nos enseña en la Tradición, que San Miguel preside el culto de adoración que se rinde al Altísimo, y ofrece a Dios las oraciones de los fieles, simbolizadas por el incienso que se eleva ante el altar.

La liturgia nos presenta a San Miguel, como el que lleva el incienso, y está de pie ante el altar como nuestro intercesor, y es el portador de las oraciones de la Iglesia, ante el Trono de Dios. En el Canon #1 de la Misa: "que tu ángel presente ante Tí, las oraciones de tu Iglesia".

Es muy interesante notar, que en las apariciones marianas, se han incluido manifestaciones de San Miguel; también se lo relaciona con la Sagrada Eucaristía, y con la adoración debida a Jesús Eucarístico, y a la Santísima Trinidad:

Fátima: En 1916, se les aparece el ángel por primera vez. Se arrodilla en tierra, inclina la frente hasta el suelo, y pidió que oraran con él: "Dios mío, yo creo, adoro, espero y te amo. Te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no Te aman".

Segunda aparición: "¡Rezad, rezad mucho. Los corazones de Jesús y María, tienen sobre vosotros, designios de misericordia. Ofreced constantemente oraciones y sacrificios al Altísimo!".

Tercera aparición: Se aparece con un cáliz en sus manos, sobre el cual está suspendida una Hostia, de la cual caían gotas de sangre al cáliz. Dejando el cáliz y la hostia suspendidos en el aire, se postró en tierra, y repitió tres veces:

"Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, te adoro profundamente, y te ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los Sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con que Él mismo es ofendido. Y por los méritos infinitos de su Sagrado Corazón, y del Corazón Inmaculado de María, te pido la conversión de los pobres pecadores".

Después se levantó, y dio la Hostia a Lucía, y el contenido del Cáliz a Jacinta y Francisco, diciendo al mismo tiempo: "Tomad el Cuerpo y bebed la Sangre de Jesucristo, horriblemente ultrajados por los hombres ingratos. Reparad sus crímenes, y consolad a vuestro Dios”.

Oración: Amado Arcángel San Miguel, que la Eucaristía nos mantenga siempre unidos al Cuerpo Místico de nuestro Señor, en Amor, Paz y Fidelidad a sus mandatos Divinos. Amén.

San Miguel, defensor de los moribundos:
San Miguel continua su ministerio angélico, en relación a los hombres, hasta que nos lleva a través de las puertas celestiales. No solo durante la vida terrenal, San Miguel defiende y protege nuestras almas; él nos asiste de manera especial a la hora de la muerte, ya que su oficio, es recibir las almas de los elegidos, al momento de separarse de su cuerpo.

En la liturgia, la Iglesia nos enseña que este arcángel, está dispuesto para custodiar el paraíso, y llevar a él a aquellos que podrán ser recibidos ahí. A la hora de la muerte, se libra una gran batalla, ya que el demonio tiene muy poco tiempo, para hacernos caer en tentación, o desesperación, o en falta de reconciliación con Dios.

Por eso es que en estos momentos, se libra una gran batalla espiritual por nuestras almas. San Miguel, está al lado del moribundo, defendiéndole de las asechanzas del enemigo.

Anécdota: San Anselmo cuenta de un religioso piadoso, que a punto de morir, recibía grandes asaltos del demonio. El demonio se le apareció, acusándole de todos los pecados, que había cometido antes de su bautismo (que fue tardío).

San Miguel se aparece, y le responde que todos esos pecados, quedaron borrados con el Bautismo. Entonces Satanás le acusa de los pecados cometidos después del Bautismo. San Miguel le contesta, que estos fueron perdonados en la confesión general, que hizo antes de profesar.

Satanás, entonces le acusa, de las ofensas y negligencias de su vida religiosa. San Miguel declara que esos han sido perdonados por sus confesiones, y por todos los buenos actos que hizo durante su vida religiosa, en especial la obediencia a su superior, y que lo que le quedaba por expiar, lo había hecho a través del sufrimiento de su enfermedad, vividos con resignación y paz.

