viernes, 31 de julio de 2020

30 de julio

San Pedro Crisólogo 


Doctor de la Iglesia

(400-450)

Crisólogo: "orador áureo, excelente".Arzobispo de Ravenna, Italia. Doctor de la Iglesia

Famoso por su prédica ungida

Os exhorto, por la misericordia de Dios, a presentar vuestros cuerpos como hostia viva


Breve

Nació alrededor del año 380, en Imola, en la Emilia, y entró a formar parte del clero de aquella población. En el año 424, fue elegido obispo de Ravena, e instruyó a su grey, de la que era pastor celosísimo, con abundantes sermones y escritos. Murió hacia el año 450.

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Butler, Vida de los Santos, editado con datos adicionales, SCTJM

SAN PEDRO nació en Imola, en la Emilia oriental. Estudió las ciencias sagradas, y recibió el diaconado de manos de Cornelio, obispo de Imola, de quien habla con la mayor veneración y gratitud. Cornelio formó a Pedro en la virtud, desde sus primeros años, y le hizo comprender, que en el dominio de las pasiones y de sí mismo, residía la verdadera grandeza, y que era éste el único medio, de alcanzar el espíritu de Cristo.

Elegido Obispo de Ravena - 433 AD.

Según la leyenda, San Pedro Crisólogo fue elevado a la dignidad episcopal, de la manera siguiente: Juan, el arzobispo de Ravena, murió hacia el año 433. El clero y el pueblo de la ciudad, eligieron a su sucesor, y pidieron a Cornelio de Imola, que encabezase la embajada que iba a Roma, a pedir al Papa San Sixto III, que confirmase la elección. Cornelio llevó consigo a su diácono Pedro.

Según se cuenta, el Papa había tenido la noche anterior, una visión de San Pedro y San Apolinar, primer obispo de Ravena, que había muerto por la fe, quienes le ordenaron que no confirmase la elección. Así pues, Sixto III, propuso para el cargo a San Pedro Crisólogo, siguiendo las instrucciones del cielo.

Los embajadores acabaron por doblegarse. El nuevo obispo, recibió la consagración y se trasladó a Ravena, donde el pueblo le recibió con cierta frialdad. Es muy poco probable, que San Pedro haya sido elegido en esta forma, ya que el emperador Valentiniano III y su madre, Gala Placidia, residían entonces en Ravena, y San Pedro gozaba de su estima y confianza, así como de las del sucesor de Sixto III, San León Magno.

Cuando San Pedro llegó a Ravena, aún había muchos paganos en su diócesis, y abundaban los abusos entre los fieles. El celo infatigable del santo, consiguió extirpar el paganismo y corregir los abusos.

Se distinguió por la inmensa caridad, e incansable vigilancia, con que atendió a su grey, exponiéndoles con suma claridad doctrinal, la palabra de Dios. Escuchaba con igual condescendencia y caridad, tanto a los humildes como a los poderosos.

En la ciudad de Clasis, que era entonces el puerto de Ravena, San Pedro construyó un bautisterio, y una iglesia dedicada a San Andrés.

Sermones

En el siglo IX, se escribió una biografía de San Pedro, que da muy pocos datos sobre él. Alban Butler llenó esa laguna, con citas de los sermones del santo. Se conservan 176 homilías, de estilo popular y muy expresivas. Son todas muy cortas, pues temía fatigar a sus oyentes.

Explican el Evangelio, el Credo, el Padre Nuestro, y citas de santos para imitación y exaltación, de las virtudes del verdadero cristiano. En una homilía, define al avaro como "esclavo del dinero", mientras que para el misericordioso, el dinero es "siervo".

Sus sermones, al lector moderno, no le parecerán modelos de elocuencia. Pero la vehemencia y la emoción con que predicaba, a veces le impedía seguir hablando. Aunque el estilo oratorio de San Pedro, no sea perfecto, es sin embargo, según Butler "exacto, sencillo y natural". Una vez más se demuestra, que la capacidad persuasiva de los santos, no depende de la elocuencia natural, sino en la fuerza del Espíritu Santo, que toca por medio de ellos, a los corazones.

San Pablo escribió: "Y me presenté ante vosotros débil, tímido y tembloroso. Y mi palabra y mi predicación no tuvieron nada, de los persuasivos discursos de la sabiduría, sino que fueron una demostración, del Espíritu y del Poder, para que vuestra Fe se fundase, no en sabiduría de hombres, sino en el poder de Dios". (I Corintios 2:3-5).

San Pedro predicó en favor de la comunión frecuente, y exhortó a los cristianos, a convertir la Eucaristía, en su alimento cotidiano. Sus sermones, le valieron el apelativo "crisólogo" (hombres de palabras de oro"), y movieron a Benedicto XIII a declarar al santo, doctor de la Iglesia, en 1729.

Sumisión a la Fe

Eutiques, archimandrita de un monasterio de Constantinopla, escribió una circular, a los prelados más influyentes, entre ellos a San Pedro Crisólogo. Les hacía una apología, sobre la doctrina monofisita, en la víspera del Concilio de Calcedonia.

(Nota: la doctrina monofisita, afirmaba la sola naturaleza divina en Cristo, quedando su naturaleza humana, disuelta en la primera. El dogma ortodoxo de la Iglesia Católica, sostiene que en Cristo existen dos naturalezas, la divina y la humana «sin separación» y «sin confusión», según el símbolo Niceno-Constantinopolitano)

San Pedro le contestó, que había leído su carta con la pena más profunda, porque así como la pacífica unión de la Iglesia, alegra a los cielos, así las divisiones los entristecen.

Y añadió, que por inexplicable que sea el misterio de la Encarnación, nos ha sido revelado por Dios, y debemos creerlo con sencillez. Exhorta a Eutiques, a dirigirse al Papa León, puesto que "en el interés de la paz y de la fe, no podemos discutir sobre cuestiones relativas a la fe, sin el consentimiento del obispo de Roma". Eutiques fue condenado por San Flavio, en el año 448.

Final de su vida

Ese mismo año, San Pedro Crisólogo, recibió con grandes honores en Ravena, a San Germán de Auxerre; el 31 de julio, y ofició en los funerales del santo francés, conservando como reliquias, tanto su capucha, como su camisa de pelo.

