lunes, 30 de abril de 2018


Domingo 29 de abril

SANTA CATALINA DE SIENA


Sanadora. Taumaturga.

Virgen, esposa mística de Cristo. Segunda mujer proclamada Doctora de la Iglesia, dominica terciaria, consejera de papas, autora del "Diálogo"
-(1347-1380)

-Patrona de Ayas, Italia, Prevención de Incendios. Vivió al final de su vida solo de la Sagrada Eucaristía.
Dios purgó tu corazón del veneno con que estaba infectado, por tu gran apego a las criaturas”

Breve
Nació en Siena en el año 1347. Ya desde niña aspiraba a lo mejor, y consiguió entrar en la Tercera Orden dominicana. Movida por su gran amor a Dios y al prójimo, promovió la paz y la concordia entre las ciudades, y defendió valientemente los derechos, y la libertad del Romano Pontífice, favoreciendo también la renovación de la vida religiosa. Es autora de importantes obras de espiritualidad. Murió el año 1380.

Sus cortos 33 años de vida, fueron de gran impacto para la Iglesia. Santa Catalina, es una de las cuatro doctoras de la Iglesia (las otras tres son Santa Teresa de Avila, Santa Hildegarda de Bingen, y Santa Teresita del Niño Jesús), a pesar de que nunca tuvo una preparación académica formal.

Santa Catalina fue el instrumento que utilizó el Señor para que regresara el Papado de Aviñón (Francia) a Roma.

Santa Catalina tenía un profundo amor a la Eucaristía, a la Santísima Virgen, y a los pobres. Tuvo muchas experiencias místicas, entre ellas: El desposorio con Cristo, profecías, estigmas, y ayunos de largos períodos, en los cuales se alimentaba solamente de la Eucaristía.
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Por el Padre Jordi Rivero
En la fiesta de la Anunciación, en el año 1347, nació en Siena, "la ciudad de la Virgen", una joven de un atractivo extraordinario, y de una gran fuerza de voluntad. En solo 33 años de santidad heroica, vivió, sufrió y murió por el Cuerpo Místico de su Amado Señor. Esta alma extraordinaria, es conocida en la historia, como Santa Catalina de Siena, una de las más grandes de la Iglesia, y una de las más fascinantes.

Durante su corta vida convirtió a muchos, de diferentes edades y clases, a una auténtica vida cristiana. Los que la conocían, sabían que solo tenían que presentarle a Catalina un pecador, y por su sencilla, pero profunda caridad, y por su corazón y personalidad, el pecador era movido a ser otro "catelinato", como le decían a sus seguidores en Siena.

Jesucristo es el centro de su vida
Catalina fue tan inmensamente devota a su Salvador, que Él fue el centro de sus muchas experiencias místicas. Pero veremos como la santa, tenía una muy tierna, amorosa y confiada relación con la Virgen Santísima, y en un número significativos de eventos en su vida, fue en la Madre de Dios, que ella buscó su refugio, o fue la Virgen la que vino en su ayuda.

Confianza y amor a la Virgen María
Desde niña, empezó a orar a la Reina de Siena, y a menudo se le oía rezar el Ave María, bajando las escaleras de su casa.

Un día cuando tenía 6 años de edad, y mientras caminaba por las calles de Siena con su hermano, elevó su mirada, y de repente vio sobre el techo de la Iglesia de Santo Domingo, al Rey de Reyes sobre un espléndido trono, vestido como el Papa con su corona Papal; y con Él estaban San Pedro, San Pablo y San Juan. Jesús mirando con ternura a Catalina, despacio y solemnemente la bendijo, haciendo tres veces la señal de la Cruz sobre ella, con su mano derecha, como lo hace un Obispo.

Desde ese momento, Catalina dejó de ser una niña, se enamoró profundamente de su amado Salvador. "esa visión y esa bendición, fueron tan poderosas que después de ella, no pudo pensar en nada mas que en los ermitaños, y en como imitarlos".

El año siguiente, ante un cuadro de Nuestra Señora, se ofreció al Señor que la había bendecido. En este momento, tan crucial oró a la Virgen: "¡Santísima Virgen, no mires mi debilidad, sino dame la gracia, de tener como esposo a Aquel a quién yo amo con toda mi alma, tu Santísimo Hijo, Nuestro Único Señor, Jesucristo!. Le prometo a Él y a Tí, que nunca tendré otro esposo".

Solo Jesucristo será su esposo
Cuando Catalina tenía doce años, su familia quería obligarla a contraer matrimonio. Ella, después de consultar con un sacerdote dominico, acerca de su voto de castidad, y como defenderlo ante esta amenaza, se cortó el pelo, como señal de haber cortado con el mundo.

Sus padres hacían todo lo posible, por impedir que ella tuviera tiempo de oración y soledad. La pusieron a trabajar a toda hora, tratándola muy mal, como sirviente de la familia.

Catalina humildemente aceptó este rechazo de su familia, y actuaba como si estuviese en la casa de Nazaret, tomando como a su única madre a la Virgen Santísima.

Sus hermanas y amistades, la persuadieron a que participara en sus diversiones y vanidades. Pero pronto se arrepintió, y le dolió aquello por el resto de su vida. Lo consideró como la mayor infidelidad a su esposo del cielo, de la cual ella fue culpable. La muerte de su hermana mayor, Bonaventura, ocurrida poco después, confirmó sus sentimientos.

Modelo de virtud antes de sus quince años de edad
Con su ejemplo de humildad, obediencia y caridad ante su familia, los conquistó, y entonces le permitieron ser miembro de la Tercera Orden de Santo Domingo, y tener un cuarto privado. Allí comenzó a hacer actos de mortificación heroicos.

Se alimentaba principalmente de hierbas, y vestía con telas muy crudas. Asistía con gran generosidad a los pobres, a los enfermos, consolaba a los presos. Su sometimiento de la propia voluntad al Señor, aún en sus penitencias, daba verdadero valor a lo que hacía.

Pero sus experiencias místicas, no le quitaban las pruebas. Sufría por su temperamento, al que dominaba con gran paciencia, y por los baños calientes que le ordenaron los médicos. En medio de sus dolencias, oraba sin cesar, para expiar sus ofensas y purificar su corazón.

