21 De Marzo de 2024
Agustín Zhao Rong y ciento diecinueve
compañeros
Mártires en China
Siglo XVI
En
la provincia china de Sichuan, conmemoración de san Agustín Zhao
Rong, presbítero y mártir, que al recrudecerse la persecución, fue
encarcelado por el nombre de Cristo, y en un día desconocido de
primavera afrontó la muerte.
El Evangelio se anunció en
China en el siglo V. Al inicio del VII, se erigió allí la primera
iglesia. Bajo la dinastía Tang (618-907) la comunidad de cristianos
fue floreciente. En el siglo XIII la comprensión del pueblo chino y
de sus culturas, que tuvieron notables misioneros como Juan de
Montecorvino, hizo que se pudiera dar impulso a la primera misión
católica en el «Reino del medio» con sede episcopal en
Vejen.
No es de extrañar que, especialmente en la época
moderna (es decir, desde el siglo XVI, cuando las comunicaciones
entre Oriente y Occidente comenzaron a ser, en cierto modo, más
frecuentes), haya existido por parte de la Iglesia católica el deseo
de llevar a este pueblo la luz del Evangelio, a fin de que ésta
enriqueciese aún más, el tesoro de tradiciones culturales y
religiosas, tan ricas y profundas.
Así, a partir de las
últimas décadas del siglo XVI, varios misioneros católicos fueron
enviados a China: se habían elegido con gran esmero, personas como
Matteo Ricci y otros, teniendo en cuenta, además de su espíritu de
fe y amor, sus capacidades culturales y sus cualidades, en diversos
campos de la ciencia, en especial de la astronomía y las
matemáticas.
De hecho, gracias a estos, y al aprecio que
demostraron los misioneros, por el notable espíritu de
investigación, de los estudiosos chinos, pudieron establecerse
relaciones de colaboración científica muy provechosas. Estas
sirvieron a su vez, para abrir muchas puertas, incluso las de la
corte imperial, y para entablar así, relaciones muy útiles, con
varias personas de grandes capacidades.
La calidad de la vida
religiosa de estos misioneros, indujo a no pocas personas de alto
nivel, a sentir la necesidad de conocer mejor, el espíritu
evangélico que los animaba. A finales del siglo XVI, y primeros del
XVII, fueron numerosos los que, una vez adquirida la debida
preparación, pidieron el bautismo, y llegaron a ser cristianos
fervientes, manteniendo siempre con justo orgullo, su identidad de
chinos y su cultura.
En aquel período, el cristianismo se
vio como una realidad que no se oponía, a los más altos valores de
las tradiciones del pueblo chino, ni se ponía por encima de ellos,
sino que los enriquecía, con una nueva luz y una nueva
dimensión.
Gracias a las óptimas relaciones existentes,
entre algunos misioneros, y el mismo emperador K'ang Hsi, y a los
servicios que éstos prestaron, para restablecer la paz entre el
«zar» de Rusia, y el «hijo del cielo», o sea el emperador, éste
promulgó en 1692, el primer decreto de libertad religiosa, en virtud
del cual, todos sus súbditos podían seguir la religión cristiana,
y todos los misioneros podían predicarla en sus vastos dominios.
Como consecuencia, la acción misionera y la difusión del
mensaje evangélico se desarrollaron notablemente, y fueron muchos
los chinos, que, atraídos por la luz de Cristo, pidieron recibir el
bautismo.
Pero, desgraciadamente, la complicada cuestión de
los «ritos chinos» irritó sobremanera al emperador K'ang
Hsi, y preparó la persecución (fuertemente influenciada, por la del
vecino Japón), que de manera abierta o solapada, violenta o velada,
se extendió prácticamente, con sucesivas oleadas, desde la primera
década del siglo XVII, hasta el siglo XX, matando a misioneros y a
fieles laicos y destruyendo no pocas iglesias.