San Pedro Crisólogo, no sobrevivió largo tiempo a San Germán. Habiendo tenido una revelación sobre su muerte próxima, volvió a su ciudad natal de Imola, donde regaló a la Iglesia de San Casiano, varios cálices preciosos.

Después de aconsejar que se procediese con diligencia, a elegir a su sucesor, murió en Imola, el 31 de julio del 451, (otras fuentes: el 3 de diciembre del 450), y fue sepultado, en la iglesia de San Casiano.

Bibliografía

Butler; Vida de los Santos
Sálesman, Sálesman; Vidas de los Santos # 3 -
Sgarbossa, Mario - Luigi Giovannini; Un santo para cada día 

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Del oficio de lectura, 30 de Julio

El misterio de la encarnación

De los sermones de San Pedro Crisólogo, Obispo y Doctor de la Iglesia

El hecho de que una virgen conciba, y continúe siendo virgen en el parto, y después del parto, es algo totalmente insólito y milagroso; es algo que la razón no se explica, sin una intervención especial del poder de Dios; es obra del Creador, no de la naturaleza; se trata de un caso único, que se sale de lo corriente; es cosa divina, no humana.

El nacimiento de Cristo, no fue un efecto necesario de la naturaleza, sino obra del poder de Dios; fue la prueba visible del amor divino, la restauración de la humanidad caída.

Él mismo, que sin nacer, había hecho al hombre del barro intacto, tomó al nacer, la naturaleza humana de un cuerpo, también intacto; la mano que se dignó tomar barro para plasmarnos, también se dignó tomar carne humana, para salvarnos.

Por tanto, el hecho de que el Creador esté en su criatura, de que Dios esté en la carne, es un honor para la criatura, sin que ello signifique afrenta alguna para el Creador.

Hombre, ¿por qué te consideras tan vil, tú que tanto vales, a los ojos de Dios?. ¿Por qué te deshonras de tal modo, tú que has sido tan honrado por Dios?. ¿Por qué te preguntas tanto, de dónde has sido hecho, y no te preocupas de para qué has sido hecho?. ¿Por ventura, todo este mundo que ves con tus ojos, no ha sido hecho precisamente, para que sea tu morada?.

Para ti ha sido creada esta luz, que aparta las tinieblas que te rodean; para ti ha sido establecida, la ordenada sucesión de días y noches; para ti el cielo ha sido iluminado, con este variado fulgor del sol, de la luna, de las estrellas; para ti la tierra ha sido adornada, con flores, árboles y frutos; para ti ha sido creada, la admirable multitud de seres vivos, que pueblan el aire, la tierra y el agua, para que una triste soledad, no ensombreciera, el gozo del mundo que empezaba.

Y el Creador, encuentra el modo de acrecentar aún más tu dignidad: pone en ti su imagen, para que de este modo, hubiera en la tierra una imagen visible, de su Hacedor invisible, y para que hicieras en el mundo sus veces, a fin de que un dominio tan vasto, no quedara privado de alguien que representara a su Señor.

Más aún, Dios, por su clemencia, tomó en sí, lo que en ti había hecho por sí, y quiso ser visto realmente en el hombre, en el que antes, sólo había podido ser contemplado en imagen, y concedió al hombre ser en verdad, lo que antes había sido solamente en semejanza.

Nace pues Cristo, para restaurar con su nacimiento, la naturaleza corrompida; se hace niño y consiente ser alimentado; recorre las diversas edades, para instaurar la única edad perfecta, permanente, la que Él mismo había hecho, y carga sobre sí al hombre, para que no vuelva a caer; lo había hecho terreno, y ahora lo hace celeste; le había dado un principio de vida humana, ahora le comunica una vida espiritual y divina.  

De este modo, lo traslada a la esfera de lo divino, para que desaparezca todo lo que había en él de pecado, de muerte, de fatiga, de sufrimiento, de meramente terreno; todo ello por el don y la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que Vive y Reina con el Padre, en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, ahora y siempre, y por los siglos inmortales. Amén.

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Oficio de lectura, Tercera Feria, IV semana de pascua

Se tú mismo el sacrificio, y el sacerdote de Dios
De los sermones de San Pedro Crisólogo, Obispo
Sermón 108

Os exhorto, por la misericordia de Dios, nos dice San Pablo. Él nos exhorta, o mejor dicho, Dios nos exhorta, por medio de Él. El Señor se presenta como quien ruega, porque prefiere ser amado mas que temido, y le agrada más mostrarse como Padre, que aparecer como Señor. Dios, pues, suplica por misericordia, para no tener que castigarnos con rigor.

Escucha cómo suplica el Señor: «Mirad y contemplad en Mí, vuestro mismo cuerpo, vuestros miembros, vuestras entrañas, vuestros huesos, vuestra sangre. Y si ante lo que es propio de Dios, teméis, ¿por qué no amáis al contemplar, lo que es de vuestra misma naturaleza?. Si teméis a Dios como Señor, por qué no acudís a Él, como Padre?».

Pero quizá sea la inmensidad de mi Pasión, cuyos responsables fuisteis vosotros, lo que os confunde. No temáis. Esta cruz no es mi aguijón, sino el aguijón de la muerte. Estos clavos no me infligen dolor, lo que hacen es acrecentar en Mí, el amor por vosotros. Estas llagas no provocan mis gemidos; lo que hacen es introduciros más en mis entrañas. Mi cuerpo al ser extendido en la cruz, os acoge con un seno más dilatado, pero no aumenta mi sufrimiento. Mi sangre, no es para mí una pérdida, sino el pago de vuestro precio.

Venid pues, retornad y comprobaréis que soy un Padre, que devuelvo bien por mal, amor por injurias, inmensa caridad, como paga de las muchas heridas».

Pero escuchemos ya, lo que nos dice el Apóstol: Os exhorto –dice– a presentar vuestros cuerpos. Al rogar así, el Apóstol eleva a todos los hombres, a la dignidad del sacerdocio: a presentar vuestros cuerpos como hostia viva.