Recibe el hábito de la tercera orden dominica
En la noche anterior a su profesión en la orden, después de pasar por una severa prueba, en la cual el demonio, se le apareció como un caballero muy guapo y elegante, y le ofreció un traje de seda con joyas brillantes, Catalina se tiró sobre el crucifijo, y gritó: "¡Mi único, mi amado esposo, Tú sabes que jamás he deseado a nadie más que a Tí. Ven en mi ayuda, mi amado Salvador!".

De pronto, frente a Catalina estaba la Madre de Dios, teniendo en sus manos un traje de oro, y con su voz suave y tierna, la Virgen le dijo: "Este vestido, hija mía, lo he traído del corazón de mi Hijo. Estaba escondido en la herida de su costado, como en una canasta de oro, y te lo hice con mis propias manos". Entonces con ferviente amor y humildad, Catalina inclinó su cabeza, mientras la Virgen le imponía este vestido celestial.

Por fin, en 1635, a los 18 años (según algunos escritores a los 20 años), recibió el hábito de la tercera orden dominica.

Durante tres años después de recibir el hábito, Catalina vivió en la santa soledad de su pequeño cuarto, y en su capilla favorita. Allí pasó un entrenamiento estricto, basado en la auto-negación y desarrollo espiritual, bajo la dirección personal de Cristo y de su Madre. No hablaba sino con Dios, la Virgen y su confesor.

Severos ataques del demonio
La serpiente, viendo su vida angelical, la asaltaba buscando destruir su virtud. Llenaba su imaginación, con las más sucias representaciones, y asaltaba su corazón, con las más bajas y humillantes tentaciones.

Después su alma quedaba en una nube de oscuridad, la más severa prueba imaginable. Se veía a sí misma, cientos de veces al borde del precipicio, pero siempre sostenida por una mano invisible.

Sus armas eran la oración ferviente, la humildad, la resignación y confianza en Dios. Así venció las pruebas, que sirvieron mucho para purificar su corazón. Nuestro Señor la visitó después, y ella le dijo: "¿Dónde estabas, mi divino Esposo, mientras yo yacía en tan temible condición de abandono?".

Jesús le contestó: "Estaba contigo". "¡¿Cómo?! -replicó ella- “¡¿entre las sucias abominaciones en que infectaban mi alma?!”. Él le dice "Eran desagradables y sumamente dolorosas para Tí. Este conflicto, por lo tanto, fue tu mérito, y la victoria sobre ellas, fue debido a mi presencia".

El enemigo también la invitaba al orgullo, sin escatimar ni violencia ni estrategia alguna, para seducirla a sus vicios. Pero la humildad era su defensa. Dios la recompensó por su caridad para con los pobres, y le concedió hacer muchos milagros.

Nupcias con Jesús
Un día jueves, después de que Catalina había orado todo el día, con extraordinaria fe, Nuestro Señor se le apareció y le dijo: "Ya que por amor a Mí, has renunciado a todos los gozos terrenales, y deseas gozarte solo en Mí, he resuelto solemnemente, celebrar Mi desposorio contigo, y tomarte como mi esposa en la fe".

Mientras el Señor hablaba, aparecieron muchos ángeles, su Santísima Madre, San Juan, San Pablo y Santo Domingo (ella era de su orden). Y mientras el Rey David, tocaba una dulce música en su arpa, nuestra amorosa Madre tomó la mano de Catalina, y la puso en la mano de su Hijo. Entonces Jesús, puso un anillo de oro en el dedo de Catalina, y dijo: "Yo, tu creador y Salvador, te acepto como esposa, y te concedo una fe firme que nunca fallará. Nada temas. Te he puesto el escudo de la fe, y prevalecerás sobre todos tus enemigos".

Guía de papas y pobres
Con la fortaleza recibida del Señor, Catalina continuó creciendo en su fervor y efectividad en el  apostolado, primero entre la gente de Siena, luego en Pisa, en Florencia, y eventualmente en las ciudades Papales de Avignón y Roma. Catalina fue atrayendo a un grupo de devotos amigos. Todos sus discursos, acciones y hasta su silencio, inducía al amor a la virtud.  Según el papa Pío II, nadie se acercó a ella, que luego no se fuera mejor.

Estableció una inspiradora correspondencia, que alcanzó seis volúmenes. Comenzaba todas sus cartas con estas palabras: "En el nombre de Jesucristo Crucificado y de la dulce María".

Santa Catalina llegó a influenciar a dos papas, numerosos prelados y religiosos. Más que ningún otro factor, fueron las oraciones y sacrificios, de esta joven esposa de Cristo, las que le permitieron ser instrumento de mensajes divinos, que llegaron a ser escuchados por el Papa.

La conversión de Nannes
Nannes, un poderoso personaje, fue llevado ante la santa. Nada de lo que ella le decía, parecía tener efecto. Entonces Catalina, hizo una pausa repentina, para ofrecer oraciones por él. En ese mismo instante, el joven comenzó a llorar, profundamente convertido. Se reconcilió con sus enemigos, y se dedicó a la penitencia.

Cuando más tarde, Nannes tuvo muchas calamidades temporales, la santa se alegraba entendiéndolo que eran para su bien espiritual. "Dios purgó tu corazón", dijo Catalina, "del veneno con que estaba infectado, por tu gran apego a las criaturas". Nannes dio a Catalina una mansión, la cual ella, con la aprobación del papa, convirtió en un convento.

Fueron muchas las conversiones impresionantes, que se lograron por su mediación. Entre ellas, durante la pestilencia de 1374, en la que sirvió a los enfermos, las de dos santos dominicos, Raimundo de Capua y Bartolomé de Siena. Los pecadores más empecinados, se ablandaban ante el poder de sus exhortaciones.

Tenía el don de sanación
Catalina tenía gran compasión por los enfermos, y los atendía con esmero. En una visita a Pisa, enviada por sus superiores, sanó a muchos enfermos, y aún a más almas.

Intercede por un condenado a muerte
Como Catalina dedicaba toda su vida enteramente, al servicio del Crucificado, y de su dulce Madre, ésta a menudo venía en su auxilio. En ocasiones en que Catalina tenía entre manos, la conversión de un endurecido pecador, se dirigía con confianza a la Madre de Misericordia.

