miércoles, 31 de julio de 2019


Cuarta Feria, 31 de julio

San Ignacio de Loyola
FUNDADOR DE LA COMPAÑÍA DE JESUS (jesuitas)
(1491-1556)


San Ignacio
Por Pedro Pablo Rubens (1620-22)

"Ad Majorem Dei Gloriam"
"Para mayor gloria de Dios"
(lema de San Ignacio)

IHS - "IHS": monograma del nombre de Jesucristo

Patrono de los ejercicios espirituales y retiros

Quien ama verdaderamente, no está nunca ocioso”

Hemos sido creados para Alabar y Servir a Dios, y mediante esto, salvar nuestra alma”

Desde el principio de la cristiandad, la nómina sacra (nombre sagrado) de Iesous Christos (Jesucristo), se abrevia de varias formas.

Las tres primeras letras de la palabra "Jesús", en griego son: IHC. Estas se transliteraron al latín como IHS.

Sentido latino: "I": Iesus (Jesús), "H": Hominum (de los hombres), "S": Salvator" (Salvador) = Jesús, Salvador de los hombres. Aunque ésta, no representa el significado original griego, felizmente se refiere y honra, al mismo Jesucristo.

San Bernardo (siglo XII), insistió mucho en la devoción al Santo Nombre de Jesús; en el siglo XIV, con el beato Juan Colombini (d. 1367). San Vicente Ferrer (d. 1419), y San Bernardino de Siena (d. 1444), adoptaron este monograma IHS. San Ignacio de Loyola, adoptó el monograma en su sello, como general de los jesuitas (1541), por lo que se convirtió en el emblema de la orden.



Breve
San Ignacio nació en el año 1491, en Loyola, en las provincias vascongadas; su vida transcurrió primero, entre la corte real y la milicia; luego se convirtió, y estudió teología en París, donde se le juntaron los primeros compañeros, con los que había de fundar más tarde, en Roma, la Compañía de Jesús.

Ejerció un fecundo apostolado con sus escritos, y con la formación de discípulos, que habían de trabajar intensamente, por la reforma de la Iglesia. Murió en Roma, en el año 1556.

Cronología de La Vida de San Ignacio De Loyola

1491- Año probable, del nacimiento de Ignacio de Loyola.

1521- Colabora en la defensa de Pamplona, acosada por el rey de Francia. Es herido en la pierna derecha, y enviado a Loyola, donde pasa la convalecencia. En este tiempo, caen en sus manos, algunos libros piadosos, que le hacen descubrir en la vida de Jesús, y de los Santos, un nuevo horizonte en su vida. Se produce en Ignacio, una primera conversión. Experimenta igualmente, una lucha interior, entre los deseos piadosos, y los deseos mundanos.

1522- San Ignacio comienza una peregrinación, al Santuario de Nuestra Señora de Montserrat. Una vez en Montserrat, hace una confesión general, y deja sus vestidos, y su espada. Continúa el camino hacia Manresa, donde da comienzo a una vida de pobreza, oración y penitencia. Después de un tiempo de turbación, escrúpulos, dudas y angustias, vivirá una singular experiencia de Dios, que recordará toda la vida: "la ilustración del Cardoner". Igualmente comenzará a formular, su experiencia espiritual, con lo que da comienzo, a lo que más adelante será, el libro de los Ejercicios Espirituales.

1527-A lo largo de este año, Ignacio vivirá dos procesamientos, y será encarcelado. Al salir de la prisión, viaja a Salamanca. Nuevamente tendrá procesos inquisitoriales; se le prohíbe predicar y enseñar materias teológicas, por no haber hecho suficientes estudios. Ignacio decide marcharse de Salamanca, pasa por Barcelona, y se encamina a París.

1538- San Ignacio celebra su primera misa, en la iglesia de ¨Santa María la Maggiore¨.

1540- Paulo III, confirma la fundación de la Compañía de Jesús.