¡Oh inaudita riqueza del sacerdocio cristiano: el hombre es a la vez, sacerdote y víctima!. El cristiano ya no tiene que buscar fuera de sí, la ofrenda que debe inmolar a Dios: la lleva consigo, y en sí mismo, lo que va a sacrificar a Dios. Tanto la víctima como el sacerdote, permanecen intactos: la víctima sacrificada sigue viviendo, y el sacerdote que presenta el sacrificio, no podría matar esta víctima.

Misterioso sacrificio, en que el cuerpo es ofrecido, sin inmolación del cuerpo, y la sangre se ofrece, sin derramamiento de sangre. Os exhorto, por la misericordia de Dios –dice–, a presentar vuestros cuerpos como hostia viva.

Este sacrificio hermanos, es como una imagen de la de Cristo, que permaneciendo vivo, inmoló su cuerpo por la vida del mundo: Él hizo efectivamente de su cuerpo, una hostia viva, porque a pesar de haber sido muerto continúa viviendo. En un sacrificio como éste, la muerte tuvo su parte, pero la víctima permaneció viva; la muerte resultó castigada, la víctima en cambio, no perdió la vida.

Así también para los mártires, la muerte fue un nacimiento: su fin, un principio, al ajusticiarlos encontraron la vida, y cuando en la tierra, los hombres pensaban que habían muerto, empezaron a brillar resplandecientes en el cielo.

Os exhorto por la misericordia de Dios, a presentar vuestros cuerpos, como una hostia viva. Es lo mismo que ya había dicho el profeta: Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, pero me has preparado un cuerpo”.

Hombre, procura pues ser tú mismo el sacrificio, y el sacerdote de Dios. No desprecies lo que el poder de Dios te ha dado y concedido. Revístete con la túnica de la santidad; que la castidad sea tu ceñidor; que Cristo sea el casco de tu cabeza; que la cruz defienda tu frente; que en tu pecho more el conocimiento, de los misterios de Dios; que tu oración arda continuamente, como perfume de incienso: toma en tus manos la espada del Espíritu: haz de tu corazón un altar, y así afianzado en Dios, presenta tu cuerpo al Señor como sacrificio.

Dios te pide la fe, no desea tu muerte; tiene sed de tu entrega, no de tu sangre; se aplaca, no con tu muerte, sino con tu buena voluntad.

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Oficio de lectura, 4 de julio, Santa Isabel de Portugal

Dichosos los que trabajan por la paz
De un sermón atribuido a San Pedro Crisólogo, Obispo

Dichosos los que trabajan por la paz –dice el evangelista, amadísimos hermanos–, porque ellos se llamarán los hijos de Dios. Con razón, cobran especial lozanía las virtudes cristianas, en Aquel que posee la armonía de paz cristiana, y no se llega a la denominación de hijo de Dios, si no es a través de la práctica de la paz.

La paz, amadísimos hermanos, es la que despoja al hombre de su condición de esclavo, y le otorga el nombre de libre, y cambia su situación ante Dios, convirtiéndolo de criado en hijo, de siervo en hombre libre. La paz entre los hermanos, es la realización de la voluntad divina, el gozo de Cristo, la perfección de la santidad, la norma de la justicia, la maestra de la doctrina, la guarda de las buenas costumbres, la que regula convenientemente todos nuestros actos.

La paz recomienda nuestras peticiones ante Dios, y es el camino más fácil, para que obtengan su efecto, haciendo así que se vean colmados, todos nuestros deseos legítimos. La paz es madre del Amor; el vínculo de la concordia, es el indicio manifiesto, de la pureza de nuestra mente; ella alcanza de Dios, todo lo que quiere, ya que su petición es siempre eficaz.

Cristo el Señor, nuestro rey, es quien nos manda conservar esta paz, ya que Él ha dicho: «La paz os dejo, mi paz os doy», lo que equivale a decir: «Os dejo en paz, y quiero encontraros en paz»; lo que nos dio al marchar, quiere encontrarlo en todos cuando vuelva.

El mandamiento celestial, nos obliga a conservar esta paz que se nos ha dado, y el deseo de Cristo, puede resumirse en pocas palabras: volver a encontrar lo que nos ha dejado. Plantar y hacer arraigar la paz, es cosa de Dios; arrancarla de raíz es cosa del enemigo. En efecto, así como el amor fraterno, procede de Dios, así el odio procede del demonio; por esto, debemos apartar de nosotros, toda clase de odio, pues dice la Escritura: El que odia a su hermano es un homicida.

Veis pues, hermanos muy amados, la razón por la que hay que procurar y buscar la paz y la concordia; estas virtudes, son las que engendran y alimentan la caridad. Sabéis, como dice San Juan, que el Amor es de Dios; por consiguiente, el que no tiene este Amor, vive apartado de Dios.

Observemos por tanto hermanos, estos mandamientos de vida; trabajemos por mantenernos unidos en el amor fraterno, mediante los vínculos de una paz profunda, y el nexo saludable de la caridad, que cubre la multitud de los pecados.

Todo vuestro afán, ha de ser la consecución de este Amor, capaz de alcanzar todo bien y todo premio. La paz es la virtud, que hay que guardar con más empeño, ya que Dios está siempre rodeado de una atmósfera de paz.

Amad la paz y hallaréis en todo, la tranquilidad del espíritu; de este modo, aseguráis vuestro premio y vuestro gozo; y la Iglesia de Dios, fundamentada en la unidad de la paz, se mantendrá fiel a las enseñanzas de Cristo.

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El Verbo, sabiduría de Dios, se hizo hombre

De los sermones de San Pedro Crisólogo, Obispo

Sermón 117

El apóstol San Pablo nos dice, que dos hombres dieron origen al género humano, a saber, Adán y Cristo. Dos hombres semejantes en su cuerpo, pero muy diversos en su obrar; totalmente iguales por el número y orden de sus miembros, pero totalmente distintos por su respectivo origen.

Dice en efecto la Escritura: El primer hombre, Adán, fue un ser animado; el último Adán, un espíritu que da vida.

Aquel primer Adán, fue creado por el segundo, de quien recibió el alma, con la cual empezó a vivir; el último Adán, en cambio, se configuró a sí mismo, y fue su propio autor, pues no recibió la vida de nadie, sino que fue el Único, de quien procede la vida de todos.

