lunes, 31 de octubre de 2016

30 de octubre
San Gerardo Majella (Mayela)

(1726-1755)
Taumaturgo. Sanador. Multiplicación de los panes. Don de la invisibilidad. Elevación por los aires. Bilocación.
Patrono de las señoras embarazadas y las parturientas
Gerardo quiere decir: "Valiente para la defensa" (Del alemán: Ger: defensa, ard: valiente)
Uno de los santos más populares de la Italia meridional

Breve
Famoso Taumaturgo del Sur de Italia. Tenía el don de leer los pensamientos, de estar en dos lugares al mismo tiempo, de multiplicar los alimentos, de lograr profundas conversiones espirituales aún de los más cínicos y simuladores. Tenía también el don de invisibilidad para poder orar mejor, sin ser molestado. Podía elevarse en el aire con toda naturalidad, y comunicarse con los animales. Continúa curando desde el cielo a los enfermos del alma y del cuerpo.
Murió: 16 Octubre, 1755
Canonizado por el Papa Pio X, 11 Diciembre, 1904.
Vida de San Gerardo
Pío IX calificó a San Gerardo de "perfecto modelo de los hermanos legos", y León XIII dijo que había sido "uno de los jóvenes más angelicales que Dios haya dado a los hombres por modelo". En sus veintinueve años de vida, el santo llegó a ser el más famoso taumaturgo del siglo XVIII. Nació en Muro, a setenta kilómetros de Nápoles.
Su madre, después de la muerte de Gerardo, dio este testimonio: "Mi hijo sólo era feliz cuando se hallaba arrodillado en la iglesia, ante el Santísimo Sacramento. Con frecuencia entraba a orar, y olvidaba hasta la hora de comer.
En casa oraba todo el tiempo. Verdaderamente, había nacido para el cielo".

Cuando Gerardo tenía diez años, su confesor le dió permiso de comulgar cada tercer día; era una época en la que la influencia del jansenismo todavía se dejaba sentir (se comulgaba sólo dos veces al año), ello demuestra que el confesor de Gerardo le consideraba como un niño excepcionalmente dotado para la piedad.

A la muerte de su padre, Gerardo debió abandonar la escuela, y entró a trabajar como aprendiz de sastre en el taller de Martín Pannuto, hombre muy bueno, que le comprendía y apreciaba. En cambio, uno de los empleados era un hombre muy brusco, que solía maltratar a Gerardo, y más se enfurecía por la paciencia con que soportaba sus majaderías.

Una vez aprendido su oficio a la perfección, Gerardo pidió ser admitido en el convento de los capuchinos de Muro, donde su tío era fraile; pero fue rechazado a causa de su juventud, y de su condición delicada. Entonces entró a trabajar como criado en la casa del obispo de Lacedogna. Humanamente hablando, fue una mala elección, ya que el prelado era un hombre de carácter irascible, que trató al joven con gran rudeza.

A pesar de ello, Gerardo le sirvió fielmente y sin una queja, hasta que murió el obispo en 1745. Entonces, Gerardo volvió a Muro, y abrió una sastrería por su cuenta. Vivía con su madre y sus tres hermanas. Solía dar a su madre una tercera parte de lo que ganaba; el otro tercio lo repartía entre los pobres, y el resto lo empleaba en pagar misas por las almas del purgatorio. Pasaba muchas horas de la noche orando en la catedral, y se disciplinaba severamente.

Cuando tenía veintitrés años, los padres de la congregación del Santísimo Redentor, recientemente fundada, predicaron una misión en Muro. El joven les rogó que le admitiesen como hermano lego, pero su aspecto enfermizo no le ayudaba, y su madre y sus hermanas no tenían ningún deseo de verle partir. Sin embargo, Gerardo insistió y, finalmente, el P. Cafaro le envió a la casa de Deliceto, donde él era superior, con un mensaje que decía: "Os envío a este hermanito inútil".

Pero, cuando el P. Cafaro volvió a su casa, cayó inmediatamente en la cuenta de su error, y le concedió el hábito. Los hermanos sacramentales de Gerardo, al verle trabajar con gran ardor, puntualidad y humildad en la sacristía y en el huerto, solían decir: "O es un loco o es un santo".

El fundador de la congregación, San Alfonso de Ligorio, comprendió que era un santo, y le acortó el período de noviciado. El hermano Gerardo hizo la profesión en 1752. A los votos acostumbrados añadió el de hacer siempre lo que fuese, a su juicio, más agradable a Dios.

El P. Tannoia, autor de las biografías de San Alfonso y de San Gerardo, que había sido curado por la intercesión de este último cuenta que un día, cuando el santo era novicio, le vio orando ante el tabernáculo; súbitamente Gerardo gritó: "Señor, déjame que me vaya, te ruego, pues tengo mucho que hacer". Sin duda Jesucristo gozaba tanto de la presencia y conversación de su hijo como San Gerardo del Él.

Durante los tres años que vivió después de hacer la profesión, el santo trabajó como sastre y enfermero de la comunidad; solía también pedir limosna de puerta en puerta, y los padres gustaban de llevarle consigo a sus misiones y retiros, porque poseía el don de leer las almas. Se cuentan más de veinte ejemplos de casos en los que el santo convirtió a los pecadores, poniéndoles de manifiesto su oculta maldad.

Los fenómenos sobrenaturales abundaban en la vida del hermanito. Se cuenta que en una ocasión fue arrebatado en el aire, y recorrió así más de medio kilómetro; se menciona también el fenómeno de "bilocación", y se dice que poseía los dones de profecía, de ciencia infusa y de dominio sobre los animales. La única voz que conseguía arrancarle de sus éxtasis era la de la obediencia.
Hallándose en Nápoles, presenció el asesinato del arcipreste de Muro en el preciso momento en que tenía lugar a setenta kilómetros de distancia.
Por otra parte, en más de una ocasión leyó el pensamiento de personas ausentes. Tan profundamente supo leer el pensamiento del secretario del arzobispo de Conza, que éste cambió de vida y se reconcilió con su esposa, de suerte que toda Roma habló del milagro.