1541- Ignacio comienza la redacción, de las Constituciones de la Compañía, y es elegido superior general de la misma. A partir de este momento, Ignacio vivirá permanentemente en Roma.

1556- Muerte de San Ignacio de Loyola. Es enterrado en el lugar donde actualmente está, la iglesia del Gesú en Roma.

1609- El Papa Paulo V, beatifica a Ignacio de Loyola.

1622- Canonización de Ignacio de Loyola, por el Papa Gregorio XV.

Reflexiones claves del Diario Espiritual de San Ignacio De Loyola
- Dios me ama, más que yo a mí mismo.
- ¡Siguiéndoos, Jesús, no me puedo perder!
- Dios proveerá, lo que le parezca mejor.
- ¡Señor, soy un niño! ¿A dónde me lleváis?
- ¡Jesús, por nada del mundo te dejaría!
- ¿Qué queréis, Señor, de mí?
- ¡Señor, sostenedme con vuestra gracia!
- ¡No merezco, Señor, cuanto recibo!
- ¡Dadme, Señor, vuestro amor y gracia, éstas me bastan!
- Jesús, sé mi guía, condúceme.

Vida de San Ignacio de Loyola

SAN IGNACIO nació probablemente, en el año 1491, en el castillo de Loyola, en Azpeitia, población de Guipúzcoa, cerca de los Pirineos. Su padre, don Bertrán, era señor de Ofiaz y de Loyola, jefe de una de las familias, más antiguas y nobles de la región. Y no era menos ilustre, el linaje de su madre, Marina Sáenz de Licona y Balda.

Iñigo (pues ése fue el nombre que recibió el santo, en el bautismo), era el más joven de los ocho hijos y tres hijas, de la noble pareja. Iñigo luchó contra los franceses, en el norte de Castilla. Pero su breve carrera militar, terminó abruptamente, el 20 de mayo de 1521, cuando una bala de cañón, le rompió la pierna durante la lucha, en defensa del castillo de Pamplona. Después de que Iñigo fue herido, la guarnición española capituló.

Los franceses no abusaron de la victoria, y enviaron al herido, en una litera al castillo de Loyola (su hogar). Como los huesos de la pierna se soldaron mal, los médicos consideraron necesario quebrarlos nuevamente. Iñigo se decidió a favor de la operación, y la soportó estoicamente, ya que anhelaba regresar a sus anteriores andanzas, a todo costo.

Pero como consecuencia, tuvo un fuerte ataque de fiebre, con tales complicaciones, que los médicos pensaron que el enfermo, moriría antes del amanecer, de la fiesta de San Pedro y San Pablo. Sin embargo, empezó a mejorar, aunque la convalecencia, duró varios meses.

No obstante, la operación de la rodilla rota, presentaba todavía una deformidad. Iñigo insistió en que los cirujanos, cortasen la protuberancia, y pese a que éstos le advirtieron, que la operación sería muy dolorosa, no quiso que le atasen ni le sostuviesen, y soportó la despiadada carnicería, sin una queja.

Para evitar que la pierna derecha, se acortase demasiado, Iñigo permaneció varios días con ella estirada mediante unas pesas. Con tales métodos, nada tiene de extraño, que haya quedado cojo, para el resto de su vida.

Con el objeto de distraerse, durante la convalecencia, Iñigo pidió algunos libros de caballería (aventuras de caballeros en la guerra), a los que siempre había sido muy afecto.

Pero lo único que se encontró, en el castillo de Loyola, fue una historia de Cristo, y un volumen de vidas de santos. Iñigo los comenzó a leer para pasar el tiempo, pero poco a poco, empezó a interesarse tanto, que pasaba días enteros, dedicado a la lectura. Y se decía: "Si esos hombres, estaban hechos del mismo barro que yo, bien yo puedo hacer, lo que ellos hicieron".