Aquel primer Adán, fue plasmado del barro deleznable; el último Adán se formó en las entrañas preciosas de la Virgen. En aquél, la tierra se convierte en carne; en Éste, la carne llega a ser Dios.

Y, ¿qué más podemos añadir?. Este es aquel Adán, que cuando creó al primer Adán, colocó en él su divina imagen. De aquí que recibiera su naturaleza, y adoptara su mismo nombre, para que aquel, a quien había formado a su misma imagen, no pereciera.

El primer Adán es en realidad, el nuevo Adán; aquel primer Adán tuvo principio, pero este último Adán no tiene fin. Por lo cual, este último, es realmente, también el primero, como Él mismo afirma: «Yo soy el primero, y yo soy el último».

«Yo soy el primero, es decir, no tengo principio. Yo soy el último, porque ciertamente, no tengo fin. No es primero lo espiritual –dice–, sino lo animal. Lo espiritual viene después. El espíritu no fue lo primero –dice–, primero vino la vida y después el espíritu».

Sin duda, es la tierra antes que el fruto; pero la tierra no es tan preciosa, como el fruto; aquélla exige lágrimas y trabajo, éste en cambio, nos proporciona alimento y vida. Con razón, el profeta se gloría de tal fruto, cuando dice: “Nuestra tierra ha dado su fruto”. ¿Qué fruto?. Aquel que se afirma en otro lugar: A un fruto de tus entrañas, lo pondré sobre tu trono. Y también: El primer hombre, hecho de tierra, era terreno; el segundo hombre es del cielo.

Igual que el terreno, son los hombres terrenos; igual que el celestial, son los hombres celestiales. ¿Cómo pues, los que no nacieron con tal naturaleza celestial, llegaron a ser de esta naturaleza, y no permanecieron, tal cual habían nacido, sino que perseveraron en la condición, en que habían renacido?.

Esto se debe hermanos, a la acción misteriosa del Espíritu, el cual fecunda con su luz, el seno materno de la fuente virginal, para que aquellos, a quienes el origen terreno de su raza, da a luz en condición terrena y miserable, vuelvan a nacer en condición celestial, y lleguen a ser semejantes a su mismo Creador.

Por tanto, renacidos ya, recreados según la imagen de nuestro Creador, realicemos lo que nos dice el Apóstol: Nosotros, que somos imagen del hombre terreno, seamos también imagen del hombre celestial.

Renacidos ya, como hemos dicho, a semejanza de nuestro Señor, adoptados como verdaderos hijos de Dios, llevemos íntegra y con plena semejanza, la imagen de nuestro Creador: no imitándolo en su soberanía, que sólo a Él corresponde, sino siendo su imagen, por nuestra inocencia, simplicidad, mansedumbre, paciencia, humildad, misericordia y concordia, virtudes todas, por las que el Señor, se ha dignado hacerse uno de nosotros, y ser semejante a nosotros.

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JUEVES SEGUNDO DE ADVIENTO, Lecturas de la liturgia de las horas

PRIMERA LECTURA
Del Libro del Profeta Isaías 26, 7-21

SEGUNDA LECTURA

De los Sermones de San Pedro Crisólogo, Obispo
(Sermón 147: PL 52, 594-595)

El amor desea ver a Dios

Al ver Dios, que el temor arruinaba el mundo, trató inmediatamente, de volverlo a llamar con Amor, de invitarlo con su gracia, de sostenerlo con su caridad, de vinculárselo con su afecto.

Por eso purificó la tierra, afincada en el mal, con un diluvio vengador, y llamó a Noé, padre de la nueva generación, persuadiéndolo con suaves palabras, ofreciéndole una confianza familiar, al mismo tiempo que lo instruía piadosamente sobre el presente, y lo consolaba con su gracia respecto al futuro.

Y no le dio ya órdenes, sino que con el esfuerzo de su colaboración, encerró en el arca, a las criaturas del todo el mundo, de manera que el amor que surgía de esta colaboración, acabase con el temor de la servidumbre, y se conservara con el amor común, lo que se había salvado con el común esfuerzo.

Por eso, también llamó a Abrahán de entre los gentiles; engrandeció su nombre; lo hizo padre de la Fe; lo acompañó en el camino; lo protegió entre los extraños; le otorgó riquezas; lo honró con triunfos; se le obligó con promesas; lo libró de injurias; se hizo su huésped bondadoso; lo glorificó con una descendencia, de la que ya desesperaba; todo ello para que rebosante de tantos bienes, seducido por tamaña dulzura, de la caridad divina, aprendiera a amar a Dios y no a temerlo; a venerarlo con amor y no con temor.

Por eso, también consoló en sueños a Jacob en su huida; y a su regreso, lo incitó a combatir, y lo retuvo con el abrazo del luchador, para que amase al padre de aquel combate y no lo temiese.

Y así mismo, interpeló a Moisés en su lengua vernácula; le habló con paterna caridad, y le invitó a ser el libertador de su pueblo.

Y así la llama del Amor Divino, prendió en los corazones humanos, y toda la ebriedad del amor de Dios, se derramó sobre los humanos sentidos, satisfecho el espíritu, por todo lo que hemos recordado, los hombres comenzaron a querer contemplar a Dios, con sus ojos carnales.

Pero la angosta mirada humana, ¿cómo iba a poder abarcar a Dios, al que no abarca todo el mundo creado?. La exigencia del amor, no atiende a lo que va a ser, o a lo que debe, o puede ser.

El amor ignora el juicio, carece de razón, no conoce la medida. El amor no se inquieta ante lo imposible, no se acobarda con la dificultad. El amor es capaz de matar al amante, si no puede alcanzar lo deseado; va a donde se siente arrastrado, no a donde debe ir.

El amor engendra el deseo, se crece con el ardor, y por el ardor tiende a lo inalcanzable. ¿Y qué más?. El amor no puede quedarse, sin ver lo que ama: por eso lo santos, tuvieron en poco todos sus merecimientos, si no iban a poder ver a Dios.

