3 De Marzo de 2024
SAN EMETERIO y SAN CELEDONIO
(298)
Soldados,
hermanos y mártires
Cuenta
el relato, que los que presencian el martirio, ven, asombrados, cómo
suben al cielo, el anillo de Emeterio, y el pañuelo de Celedonio,
como señal de su triunfo señero.
El poeta hispano Prudencio recogió en verso, los relatos de la muerte de Emeterio y Celedonio.
Calahorra
– ubicada en la Rioja, España - está unida a estos soldados, por
el hecho de su martirio, y quizás también por ser el lugar de su
nacimiento. Otros señalan a León, como cuna, por los libros de
rezos leoneses -antifonarios, leccionarios y breviarios del siglo
XIII- al interpretar «ex legione» como lugar de su proveniencia,
cuando parece ser que la frase latina, es mejor referida a la Legión
Gemina Pia Felix a la que pertenecieron, y que estuvo acampada cerca
de la antigua Lancia, hoy León, según se encuentra en el documento
histórico denominado "Actas de Tréveris" del siglo
VII.
En la parte alta de Calahorra, está la iglesia del
Salvador -probablemente en testimonio perpetuo del hecho martirial-
por donde antes estuvo, un convento franciscano, y antes aún, la
primitiva catedral visigótica que debió construirse, según la
costumbre de la época, junto a la residencia real, para defensa ante
posibles invasiones, y que fue destruida por los musulmanes, en la
invasión del 923, según consta en el códice primero del archivo
catedralicio.
No se conocen las circunstancias del martirio de
estos santos; no las refiere Prudencio. ¡Qué pena que el emperador
Diocleciano, ordenara quemar los códices antiguos, y expurgar los
escritos de su tiempo!. Con ello intentó, por lo que nos refiere
Eusebio, que no quedara constancia, ni sirviera como propaganda de
los mártires, y evitar que se extendiera el incendio.
Tampoco
hay en el relato, nombres que faciliten una aproximación. ¿Fue al
comienzo del siglo IV, en la persecución de Diocleciano?. Parece
mejor inclinarse con La Fuente, por la mitad del siglo III, en la de
Valeriano, contando con que algún otro retrotraiga la historia hasta
el siglo II.
Cierto es que Prudencio nació hacia el 350,
deja escrita en su verso, la historia antes del 401, cuando se marcha
a Italia, hablando de ella como de suceso muy remoto, y no debe
referirse con esto al tiempo de Daciano (a. 304), porque esta época
ya fue conocida por los padres del poeta.
Es bueno además,
no perder de vista que el narrador antiguo, no es tan exacto en la
datación de los hechos, como la actual crítica, siendo frecuente
toparse con anacronismos, poco respetuosos con la historia.
El
caso es que Emeterio y Celedonio -hermanos de sangre según algunos
relatores- que fueron honrados, con la condecoración romana de
origen galo, llamada torques, por los méritos al valor, al arrojo
guerrero y disciplina marcial, ahora se ven en la disyuntiva de
elegir, entre la apostasía de la fe, o el abandono de la profesión
militar. Así son de cambiantes los galardones de los hombres.
Por
su disposición sincera, a dar la vida por Jesucristo, primero sufren
larga prisión, hasta el punto de crecerles el cabello. En la soledad
y retiro obligados, bien pudieron ayudarse entre ellos, glosando la
frase del Evangelio, que era el momento de «dar a Dios lo que es
de Dios», después de haberle ya dado al César lo que le
pertenecía.
Su reciedumbre castrense, les ha preparado para
resistir los razonamientos, promesas fáciles, amenazas y tormentos.
En el arenal del río Cidacos, se fija el lugar y momento del
ajusticiamiento. Cuenta el relato, que los que presencian el
martirio, ven, asombrados, cómo suben al cielo, el anillo de
Emeterio, y el pañuelo de Celedonio, como señal de su triunfo
señero.
Muy pronto el pueblo calagurritano, comenzó a dar
culto a los mártires.
Sus restos se llevaron a la catedral
del Salvador; con el tiempo, las iglesias de Vizcaya y Guipúzcoa,
con otras hispanas y medio día de Francia, dispusieron de preciosas
reliquias.
Junto al arenal, que recogió la sangre vertida, se
levanta la catedral que guarda sus cuerpos. Hoy Emeterio y Celedonio,
los santos cantados por su paisano Prudencio, y recordados por sus
compatriotas Isidoro y Eulogio, son los patronos de Calahorra que los
tiene por hermanos o de sangre o -lo que es mayor vínculo- de
patria, de ideal, de profesión, de fe, de martirio y de gloria.
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