A través de la Virgen Santísima, logró la gracia de la resignación y de la paz, para un joven condenado a la decapitación, y pudo estar con él hasta el final.
"Esperé por él en el lugar de la ejecución, esperé en oración continua, y en la presencia de María, y antes que él llegase, puse mi cabeza sobre el ladrillo, y oré suplicándole al cielo, repitiendo: "¡María!". Quería obtener la gracia de que ella, en el último momento, le diera luz y paz. Y María no me defraudó".

Milagros al servicio de los pobres
En al menos dos ocasiones, Catalina recibió ayuda sobrenatural de parte de la Virgen, cuando preparaba comida para los demás. Una vez, cuando estaba horneando pan para su familia; la otra vez fue durante una epidemia, donde por la misma cantidad de harina que tenían todos los demás, logró sacar cinco veces más pan.

No debemos olvidar, que Jesús le concedía tanto, porque ella por su parte era siempre fiel, presta para sufrirlo todo, y pasar las mayores pruebas por Su amor.

El mayor de los milagros, posiblemente fue su paciencia ante los severos ataques y reproches, aun de personas desagradecidas, que ella había beneficiado con sus servicios. Así fue el caso de una mujer leprosa, a quién todos habían abandonado, y que Catalina cuidó con esmero. Su cuidado continuó igual, a pesar de los insultos de la mujer.

Atendió a otra mujer cancerosa. Por mucho tiempo, Catalina vencía su natural desagrado, y chupaba y vestía sus llagas. Ésta sin embargo publicó contra Catalina, las calumnias mas infames, las que fueron secundadas por una hermana del convento. Catalina sufrió en silencio la persecución violenta. y continuó con afecto sus servicios, hasta que con su paciencia y oración, obtuvo de Dios la conversión de ambas.

Un noble secretario
Esteban fue uno de los discípulos más cercanos a Catalina. Hijo de un senador de Siena, este noble había sido reducido a la ruina por sus enemigos. La santa le enseño el camino del Evangelio, y la renuncia a las cosas del mundo. Se hizo secretario de la santa, y compiló sus palabras y cartas. Fue su compañero en los viajes a Avignón, Florencia y Roma. Más tarde, por consejo de la santa, Esteban se hizo monje Cartujo. Asistió a la santa en su muerte, y escribió su vida.

El Diálogo de Santa Catalina de Siena
Fue en el "día de María", como Catalina llamaba al sábado, que empezó a escribir su famoso "Diálogo", un tratado inspirado sobre las virtudes cristianas.

La Virgen le da un confesor
Catalina había orado por muchísimo tiempo, para conseguir un buen confesor y director espiritual. Ella, como todos los santos, comprendía la importancia de ser guiada por un santo pastor de almas.

Un día, durante la misa en la iglesia dominica, de Santa María Novella, en Florencia, le pareció a la santa, que la Virgen estaba de pie a su lado, y le señalaba a un sacerdote, para que fuera su guía: el Padre Raimundo de Capúa. Éste se convirtió, en el director espiritual de Catalina.

Después de muchos años, de una relación muy fructífera, le llamó: "mi Padre y mi hijo, a quien mi dulce Madre María, me regaló". Él por su parte, creció mucho espiritualmente, gracias a la inspiración de la santa, y llegó a ser beatificado.

Inspira el retorno del papado a Roma
En 1375, en Florencia, Perugia y una gran parte de la región Toscana de Italia, y hasta de los propios Estados Pontificios, entraron en liga contra la Santa Sede. El corazón de Catalina, que tres años antes, había profetizado estos eventos, se traspasó de dolor. Por sus oraciones y esfuerzos, muchas ciudades, entre ellas Arezzo, Lucca y Siena, se mantuvieron fieles al Papa.

El papa Gregorio XI, que residía en Avignón, al no conseguir nada con sus cartas a Florencia, envió un ejército a esta ciudad. Las divisiones internas, causaron que los florentinos buscaran reconciliación. Le pidieron a Santa Catalina que fuera mediadora. La santa llegó a Avignón, el 18 de junio de 1376. El Papa se reunió con ella, y con gran admiración, por su prudencia y santidad, le dijo: "No quiero otra cosa sino paz. Pongo este asunto enteramente en tus manos".

El papado se encontraba en Avignón, hoy parte de Francia, desde el 1314, cuando fue electo Papa, el francés que tomó el nombre Juan XXII. Sus sucesores también vivieron en Avignón.

El Papa es el obispo de Roma, por lo que los romanos protestaban, que su obispo los había abandonado por setenta y cuatro años, y amenazaban con un cisma. Gregorio XI, había hecho un voto secreto de regresar a Roma, pero no se decidía, al notar la resistencia de su corte.

Aprovechando la presencia de Catalina en Avignón, le consultó el caso. "Cumpla lo que le ha prometido a Dios", fue la respuesta de Catalina. La santa recibió del Señor, la certeza de que el papa debía regresar a Roma, y aquél fue el momento en que se lo pudo comunicar.

El papa, sorprendido de que supiese por revelación, lo que él no había confiado a nadie, decidió cumplir con su traslado a Roma. Catalina le escribió en varias ocasiones, animándole a apresurar su retorno a Roma. El Papa salió de Avignón, el 14 de septiembre de 1376.

No tardaron en aparecer las envidias, y las preguntas farisaicas, de los que deseaban atrapar a la santa. Pero se quedaban asombrados, ante sus respuestas, a las preguntas más difíciles, sobre la vida espiritual, y muchos otros temas.

Por otro lado, los florentinos continuaban en sus intrigas contra el Papa, por lo que éste envió a Catalina, a vivir en esa ciudad. Allí sufrió muchísimo, y en varias ocasiones, peligraba su vida. Pero al final, en 1378, logró la reconciliación de esta ciudad, con el sucesor de Gregorio, el Papa Urbano VI.

Gusto por la vida contemplativa
En seguida, Catalina volvió a Siena, para continuar su vida solitaria de oración intensa. Algunas de sus meditaciones, fueron recogidas en el tratado “Sobre la Providencia”.

Por años, vivió en abstinencia rigurosa, de tal manera que prácticamente se alimentaba solo de la Eucaristía. En una ocasión, ayunó desde el miércoles de ceniza, hasta el día de la Ascensión, recibiendo solamente la Sagrada Hostia.