Moisés se atreve por ello a decir: «Si he obtenido tu favor, enséñame tu gloria». Y otro dice también: «Déjame ver tu figura». Incluso los mismos gentiles, modelaron sus ídolos, para poder contemplar con sus propios ojos lo que veneraban, en medio de sus errores.

Oración: Dios Todopoderoso y Eterno, que hiciste de tu Obispo, San Pedro Crisólogo, un insigne predicador de la Palabra encarnada, concédenos por sus méritos y su intercesión, ser vuestros sacerdotes, y portaestandartes de la Paz, por el ofrecimiento de nuestro cuerpo a tus Divinos Deseos. A Tí Señor, que eres Sacerdote Eterno y Príncipe de la Paz. Amén.




jueves, 30 de julio de 2020

29 de julio

Santa Marta

Dichosos los que pudieron hospedar al Señor, en su propia casa” - San Agustín

Breve

Etim.: Marta: "señora; jefe de hogar".

La pregunta de Jesús, nos interpela a nosotros hoy mismo, como lo hizo con Santa Marta. En las prioridades de nuestra vida, tendremos la respuesta sincera.

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Marta es hermana de María y de Lázaro, y vivía en Betania, pequeña población, distante unos cuatro kilómetros de Jerusalén, en las cercanías del Monte de los Olivos.

Jesús, Nuestro Señor, vivía en Galilea, pero cuando visitaba Jerusalén, acostumbraba hospedarse en la casa, de estos tres discípulos en Betania, que tal vez, habían cambiado también su morada de Galilea, por la de Judea. Marta se esforzó en servirle lo mejor que pudo, y más tarde, con sus oraciones, impetró la resurrección de su hermano.

San Juan nos dice, que "Jesús amaba a Marta, y a su hermana María y Lázaro" (Jn 11:5).

Lucas añade:

"Yendo ellos de camino, entró en un pueblo, y una mujer llamada Marta, le recibió en su casa. Tenía ella una hermana, llamada María, que sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra mientras Marta estaba atareada, en muchos quehaceres. Acercándose pues, dijo: «Señor, ¿no te importa, que mi hermana me deje sola en el trabajo?. Dile pues que me ayude»”  -Lucas 10:38-40.

No podemos estar seguros, de la motivación de Marta, al hacer su petición al Señor, pero todo parece indicar, que se quejaba contra su hermana. Nuestro Señor aprecia el servicio de Marta, pero al mismo tiempo, sabía que era imperfecto.

Muchas veces nuestro servicio, aunque sea con buena intención, está mezclado con el afán de sobresalir, la compulsión por ser protagonistas, la competencia, para sentirnos que somos los mejores. Es entonces que salen las comparaciones. “¿Por qué la otra no hace nada, y soy yo la que trabajo?”.

El Señor corrige a Marta, penetra en su corazón afanado y dividido, y establece prioridades:

«Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada.»  -Lucas 10: 41-42

Esa única cosa de la que hay necesidad, es de poner todo el corazón, en amar a Dios, y atender lo que Jesús que nos dice, para elevarnos de nuestra miseria.

Toda vida activa debe surgir de la contemplación. La vida activa sin contemplación, lleva al alma a dispersarse. y perder de vista el fin. La vida contemplativa, se concentra en Dios y se une a Él, por la Adoración y el Amor.

La vida contemplativa, es una especie de noviciado del cielo, pues la contemplación, es la ocupación de los bienaventurados del paraíso. Por ello, Cristo alabó la elección de María, y afirmó: "sólo una cosa es necesaria". Eso significa, que la salvación eterna, debe ser nuestra única preocupación.

Si contemplamos, como van las cosas en cualquier Iglesia, podremos ver muchas actividades, programas, ideas... Es relativamente fácil hacer cosas por Jesús, pero ¡ cuánto nos cuesta, estar en silencio ante su Presencia !. En seguida, pensamos en cosas que hacer. No comprendemos que lo primero, y más importante, es atenderlo a Él directamente, por medio de la oración.

Jesús encontró más digna de alabanza, la actitud contemplativa de María. ¡Cuanto quisiera El Señor que todos, como María, nos sentáramos ante Él para escucharle!. Ella se consagraba a la única cosa realmente importante, que es la atención del alma en Dios. También el Padre nos pide que, ante todo, escuchemos a Su Hijo (Mt 17-5).

Entonces, ¿no es necesario trabajar?. Claro que sí lo es. Pero para que el trabajo dé fruto, debe hacerse después de haber orado. El servicio de Marta es necesario, pero debe estar subordinado, al tiempo del Señor. Hay que saber el momento de dejar las cosas, por importantes que parezcan, y sentarse a escuchar al Señor. Esto requiere aceptar, que somos criaturas limitadas. No podemos hacerlo todo. No podemos siquiera, hacer nada bien sin el Señor.

San Agustín escribe: "Marta, tú no has escogido el mal; pero María ha escogido mejor que tú". San Basilio y San Gregorio Magno, consideran a la hermana María, modelo evangélico de las almas contemplativas, y su santidad no está en duda, sin embargo, es curioso que de los tres hermanos, solo Marta aparece en el santoral universal.

La resurrección de Lázaro

El capítulo 11 de San Juan, narra el gran milagro, de la resurrección de Lázaro. En aquella ocasión, vuelve a hablarse de Marta. Lázaro se agravó de muerte, mientras Jesús estaba lejos. Las dos hermanas, le enviaron un empleado, con este sencillo mensaje: "Señor, aquel que Tú amas, está enfermo". Es un mensaje de confianza, en que Jesús va actuar a su favor.

Pero Jesús, que estaba al otro lado del Jordán, continuó su trabajo, sin moverse de donde estaba. A los Apóstoles les dice: "Esta enfermedad será para gloria de Dios". Y luego les añade: "Lázaro, nuestro amigo, ha muerto. Y me alegro de que esto haya sucedido, sin que yo hubiera estado allí, porque ahora vais a creer".

A los cuatro días de muerto Lázaro, dispuso Jesús dirigirse hacia Betania; la casa estaba llena de amigos y conocidos, que habían llegado a dar el pésame, a las dos hermanas. Tan pronto Marta supo que Jesús venía, salió a su encuentro, y le dijo: "Oh Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano; pero aún ahora, yo sé que cuánto pidas a Dios, te lo concederá".