En los escritos de San Alfonso de Ligorio encontramos:

"Había un hombre polaco de la nobleza, que había vivido muchos años en pecado mortal, y lejos de la vida de Dios. Se encontraba moribundo, y estaba lleno de terror, torturado por los remordimientos, lleno de desesperación. Este hombre había sido devoto de San Miguel Arcángel, y Dios en su misericordia, permitió que este arcángel se le apareciera.

San Miguel le alentó al arrepentimiento, diciéndole que había orado por él, y le había obtenido más tiempo de vida, para que lograra la salvación. Al poco rato, llegan a la casa de este hombre, dos sacerdotes dominicos, que dijeron que se les había aparecido un extraño joven, pidiéndoles que fueran a ver a este hombre moribundo. El hombre se confesó con lágrimas de arrepentimiento, recibió la Santa Comunión, y en brazos de estos dos sacerdotes, murió reconciliado con Dios”.

Oración Final: Amado Arcángel San Miguel, protege mediante tu poder, a los moribundos que agonizan en todas partes, especialmente en hospitales y campos de batalla, de todas las acechanzas del demonio, y ayudálos a morir en la Paz del Señor. Amén.

viernes, 28 de septiembre de 2018


Sexta Feria, 28 de septiembre

San Wenceslao, Duque de Bohemia y mártir


(Wenceslaus)
+935

Patrón de Bohemia, Hungría y Polonia

«Loado seas, Señor, que me has concedido vivir hasta la mañana de hoy».

Wenceslao nació en Praga, Bohemia (hoy: República Checa), hacia el año 907, el mayor de los hijos de Wladislao, príncipe cristiano, que fue asesinado por los paganos.

Esto ocurrió cuando Wenceslao era pequeño, y Dragomira, su madre pagana, actuó como regente, y se opuso al cristianismo.

Wenceslao recibió una sólida formación cristiana de su abuela, Santa Ludmila, quien fue asesinada por los paganos, antes que él llegase a ser rey.

Alrededor del año 925, fue duque de su país, teniendo que soportar muchas dificultades en el gobierno, y en la formación cristiana de sus súbditos. Fue un verdadero padre para ellos. Hizo lo posible, por propagar la fe cristiana.

Por la gracia de Dios, era hombre de una fe íntegra. Tenía gran reverencia por los sacerdotes. Auxiliaba a todos los pobres; vestía a los desnudos, alimentaba a los hambrientos, acogía a los peregrinos, conforme a las enseñanzas evangélicas. No toleraba, que se cometiera injusticia alguna contra las viudas; amaba a todos los hombres y mujeres, pobres y ricos; servía a los ministros de Dios; embellecía muchas iglesias.

Pero ciertos hombres influyentes de Bohemia, ardieron de ira contra él, y persuadieron a su hermano menor, Boleslao, diciéndole: «Wenceslao conspira con su madre, y con sus hombres, para matarte». Wenceslao hacía una correcta administración de la renta real, y no permitía ni la corrupción, ni el derroche. Habiendo su hermano Boleslao, aceptado el paganismo, desde entonces tramó la muerte de Wenceslao.

Wenceslao acostumbraba ir a todas las ciudades, para visitar sus iglesias, en el día de la dedicación, de cada una de ellas. Entró pues en la ciudad de Boleslavia, un domingo, coincidiendo con la fiesta de los santos Cosme y Damián. Después de oír misa, quería regresar a Praga, pero Boleslao lo retuvo pérfidamente, diciéndole:

«¿Por qué has de marcharte, hermano?».

A la mañana siguiente, las campanas tocaron para el oficio matutino. Wenceslao, al oír las campanas, dijo: «Loado seas, Señor, que me has concedido vivir hasta la mañana de hoy».