Pero los hechos más extraordinarios en la vida de San Gerardo están relacionados con la bilocación. Se cuenta que asistió a un enfermo en una cabaña de Caposele y que, al mismo tiempo, estuvo charlando con un amigo en el monasterio de la misma población.

Una vez, su superior fue a buscarle en su celda y no le encontró ahí. Entonces se dirigió a la capilla, donde le halló en oración: "¿Dónde estabais hace un instante?", le preguntó. "En mi celda", replicó el hermanito. "Imposible, pues yo mismo fui dos veces a buscaros". Entonces Gerardo se vio obligado a confesar que, como estaba en retiro, había pedido a Dios que le hiciese invisible para que le dejasen orar en paz. El superior le dijo: "Bien, por esta vez os perdono, pero no volváis a pedir eso a Dios".

Sin embargo, Gerardo no fue canonizado por sus milagros, ya que éstos eran simplemente un efecto de su santidad, y Dios podía haber dispuesto que el santo no hiciese milagro alguno sin que ello modificase en un ápice la bondad, caridad y devoción que alabaron en el joven Pío IX y León XIII.

Uno de los resultados más sorprendente de su fama de santidad fue el de que sus superiores le permitieron encargarse de la dirección de varias comunidades de religiosas, lo que no acostumbran hacer los hermanos legos. San Gerardo hablaba en particular con cada religiosa, y solía darles conferencias a través de la reja del recibidor.

Además, aconsejaba por carta a varios sacerdotes, religiosos y superiores. Se conservan todavía algunas de sus cartas. No hay en ellas nada de extraordinario: en una expone simplemente el deber de todo cristiano de servir a Dios según su propia vocación; en otras, incita a la bondad a una superiora, exhorta a la vigilancia a una novicia, tranquiliza a un párroco, y predica a todos la conformidad con la voluntad divina.

En 1753, los estudiantes de teología de Deliceto hicieron una peregrinación al santuario de San Miguel, en Monte Gárgano. Aunque no tenía más que unas cuantas monedas para cubrir los gastos del viaje, se sentían seguros, porque el hermano Gerardo iba con ellos. Y, en efecto, el santo se las arregló para que no les faltase nada en los nueve días que duró la peregrinación, que fue una verdadera sucesión de milagros.

Exactamente un año más tarde, San Gerardo sufrió una de las pruebas más terribles de su vida. Una joven de vida licenciosa, llamada Neria Caggiano, a quien el santo había ayudado, le acusó de haberla solicitado. San Alfonso mandó llamar inmediatamente al hermano a Nocera. Pensando que su voto de perfección le obligaba a no defenderse, Gerardo guardó silencio; con eso no hizo sino meter en aprietos a su superior, quien no podía creerle culpable. San Alfonso le prohibió durante algunas semanas recibir comunión, y hablar con los extraños. San Gerardo respondió tranquilamente: "Dios, que está en el cielo, no dejará de defenderme".

Al cabo de unas cuantas semanas, Neria y su cómplice confesaron que habían calumniado al hermanito. San Alfonso preguntó a su súbdito por qué no se había defendido y éste replicó: "Padre, ¿acaso no tenemos una regla que nos prohíbe disculparnos?".

Poco después, el santo acompañó al P. Mangotta a Nápoles, donde el pueblo asedió, día y noche, la casa de los redentoristas para ver al famoso taumaturgo. Finalmente, al cabo de cuatro meses, los superiores se vieron obligados a enviar al hermano Gerardo a la casa de Caposele, donde fue nombrado portero.

Era ese un oficio que agradaba especialmente al joven. El P. Tannoia escribió: "En esa época, nuestra casa estuvo asediada por los mendigos. El hermano Gerardo veía por ellos como lo hubiese hecho una madre. Tenía el arte de contentar a todos, y la necedad y malicia de algunos de los pedigüeños jamás le hicieron perder la paciencia. "Durante el crudo invierno de aquel año, doscientas personas, entre hombres, mujeres y niños, acudieron diariamente a la casa de los redentoristas, y el santo portero les proveyó de comida, ropa y combustible, sin que nadie supiese de dónde los sacaba”.

Según el libro de Sálesman, mientras ejercía como portero, un día el padre ecónomo lo regañó porque había repartido entre los mendigos todo lo que los religiosos tenían para comer en la despensa. Pero al llegar el padre ecónomo a la despensa la encontró otra vez llena.

En la primavera del año siguiente fue nuevamente a Nápoles. A su paso por Calitri, de donde el P. Mangotta era originario, el pueblo le atribuyó varios milagros. Cuando volvió a Caposele, los superiores le encargaron de la supervisión de los edificios que se estaban construyendo.

Cierto viernes, cuando no había en la casa un sólo céntimo para pagar a los trabajadores, las oraciones del santo hermanito movieron a un bienhechor inesperado a regalar lo suficiente para salir del apuro. San Gerardo pasó el verano pidiendo limosna para la construcción.

Pero el calor del sur de Italia acabó con su salud, y en los meses de julio y agosto, el santo se debilitó rápidamente. Tuvo que pasar una semana en cama en Ovieto, donde curó a otro hermano lego que había ido a asistirle, y había caído enfermo. Llegó a Caposele casi a rastras. En septiembre, pudo abandonar el lecho unos cuantos días, pero volvió a caer.