Jesús le dice: "Tu hermano resucitará".

Marta le contesta: "Ya sé que resucitará el último día, en la resurrección de los muertos".

Jesús añadió: "Yo soy la resurrección y la vida. Todo el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá. ¿Crees esto?".

Marta respondió: "Sí Señor, yo creo que Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo".

Jesús dijo: "¿Dónde lo han colocado?". Y viendo llorar a Marta y a sus acompañantes, Jesús también empezó a llorar. Y las gentes comentaban: "Mirad cómo lo amaba".

Y fue al sepulcro, que era una cueva, con una piedra en la entrada. Dijo Jesús: "Quiten la piedra". Le responde Marta: "Señor, ya huele mal, porque hace cuatro días que está enterrado". Le dice Jesús: "¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?". Quitaron la piedra, y Jesús dijo en voz alta: "Lázaro ven afuera". Y el muerto salió, llevando el sudario y las vendas en sus manos.

El Banquete

Marta aparece también en un banquete, en el que participa también Lázaro, poco después de su resurrección: también esta vez aparece Marta, como la mujer ocupada en el servicio, pero puede ser que para entonces, ya lo sabía atender al Señor con mas amor, sin quejarse ni compararse.

De los años siguientes de la santa, no tenemos ningún dato históricamente seguro, aunque según la leyenda de la Provenza, Marta fue con su hermana a Francia, y evangelizó Tarascón. Ahí se dice que encontraron, en 1187, sus pretendidas reliquias, que todavía se veneran en su santuario.

Los primeros en dedicar, una celebración litúrgica a Santa Marta, fueron los franciscanos en 1262, el 29 de julio, es decir, ocho días después de la fiesta de Santa María Magdalena, impropiamente identificada con su hermana María.

Santa Marta es la patrona de los hoteleros, porque sabía atender muy bien.

Bibliografía:

Salesman, P. Eliécer,  Vidas de los Santos # 3
Sgarbossa, Mario y Luigi Giovannini - Un Santo Para Cada Día

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Del oficio de lectura, 29 de Julio, Santa Marta

Dichosos los que pudieron hospedar al Señor, en su propia casa

De los sermones de San Agustín, Obispo

Sermón 103, 1-2,6

Las palabras del Señor nos advierten, que en medio de la multiplicidad de ocupaciones de este mundo, hay una sola cosa a la que debemos tender.

Tender, porque somos todavía peregrinos, no residentes; estamos aún en camino, no en la patria definitiva; hacia ella tiende nuestro deseo, pero no disfrutamos aún de su posesión. Sin embargo, no cejemos en nuestro esfuerzo, no dejemos de tender hacia ella, porque sólo así, podremos un día llegar a término.

Marta y María eran dos hermanas, unidas no sólo por su parentesco de sangre, sino también por sus sentimientos de piedad; ambas estaban estrechamente unidas al Señor, ambas le servían durante su vida mortal, con idéntico fervor. Marta lo hospedó, como se acostumbra a hospedar a un peregrino cualquiera.

Pero en este caso, era una servidora, que hospedaba a su Señor; una enferma al Salvador, una criatura al Creador. Le dio hospedaje, para alimentar corporalmente a Aquel, que la había de alimentar con su Espíritu.

Porque el Señor, quiso tomar la condición de esclavo, para así ser alimentado por los esclavos, y ello no por necesidad, sino por condescendencia, ya que fue realmente una condescendencia, el permitir ser alimentado. Su condición humana, lo hacía capaz de sentir hambre y sed.

Así pues, el Señor fue recibido en calidad de huésped, Él, que vino a su casa, y los suyos no lo recibieron; pero a cuantos lo recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, adoptando a los siervos, y convirtiéndolos en hermanos, redimiendo a los cautivos, y convirtiéndolos en coherederos.

Pero que nadie de vosotros diga: «Dichosos han sido, los que pudieron hospedar al Señor, en su propia casa». No te sepa mal, no te quejes, por haber nacido en un tiempo, en que ya no puedes ver al Señor, en carne y hueso; esto no te priva de aquel honor, ya que el mismo Señor afirma: “Cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis”.

Por lo demás, tú, Marta –dicho sea con tu venia, y bendita seas por tus buenos servicios–, buscas el descanso, como recompensa de tu trabajo. Ahora estás ocupada, en los mil detalles de tu servicio; quieres alimentar unos cuerpos que son mortales, aunque ciertamente son de santos; pero, ¿por ventura, cuando llegues a la patria celestial, hallarás peregrinos a quienes hospedar, hambrientos con quienes partir tu pan, sedientos a quienes dar de beber, enfermos a quienes visitar, litigantes a quienes poner en paz, muertos a quienes enterrar?.

Todo esto allí ya no existirá; allí sólo habrá lo que María ha elegido: allí seremos nosotros alimentados, no tendremos que alimentar a los demás. Por esto, allí alcanzará su plenitud y perfección, lo que aquí ha elegido María, la que recogía las migajas de la mesa opulenta, de la palabra del Señor. ¿Quieres saber lo que allí ocurrirá?. Dice el mismo Señor, refiriéndose a sus siervos: Os aseguro que los hará sentar a la mesa, y los irá sirviendo.

Oración: Dios todopoderoso y Eterno, ya que tu Hijo aceptó la hospitalidad de Santa Marta, y se albergó en su casa; concédenos por los méritos y la intercesión de esta santa mujer, servir fielmente a Cristo en nuestros hermanos, y que nuestro corazón, sea una morada digna de tu realeza, y así poder ser recibidos, como premio, en tu casa del cielo. A Tí Señor, que nos prometiste que te ibas para preparar en el cielo, las mansiones que nos tienes reservadas. Amén.


miércoles, 29 de julio de 2020

28 de Julio

San Pedro Poveda Castroverde


(1874-1936)

Presbítero, Mártir

Fundador de la Institución Teresiana

Protector de los gitanos

Soy sacerdote de Jesucristo”

Así ha de ser vuestra vida: toda de Dios”


Nació en Linares (Jaén), el 3 de diciembre de 1874.