Se levantó, y se dirigió al oficio matutino. Al momento, Boleslao lo alcanzó en la puerta. Wenceslao lo miró, y le dijo: «Hermano, ayer me trataste muy bien».

Pero Boleslao, contestó a su hermano: «Pues ahora, quiero hacerlo aún mejor».

Dicho esto, lo hirió con la espada en la cabeza. Wenceslao, volviéndose a él, le dijo: «¿Qué es lo que intentas hacer, hermano?». Y agarrándolo, lo hizo caer en tierra. Vino corriendo entonces, uno de los consejeros de Boleslao, e hirió a Wenceslao en la mano.

Éste, al recibir la herida, soltó a su hermano, e intentó refugiarse en la iglesia, pero dos malvados lo mataron en la puerta. Otro, que vino corriendo, atravesó su costado con la espada.

Wenceslao expiró al momento, pronunciando aquellas palabras: «A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu».

Era el 28 de Septiembre del 935. Las razones de su muerte, fueron políticas y religiosas.

En seguida, fue venerado como mártir, y es el patrono principal de Bohemia.

Tres años más tarde, su hermano Boleslao se arrepintió, y trasladó los restos del mártir, a la Iglesia de San Vito.

Proclamado santo en 1670.

Bohemia, Hungría y Polonia lo honran como Patrono.

Sus restos se veneran, en la catedral de San Vito, en la ciudad de Praga.

Oración: Dios y Señor nuestro, te pedimos que por intercesión de San Wenceslao, nuestros gobernantes imiten su conducta, no permitiendo la corrupción y el derroche, y su corazón sea amplio y generoso, siempre apegado a la justicia y el derecho. Por nuestro Señor Jesucristo, que Vive y Reina contigo, por los Siglos de los Siglos. Amén.

jueves, 27 de septiembre de 2018


Quinta Feria, 27 de septiembre

San Vicente de Paul


Fundador de la Congregación de la Misión y las Hijas de la Caridad
1581-1660

Párroco de los galeotes franceses. Cuerpo Incorrupto
Resumen: Nació en Aquitania, en el año 1581. Cursados los correspondientes estudios, fue ordenado sacerdote, y ejerció de párroco en París. Fundó la Congregación de la Misión, destinada a la formación del clero, y al servicio de los pobres, y también contó con la ayuda de Santa Luisa de Marillac, de la Congregación de Hijas de la Caridad. Murió en París en el año 1660.
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Acontecimientos providenciales cambiaron su vidaA comienzos de 1617, visita Vicente a un moribundo en Gannes, en el distrito del Oise, cerca del palacio de los Gondi; aquel hombre, que tenía fama de ser un hombre de bien, reveló a Vicente unos pecados, que jamás se había atrevido a confesar a su párroco, tanto por vergüenza, como por amor propio.

El moribundo que experimentaba una extrema soledad moral, que padecía la noche, el frío y la imposibilidad de hablar con Dios; era un hombre cerca de la muerte, sin haber encontrado una mirada sacerdotal lo bastante dulce, y lo bastante humana, para poder salirse de sí mismo, y atreverse a creer en la ternura de Dios. He ahí la vocación de Vicente: la ternura.

Su corazón ha sido tocado. Quería ir a los campos mas remotos, a expresar a todos los que se sienten perdidos, que existe un Dios de ternura, que no les ha olvidado. Quiere ser testimonio de ese amor divino. Estar presente con la ternura de Dios.

De 1630 a 1650, Francia atraviesa una época de guerras desastrosas para el pueblo sencillo. Vicente mira de frente las desgracias de su época, se niega a cerrar los ojos, y lucha contra la miseria a brazo partido. Esta miseria impide a los hombres vivir como seres humanos.

Si tomamos las cosas más elementales de la existencia, el nacimiento, por ejemplo, vemos que una de cada siete mujeres moría después del parto. Las que no se morían, pasaban por el momento más grave, el período post-parto: las fiebres y los problemas de infección.