Fue exactamente
el 15 de enero de 1648, cuando los tártaros manchú, habiendo
invadido la región del Fujian, y mostrándose hostiles a la religión
cristiana, dieron muerte al beato Francisco Fernández de Capillas,
sacerdote de la Orden de los Frailes Predicadores. Después de
haberlo encarcelado y torturado, lo decapitaron, mientras rezaba con
otros, los misterios dolorosos del rosario. El beato Francisco
Fernández de Capillas, ha sido reconocido por la Santa Sede, como
protomártir de China. Fue beatificado, junto con otros catorce
mártires, por San Pío X, el 2 de mayo del año 1909.
Hacia
la mitad del siglo siguiente, el XVIII, otros cinco misioneros
españoles, también dominicos, que habían ejercido su actividad,
entre los años 1715-1747, fueron asesinados, como resultado de una
nueva ola de persecución, iniciada en 1729, y con secuaces más
encarnizados.
Era la época de los emperadores Yung-Cheng, y
de su hijo K'ien-Lung. Son: el obispo Pedro Sanz y Jordá,
martirizado el 26 de mayo de 1747, en Fuzhou; y los sacerdotes:
Francisco Serrano Frías (elegido obispo titular de Tipasa de
Mauritania), Joaquín Royo Pérez, Juan Alcober Figuera y Francisco
Díaz del Rincón, martirizados el 28 de octubre de 1748 en Fuzhou.
Fueron beatificados por León XIII, el 14 de mayo de 1893.
Una
nueva fase de régimen de persecución, en relación con la religión
cristiana, se desencadenó posteriormente en el siglo XIX. Mientras
algunos emperadores de los siglos precedentes, habían autorizado el
catolicismo, el emperador Kia-Kin (1796-1821) publicó numerosos y
severos decretos en contra.
El primero, se remonta al año
1805; dos edictos de 1811, iban dirigidos contra aquellos chinos, que
hacían los estudios para recibir las órdenes sagradas, y contra los
sacerdotes que propagaban la religión cristiana. Un decreto de 1813,
eximía de cualquier castigo, a los que apostataran voluntariamente
del catolicismo, pero amenazaba a todos los demás.
En este
período, sufrió el martirio el beato Pedro Wu Guosheng, laico
catequista, chino, nacido de familia pagana. Recibió el bautismo en
1796, y pasó el resto de su vida, anunciando la verdad de la
religión cristiana. Todos los intentos para hacerlo apostatar,
fueron vanos. Emitida contra él la sentencia de muerte, fue
estrangulado, el 7 de noviembre de 1814.
Siguió sus pasos en
la fidelidad a Cristo, el beato José Zhang Dapeng, laico catequista,
comerciante, bautizado en el año 1800; llegó a ser después, el
alma de la misión en la ciudad de Kony-Yang. Encarcelado, murió
estrangulado el 12 de marzo de 1815.
Ese año se promulgaron
otros dos decretos, en los que se aprobaba la conducta del Virrey del
Sichuan, que había arrestado al obispo mons. Gabriel Taurin
Dufresse, de las Misiones Extranjeras de París -y a otros muchos
cristianos chinos-. El 18 de mayo de 1815, fue llevado a Chengdu,
condenado y ajusticiado, el 14 de septiembre de 1815.
Siguió
una persecución más encarnizada, en la que fueron martirizados los
beatos: Agustín Zhao Rong, sacerdote diocesano chino, que
impresionado por la paciencia de mons. Dufresse, había pedido ser
contado entre los neófitos: una vez bautizado, fue enviado al
seminario, y después ordenado sacerdote. Arrestado, sufrió crueles
suplicios, y murió en 1815.
Juan de Triora, o.f.m.,
sacerdote, fue hecho prisionero junto con otros, en el verano de
1815, después condenado a muerte. Murió estrangulado, el 7 de
febrero de 1816.
José Yuan Gengyin, sacerdote diocesano
chino, habiendo escuchado a mons. Dufresse hablar de la fe cristiana,
quedó prendado de la belleza de ésta, y después llegó a ser un
neófito ejemplar. Más tarde, ordenado sacerdote, y como tal,
dedicado a la evangelización en varios distritos; fue apresado en
agosto de 1816, y estrangulado el 24 de junio de 1817.