La corona de espinas
En una visión, El Señor le presentó dos coronas, una de oro, y la otra de espinas, invitándola a escoger la que más le gustara. Ella respondió: "Yo deseo, oh Señor, vivir aquí, siempre unida a tu Pasión y a tu Dolor, encontrando en el dolor y el sufrimiento, mi respuesta y deleite". Entonces, con decisión, tomó la corona de espinas, y la presionó con fuerza sobre su cabeza.

Experiencias místicas con la Virgen
Dos veces, en fiestas litúrgicas especiales, la Virgen le ayudó milagrosamente. Durante una Misa de año nuevo, Catalina estaba tan sobrecogida por la emoción, que cuando se puso de pie, para ir a recibir comunión, estuvo a punto de caer. La Virgen, con sus manos tiernas, y al mismo tiempo fuertes, la sostuvo hasta que se recuperó.

Un día de la Asunción, que tradicionalmente, era la fiesta más grande del año en Siena, la ciudad de la Virgen, Catalina estaba muy enferma en cama, y deseaba intensamente, por lo menos, poder ver la catedral. De pronto, se encontró en el atrio de la Catedral de la Asunción de Nuestra Señora, y pudo caminar perfectamente, y participar en la Misa solemne dedicada a la Virgen.

El niño Jesús
Catalina tenía gran devoción al Niño Jesús. Una noche de Navidad, mientras oraba con sus hermanas de la tercera orden, en la Iglesia de San Domingo, se le concedió una visión muy impresionante: La Virgen María de rodillas, adorando en oración ferviente al recién nacido, el Divino Niño.

Catalina estaba tan sobrecogida, que suplicó humildemente a la Virgen, que le permitiera cargar al Niño, por un momento. Con una sonrisa afectuosa, la Virgen tomó el Niño, y se lo entregó a Catalina, quien teniéndolo en sus brazos, lo besó, y le susurró en el oído, los nombres de todos sus seres queridos.

Poco antes de morir, en el adviento, Santa Catalina escribió estas palabras a una amiga: "Te pido, en este dulce tiempo de adviento, y de la fiesta de la Navidad, que visites el pesebre donde reposa el Manso Cordero. Allí encontrarás también a María, una extranjera y un exilio, en tan gran pobreza que no tiene con que vestir al Hijo de Dios, o fuego con que calentarlo....Asegúrate de recurrir siempre a la Virgen Santísima, abrazando siempre la cruz".

Las turbulencias políticas continúan
En el año 1378, ocurre el gran cisma de la Iglesia. Al morir Gregorio XI, el papa Urbano VI fue electo. Más tarde, muchos cardenales declararon la elección nula, y eligieron un nuevo papa, Clemente VII. Con él, se fueron a Avignón.

Santa Catalina sufrió muchísimo por Jesús y su Iglesia. Escribió a los cardenales y príncipes de varios países, implorándoles que reconozcan al papa Urbano, y así acabar con el cisma.

También escribió al mismo papa Urbano, exhortándole a dominar su difícil temperamento, que había sido en parte, causa de la división. El papa la escuchó, y le pidió que vaya a Roma, para ayudarle a persuadir a los cismáticos. Trabajando en esa misión en Roma, la santa se enfermó, y murió el 29 de abril de 1380, a la edad de treinta y tres años.

Fue enterrada en Roma, en la iglesia de Minerva, donde hoy día puede visitarse su cuerpo, que yace bajo el altar tras un panel de cristal. Su cabeza está en la iglesia de Santo Domingo en Siena, en cuya ciudad, también se puede visitar su casa, ver sus instrumentos de penitencia, y otras reliquias.

Para apreciar la vida de la santa, tan engalanada con dones extraordinarios, no podemos olvidar su incondicional amor a la cruz. Tuvo grandes y prolongados sufrimientos, tanto los físicos, como los del corazón. Cuando se ama mucho, se sufre por el amado. Ella sufría las ofensas contra Jesús, contra Su Madre, contra la Iglesia, contra los pobres. Sufría por los pecadores.

Aunque muchos la admiraban, muchos también la tildaban de farsante, y la hacían sufrir. Sus virtudes heroicas, la hicieron victoriosa sobre sus pasiones, en las pruebas más difíciles.

Es por todo esto, que la debemos admirar, y nos sirve de inspiración para nosotros buscar la santidad. En Santa Catalina, vemos lo que Dios puede hacer con un corazón, que se deja traspasar de amor por Él, y por la Virgen.

-Canonizada por el Papa Pío II en 1461.
-Urbano VIII transfirió su festividad al 30 de abril

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Oficio de lectura, 29 de abril, Santa Catalina de Siena

Gusté y ví

Del Diálogo de Santa Catalina de Siena, Virgen, sobre la Divina Providencia
(Cap. 167, Acción de gracias a la Santísima Trinidad)

¡Oh Deidad eterna, oh eterna Trinidad, que por la unión de la naturaleza divina, diste tanto valor a la sangre de tu Hijo unigénito!. Tú, Trinidad eterna, eres como un mar profundo, en el que cuanto más busco, más encuentro, y cuanto más encuentro, más te busco.

Tú sacias al alma de una manera, en cierto modo, insaciable, pues en tu insondable profundidad, sacias al alma de tal forma, que siempre queda hambrienta y sedienta de ti, Trinidad eterna, con el deseo ansioso de verte a Tí, la luz, en tu misma luz.

Con la luz de la inteligencia, gusté y ví en tu luz tu abismo, eterna Trinidad, y la hermosura de tu criatura, pues revistiéndome yo misma de Tí, ví que sería imagen tuya, ya que tú, Padre eterno, me haces partícipe de tu poder y de tu sabiduría, sabiduría que es propia de tu Hijo unigénito. Y el Espíritu Santo, que procede del Padre y del Hijo, me ha dado la voluntad, que me hace capaz para el amor.

Tú, Trinidad eterna, eres el Hacedor y yo la hechura, por lo que iluminada por Tí, conocí en la recreación, que de mí hiciste, por medio de la sangre de tu Hijo unigénito, que estás amoroso de la belleza de tu hechura.