Por otra parte, un hecho que se repite constantemente: "Una gran cantidad de huérfanos, que tienen que ser dejados a cargo de los que sobreviven, y que son adoptados durante un tiempo por la comunidad de la aldea o barrio, hasta que el padre contrae nuevo matrimonio”.

Se suceden guerras, se triplican los impuestos, y los pobres siempre son los perdedores. La miseria es espantosa.

Un sacerdote de la Misión, que acaba de llegar a Champagne, escribe a Vicente: "No hay lengua que pueda decir, ni pluma capaz de expresar, ni oído que se atreva a escuchar, lo que hemos contemplado, desde los primeros días de nuestra estancia en estas tierras.

Todas las iglesias, y los más santos misterios han sido profanados; los ornamentos saqueados; las pilas bautismales destrozadas; los sacerdotes asesinados, torturados u obligados a huir; las viviendas demolidas; las cosechas robadas; las tierras están sin labrar ni sembrar; el hambre y la mortandad son casi absolutas; los cadáveres se hallan sin sepultar, y en su mayor parte, sirven de pasto a los lobos.

Los pobres que sobreviven a esta ruina, se ven obligados a recoger por los campos, los granos de trigo o de avena semipodridos. El pan que consiguen fabricar es como barro, y la vida que llevan es tan insana, que más parece una muerte viviente.

Casi todos están enfermos, ocultos en miserables chozas, o en cuevas a las que uno no sabe cómo llegar; la mayor parte tumbados en el suelo desnudos, o sobre paja podrida, sin más ropa que unos miserables harapos. Sus rostros ennegrecidos y desfigurados, más parecen rostros de fantasmas, que de hombres".

Vicente envía allá a doce de sus sacerdotes, para organizar la ayuda. No había más que un modo, de poner fin a la miseria de las poblaciones: la paz.
Y Vicente no lo duda un momento: se atreve a enfrentarse a Richelieu, y pedirle enérgicamente que ponga término, a tan enormes conflictos.

Cabe recordar, que estaban en curso en Francia dos terribles guerras sucesivas, casi sin interrupción, a lo largo de casi cien años: las guerras religiosas entre protestantes y católicos, y la guerra de los treinta años, como una continuación de la primera. Los impuestos que se le aplicaron a los pobres fueron terribles, ya que las clases pudientes como el Alto Clero, la Nobleza y la Burguesía, se negaron a pagarlos. Esta horrorosa injusticia, preparó el camino, de la sangrienta y abominable Revolución Francesa.

Por eso, el camino de Vicente son los pobres, tanto espiritual como materialmente. "La Iglesia de Cristo, no puede abandonar a los pobres. Ahora bien, hay diez mil sacerdotes en París, mientras que en el campo, los pobres se pierden, en medio de una espantosa ignorancia". Vicente quiere sacerdotes para la "misión", para ser enviados a las zonas rurales.

Para Vicente, la oración es lo primero; era muy práctico, pero esa práctica se fundamentaba en una profunda intimidad con Jesucristo, o sea, en la vida interior de oración.

Vicente era amigo de la actividad organizada. Si dio mucho fruto, es porque utilizaba muy bien el tiempo empleado, empujadas las velas de su barco, por la fuerza del Espíritu Santo. Su horario era invariable: se levantaba a las cuatro de la mañana, y se acostaba a las nueve de la noche; la jornada consistía en tres horas de oración, tres horas y media de lo que él llamaba "varios", y nueve horas y media de trabajo. Su vida estuvo constantemente marcada por ese trabajo pausado, regular y porfiado, que recordaba el trabajo de los campesinos de su época, los campesinos entre los que había nacido.