Sus últimas semanas fueron una mezcla de sufrimientos físicos y éxtasis, cuando sus dones de profecía y ciencia infusa alcanzaron un grado extraordinario. En el lecho de muerte le confesó a su superior: "Me imagino que esta cama es la voluntad de Dios, y estoy clavando en ella como lo estoy en la voluntad de Dios. Aun más, creo que la voluntad de Dios y yo nos hemos hecho una misma cosa".

Sobre la puerta de su cuarto puso un letrero con letras mayúsculas decía:
AQUI SE ESTA HACIENDO LA VOLUNTAD DE DIOS.

San Gerardo murió en la fecha y hora que había predicho, poco antes de la media noche del 15 de octubre de 1755. Fue canonizado en 1904.

Difamado, se convierte en protector
El biógrafo Tannoia, en la Vida escrita hacia 1806, declaraba: "Fray Gerardo es protector especial de las parturientas, y en Foggia no hay ninguna mujer que vaya a dar a luz que no tenga la imagen del Santo, y no invoque su patrocinio".

Singular "revancha del Santo" por los sufrimientos que le causaron las calumnias de una mujer, una ex-monja, a quien le creyeron fácilmente los superiores de Gerardo.

San Gerardo, que en el lecho de su muerte pudo confesar que no sabía lo que era una tentación impura, tenía de la mujer un concepto muy elevado: veía, efectivamente, en toda mujer una imagen de María, "alabanza perenne de la Santísima Trinidad". Eran los impulsos místicos de un alma sencilla, pero llena de ardor espiritual.

Exclamaba con frecuencia: "Mi querido Dios; mi Espíritu Santo", pues sentía en su intimidad, la bondad, y el amor infinito de Dios.

Intercesor de los médicos
A comienzos de 1800, casi cincuenta años después de su muerte, un médico de Grassano declaraba: "Desde hace muchos años no ejerzo la profesión de médico. La ejerce por mí Fray Gerardo": este médico tomaba tan en serio el patrocinio de Gerardo, proclamado beato sólo en 1893, quien en vez de recetar medicinas, prefería dejar a sus pacientes una medalla del buen religioso.

-Vida de los Santos de Butler, Vol. IV


Oración: Señor nuestro, que por intercesión de San Gerardo, nuestros cuerpos y almas permanezcan sanos, según sea tu Santa Voluntad, y así poder glorificarte y que Tú puedas gozarte de nuestra presencia. También te pedimos para que siempre veamos en la mujer la compañera sagrada que nos diste para sobrellevar con alegría el duro paso por esta Vida, y serle siempre un compañero fiel. Por la Virgen María que Vive por Siempre. Amén.
31 de Octubre

San Quintín, Mártir


Año 287

Patrón de capellanes, cerrajeros, sastres y cirujanos

Es un honor mucho más grande ser discípulo de Jesucristo que ser hijo de un senador romano”

Hijo de senador romano, y amigo del Papa San Marcelino, quien lo bautizó.

Su celo por Jesucristo le hacía desear evangelizar y ser mártir. Fue de misionero a Francia con un grupo enviado por San Cayo y dirigido por San Luciano. Quintín fue enviado a Amiens (hoy en Francia), donde ya habían cristianos por la evangelización de San Fermín.

San Quintín había recibido de Dios el don de sanación, y así al imponer las manos lograba la curación de ciegos, mudos, paralíticos y demás enfermos. Había recibido también de Nuestro Señor un poder especial para alejar los malos espíritus, y eran muchas las personas que se veían libres de los ataques del diablo al recibir la bendición de San Quintín.

Esto atraía más y más fieles a la religión verdadera. Los templos paganos se quedaban vacíos, los sacerdotes de los ídolos ya no tenían oficio, mientras que los templos de los seguidores de Jesucristo se llenaban cada vez más y más. Esto causó que los sacerdotes paganos se quejaran al gobernador Riciovaro.

Este conocía a la familia de San Quintín, por lo que le llamó y le preguntó como un hijo de tan famoso senador romano se dedicaba ahora a propagar la fe en un crucificado. San Quintín respondió que ese crucificado ha resucitado, y es el Señor de cielos y tierra. Por tanto “es un honor mucho más grande ser discípulo de Jesucristo que ser hijo de un senador romano”.

El gobernador hizo azotar muy cruelmente a Quintín, para encerrarlo luego en un oscuro calabozo, amarrado con fuertes cadenas. Pero por la noche se le soltaron las cadenas, y sin saber cómo, el santo se encontró libre, en la calle. Al día siguiente estaba de nuevo predicando a la gente.

Entonces el gobernador lo mandó poner preso otra vez, y después de atormentarlo con terribles torturas, mandó que le cortaran la cabeza, y ser arrojado al Río Somme, y voló al cielo a recibir el premio que Cristo ha prometido para quienes se declaran a favor de Él en la tierra. Sus restos fueron recuperados por los cristianos y llevados a Laon.

Hay que ser: Pronto para escuchar, y lento para responder (S. Biblia Ec. 5,11).

Oración: Te pedimos Señor, que por intercesión de San Quintín, podamos vernos siempre libres de la presencia demoníaca en nuestra familia, lugar de trabajo y amistades, a fin de estar listos para volar hacia Tí gloriosamente en el momento en que nos llames a la morada Eterna que fuiste a prepararnos. Amén.


domingo, 30 de octubre de 2016

30 de Octubre

SAN ALONSO RODRÍGUEZ S.J.