Francisco
Regis Clet, de la Congregación de la Misión, después de haber
obtenido el permiso, para ir a las misiones de China, se embarcó
para el Oriente en 1791. Llegado allí, llevó durante treinta años,
una vida sacrificada de misionero: sostenido por un celo incansable,
evangelizó tres inmensas provincias del Imperio chino: Jiangxi,
Hubei y Hunan. Traicionado por un cristiano, fue arrestado y llevado
a prisión, donde sufrió atroces suplicios. Mediante sentencia del
emperador, fue estrangulado el 17 de febrero de 1820.
Tadeo
Liu Ruiting, sacerdote diocesano, chino, se negó a apostatar,
diciendo que era sacerdote, y quería ser fiel a la religión que
había predicado. Condenado a muerte, fue estrangulado, el 30 de
noviembre de 1823.
Pedro Liu Ziyu, catequista laico, chino,
arrestado en 1814, y condenado al exilio en Tartaria, donde
permaneció casi veinte años. Al regresar a su patria, fue de nuevo
apresado y estrangulado, el 17 de mayo de 1834.
Joaquín Hao
Kaizhi, catequista laico, chino; fue bautizado a la edad de casi 20
años. En la gran persecución de 1814, había sido arrestado con
otros muchos fieles, y sometido a crueles torturas. Desterrado a
Tartaria, allí permaneció unos 20 años; al regresar a la patria,
fue nuevamente apresado y rehusó apostatar. Condenado y confirmada
la sentencia de muerte, por parte del emperador, fue estrangulado el
9 de julio de 1839.
Augusto Chapdelaine, m.e.p., sacerdote de
la diócesis de Coutances, habiendo ingresado en el seminario de las
Misiones Extranjeras de París, se embarcó directamente a China en
1852; llegó a Guangxi a finales de 1854. Arrestado en 1856,
torturado, condenado a muerte, enjaulado, expiró en febrero de
1856.
Lorenzo Bai Xiaoman, laico, chino, obrero modesto,
acompañó al beato Chapdelaine, en el asilo que habían ofrecido al
misionero, y fue con él apresado y conducido al tribunal. Nada pudo
hacerlo apostatar. Fue decapitado, el 25 de febrero de 1856.
Inés
Cao Guiying, viuda, había nacido de antigua familia cristiana;
habiéndose dedicado a la instrucción, de las muchachas convertidas
por el beato Chapdelaine; fue arrestada, y condenada a morir
enjaulada. Fue ajusticiada el 1 de marzo de 1856.
El 28 de
enero de 1858, por orden del mandarín de Maokou, (en la provincia de
Guizhou), fueron asesinados tres catequistas, conocidos como mártires
de Maokou: los beatos Jerónimo Lu Tingmei, Lorenzo Wang Bing y
Águeda Lin Zao. Se les pidió que renunciaran a la religión
cristiana. Como se negaron, fueron decapitados.
El 29 de julio
de 1861, sufrieron el martirio simultáneamente, dos seminaristas y
dos laicos, de los cuales uno era agricultor, y la otra una viuda,
que prestaba sus servicios como cocinera en el seminario. Se los
conoce como mártires de Qingyanzhen (Guizhou):
El 18 y 19 de
febrero de 1862, dieron su vida por Cristo, otras cinco personas,
conocidas como mártires de Guizhou, un sacerdote de las Misiones
Extranjeras de París, Juan Pedro Néel, y cuatro catequistas laicos,
entre ellos una mujer.
Después de algunos episodios -que
tuvieron una notable repercusión en la vida de las misiones
cristianas- y de la guerra del opio, que se concluyó con la victoria
de los ingleses, China debió firmar en 1842, el primer tratado
internacional de los tiempos modernos, al que siguieron muy pronto
otros, con Estados Unidos y Francia, que sustituyó a Portugal, como
potencia protectora de las misiones.