Inflamado por el fervor, se proponía ir en peregrinación, a un santuario de Nuestra Señora, y entrar como hermano lego, a un convento de cartujos. Pero tales ideas eran intermitentes, pues su ansiedad de gloria, y su amor por una dama, ocupaban todavía sus pensamientos.

Sin embargo, cuando volvía a abrir el libro de la vida de los santos, comprendía la futilidad de la gloria mundana, y presentía que sólo Dios, podía satisfacer su corazón. Las fluctuaciones duraron algún tiempo.

Ello permitió a Iñigo, observar un contraste en su vida: en tanto que los pensamientos que procedían de Dios, le dejaban lleno de consuelo, paz y tranquilidad, los pensamientos vanos, le procuraban cierto deleite, pero no le dejaban sino amargura, y vacío en el corazón. Finalmente, Iñigo resolvió imitar a los santos, y empezó por hacer toda penitencia corporal posible, y llorar sus pecados.

Le visita la Virgen; purificación en Manresa
Una noche, se le apareció la Madre de Dios, rodeada de luz, y llevando en los brazos a Su Hijo. La visión consoló profundamente a Ignacio. Al terminar la convalecencia, hizo una peregrinación, al santuario de Nuestra Señora de Montserrat, donde determinó llevar vida de penitente.

Su propósito, era llegar a Tierra Santa, y para ello, debía embarcarse en Barcelona, que está muy cerca de Montserrat.

La ciudad se encontraba cerrada, por miedo a la peste que azotaba la región. Así tuvo que esperar, en el pueblecito de Manresa, no lejos de Barcelona, y a tres leguas de Montserrat.

El Señor, tenía otros designios más urgentes para Ignacio, para ese momento de su vida. Lo que quería, era llevarlo a la profundidad, de la entrega en oración y total pobreza. Se hospedó ahí, unas veces en el convento de los dominicos, y otras en un hospicio de pobres. Para orar y hacer penitencia, se retiraba a una cueva de los alrededores. Así vivió durante casi un año.

"A fin de imitar a Cristo, nuestro Señor, y asemejarme a Él, de verdad, cada vez más, quiero y escojo la pobreza con Cristo; pobre más que la riqueza; las humillaciones con Cristo humillado, más que los honores; y prefiero ser tenido por idiota y loco, por Cristo, el primero que ha pasado por tal, antes que como sabio y prudente, en este mundo". Se decidió a "escoger el Camino de Dios, en vez del camino del mundo", hasta lograr alcanzar su santidad.

A las consolaciones de los primeros tiempos, sucedió un período de aridez espiritual; ni la oración, ni la penitencia, conseguían ahuyentar, la sensación de vacío que encontraba en los sacramentos, y la tristeza que le abrumaba. A ello se añadía, una violenta tempestad de escrúpulos, que le hacían creer, que todo era pecado, y le llevaron al borde de la desesperación.

En esa época, Ignacio empezó a anotar algunas experiencias, que iban a servirle para el libro de los "Ejercicios Espirituales". Finalmente, el santo salió de aquella noche oscura, y el más profundo gozo espiritual, sucedió a la tristeza. Aquella experiencia, dio a Ignacio una habilidad singular, para ayudar a los escrupulosos, y un gran discernimiento, en materia de dirección espiritual.

Más tarde, confesó al Padre Laínez, que en una hora de oración en Manresa, había aprendido más, de lo que pudiesen haberle enseñado, todos los maestros en las universidades.

Sin embargo, al principio de su conversión, Ignacio estaba tan sugestionado, por la mentalidad del mundo, que al oír a un moro blasfemar de la Santísima Virgen, se preguntó si su deber de caballero cristiano, no consistía en dar muerte al blasfemo, y sólo la intervención de la Providencia, le libró de cometer ese crimen.

Tierra Santa
En febrero de 1523, Ignacio por fin, partió en peregrinación a Tierra Santa. Pidió limosna en el camino, se embarcó en Barcelona; pasó la Pascua en Roma, tomó otra nave en Venecia, con rumbo a Chipre, y de ahí se trasladó a Jaffa.