Viudo, religioso (1533-1617)

Alonso significa: "pronto para hacer el bien"
(del germano al: el bien. Ons: prontitud)

Este hermano no es un hombre, sino un ángel”

Breve
Humilde portero de la escuela Jesuita en Mayorca por 45 años,
comunicó a San Pedro Claver S.J. en 1605 un mensaje del Nuestro Señor, llamando a éste a ser misionero en el continente Americano.
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Hay dos santos jesuitas llamados Alonso Rodriguez: el de esta historia, y el mártir del Paraguay compañero de San Roque.

Alonso, nacido en 1533, fue el tercer hijo de la numerosa familia de Diego Rodríguez, un comerciante acomodado de Segovia, España.

El Beato Pedro Fabro y otros jesuitas, llegaron a predicar una misión en Segovia y se hospedaron en la casa de Diego. Al terminar la misión, el huésped les propuso que fuesen a descansar unos días en su casa de campo. Alonso, que tenía entonces unos diez años, partió con ellos y el Beato Pedro Fabro se encargó de prepararle para la primera comunión.

A los catorce años, Alonso partió con su hermano mayor a estudiar en el colegio de los jesuitas de Alcalá, pero su padre murió menos de un año después y Alonso tuvo que volver, para ayudar a su madre en la administración de los negocios. Cuando Alonso tenía veintitrés años, su madre se retiró de la administración, y le dejó encargado de ella. Tres años más tarde, Alonso contrajo matrimonio con María Suárez.

Los negocios iban mal, y la dote de la mujer de Alonso no era suficiente para mejorarlos. El joven no era mal comerciante, pero la situación no le ayudaba. La hijita de Alonso murió poco después de nacer; su esposa la siguió al sepulcro, después de dar a luz a un niño. Dos años más tarde, murió también la madre de Alonso. El dolor de la muerte de sus seres queridos se convirtió en una oportunidad de abrirse a la gracia, para hacer en todo la voluntad de Dios.

Hasta entonces, había cumplido como cristiano, pero ahora Dios le llamaba a más. Vendió su negocio a fin de obtener lo suficiente para sostenerse, y se fue a vivir, con su hijito, a la casa de sus dos hermanas solteras, Antonia y Juliana, que eran muy piadosas. Ellas se ocuparon de enseñarle a meditar, de suerte que, al poco tiempo, Alonso oraba dos horas cada mañana y, por la tarde, reflexionaba sobre los misterios del rosario. De esta manera Dios le pudo demostrar la pobreza de su vida pasada a la luz de Cristo.

A raíz de una visión de la felicidad del cielo, hizo una confesión general. Desde entonces, empezó a practicar duras mortificaciones, y a confesarse y comulgar una vez por semana. Algunos años más tarde, murió su hijo y Alonso, que se encontraba muy dolorido, experimentó un gran consuelo al comprender que su hijo se había librado del peligro de ofender a Dios.

Volvió entonces con más fuerza la idea de abrazar la vida religiosa, y pidió su admisión a los jesuitas de Segovia. Estos le disuadieron, dado a que tenía ya casi cuarenta años, su salud era bastante mala, y su educación no era suficiente para el sacerdocio.

Sin perder ánimo, Alonso fue a Valencia, a su antiguo amigo, el P. Luis Santander, S.J., quien le recomendó que empezase a aprender el latín para ordenarse cuanto antes. Le servía de consuelo que el fundador de los jesuitas, San Ignacio de Loyola, también había entrado tarde en la vida religiosa.

Alonso empezó a asistir a la escuela con los niños, lo cual constituía no poca mortificación. Como había dado a sus hermanas y a los pobres casi todo el dinero que tenía, hubo de entrar a servir como criado, y aun se vio obligado a pedir limosna, de cuando en cuando.

En la escuela conoció a un hombre de su edad, y de aspiraciones semejantes a las suyas, el cual trató de persuadirle a que renunciase a ser jesuita, y se fuese con él a vivir como ermitaño. Alonso le hizo una visita en su ermita de la montaña, pero súbitamente cayó en la cuenta de que se trataba de una tentación contra su verdadera vocación, y volvió enseguida a Valencia, donde dijo al P. Santander: "Os prometo que jamás en mi vida volveré a hacer mi propia voluntad. Haced de mí lo que queráis".

El 31 de enero de 1571, el provincial de los jesuitas, desoyendo el parecer de sus subordinados, aceptó a Alonso Rodríguez como hermano lego. Permaneció en Valencia seis meses para terminar el noviciado, y luego fue enviado al colegio de Monte Sión en Palma de Mallorca, donde pronto fue nombrado portero. San Alonso desempeñó ese oficio hasta que la edad y los achaques se lo impidieron.

El P. Miguel Julián resumió, en una frase, la fama de santidad que alcanzó el hermanito en ese puesto: "Este hermano no es un hombre, sino un ángel".
San Alonso consagraba a la oración todos los instantes que le dejaba libre su oficio. Aunque llegó a vivir en constante unión con Dios, su camino espiritual estuvo muy lejos de ser fácil.

Sobre todo en sus últimos años, el santo atravesó por largos períodos de desolación y aridez, y se veía afligido de graves dolores en cuanto hacía el menor esfuerzo por meditar. Como si eso no bastase, le asaltaron las más violentas tentaciones, como si tantos años de mortificación no hubiesen servido de nada.

La respuesta de Alonso fue intensificar aun más la penitencia, sin desesperar jamás. Siguió en el cuidadoso cumplimiento de sus obligaciones, convencido de que, llegado el momento escogido por Dios, volvería a gozar de las dulzuras y éxtasis de la oración. Y así fue. Llegó a tener entonces consolaciones "tan intensas, que no podía levantar los ojos del alma a Jesús y María sin verles como si estuviesen presente".

Inspiración para todos
Algunos sacerdotes que le conocieron durante varios años, declararon que jamás le habían visto hacer ni decir nada que no estuviese bien. En 1585, cuando tenía cincuenta y cuatro años, hizo los últimos votos, los que renovó en la misa todos los días de su vida.