¡Oh abismo, oh Trinidad eterna, oh Deidad, oh mar profundo!: ¿podías darme algo más preciado que Tú mismo?. Tú eres el fuego, que siempre arde sin consumirse; Tú eres el que consumes con tu calor, los amores egoístas del alma. Tú eres también el fuego, que disipa toda frialdad; tú iluminas las mentes con tu luz, en la que me has hecho conocer tu verdad.

En el espejo de esta luz te conozco a Tí, bien supremo, bien sobre todo bien, bien dichoso, bien incomprensible, bien inestimable, belleza sobre toda belleza, sabiduría sobre toda sabiduría; pues Tú mismo eres la sabiduría, Tú, el pan de los ángeles, que por ardiente amor te has entregado a los hombres.

Tú eres el vestido, que cubre mi desnudez; Tú nos alimentas a nosotros, que estábamos hambrientos, con tu dulzura; Tú que eres la dulzura sin amargor, ¡oh Trinidad eterna!.

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Oficio de lectura, XIX domingo del tiempo ordinario

Con lazos de amor

Del diálogo de Santa Catalina de Siena, virgen, sobre la Divina Providencia
Cap 4, 13

Dulce Señor mío, vuelve generosamente tus ojos misericordiosos hacia éste tu pueblo, al mismo tiempo, que hacia el cuerpo místico de tu Iglesia; porque será mucho mayor tu gloria, si te apiadas de la inmensa multitud de tus criaturas, que si sólo te compadeces de mí, miserable, que tanto ofendí a tu Majestad.

Y, ¿cómo iba yo a poder consolarme, viéndome disfrutar de la vida, al mismo tiempo que tu pueblo, se hallaba sumido en la muerte, y contemplando en tu amable Esposa, las tinieblas de los pecados, provocadas precisamente por mis defectos, y los de tus restantes criaturas?.

Quiero por tanto, y te pido como gracia singular, que la inestimable caridad, que te impulsó a crear al hombre a tu imagen y semejanza, no se vuelva atrás ante esto. ¿Qué cosa, o quién, te ruego, fue el motivo de que establecieras al hombre en semejante dignidad?. Ciertamente, nada que no fuera el amor inextinguible, con el que contemplaste a tu criatura en Tí mismo, y te dejaste cautivar de amor por ella. Pero reconozco abiertamente, que a causa de la culpa del pecado, perdió con toda justicia, la dignidad en que la habías puesto.

A pesar de lo cual, impulsado por este mismo amor, y con el deseo de reconciliarte de nuevo, por gracia al género humano, nos entregaste la palabra de tu Hijo unigénito. Él fue efectivamente el mediador, y reconciliador entre nosotros, y Tú nuestra justificación, al castigar y cargar sobre Tí, todas nuestras injusticias e iniquidades.

Él lo hizo, en virtud de la obediencia que Tú, Padre eterno, le impusiste, al decretar que asumiese nuestra humanidad. ¡Inmenso abismo de caridad!. ¿Puede haber un corazón tan duro, que pueda mantenerse entero y no partirse, al contemplar el descenso de la infinita sublimidad, hasta lo más hondo de la vileza, como es la de la condición humana?.

Nosotros somos tu imagen, y Tú eres la nuestra, gracias a la unión que realizaste en el hombre, al ocultar tu eterna deidad, bajo la miserable nube, e infecta masa de la carne de Adán.

Y esto, ¿por qué?. No por otra causa que por tu inefable Amor. Por este inmenso Amor, es por el que suplico humildemente a tu Majestad, con todas las fuerzas de mi alma, que te apiades, con toda tu generosidad, de tus miserables criaturas.
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Santa Catalina le preguntó al Señor:
"Dulce Cordero sin mancha, tú estabas muerto cuando Tu costado fue abierto ¿Para qué, entonces, permitiste que Tu Corazón, fuese de tal forma herido y abierto a la fuerza?”.

Nuestro Señor le respondió. "Por varias razones, de las que te diré la principal. Mis deseos hacia la raza humana eran infinitos, y el tiempo actual de sufrimiento y tortura, estaban al terminar. Ya que mi amor es infinito, yo no podía por este sufrimiento, manifestarte cuanto te amo. Es por eso, que Yo quise revelarte el secreto de mi corazón, permitiéndote verlo abierto, para que puedas entender que te amé mucho más, de lo que te podía probar, por un sufrimiento que ha terminado".

Oración: Te pedimos Señor y Dios nuestro, que por los méritos e intercesión de Santa Catalina de Siena, se purge nuestro corazón, de todo el veneno que contiene en su interior, y pueda mantenerse ordenado, estabilizado y pleno de Amor y Misericordia, para entregártelo en nuestro día postrero. A Tí Señor que nos ofreciste tu corazón traspasado, y lo haces todos los Viernes para nuestra conversión, en la hora de tu Misericordia a las 3.00 de la tarde. Amén.

domingo, 29 de abril de 2018


Sábado 28 de abril

LUIS MARÍA GRIGNION DE MONTFORT

1673 – 1716



"Ad Jesum Per Mariam"

Breve
Vivió la Pasión Redentora de la Cruz, a través de María.

Optó por una condición radical de vida, formulada como "La santa esclavitud", o la esclavitud voluntaria de amor a la Virgen Santísima, para llevarnos a la de Cristo. A ella le entregamos cuerpo y alma, para que haga con nosotros lo que quiera, pues todo lo que ella quiere es de Dios. La Virgen, Gestora de Cristo, pasa a ser la que dispone de nosotros.

Su Santidad Juan Pablo II, fué un gran devoto de Montfort. De él tomó su lema "Totus Tuus", y se ha referido al santo, en su encíclica Mariana Redemptoris Mater, y en muchas otras ocasiones

Escribe San Luis: "Esta es la forma en que actúan las almas predilectas. Se mantienen dentro de su casa .... o sea, mantienen sus mentes en las verdades espirituales, y no en las de la tierra.

Se aplican a la oración mental, siguiendo el ejemplo de María, su madre, cuya mayor gloria durante su vida era su vida interior, y quien amaba tanto la oración mental.

Estas almas observan como tantos trabajan, y gastan grandes energías e inteligencia, para ganar éxitos y reconocimiento en la tierra.