Del puerto, a lomo de mula, se dirigió a Jerusalén, donde tenía el firme propósito, de establecerse. Pero al fin de su peregrinación por los Santos Lugares, el franciscano encargado de guardarlos, le ordenó que abandonase Palestina, temeroso de que los mahometanos, enfurecidos por el proselitismo de Ignacio, le raptasen, y pidiesen rescate por él.

Por lo tanto, el joven renunció a su proyecto y obedeció, aunque no tenía la menor idea, de lo que iba a hacer, al regresar a Europa. Otra vez, la Divina Providencia, tenía designios para esta alma tan generosa.

De nuevo en España, donde es encarcelado por la Inquisición
En 1524, llegó de nuevo a España, donde se dedicó a estudiar, pues "pensaba que eso, le serviría para ayudar a las almas". Una piadosa dama de Barcelona, llamada Isabel Roser, le asistió, mientras estudiaba la gramática latina en la escuela. Ignacio tenía entonces treinta y tres años, y no es difícil imaginar, lo penoso que debe ser, estudiar la gramática a esa edad.

Al principio, Ignacio estaba tan absorto en Dios, que olvidaba todo lo demás; así, la conjugación del verbo latino "amare", se convertía en un simple pretexto, para pensar: "Amo a Dios. Dios me ama". Sin embargo, el santo hizo ciertos progresos en el estudio, aunque seguía practicando las austeridades, y dedicándose a la contemplación, y soportaba con paciencia y buen humor, las burlas de sus compañeros de escuela, que eran mucho más jóvenes que él.

Al cabo de dos años de estudios en Barcelona, pasó a la Universidad de Alcalá, a estudiar lógica, física y teología; pero la multiplicidad de materias, no hizo más que confundirle, a pesar de que estudiaba, noche y día. Se alojaba en un hospicio, vivía de limosna, y vestía un áspero hábito gris.

Además de estudiar, instruía a los niños, organizaba reuniones de personas espirituales, en el hospicio, y convertía a numerosos pecadores, con sus reprensiones, llenas de mansedumbre.

Había en España, muchas desviaciones de la devoción. Como Ignacio carecía de los estudios, y la autoridad para enseñar, fue acusado ante el vicario general del obispo, quien le tuvo prisionero durante cuarenta y dos días, hasta que finalmente, absolvió de toda culpa a Ignacio, y a sus compañeros, pero les prohibió llevar un hábito particular, y enseñar durante los tres años siguientes. Ignacio se trasladó entonces con sus compañeros, a Salamanca.

Pero pronto, fue nuevamente acusado, de introducir doctrinas peligrosas. Después de tres semanas de prisión, los inquisidores le declararon inocente. Ignacio consideraba la prisión, los sufrimientos y la ignominia, como pruebas que Dios le mandaba, para purificarle y santificarle. Cuando recuperó la libertad, resolvió abandonar España. En pleno invierno, hizo el viaje a París, a donde llegó en febrero de 1528.

Estudios en París
Los dos primeros años, los dedicó a perfeccionarse en el latín, por su cuenta. Durante el verano iba a Flandes, y aun a Inglaterra, a pedir limosna a los comerciantes españoles, establecidos en esas regiones. Con esa ayuda, y la de sus amigos de Barcelona, podía estudiar durante el año. Pasó tres años y medio, en el Colegio de Santa Bárbara, dedicado a la filosofía.

Ahí indujo a muchos de sus compañeros, a consagrar los domingos, y días de fiesta a la oración, y a practicar con mayor fervor, la vida cristiana. Pero el maestro Peña, juzgó que con aquellas prédicas, impedía a sus compañeros estudiar, y predispuso contra Ignacio al doctor Guvea, rector del colegio, quien condenó a Ignacio, a ser azotado, para desprestigiarle entre sus compañeros.