La existencia de un portero no tiene nada de envidiable y, menos tratándose de la portería de un colegio, donde se necesita una dosis muy especial de paciencia.

Sin embargo, el oficio tiene sus compensaciones, ya que el portero conoce a muchas personas, y es una especie de eslabón entre el exterior y el interior. En el colegio de Monte Sión, además de los estudiantes, había un ir y venir continuo de sacerdotes, nobles, profesionales y empleados que debían tratar asuntos con los padres. También acudían mendigos en busca de limosna, y los comerciantes que iban a vender sus productos.

Todos conocieron, respetaron y veneraron al hermano Alonso. En busca de cuyo consejo acudían los sabios y los sencillos, y su reputación se extendió mucho más allá de los muros del colegio.

El más famoso de sus "discípulos" fue San Pedro Claver que, en 1605, estudiaba en el colegio. Durante tres años, se puso bajo la dirección de San Alonso, el cual, iluminado por Dios, le entusiasmó y alentó para trabajar en América. Ahí fue donde San Pedro Claver ganó el título de "el apóstol de los negros". San Alonso profesó siempre una profunda devoción a la Inmaculada Concepción.

El Beato Raimundo Lulio había defendido ese privilegio mariano en Mallorca, 300 años antes. En una época, se creyó que San Alonso había compuesto el Oficio Parvo de la Inmaculada. El santo practicaba y propagaba ardientemente esa devoción, y ello dio origen a ese error.

Escritos
San Alonso dejó varias obras, que escribió por orden de sus superiores, entre ellas las Memorias autobiográficas, escritas desde 1604 hasta 1616, y algunos escritos que tratan argumentos de ascética con profunda penetración, fruto de una sabiduría que no la sacó de los libros.

Su doctrina es sólida y sencilla, sus exhortaciones tienen el fervor que se podía esperar de un santo de su talla, y el contenido de esos libros prueba que San Alonso era un alma mística.

No fue el autor del "Ejercicio de Perfección y Virtudes Cristianas", que se debe a la pluma de otro jesuita del mismo nombre y apellido, pero que no fue no canonizado.

Entrega incondicional
Cuando tenía ya más de setenta años, y estaba muy enfermo, el rector del colegio, para probar su virtud, le ordenó que partiese a las Indias. San Alonso se dirigió inmediatamente a la puerta, y pidió al portero que le abriese, diciendo: "Tengo orden de partir a las Indias". Así lo habría hecho si el rector no le hubiese mandado llamar de nuevo.

En mayo de 1617, el P. Julián, rector de Monte Sión, que sufría de una fiebre reumática, rogó a San Alonso que orase por él. El santo pasó la noche en oración y, a la mañana siguiente, el rector pudo celebrar la Misa.

En octubre de ese año, sintiendo aproximarse su fin, el santo recibió la comunión y, al punto, cesaron todos sus sufrimientos espirituales y corporales. Del 29 al 31 de octubre estuvo en éxtasis, y después comenzó su terrible agonía. Media hora antes del fin, recobró el conocimiento, miró amablemente a sus hermanos, besó el crucifijo, pronunció en voz alta el nombre de Jesús y expiró.

El virrey y toda la nobleza de Mallorca asistieron a sus funerales, así como el obispo, y una multitud de pobres y enfermos, cuyo amor y cuya fe premió el cielo con milagros.

San Alonso fue canonizado junto con San Pedro Claver el 15 de enero de 1888

Anécdotas sobre San Alonso Rodríguez

El fundamento de su trato con todos
Alonso Rodríguez se propuso ver a Jesús en cada visitante que llegaba, y tratar muy bien a Jesús que llegaba disfrazado de prójimo. Cuando alguien le preguntaba por qué no era más duro y áspero con ciertos tipos inoportunos, le respondía: "Es que a Jesús que se disfraza de prójimo, nunca lo podemos tratar con aspereza o mala educación".

Seguramente que Nuestro Señor al llegar al cielo le habrá repetido aquello que en el evangelio prometió que dirá a quienes tratan bien a los demás: "Ven siervo bueno y fiel. Entra en el gozo de tu Señor, porque cuando me disfracé de huésped me trataste sumamente bien. El buen trato que le diste a los demás, aún a los más humildes, lo recibo como si me lo hubieras dado a Mí en persona" (Cf. Mt. 25, 40)

Ayuda oportuna de la Virgen
Un día cuando sus tentaciones impuras se le habían vuelto casi enloquecedoras, al pasar por frente a una imagen de la Sma. Virgen le gritó en latín: "Sancta Maria, Mater Dei, memento mei" (Santa María Madre de Dios, acuérdate de mí) e inmediatamente sintió que las tentaciones desaparecían.

Desde entonces se convenció de que la Santísima Virgen tiene gran poder para alejar a los espíritus impuros, y se dedicó a encomendarse a Ella con mayor fervor. Le rezaba varios rosarios cada día, y en honor de la Madre de Dios rezaba 9 salmos diarios. Y la Virgen María fue su gran Protectora y defensora hasta la hora de su muerte, y se le apareció varias veces, llenándolo de increíble felicidad.

San Alonso sufrió muchas penas en su vida, y recibió de Dios muchos carismas (visiones, milagros). Se destacó por su humildad, su gran amor a la Virgen Santísima y sus sabios consejos para seguir a Jesucristo.

