10 De Marzo de 2024
Los 40 soldados mártires de Sebaste
Armenia
(a. 320)
“Cuarenta,
Señor, bajamos al estanque congelado; haz que los cuarenta seamos
coronados”
La
Legión XII Fulminata, se hizo célebre entre los cristianos del
siglo IV, por el martirio de 40 de sus soldados. Junto a la Legión
XV Apollinaris, tenía a su cargo la defensa de Asia Menor. En el
año 312 Constantino y Licinio, publicaron un edicto favorable a los
cristianos. Majencio había sido derrotado, el 28 de Abril de ese
año, junto al puente Milvio, y quedaba Constantino, como único
emperador de Occidente.
En Oriente, vencido Maximiano Daia, es
Licinio el único dueño. Constantino y Licinio son emperadores
asociados. Por ese momento, hay abundantes cristianos enrolados en
las filas del ejército, por la tranquilidad que por esos años, los
fieles cristianos van disfrutando, al amparo del edicto imperial.
En lenguaje de Eusebio, el ambicioso Licinio se quita la
máscara, e inicia en Oriente una cruenta persecución contra los
cristianos. La verdad histórica del martirio, con sus detalles más
nimios, no llega uniformemente a nuestros tiempos.
La
predicación viva de su entrega hasta la muerte -propuesta una y otra
vez como paradigma a los fieles- está necesariamente adaptada, a la
necesidad interior de los diferentes auditorios; esto hace que se
resalten más unos aspectos que otros, según lo requiera el mayor
provecho espiritual, a los distintos oyentes, y probablemente ahí
radique la diferencia de las memorias.
San Gregorio de Nisa,
apologista acérrimo de los soldados mártires, sitúa el lugar del
martirio en Armenia, cerca de la actual Sivas, en la ciudad de
Sebaste. Fue en el año 320, y en un estanque helado. (San Efrén, al
comentarlo, debió imaginarlo tan grande que lo llamó “lago”)
Dice que de la XII Fulminata, cuarenta hombres aguerridos,
prefirieron la muerte gélida, a renunciar a su fe cristiana.
Sobre
el hielo, y hundiéndose en el rigor del agua fría, los soldados,
con sus miembros yertos, se animan mutuamente orando: “Cuarenta,
Señor, bajamos al estan que congelado, haz que los cuarenta seamos
coronados”.
Quieren ser fieles hasta la muerte, pero uno
de ellos flaquea y se escapa; el encargado de su custodia, asombrado
por la entereza de los que mueren, y aborreciendo la cobardía del
que huye, entra en el agua congelada, y completa el número de los
que enteros, mantienen su ideal con perseverancia.
Los
sepultaron, también juntos en el Ponto, dato difícil de
interpretar, por ser armenios los mártires. Pronto comenzó el culto
a los soldados, y se propagó por Constantinopla, Palestina -donde
santa Melania la Joven, construyó un monasterio, poniéndolo bajo su
protección-, de Roma y de allí a toda la cristiandad.
La
antigüedad cristiana, vibraba con la celebración del heroísmo de
sus soldados; admiró la valentía, la constancia, el
desprendimiento, la renuncia a una vida larga y privilegiada.
Deseaban las iglesias particulares, conseguir alguna de sus
reliquias, tanto que San Gaudencio, afirma se valoraban más que el
oro, y San Gregorio Niseno las apreciaba, hasta el punto de
colocarlas, junto a los cuerpos de sus padres, para que en la
resurrección última, lo hicieran junto a sus valientes
intercesores.
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