Ignacio no temía al sufrimiento, ni a la humillación, pero con la idea de que el ignominioso castigo, podía apartar del camino del bien, a aquéllos a quienes había ganado, fue a ver al rector, y le expuso modestamente las razones de su conducta.

Guvea no respondió, pero tomó a Ignacio por la mano, le condujo al salón, en que se hallaban reunidos todos los alumnos, y le pidió públicamente perdón, por haber prestado oídos, con ligereza, a los falsos rumores. En 1534, a los cuarenta y tres años de edad, Ignacio obtuvo el título de maestro en artes, de la Universidad de París.

El Señor le da compañeros
Las palabras fervorosas de Ignacio, llenas del Espíritu Santo, abrió los corazones de algunos compañeros. Por aquella época, se unieron a Ignacio, otros seis estudiantes de teología: Pedro Fabro, que era sacerdote de Saboya; Francisco Javier, un navarro; Laínez y Salmerón, que brillaban mucho en los estudios; Simón Rodríguez, originario de Portugal, y Nicolás Bobadilla.

Movidos por las exhortaciones de Ignacio, aquellos fervorosos estudiantes, hicieron voto de pobreza, de castidad, y de ir a predicar el Evangelio en Palestina; o si esto último resultaba imposible, de ofrecerse al Papa, para que los emplease en el servicio de Dios, como mejor lo juzgase.

La ceremonia, tuvo lugar en una capilla de Montmartre, donde todos recibieron la comunión, de manos de Pedro Fabro, quien acababa de ordenarse sacerdote. Era el día de la Asunción de la Virgen, del año 1534. Ignacio mantuvo entre sus compañeros el fervor, mediante frecuentes conversaciones espirituales, y la adopción de una sencilla regla de vida.

Poco después, hubo de interrumpir sus estudios de teología, pues el médico le ordenó, que fuese a tomar un poco los aires natales, ya que su salud dejaba mucho que desear. Ignacio partió de París, en la primavera de 1535. Su familia le recibió con gran gozo, pero el santo, se negó a habitar en el castillo de Loyola, y se hospedó en una pobre casa de Azpeitia.

Bendición del Papa; aparición del Señor
Dos años más tarde, se reunió con sus compañeros en Venecia. Pero la guerra entre venecianos y turcos, les impidió embarcarse hacia Palestina. Los compañeros de Ignacio, que eran ya diez, se trasladaron a Roma; Paulo III los recibió muy bien, y concedió a los que todavía no eran sacerdotes, el privilegio de recibir las órdenes sagradas, de manos de cualquier obispo.

Después de la ordenación, se retiraron a una casa, de las cercanías de Venecia, a fin de prepararse para los ministerios apostólicos. Los nuevos sacerdotes, celebraron la primera misa, entre septiembre y octubre, excepto Ignacio, quien la difirió más de un año, con el objeto de prepararse mejor para ella.

Como no había ninguna probabilidad, de que pudiesen trasladarse a Tierra Santa, quedó decidido finalmente que Ignacio, Fabro y Laínez irían a Roma a ofrecer sus servicios al Papa.

También resolvieron, que si alguien les preguntaba, el nombre de su asociación, responderían que pertenecían a la Compañía de Jesús (San Ignacio no empleó nunca el nombre de "jesuita". Este nombre comenzó como un apodo), porque estaban decididos, a luchar contra el vicio y el error, bajo el estandarte de Cristo.

Durante el viaje a Roma, mientras oraba en la capilla de "La Storta", el Señor se apareció a Ignacio, rodeado por un halo de luz inefable, pero cargado con una pesada cruz. Cristo le dijo: "Ego vobis Romae propitius ero" (Os seré propicio en Roma).

Paulo III nombró al padre Fabro, profesor en la Universidad de la Sapienza, y confió a Laínez, el cargo de explicar la Sagrada Escritura. Por su parte, Ignacio se dedicó a predicar los Ejercicios, y a catequizar al pueblo. El resto de sus compañeros, trabajaba en forma semejante, a pesar de que ninguno de ellos, dominaba todavía el italiano.