BIBLIOGRAFÍA
Butler; Vida de los Santos
Salesman, P. Eliezer; Vida de Santos #4
Sgarbossa, Mario; Luigi Giovannini; Un santo para cada día

Oración: Señor mío y Dios mío, que por intercesión de San Alonso Rodríguez podamos siempre vencer el pecado de la concupiscencia, apartando de nuestras vidas compañías, lecturas, películas y conversaciones indecentes, y así preservar para siempre nuestra estrecha unión con tu cuerpo místico. Que también Don Alonso nos asista en nuestros momentos de aridez intelectual y espiritual, que todos experimentamos en nuestra propia Vida. Por la Santísima María, nuestra protectora que vive por siempre. Amén.


sábado, 29 de octubre de 2016

29 de Octubre

San Narciso


Obispo de Jerusalén, s.II

Narciso nació a finales del siglo I en Jerusalén, y se formó en el cristianismo bebiendo en las mismas fuentes de la nueva religión. Debieron ser sus catequistas aquellos que el mismo Salvador había formado, o los que escucharon a los Apóstoles.

Era ya presbítero modelo con Valente o como el Obispo Dulciano. Fue consagrado obispo, trigésimo de la sede de Jerusalén, en el 180, cuando era de avanzada edad, pero con el ánimo y dinamismo de un joven. En el año 195 asiste y preside el concilio de Cesarea para unificar con Roma el día de la celebración de la Pascua.

Eusebio cuenta que, en su tiempo, los cristianos de este lugar recordaban todavía algunos de los milagros del Santo Obispo. Por ejemplo, como los diáconos no tenían aceite para las lámparas la víspera de la Pascua, San Narciso pidió que trajesen agua, se puso en oración, y después mandó que la pusiesen en las lámparas. Así lo hicieron y el agua se transformó en aceite.

Permitió Dios que le visitara la calumnia. Tres de sus clérigos —también de la segunda o tercera generación de cristianos- no pudieron resistir el ejemplo de su vida, ni sus reprensiones, ni su éxito. Se conjuraron para acusarle, sin que sepamos el contenido, de un crimen atroz.

El Santo perdona a sus envidiosos difamadores, y toma la decisión de abandonar el gobierno de la grey, viendo con humildad en el acontecimiento la mano de Dios. Secretamente se retira a un lugar desconocido en donde permanece ocho años.

Dios, que tiene toda la eternidad para premiar o castigar, algunas veces lo hace también en esta vida, como en el presente caso. Uno de los maldicientes hace penitencia, y confiesa en público su infamia. Regresa Narciso de su autodestierro, y permanece ya acompañando a sus fieles hasta bien pasados los cien años. En este último tramo de vida le ayuda Alejandro, obispo de Flaviada en la Capadocia, que le sucede.

Se dice que Narciso murió a los 116 años.


Oración: te pedimos Señor, que por los méritos e intercesión de San Narciso y San Simón, cuya fiesta hemos celebrado ayer, siendo ambos obispos de Jerusalén, se detenga el derramamiento de sangre en esa sagrada ciudad, así como en toda la Tierra Santa, adquiriendo la primera el estatus internacional que demandan las Naciones Unidas, y así puedan pacificarse los espíritus y reinar Tu Paz. Que San Narciso siempre mantenga la luz y claridad de nuestra Fe con el sagrado aceite encendido en nuestros corazones, sabiendo sufrir con entereza todas pruebas en nuestras vidas. Por nuestro Señor Jesucristo, Ayer, Hoy y Siempre. Amén. 

viernes, 28 de octubre de 2016

28 de Octubre

San Judas Tadeo, Apóstol y Mártir


Patrón de las causas difíciles o desesperadas

"Judas" es una palabra hebrea que significa: "alabanzas sean dadas a Dios".  Tadeo quiere decir: "valiente para proclamar su fe"

Vendremos a él y haremos en él nuestra morada”

Sea gloria eterna a Nuestro Señor Jesucristo, que es capaz de conservarnos libres de pecados, y sin mancha en el alma y con gran alegría”

Santa Brígida cuenta en sus Revelaciones que Nuestro Señor le recomendó que cuando deseara conseguir ciertos favores, los pidiera por medio de San Judas Tadeo

Judas Tadeo aparece último en la lista de los doce Apóstoles de Jesucristo (Mateo 10:3, Marco 3:18). No sabemos cuando ni como entró a formar parte de los discípulos. Lucas le llama "Judas de Santiago" (Hechos 1:13). Juan aclara: "Judas, no el Iscariote" (Juan 14:22).  Esta distinción es necesaria dado a que el Judas Iscariote fue quien traicionó a Jesús.

Sus hermanos eran cuatro:
  1. Santa María Salomé - su hermana mayor, madre de los apóstoles Santiago el Mayor y Juan el Evangelista. La recordamos el pasado 22 de Octubre.
  2. San Santiago el Menor - Apóstol)
  3. Justo
  4. San Simón el Cananeo - Apóstol y luego obispo de Jerusalén que lo acompañó en sus viajes.

Por lo que vemos en este pequeño relato genealógico, Judas Tadeo era un pariente cercano de Jesús, eran primos, por lo tanto quizás crecieron, se educaron y trabajaron juntos. Pertenecía al corazón de la familia de Jesús.

Según algunas tradiciones, Judas Tadeo era el novio de las bodas de Caná donde Jesús —de acuerdo con los Evangelios— realizó su primer milagro al convertir el agua en vino.

Luego de su vida como apóstol de Cristo, llevó el mensaje de éste junto a su hermano Simón a las regiones de Galilea, Judea, Samaria, Egipto, Libia, Eufrates, Tigris, Edesa y Babilonia, llegando hasta los confines de Siria y Persia.

El Apóstol Judas Tadeo, "el hermano de Santiago", era probablemente el hermano de Santiago el Menor, se lo menciona así por la notoriedad de Santiago en la Iglesia primitiva "¿No es éste -se preguntan maravillados los habitantes de Nazaret, ante la fama que acompaña a Jesús- el carpintero . . . el hermano de Santiago y de Judas?".