Fueron promulgados dos
decretos: uno en 1844, por el cual se permitía a los chinos, seguir
la religión católica; otro, en 1846, mediante el cual se suprimían
las antiguas penas, contra los católicos. La Iglesia pudo entonces
vivir abiertamente, y ejercer su acción misionera, desarrollándola
también en el ámbito de la educación superior, universitaria y de
la investigación científica.
Al multiplicarse los diversos
Institutos culturales de alto nivel, y gracias a su actividad muy
apreciada, se establecieron gradualmente, lazos cada vez más
profundos, entre la Iglesia y China, con sus ricas tradiciones
culturales. Esta colaboración con las autoridades chinas, favoreció
de un modo creciente, la mutua estima y participación en aquellos
valores, que deben regir siempre toda sociedad civil.
Transcurrió
así, un siglo de expansión de las misiones cristianas, con la
excepción hecha del período, en que se abatió sobre ellas, la
desgracia de la insurrección de la «Asociación de la justicia y de
la armonía» (conocida comúnmente como de los «Boxers»), que
ocurrió al principio del siglo XX, y causó el derramamiento de
sangre de muchos cristianos.
Se emitió un edicto, el 1 de
julio de 1900, en el cual se decía, en síntesis, que ya había
pasado el tiempo, de las buenas relaciones con los misioneros
europeos y sus cristianos: que los primeros debían ser repatriados
inmediatamente, y los fieles obligados a la apostasía, bajo pena de
muerte.
Como resultado de esto, tuvo lugar el martirio de
algunos misioneros, y de muchos chinos, que se reunieron en los
siguientes grupos:
a) Mártires de Shanxi, muertos el 9 de
julio de 1900, que son Frailes Menores Franciscanos: dos obispos, dos
sacerdotes y un hermano.
b) Mártires del Hunan Meridional,
asesinados el 7 de julio de 1900, también Frailes Menores
Franciscanos: un obispo y dos sacerdotes, a los que se añaden siete
Franciscanas Misioneras de María, de las cuales tres francesas, dos
italianas, una belga y una holandesa.
De los mártires chinos
de la familia franciscana, forman parte también once franciscanos
seglares, todos ellos chinos, cinco seminaristas. A ellos se
añadieron también, algunos laicos chinos.
Cuando la rebelión
de los «Boxers», iniciada en Shandong, difundida luego en Shanxi y
en Hunan, llegó también al sudeste de Tcheli, en aquel entonces
vicariato apostólico de Xianxian, confiado a los jesuitas, los
cristianos asesinados se cuentan por millares.
Muchos de
ellos, fueron martirizados en la iglesia del pueblo de Tchou-Kia-ho,
donde se habían refugiado y estaban orando; entre estos, cuatro
misioneros jesuitas franceses, y cincuenta y dos cristianos laicos
chinos, hombres, mujeres y niños, con edades comprendidas entre los
9 y 79 años. Todos sufrieron el martirio, en el mes de julio de
1909. Fueron beatificados, el 17 de abril de 1955.
El hecho de
que este considerable número de fieles laicos chinos (cincuenta y
dos), haya dado la vida por Cristo, juntamente con los misioneros que
les habían anunciado el Evangelio, y se habían prodigado por ellos,
pone de manifiesto, la profundidad de los vínculos que la fe en
Cristo establece, reuniendo en una sola familia, personas de razas y
culturas diversas, estrechamente hermanados entre sí, no ya por
motivos políticos, sino en virtud de una religión que predica el
amor, la fraternidad, la paz y la justicia.
Además de todos
los asesinados por los «Boxers», hasta ahora mencionados, debe
recordarse también al beato Alberico Crescitelli, sacerdote del
Instituto Pontificio, de las Misiones Extranjeras de Milán, que
desarrolló su ministerio en el Shanxi Meridional, y fue martirizado
el 21 de julio de 1900.
Años después, al nutrido ejército
de los mártires arriba recordados, iban a unirse algunos miembros de
la Sociedad Salesiana de San Juan Bosco: el obispo Luis Versiglia y
el sacerdote Calixto Caravario, asesinados juntos, el 25 de febrero
de 1930 en Li-ThauTseul.
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