Por la luz del Espíritu Santo, saben que hay más gloria y más gozo, permaneciendo escondidos en Cristo, y en perfecta sumisión a María, que en hacer grandes cosas, o grandes milagros". 
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PRIMEROS AÑOS
San Luis nació en Montfort, Francia, el 31 de enero de 1673, de una familia muy numerosa, siendo el mayor de 18 hermanos. Uno de ellos murió en su infancia, 3 fueron sacerdotes, y 3 religiosas. San Luis sobresalía entre sus amigos por su habilidad, y su extraordinaria fortaleza física. De carácter, era mas bien tímido, y prefería la soledad.

Desde joven, San Luis tenía una gran devoción a la Eucaristía, y a la Virgen María. Frecuentemente lo encontraban rezando por largo rato, frente a una imagen de la Virgen. Cuando tenía suficiente edad, pidió permiso para asistir en la misa de la parroquia, en las mañanas. Como la Iglesia le quedaba a dos millas de su casa, tenía que levantarse muy temprano, para llegar a tiempo. 

Mientras estudiaba con los jesuitas en Rennes, siempre visitaba la iglesia, antes y después de las clases. Participó en una sociedad de jóvenes, que durante las vacaciones, servían a los pobres y los enfermos incurables. Les leían libros inspirados durante las comidas.

Pero no todo en su juventud era de color de rosas. Su padre, Jean Grignion, tenía la fama, de ser uno de los hombres más coléricos en toda la región de Rennes. Y como Luis era el hijo mayor, era quien sentía más el peso de la furia. Su papá constantemente lo incitaba a la ira. Ya por sí mismo, Luis tenía un temperamento tan fuerte como el de su papá, lo cual le hacía aun mas difícil, soportar aquellas pruebas. Para evitar un enfrentamiento con su papá, y el mal que su ira podría traer, Luis salía corriendo. Así evitaba la ocasión de pecado. Era todo lo que Luis podía hacer, para controlar su temperamento.

En vez de empeorar, a través de estas demostraciones de ira de su papá, Luis aprendió a morirse a sí mismo, y pudo aprender a ser paciente, dulce, y crecer en virtud. Su papá, sin quererlo, le proporcionó un medio para entrar en la lucha por la santidad, a una temprana edad.

UN TOQUE DE GRACIA LO LLEVA AL SACERDOCIO
Entre los 16 y 18 años, San Luis tuvo una experiencia de Dios, que marcó su vida para siempre. Ante este encuentro personal e íntimo con Dios, la vida de Luis cambió radicalmente. Se entregaba totalmente a la oración y a la penitencia, encontrando su delicia tan solo en Dios.

San Luis aprendió rápidamente, que lo que verdaderamente valía, no eran los grandes acontecimientos en este mundo: el dinero, la fama, etc, sino que el verdadero valor ante Dios, estaba en la transformación interior.

Escribe San Luis: "Esta es la forma en que actúan las almas predilectas. Se mantienen dentro de su casa .... o sea, mantienen sus mentes en las verdades espirituales, y no en  las de la tierra.

Se aplican a la oración mental, siguiendo el ejemplo de María, su madre, cuya mayor gloria durante su vida era su vida interior, y quien amaba tanto la oración mental.

Estas almas observan como tantos trabajan, y gastan grandes energías e inteligencia, para ganar éxitos y reconocimiento en la tierra. Por la luz del Espíritu Santo, saben que hay más gloria, y más gozo, permaneciendo escondidos en Cristo, y en perfecta sumisión a María, que en hacer grandes cosas o grandes milagros". 

En 1693, a los 20 años, siente el llamado de consagrar su vida a Dios, a través del Sacerdocio. La primera reacción de su padre no era favorable, pero cuando su papá vio la determinación de su hijo, le dio su bendición. Y así, a finales de ese año, San Luis sale de su casa hacia París.

EL SEMINARIO
Renunciando a la comodidad de su caballo, San Luis se decidió a caminar, los 300 kilómetros hacia el seminario en París. Durante su camino, se encuentra con dos pobres en distintos momentos. Al primero, le da todo el dinero que su padre le había entregado, quedándose sin nada.

Al segundo, no teniendo ya más dinero que darle, le entrega su único traje, regalo de su mamá, cambiándolo por los trapos del pobre. De esta manera, San Luis marca lo que ha de ser su vida, desde ese momento en adelante. Ya no se limitará a servir a los pobres, pues es ya uno de ellos. Hace entonces un voto de vivir de limosnas.

En aquella época, habían seminarios separados para ricos y pobres. Cuando llega San Luis al seminario, viéndolo en tan miserable condición, los superiores lo mandan al seminario de los pobres. Así se privó de la ventajas ofrecidas en el mejor seminario. En el seminario, San Luis fue bibliotecario y velador de muertos, dos oficios que eran poco queridos por los demás. Mas en el plan providente de Dios, le proporcionaron oportunidades de mucha gracia y crecimiento.

Por su oficio de bibliotecario, San Luis pudo leer muchos libros, sobre todo, libros de la Virgen María. Todos los libros que encontraba de ella, los leía y estudiaba con gran celo. Este período llegó a ser para él, la fundación de toda su espiritualidad Mariana.

El oficio de velar a los muertos, fue también de gran provecho. Era su responsabilidad, pasar toda la noche junto con algún muerto. Ante la realidad de la muerte, que estaba constantemente ante sus ojos, San Luis aprendió a despreciar todo lo de este mundo, como vano y temporal. Esto lo llevó a atesorar tesoros en el cielo, y no en la tierra. Él llegó a reconocer, que nada se debe esperar, de los que es de este mundo, más todo de Dios.

Su tiempo en el seminario estuvo lleno de grandes pruebas. San Luis era poco comprendido por los demás. No sabían cómo lidiar con él, si como un santo o un fanático. Sus superiores, pensando que toda su vida, estaba movida más bien por el orgullo, que por el celo de Dios, y lo mortificaban día y noche. Lo humillaban y lo insultaban en frente de todos.

Sus compañeros en el seminario, viendo la actitud de los superiores, también lo maltrataban mucho. Se reían de él, lo rechazaban muy a menudo. Y todo esto, San Luis lo recibió con gran paciencia y docilidad. Es más, lo miraba todo como un gran regalo de Cristo, quién le había dado a participar de Su Cruz.