San Vicente fue consejero de gobernantes, y verdadero amigo de los pobres. "Monsieur Vincent", como se le llamaba, estimulaba y guiaba la actividad de Francia, en favor de todos los pobres: envió misioneros a Italia, Irlanda, Escocia, Túnez, Argel, Madagascar, así como a Polonia, donde luego dieron inicio las Hijas de la Caridad. Se rodeó de numerosos colaboradores, sacerdotes y seglares, y en nombre de Jesucristo, los puso al servicio de los que sufren.

Fue proclamado santo por el Papa Clemente XII, el 16 de junio de 1737. Su fiesta se celebra el 27 de septiembre.

En 1712, 52 años más tarde, cuando su cuerpo fue exhumado por el Arzobispo de París, junto a otros dos obispos, dos promotores de la fe, un doctor, un cirujano, y un número de sacerdotes de su orden, incluyendo al Superior General, Fr. Bonnet, relataron lo siguiente:

"Cuando abrieron la tumba, todo estaba igual, que cuando se depositó su cuerpo. Solamente en los ojos y nariz se veía algo de deterioro. Se le contaban 18 dientes. Su cuerpo no había sido movido; se veía que estaba entero, y que la sotana no estaba para nada dañada. No se sentía ningún olor, y los doctores testificaron, que el cuerpo no había podido ser preservado, por tanto tiempo, por medios naturales”. La obra de Vicente sigue viva

Vicente fue sobre todo el hombre, que al conseguir espolear el clero, renovó la Iglesia francesa. La Congregación de los "Paules", se convirtió en la orden más vigorosa en Francia, antes de la revolución francesa , con 6,000 miembros repartidos en 40 provincias.

La Congregación de Hijas de la Caridad, se extendió por todo el mundo, hasta el punto que en 1965, contaba con 46,000 hermanas. A lo largo de los siglos, han prestado ayuda a millones de personas desgraciadas: niños abandonados, huérfanos, enfermos, heridos, refugiados, presidiarios, etc.

El servicio sencillo y discreto al prójimo, constituye el principal fundamento de todas estas asociaciones vicentinas.

Reflexiones de San Vicente de Paul:
"Al servir a los Pobres, se sirve a Jesucristo"  C. IX, 252

"Por consiguiente, debes vaciarte de tí mismo, para revestirte de Jesucristo" C. XI 342

"No me basta con amar a Dios, si no lo ama mi prójimo" C. XII, 262

"¡Cómo!. ¡Ser cristiano y ver afligido a un hermano, sin llorar con él, ni sentirse enfermo con él!. Eso es no tener caridad; es ser cristiano en pintura." CXII, 271

"Si se invoca a la Madre de Dios, y se la toma como Patrona en las cosas importantes, no puede ocurrir sino que todo vaya bien, y redunde en gloria del buen Jesús, su Hijo..." C.XIV, 126ee

"No puede haber caridad, si no va acompañada de justicia" C. II, 54

"Nada mas grande que un sacerdote, a quien Dios dé todo poder, sobre su Cuerpo natural y su Cuerpo místico".

Oración: Dios y Señor mío, que por intercesión de San Vicente de Paul, los gobernantes puedan brindar las condiciones favorables, para que se pueda acceder en todo el mundo a la Paz, al Pan y al Trabajo digno. Ruega Vicente al Señor, por el desarme mundial, la paz entre las religiones, y la promoción del desarrollo social y económico, en nuestro atribulado mundo. Por Jesucristo nuestro Señor, y por su Amada Madre, y Madre nuestra también. Amén.

miércoles, 26 de septiembre de 2018


Cuarta Feria 26 de septiembre

Santos Cosme y Damián Mártires


(+300)
Cosme significa "adornado, bien presentado". Damián: domador.
Patronos de Cirujanos, Farmacéuticos, Médicos, Peluqueros, Dentistas, trabajadores de los balnearios

"LO QUE HABEIS RECIBIDO GRATIS, DADLO TAMBIEN GRATUITAMENTE" (Jesucristo Mt. 10, 8)

Una tradición muy antigua, atestigua la existencia de su sepulcro en Ciro (Siria), donde se erigió asimismo una basílica, en su honor. Desde allí, su culto pasó a Roma, y más tarde se propagó por toda la Iglesia.