Era hijo de José Poveda, y de Linarejos Castroverde. Desde muy joven decide ser sacerdote, y en 1888, entra en el Seminario de Jaén. En Jaén, oye hablar del Padre Manjón, y admira la labor socioeducativa, que realiza en las cuevas del Sacromonte, en Granada. El seminarista Poveda, se aficiona a enseñar el Evangelio, a los niños más pobres.

En 1884 obtiene una beca, para estudiar en el Seminario de Guadix (Granada), donde fue ordenado sacerdote, en 1897; ahí hizo vida misionera, en las cuevas del pueblo homónimo, trasladándose a vivir a una de las cuevas.

Aporta recursos, predica misiones populares, y despierta la sensibilidad de toda la ciudad, por la situación de indigencia de estos barrios, organizando las Conferencias de San Vicente de Paul.

Nombrado canónigo de la basílica de Santa María de Covadonga, en 1906, donde permaneció siete años. Comenzó el proyecto, de preparar profesores cristianos laicos, para evangelizar.

Instituyó academias para estudiantes y centros pedagógicos. Funda la "Institución Teresiana" en 1911, la cual recibe aprobación pontificia en 1924. Fue profesor del seminario de Jaen, y se trasladó en 1921 a Madrid, donde continuó trabajando con los educadores, y los más necesitados.

Durante la persecución comunista, contra la Iglesia en España, optó por la no violencia. Decía: “la mansedumbre, la afabilidad, la dulzura, son las virtudes que conquistan al mundo”. A la vez, manifestó su deseo de vivir la fe, hasta la entrega de la propia vida.

El 27 de julio de 1936, cuando acababa de celebrar la Eucaristía, fue detenido en su casa de la calle de La Alameda, de Madrid. No ocultó su identidad y dijo: “Soy sacerdote de Jesucristo”. Unas horas después, al ser separado de su hermano, que le había acompañado, le dijo: “Serenidad, Carlos, se ve que el Señor, que me ha querido fundador, me quiere también mártir”.

A la mañana siguiente, una profesora, y una joven doctora de la Institución Teresiana, encontraron su cadáver, junto a la capilla del cementerio de La Almudena. En su pecho aparecía atravesado por una bala, el escapulario de la Virgen del Carmen. Murió mártir por la fe, el 28 de julio de 1936, a los sesenta y un años de edad. Trasladaron su cadáver, a la sacramental de San Lorenzo, donde recibió sepultura el día 29.

Beatificación: 10 de octubre de 1993, por el Papa Juan Pablo II

Canonización: 4 de mayo de 2003, por el Papa Juan Pablo II

Su cuerpo se venera en la Casa de Espiritualidad, de la Institución Teresiana de Los Negrales (Madrid).

MAXIMAS DEL PADRE POVEDA

Cristo es para nosotros, Camino, Verdad y Vida. Camino por donde hemos de ir al Padre; camino único, fuera del cual no podemos caminar.

Llegar al término sin pasar por el camino, es imposible. Cristo es la Verdad. Verdad sustancial, increada, eterna. Conociendo a Cristo, se conoce toda la Verdad, se está libre de todo error, de toda ilusión; se saben apreciar las cosas, según lo que valen. Cristo es Vida.

En Él está la Vida; separados de Él no podemos tenerla; cuando nos falta Cristo, estamos muertos. Esta vida, no es como la del mundo, caduca y transitoria, es eterna.

Los hombres y las mujeres de Dios son inconfundibles. No se distinguen porque sean brillantes, ni porque deslumbren, ni por su fortaleza humana, sino por los frutos santos, por aquello que sentían los Apóstoles, en el camino de Emaús, cuando iban en compañía de Cristo resucitado, a quien no conocían, pero sentían los efectos de su presencia.

Las manifestaciones de vida, en todos los órdenes, moral, intelectual y hasta físico, las apreciamos siempre por la intensidad de la VIda Eucarística. Porque es preciso, para mantener la vida del espíritu, que seamos perseverantes en la recepción del Pan de Vida; así como para conservar la del cuerpo, hay necesidad del alimento cotidiano.

En suma, si la obra que realizamos es de apostolado, si el fin es sobrenatural, si la vida que llevamos es del mismo orden, necesitamos de un alimento, de un sustento proporcionado, y este alimento es el cuerpo y la sangre de Cristo.

Sí, el Maestro dice a sus discípulos: La paz os dejo, mi paz os doy; pero añade: no os la doy, como la da el mundo. Su paz es orden, armonía, gracia; es compatible con los dolores, amarguras y persecuciones; existe aun, cuando todo se conjure contra sus discípulos; es la paz del alma, del corazón, de la conciencia, del cumplimiento del deber, de la razón que estima y aprecia, en su justo valor las cosas; de la fortaleza que se mantiene intrépida en la lucha, que no es vencida por halagos ni por amenazas. De aquí que Cristo, añadiera a sus últimas palabras referidas: No se turbe vuestro corazón, ni se acobarde.

Habéis de trabajar, orar, sufrir, como si todo el fruto, dependiera de vuestro esfuerzo, pero persuadidos de que ni el que planta es algo, ni el que riega; que nada podréis por vosotros mismos; que Dios es el que da el fruto. A Él habéis de encaminar toda la gloria, a Él debéis referirlo todo, de Él debéis esperarlo todo.

Lejos de vosotros la vanidad, la presunción y hasta la satisfacción, si veis el fruto. Mirad que todo es de Dios; temed arrebatarle la gloria que le pertenece. Tened sólo un anhelo; que toda la gloria sea para el Señor; suyo es el fruto, suya es la virtud, la potencia, la eficacia.

Así ha de ser vuestra vida: toda de Dios. Pero siendo de Dios toda, ha de distinguirse por su carácter, eminentemente humano, el cual, informado por una vida toda de Dios, se perfecciona pero no se desnaturaliza.

Vida henchida de Dios. Sí; del Dios que hizo lo humano para perfeccionarlo, y no para destruirlo.

Yo quiero, sí, vidas humanas; pero como entiendo que estas vidas, no podrán ser cual las deseamos, si no son vidas de Dios, pretendo comenzar por henchir de Dios, a los que han de vivir una verdadera vida humana..