SACERDOTE
El 5 de junio de 1700, San Luis, de 27 años, fue ordenado sacerdote. Escogió como lema de su vida sacerdotal: "ser esclavo de María". Enseguida empezaron a surgir grandes cruces en su vida. Pero no se detenía a pensar en sí mismo, sino que su gran sueño, era llegar a ser misionero, y llevar la Palabra de Cristo a lugares muy distantes.

Después de su ordenación, sus superiores no sabían aún como tratar con él. San Luis estaba ansioso, de poder empezar sus obras apostólicas. Sin embargo, sus superiores le negaron sus facultades de ejercer como sacerdote....no podía confesar ni predicar.... y lo mantuvieron un largo rato en el seminario, haciendo varios oficios menores.

Esto fue un gran dolor para San Luis, no por los trabajos humildes, sino por no poder ejercer su sacerdocio. Tenía como único deseo, dar gloria a Dios en su sacerdocio, y en sus obras misioneras. Mas como siempre, San Luis obedeció con amor.

Después de casi un año en el seminario, por fin San Luis se encontró con un sacerdote, organizador de una compañía de sacerdotes misioneros, que le invitó a acompañarlo en otro pueblo. Sus superiores, aprovechando esta oportunidad para deshacerse de él, le dieron permiso.

A San Luis le esperaba otra gran decepción, pues cuando llegó a la casa de los padres misioneros, vio tan grandes abusos y mediocridad entre ellos, que no le quedaba duda, de que no podía quedarse. inmediatamente escribió a su superior del seminario, pidiendo regresar a París, pero éste le dijo que estaba siendo malagradecido, y le hizo quedarse. San Luis, que obedecía santamente a sus superiores, se quedó. Aun no le daban permiso para confesar, y pasaba los días enseñándoles catecismo a los niños.

CAPELLÁN DE HOSPITAL
Después de varios meses en que se encuentra relegado, San Luis es asignado capellán del hospital de Poitiers, un asilo para los pobres y marginados. No era el apostolado que San Luis buscaba, pues su deseo era ser misionero, pero aceptó con docilidad.

Cuando ya percibía los frutos, llegó la prueba otra vez. Los poderosos del mundo no podían aceptar, la simplicidad y naturalidad que tenía San Luis con los pobres, y empezaron los ataques y la persecución.  Vive, como todos los santos, el sufrimiento de Cristo.

De vuelta en París, el predilecto de la Virgen Santísima, empieza a ver como las puertas se le cerraban con rapidez. Muchos, no entendiéndolo, crean falsos testimonios de él, desacreditándolo como sacerdote y como hombre. Es rechazado hasta por sus amigos más íntimos.

Fue tanto el rechazo contra él, que en uno de los hospitales en que servía, su superior le puso una nota, bajo su plato a la hora de la cena, informándole que ya no necesitaba de su ministerio. Hasta su propio obispo, empieza a dudar seriamente de él, y dos veces lo manda a callar.

San Luis, aunque sufrió enormemente, se mantuvo firme en su fe, actuando como un santo sacerdote. Dios lo estaba purificando y fortaleciendo, para que su vida, sea un amor puro a Dios y al prójimo. En su total humillación y abandono de todos, se abre cada vez más, a la total conciencia de que Dios es su único apoyo, su única defensa.

Él ve en esto, una nueva oportunidad de abrazar su determinación, de vivir en plena pobreza, tanto espiritual como física. También llega a entender, que la razón de los ataques, es la doctrina Mariana que enseña. Primero porque Satanás no la quiere, y segundo porque la humanidad no está dispuesta a abrazar sus enseñanzas.

RECURSO AL PAPA QUIEN LE HACE MISIONERO
San Luis decide, en el año 1706, recurrir al Santo Padre, el Papa Clemente XI. Quería saber, si en verdad estaba errado como todos decían, o si cumplía la voluntad de Dios, lo cual era su único deseo. Se logra el encuentro, y San Luis recibe del Papa la bendición, y el título de Misionero Apostólico.

Durante su vida apostólica como misionero, San Luis llegará a hacer 200 misiones y retiros. Con gran celo, predicaba de pueblo en pueblo el Evangelio. Su lenguaje era sencillo, pero lleno de fuego y amor a Dios. Sus misiones se caracterizaban por la presencia de María, ya que siempre promovía el rezo del santo rosario, hacía procesiones y cánticos a la Virgen.

Sus exhortaciones movían a los pobres, a renovar sus corazones, y poco a poco, volver a Dios, a los sacramentos y al amor a Cristo Crucificado. San Luis siempre decía, que sus mejores amigos eran los pobres, ante quienes abría de par en par su corazón.

FUNDADOR
Un año antes de su muerte, el Padre Montfort fundó dos congregaciones -- Las hermanas de la Sabiduría, dedicadas al trabajo de hospital, y la instrucción de niñas pobres, y la Compañía de María, misioneros.

Hacía años que soñaba con estas fundaciones, pero las circunstancias no se le permitían. Humanamente hablando, en su lecho de muerte, la obra parecía haber fracasado. Solo habían cuatro hermanas y dos sacerdotes, con unos pocos hermanos. Pero el Padre Montfort, quien tenía el don de profecía, sabía que el árbol crecería. Al comienzo del siglo XX, las Hermanas de la Sabiduría eran cinco mil, con cuarenta y cuatro casas, dando instrucción a 60,000 niños.

Después de la muerte del fundador, la Compañía de María fue gobernada durante 39 años por el Padre Mulot. Al principio, había rehusado unirse a Montfort en su trabajo misionero. "No puedo ser misionero", decía, "porque tengo un lado paralizado desde hace años; tengo infección de los pulmones, que apenas me permite respirar, y estoy tan enfermo, que no descanso ni día ni de noche". Pero San Luis, inspirado por Dios, le contestó, "En cuanto comiences a predicar, serás completamente sanado". Y así ocurrió.

SUS VIRTUDES
Los santos, son hombres que aman con todo el corazón, y el corazón da frutos en virtud. Los frutos no se dan, sin la entrega y el sacrificio perseverante. San Luis Grignion de Montfort es un hombre de oración constante, ama a los pobres, y vive la pobreza con radicalidad; goza en las humillaciones por Cristo.