Según la tradición, son hermanos gemelos, nacidos en Arabia; estudiaron las ciencias en Siria, y llegaron a distinguirse como médicos. Como eran auténticos cristianos, practicaban su profesión con gran habilidad, pero sin aceptar jamás pago alguno por sus servicios. Por eso, se les conoció en el oriente, entre los santos llamados colectivamente, "los sin dinero".

Vivían en Aegeae, sobre la costa de la bahía de Alejandreta, en Cilicia, donde ambos eran distinguidos, por el cariño y el respeto de todo el pueblo, a causa de los muchos beneficios que prodigaba entre las gentes su caridad, y por el celo con que practicaban la fe cristiana, ya que aprovechaban todas las oportunidades que les brindaba su profesión, para difundirla y propagarla. En consecuencia, al comenzar la persecución, resultó imposible, que aquellos hermanos de condición tan distinguida, pasasen desapercibidos.

Fueron de los primeros en ser aprehendidos por orden de Lisias, el gobernador de Cilicia, y luego de haber sido sometidos a diversos tormentos, murieron decapitados por la fe. Conducidos sus restos a Siria, quedaron sepultados en Cirrhus, ciudad ésta, que llegó a ser el centro principal de su culto, y donde las referencias más antiguas, sitúan el escenario de su martirio.

Se cuentan muchos prodigios milagrosos, como que antes de ser decapitados, salieron con bien de varios tipos de ejecuciones, como ser arrojados al agua, atados a pesadas piedras, ser quemados en hogueras, y ser crucificados.

Cuando se hallaban clavados en las cruces, la multitud los apedreó, pero los proyectiles, sin tocar el cuerpo de los santos, rebotaron para golpear a los mismos que las arrojaban.

Lo mismo sucedió con las flechas disparadas por los arqueros, que torcieron su trayectoria, e hicieron huir a los tiradores, Se sabe que el mismo caso ocurrió con San Cristóbal, y muchos otros mártires.

Asimismo dice la leyenda que los tres hermanos de Cosme y Damián, llamados Antimo, Leoncio y Euprepio, sufrieron el martirio al mismo tiempo que los gemelos, y sus nombres se mencionan en el Martiriologio Romano.

Se habla de innumerables milagros, sobre todo curaciones maravillosas, obrados por los mártires después de su muerte, y a veces, los propios santos se aparecieron en sueños, a los que les imploraban en sus sufrimientos, a fin de curarles inmediatamente.

Entre las personas distinguidas, que atribuyeron su curación de males gravísimos a los santos Cosme y Damián, figuró el emperador Justiniano I, quien visitó la ciudad de Cirrhus, especialmente para venerar las reliquias de sus benefactores.

A principios del siglo V, se levantaron en Constantinopla, dos grandes iglesias en honor de los mártires.

La basílica que el Papa Félix (526-530), erigió en honor de Cosme y Damián en el Foro Romano, con hermosísimos mosaicos, fue dedicada posiblemente el 27 de septiembre. Ese día se celebró la fiesta de Cosme y Damián, hasta su traslado al 26 de septiembre, en el nuevo calendario.

Los Santos Cosme y Damián, son nombrados en el canon de la misa, y junto con San Lucas, son los patronos de médicos y cirujanos.

Oración: Dios y Señor nuestro, te pedimos que por la intercesión y los méritos de los Santos Cosme y Damián, todos los médicos cumplan santamente con su profesión, haciendo de su trabajo un verdadero Apostolado. Te pedimos también que todas nuestras dolencias físicas, psíquicas y espirituales, queden sanadas por completo. Por Nuestro Señor Jesucristo, Ayer, Hoy y Siempre. Amén.