Después de la Ultima Cena, cuando Cristo prometió que se manifestaría a quienes le escuchasen, Judas le preguntó porqué no se manifestaba a todos. Cristo le contestó que Él y su Padre visitarían a todos los que le amasen: "Vendremos a él y haremos en él nuestra morada" (Juan, 14, 22-23). No sabemos nada de la vida de San Judas Tadeo después de la Ascensión del Señor y la venida del Espíritu Santo.

Se atribuye a San Judas una de las epístolas canónicas, que tiene muchos rasgos comunes con la segunda epístola de San Pedro. No está dirigida a ninguna persona ni iglesia particular, y exhorta a los cristianos a "luchar valientemente por la fe que ha sido dada a los santos. Porque algunos en el secreto de su corazón son hombres impíos, que convierten la gracia de nuestro Señor Dios en ocasión de riña, y niegan al único soberano regulador, nuestro Señor Jesucristo".

Es una severa amonestación contra los falsos maestros, y una invitación a conservar la pureza de la fe. Termina su carta con esta bella oración: "Sea gloria eterna a Nuestro Señor Jesucristo, que es capaz de conservarnos libres de pecados, y sin mancha en el alma y con gran alegría".

San Judas Tadeo es uno de los santos más populares a causa de los numerosos favores celestiales que consigue a sus devotos que le rezan con fe, especialmente en cuanto a conseguir empleo o casa.

Santa Brígida cuenta en sus Revelaciones que Nuestro Señor le recomendó que cuando deseara conseguir ciertos favores, los pidiera por medio de San Judas Tadeo.

Con frecuencia se ha confundido a San Judas Tadeo con el San Tadeo de la leyenda de Abgar, y se ha dicho que murió apaciblemente en Beirut de Edessa. Según la tradición occidental, tal como aparece en la liturgia romana, se reunió en Mesopotamia con San Simón, y que ambos predicaron varios años en Persia y ahí fueron martirizados.

Existe un relato del martirio de los dos Apóstoles; pero el texto latino no es ciertamente anterior a la segunda mitad del siglo VI. Dicho documento se ha atribuido a un tal Abdías, de quien se dice que fue discípulo de Simón y Judas, y consagrado por ellos primer obispo de Babilonia.

Según dice la antigua tradición, a San Simón lo mataron aserrándolo por medio, y a San Judas Tadeo le cortaron la cabeza con una hacha, y por eso lo pintan con una hacha en la mano. Por ello, la Iglesia de occidente los celebra juntos, en tanto que la Iglesia de oriente separa sus respectivas fiestas.

San Judas, tal vez, perteneció a la humilde clase de los trabajadores. Eusebio cuenta que fueron acusados ante el emperador Domiciano unos nietos de Judas, por ser parientes del Señor. Pero el emperador los dejó en libertad, al ver sus manos encallecidas por el trabajo.

San Simón El Cananeo


Hermano de San Judas Tadeo

Apóstol y Mártir

En la lista de los apóstoles le suelen llamar siempre Simón el Cananeo, o el Zelote, dos términos que se identifican. Son, en efecto, dos traducciones de un mismo vocablo hebreo, qanná, que quiere decir zelotes o celoso.

Así Simón, apóstol fiel de Jesucristo, encarna en su persona el gran celo del Dios omnipotente; "de hecho, el Dios de Israel se muestra como un ser "celoso" de sí mismo, que no puede en manera alguna tolerar cualquier atentado contra su trascendente majestad" (Ex. 20,5; 34,14).

Simón pertenecía a un partido nacionalista, en el que se habían enlazado indisolublemente la religión y la política. No podemos olvidar que en la historia del pueblo elegido, la preocupación social, religiosa y política iba siempre de la mano.

Simón fue un zelote. Es verdad que en su vida pesaba, sobre todo, el matiz religioso. El celo ardiente por la Ley le quemaba el centro de su alma israelita. Como San Pablo, es Simón un judío entregado plenamente al cumplimiento de las tradiciones paternales. Rozando en su persona el formulismo asfixiante y agobiador de los fariseos.

Pero un día, venturoso para él, se encontró con la mirada del Maestro, y se convirtió sinceramente al Evangelio (Act. 21,20).

Perdido en su humildad, la Providencia ha querido dejarle olvidado en un casto silencio. De todos los apóstoles, él es el menos conocido. La tradición nos dice que predicó la doctrina evangélica en Egipto, y luego en Mesopotamia y después en Persia, ya en compañía de San Judas.

En la lista de los apóstoles aparece ya al final, junto a su compañero San Judas (cf. Mt. 10,3-4; Mc. 3,16,19; Lc. 6,13; Act. 1,13).

Los evangelios no nos conservan de él ni de su hermano San Judas Tadeo ni una palabra más. La tradición, recogida en los martirologios romanos, el de Beda y Adón, y a través de San Jerónimo y San Isidoro, nos dicen que San Simón y San Judas fueron martirizados en Persia.

Afirma esta tradición que los templos de la ciudad de Suamir estaban recargados de ídolos. Los santos apóstoles fueron apresados. Simón fue conducido al templo del Sol, y Judas al de la Luna, para que los adoraran.

Pero ante su presencia los ídolos se derrumbaron estrepitosamente. De sus figuras desmoronadas salieron, dando gritos rabiosos, los demonios en figuras de etíopes.

Los sacerdotes paganos se revolvieron contra los apóstoles y los despedazaron. El azul sereno de los cielos se enlutó de pronto. Una horrible tempestad originó la muerte a gran multitud de gentiles.