Algunas anécdotas:
En una misión para soldados en La Rochelle, éstos, movidos por sus palabras, lloraban y pedían perdón por sus pecados, a gritos. En la procesión final, un oficial caminaba con los pies descalzos, llevando la bandera. Los soldados, también descalzos, seguían llevando en una mano el crucifijo, y en la otra el rosario, mientras cantaban himnos.

Cuando anunció su plan de construir un monumental Calvario, en una colina cercana a Pontchateau, muchos respondieron con entusiasmo. Por quince meses, entre doscientos y cuatrocientos campesinos, trabajaron diariamente sin recompensa.

Cuando la magna obra estaba recién terminada, el rey ordenó que todo fuese destruido. Los Jansenistas habían convencido al gobernador de Bretaña, que se estaba construyendo una fortaleza, capaz de ayudar a una revuelta. El padre Montfort, actuó con una gran paz ante la situación. Solo exclamó: "Bendito sea Dios".

En una ocasión, cuando el obispo lo había mandado a callar, San Luis obedientemente se retiró en oración. Fue durante ese tiempo que escribió "A los Amigos de la Cruz", un fabuloso tratado que enseña la necesidad y la práctica de llevar la cruz.

Los Jansenistas, seguidores de Jansenio que terminaron en herejía, irritados por los éxitos del padre Montfort, logran por medio de intrigas, que se le expulse del distrito, en que daba una misión.

En La Rochelle, trataron de envenenarlo con una taza de caldo, y a pesar del antídoto que tomó, su salud fue dañada permanentemente.

En otra ocasión, trataron de asesinarlo, cuando caminaba por una estrecha calle. Él tuvo un presentimiento de peligro, y escapó por otra calle.

¿Y CUÁL ES LA ESPIRITUALIDAD TAN ATACADA?
La espiritualidad de San Luis María, sigue hoy día siendo amada por los Papas, y perseguida por muchos, aún dentro de la Iglesia. Es porque enseña un camino muy claro y exigente, que no permite ambigüedades, ni medias tintas. El amor lo reclama todo.

La espiritualidad de San Luis María de Montfort, se basa en dos fundamentos:

1-Reproducir la imagen de Cristo Crucificado en nosotros.
2-Hacerlo a través, y por medio de nuestra consagración a María, como esclavo de amor.

En otras palabras: vivir la Pasión Redentora de la Cruz a través de María.

Toda la vida de San Luis fue centrada sobre un deseo: La adquisición de la Sabiduría Eterna, que es Jesucristo, Hijo de Dios, e Hijo de María.

Optó por una condición radical de vida, formulada como "La santa esclavitud", o la esclavitud voluntaria de amor a la Virgen Santísima, para llevarnos a la de Cristo. A ella le entregamos cuerpo y alma, para que haga con nosotros lo que quiera, pues todo lo que ella quiere, es de Dios. La Virgen, Gestora de Cristo, pasa a ser, la que dispone de nosotros.

Es una vía de perfección y unión, de ascética radical, y de misticismo dentro del corazón de María Santísima. Enseña que el alma abandonada, en las manos de la Madre, es unida a la obediencia del Hijo. Esta entrega es total, cuando el alma se separa de todo apego terrenal, y así es reengendrada en el seno de María, donde se encarnó Jesús. Llega a ser así, perfecta imagen de Dios, quien escogió ser obediente hasta la Cruz.

San Luis no ve en María una simple devoción piadosa y sentimental, sino una devoción fundada en teología sólida, la cual proviene del misterio inefable, de lo que Dios ha optado realizar por su mediación, y por su perfecta docilidad a esa obra. Esto es muy importante, ya que es este desarrollo lo que ha hecho posible, la revolución teológica que causó San Luis de Montfort.

Su Santidad Juan Pablo II, fué un gran devoto de Montfort. De él tomó su lema "Totus Tuus", y se ha referido al santo, en su encíclica Mariana Redemptoris Mater, y en muchas otras ocasiones.

También visitó su tumba en Saint Laurent sur Sevre, añadiéndola al itinerario de su visita a Francia. Allí, junto a la tumba, sufrió un atentado: plantaron una bomba, que fue descubierta por la seguridad. Providencialmente, nada detuvo al Papá, de honrar al santo que tanto ama.

ESCRITOS
San Luis dio a la Iglesia, las obras más grandes que se han escrito sobre la Virgen Santísima: El Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen, el Secreto de la Virgen, y El Secreto del Rosario.

A éstos se añade "A los Amigos de la Cruz". La Iglesia ha reconocido sus libros, como expresión auténtica de la doctrina eclesial. El Papa Pío XII, quién canonizó a San Luis, dijo: "Son libros de enseñanza ardiente, sólida y auténtica".
 
MUERTE Y CANONIZACIÓN
San Luis murió en Saint Laurent sur Sevre el 28 de Abril de 1716, a la edad de 43 años.
-Fue beatificado en 1888, y canonizado el 20 de Julio de 1947.
-Es venerado como sacerdote, misionero, fundador, y sobre todo, como Esclavo de la Virgen María.

Sobre la tumba de San Luis de Monfort dice:
¿Qué miras, caminante?. Una antorcha apagada,
un hombre a quien el fuego del amor consumió,
y que se hizo todo para todos, Luis María Grignion Monfort.
-¿Preguntas por su vida?. No hay ninguna más íntegra,
-¿Su penitencia indagas?. Ninguna más austera.
-¿Investigas su celo?. Ninguno más ardiente.
-¿Y su piedad Mariana?. Ninguno a San Bernardo más cercano.
Sacerdote de Cristo, a Cristo reprodujo en su conducta, y enseñó en sus palabras.
Infatigable, tan sólo en el sepulcro descansó, fue padre de los pobres, defensor de los huérfanos, y reconciliador de los pecadores.

Su gloriosa muerte fue semejante a su vida. Como vivió, murió.
Maduro para Dios, voló al cielo, a los 43 años de edad.

Oración: Dios Todopoderoso y Eterno, que has bendecido a San Luis María de Montfort con el fuego mariano de tu Amor, haz que ese fuego se derrame y permanezca inalterado en el corazón de tu Iglesia, y de nuestro propio corazón, por toda la Eternidad. A Tí Señor que nos dejaste a María como madre nuestra, al pie de la cruz. Amén.