La Encarnación bien entendida, la persona de Cristo, su naturaleza y su vida, dan para quien lo entiende, la norma segura para llegar a ser santo, con la santidad más verdadera, siendo al propio tiempo humano, con el humanismo de verdad.


ORACION
Señor Dios nuestro,
que elegiste a San Pedro Poveda,
presbítero, mártir y fundador
de la Institución Teresiana,
para promover la acción evangelizadora
de los cristianos en el mundo,
mediante la educación y la cultura,
concédenos, por su intercesión,
imitar su constancia en anunciar
y testimoniar el evangelio,
y su fortaleza en confesar la fe.
Te pedimos que por su intercesión
nos concedas el favor
que deseamos alcanzar.
Por nuestro Señor Jesucristo.
AMEN



28 de julio

Santos Nazario y Celso


(+68)

Mártires. Cuerpos Incorruptos.

Otros Santos y Mártires

Nazario nació en Roma. Su padre era un acaudalado caballero pagano, oriundo del norte de África. Su madre, fervorosa cristiana, había nacido en Roma; la Iglesia la venera, con el nombre de Santa Perpetua.

Se cree que fue bautizado, por el papa San Lino, sucesor de San Pedro en la sede romana, Inflamada su alma de amor divino, resolvió salir de Roma, para dedicarse a la salvación, de las almas menos favorecidas.

Predicó en nombre de Jesucristo. "Los pobres son su prójimo", decían los del lugar. A lo que él replicaba; "Son más que mi prójimo; son mis hermanos, mis hijos en espíritu". Y en provecho de ellos, vendió sus vastas heredades, vistió el sayal de peregrino, y comenzó su misión evangelizadora, con los menesterosos, los enfermos y los huérfanos.

Recorrió Florencia, y se dirigió a la ciudad de Milán. El gobernador Anolino, interrogó a los guardias: "¿Quién es ese hombre, que habla sobre la fe de un nazareno, llamado Jesús, y todos lo siguen?". Dio orden de que lo encarcelaran, y al día siguiente, se presentó en su celda. Su presencia llevaba un fin: persuadirlo a que adorase, a los dioses de Roma.

Como Nazario se negase, fue flagelado y expulsado de Milán. Llevó entonces a la Galia, su prédica evangelizadora. Un domingo, orando en la población de Melia, una mujer, llamada Marionilla, llegó con un niño, su hijo. "Aquí está Celso le dijo, para que lo bautices, y lo instruyas en tu fe, la que recompensa con la vida eterna".

La gracia del Señor, resplandeció sobre Celso. Nazario y Celso maestro y discípulo, sembraron con sus eficaces pláticas, y la ejemplaridad de sus vidas, aquella semilla de la cual habla el Evangelio; y esta semilla, "cayó toda en tierra fértil".

En la ciudad de Tréveris, ambos realizaron milagros. En compañía de los recién convertidos, entonaban cánticos sagrados, y en las procesiones, pregonaban la paz entre los hermanos, y entre los pueblos.

Arrestados los dos, y llevados a la cárcel, se los condenó a muerte. La tradición refiere que fueron milagrosamente salvados, y volvieron a Italia. En Milán, el gobernador Anolino, por segunda vez los hizo encarcelar. Como Nazario era ciudadano romano, y pertenecía a la nobleza, el gobernador consultó la sentencia con Nerón.

Conducidos a la plaza mayor de Milán, fueron decapitados, el 28 de julio del año 68. Los cristianos recogieron sus cadáveres, y los sepultaron en un huerto de extramuros.

Más de trescientos años después, en el 395, fue revelado a San Ambrosio, como él mismo ha escrito, el lugar donde estaban los sagrados despojos. Refieren las crónicas que éstos estaban, como si ese mismo día, hubiesen sido sepultados. San Ambrosio, los hizo trasladar a la iglesia de los Apóstoles, que acababa de hacer construir.

Los habitantes de Milán, reverencian a estos dos santos, como a sus dos patronos.

Otros Santos, cuya fiesta celebramos hoy, con Amor y Agradecimiento:

Santos Acacio, Eustasio, Furadrán, Lúcido, Peregrino, Raimundo, confesores; Botvido, David y compañeros, mártires; Víctor I, Inocencio I, papas.

-Santa Catalina Thomas († 1574)

-San Melchor García Sampedro, mártir, dominico.

-Muchos mártires, que padecieron en la Tebaida de Egipto en el imperio de Decio y Valeriano.

-San Eustacio, obispo y mártir de Ancira, Angora de Turquía.

-San Acacio, mártir, Mileto (Asia Menor), s. IV.

-San Sansón, obispo de Dola, en Bretaña (Francia), 565. Etimológicamente significa “sol”. Viene de la lengua hebrea. Sansón nació en Deyfed, Francia, hacia el año 490, y murió en Dol en el 565.

Todos consideran a este monje, como el sucesor del anciano abad San Itud, muerto en el 515. Pero el sobrino de Itud, ganó la plaza. Era enfermero, y se aprovechó de una indisposición de Sansón, para prepararle una mala poción.

El enfermo se tomó la poción, y el enfermero pensó que se iría al otro mundo. Pronto, sin embargo, se restableció. "Gracias, hermano, decía, que Dios te haya dado el remedio, para que me hubieras curado también el alma".

El aspirante a sucesor se convirtió. Fue la primera conversión que hizo Sansón, entre otras muchas. Se marchó a predicar el Evangelio a Irlanda. De allí pasó a Cornualles, y a Inglaterra.

Juswall, soberano de este reino, le ayudó a él, y a los misioneros con todo su poder. Por aquel tiempo, entró un advenedizo que le arrebató el reino. Sansón se fue entonces a París, para obtener de Gilberto I que arreglase sus cuentas, con el bandido. Sansón terminó su vida apostólica, convirtiendo a los Bretones.

-San Peregrino, confesor, Lyón, s. III.

Oración: Dios Todopoderoso y Eterno, que estos gloriosos santos y mártires, que hoy forman, el dulce coro eterno en el Reino de los Cielos, puedan abrir nuestro corazón a su melodía, y así nos encaminemos seguros al Cielo. A Tí Señor, que nos hablaste de esa puerta estrecha que conduce al Paraíso, y del ancho camino que conduce a la perdición. Amén.