El rey, ya cristiano por la predicación de los santos apóstoles, levantó en Babilonia un templo suntuoso, donde reposaron sus cuerpos hasta que fueron trasladados a San Pedro de Roma.

Testimonio Personal: Puedo asegurar que con la silenciosa y decidida intervención de San Judas Tadeo, he podido pagar muchas deudas comerciales, normalizar los papeles legales de mi empresa, y redireccionar mi trabajo hacia una editorial de libros educativos. “Casualmente”, el 28 de Octubre del año 2014, salió publicado el edicto en el Boletín Oficial (algo de lo que nadie puede tener control), y terminé toda esta regularización legal con aumento de capital incluido. Cuando yo le pedí a San Judas Tadeo esta especial intercesión era el año 2007, en las estribaciones de la crisis mundial. Pude cerrar el circuito total de la reorganización siete años después. ¡Muchas Gracias San Judas Tadeo!.

Oración: Concédenos Señor, por medio de tu santo apóstol San Judas Tadeo y de su hermano San Simón Cananeo, la gracia de desterrar de nuestro corazón todos nuestros ídolos, y así hacer espacio en nuestro interior, y puedas venir a vivir dentro nuestro junto a tu Divino Hijo y el Espíritu Santo, y poder lograr, al final de nuestras vidas, como ellos, la morada divina que nos has prometido junto a Ti en el cielo en la Última Cena. Por nuestro Señor Jesucristo Ayer, Hoy y Siempre. Amén.



jueves, 27 de octubre de 2016

27 de Octubre

Santos Vicente, Sabina y Cristeta

Mártires

(304)

Carecería de sólido entendimiento si, menospreciando al Dios verdadero que creó el cielo y formó la tierra, penetró los abismos y ciñó los mares, diese culto a los falsos dioses de leña y piedra, representados en estatuas vanas”



Vicente es visitado por sus hermanas en la prisión. En la otra escena Daciano manda su persecución

Vicente, Sabina y Cristeta son hermanos. Han nacido y viven en Talavera (Toledo). Los tres disfrutan de su juventud —Cristeta, casi niña- y, como en tantos hogares después del fallecimiento de los padres, hace cabeza en Vicente que es el mayor.

Manda en el Imperio la tetrarquía presidida por Diocleciano con el fin de poner término a la decadencia que se viene arrastrando a lo largo del siglo III, por las innumerables causas internas, y por las rebeliones y amenazas cada vez más apremiantes en las fronteras.

Diocleciano, augusto, reside en Nicomedia, y ocupa la cumbre de la jerarquía; su césar Galerio reside en Sirmio y se ocupa de Oriente; Maximiano es el otro augusto que se establece en Milán, con su césar Constancio, en Tréveris, gobiernan Occidente.

El que preside España es Daciano, hombre cruel, bárbaro y perverso, que odia sin límites el nombre cristiano, y que va dejando un riego de mártires en Barcelona y en Zaragoza. Llega a Toledo y sus colaboradores buscan en Talavera a seguidores de Cristo.

Allí es conocido como tal Vicente, que se desvive por la ayuda al prójimo, y es ejemplo de alegría, nobleza y rectitud.

Llevado a la presencia de Decio, se repite el esquema clásico, en parte verídico y en parte poético de las actas de los mártires. Halagos por parte del poderoso juez pagano con promesas fáciles, y por parte del cristiano, profesiones de fe en el Dios que es Trinidad, en Jesucristo-Señor y en la vida eterna prometida.

Amenazas de la autoridad, que se muestra dispuesta a hacer cumplir de modo implacable las leyes, y exposición tan larga como firme de las disposiciones a perder todo antes de la renuncia a la fe nutriente de su vida que hace el cristiano.

Según consta en el acta de martirio, Vicente le dijo a Decio:
Carecería de sólido entendimiento si, menospreciando al Dios verdadero que creó el cielo y formó la tierra, penetró los abismos y ciñó los mares, diese culto a los falsos dioses de leña y piedra, representados en estatuas vanas. Júpiter a quien tú invocas, fue un hombre inútil cuyas maldades y torpezas publican vuestros mismos libros, pero mi Dios es Santo e Inmaculado, uno en esencia y trino en personas, quien por su infinito poder y suma bondad, hizo las obras admirables que en el cielo y la tierra vemos y sabemos, las cuales por todas partes publican su divinidad”.

De ahí se pasa al martirio descrito con tonos en parte dramáticos, y en parte triunfales, con el añadido de algún hecho sobrenatural con el que se manifiesta la complacencia divina ante la fidelidad libre del fiel.

Bueno, pues el caso es que a Vicente lo condenan a muerte por su pertinacia en perseverar en la fe cristiana. Lo meten en la cárcel y, en espera de que se cumpla la sentencia, es visitado por sus dos hermanas que, entre llantos y confirmándole en su decisión de ser fiel a Jesucristo, le sugieren la posibilidad de una fuga con el fin de que, sin padres que les tutelen, siga él siendo su apoyo y valedor.

La escapada se realiza, gracias a un guardia piadoso, pero los soldados romanos los encuentran en la cercana Ávila donde son los tres martirizados, en el año 304.

El amor a Dios no supone una dejación, olvido o deserción de los nobles compromisos humanos. Vicente, aceptando los planes divinos hasta el martirio, hizo cuanto legítimamente estuvo de su parte para sacar adelante su compromiso familiar.


Oración: Señor mío que por intercesión de San Vicente, Sabina y Cristeta, nos ayudes a crecer en la Fe Verdadera, y aceptar con dignidad las pruebas de nuestra Vida, forjando mediante ellas una piadosa relación filial contigo, basada en las enseñanzas de tu Divino Hijo y los Apóstoles. Por Nuestro Señor Jesucristo que Vive por Siempre. Amén.