La Compañía de Jesús
Ignacio y sus compañeros, decidieron formar una congregación religiosa, para perpetuar su obra. A los votos de pobreza y castidad, debía añadirse el de obediencia, para imitar más de cerca al Hijo de Dios, que se hizo obediente hasta la muerte.

Además, había que nombrar a un superior general, a quien todos obedecerían, el cual ejercería el cargo de por vida, y con autoridad absoluta, sujeto en todo a la Santa Sede.

A los tres votos arriba mencionados, se agregaría, el de ir a trabajar por el bien de las almas, adondequiera que el Papa lo ordenase. La obligación de cantar en común, el oficio divino, no existiría en la nueva orden, "para que eso no distraiga, de las obras de caridad, a las que nos hemos consagrado". No por eso, descuidaban la oración, que debía tomar al menos, una hora diaria.

La primera de las obras de caridad, consistiría en "enseñar a los niños, y a todos los hombres, los mandamientos de Dios". La comisión de cardenales que el Papa nombró, para estudiar el asunto, se mostró adversa al principio, con la idea de que ya había en la Iglesia, bastantes órdenes religiosas; pero un año más tarde, cambió de opinión, y Paulo III aprobó la Compañía de Jesús, por una bula emitida, el 27 de septiembre de 1540.

Ignacio fue elegido, primer general de la nueva orden, y su confesor le impuso, por obediencia, que aceptase el cargo. Empezó a ejercerlo, el día de Pascua de 1541, y algunos días más tarde, todos los miembros, hicieron los votos, en la basílica de San Pablo Extramuros.

Ignacio pasó el resto de su vida en Roma, consagrado a la colosal tarea, de dirigir la orden que había fundado. Entre otras cosas, fundó una casa, para alojar a los neófitos judíos, durante el período de la catequesis, y otra casa para mujeres arrepentidas.

En cierta ocasión, alguien le hizo notar, que la conversión de tales pecadoras, rara vez es sincera, a lo que Ignacio respondió: "Estaría yo dispuesto, a sufrir cualquier cosa, por el gozo de evitar un solo pecado". Rodríguez y Francisco Javier, habían partido a Portugal en 1540. Con la ayuda del rey Juan III, Javier se trasladó a la India, donde empezó a ganar, un nuevo mundo para Cristo.

Los padres Goncalves, y Juan Nuñez Barreto, fueron enviados a Marruecos, a instruir y asistir, a los esclavos cristianos. Otros cuatro misioneros, partieron al Congo; algunos más fueron a Etiopía, y a las colonias portuguesas, de América del Sur.

Un baluarte de verdad y orden, ante el protestantismo
El Papa Paulo III, nombró como teólogos suyos, en el Concilio de Trento, a los padres Laínez y Salmerón. Antes de su partida, San Ignacio les ordenó, que visitasen a los enfermos y a los pobres, y que en las disputas, se mostrasen modestos y humildes, y que se abstuviesen, de desplegar presuntuosamente su ciencia, y de discutir demasiado.

Pero sin duda, que entre los primeros discípulos de Ignacio, el que llegó a ser más famoso en Europa, por su saber y virtud, fue San Pedro Canisio, a quien la Iglesia venera actualmente como Doctor.

En 1550, San Francisco de Borja, le regaló una suma considerable, para la construcción del Colegio Romano. San Ignacio, hizo de aquel colegio, el modelo de todos los otros de su orden, y se preocupó por darle los mejores maestros, y facilitar lo mejor posible, el progreso de la ciencia.

El santo dirigió también, la fundación del Colegio Germánico de Roma, en el que se preparaban los sacerdotes, que iban a trabajar, en los países invadidos por el protestantismo. En vida del santo, se fundaron universidades, seminarios y colegios, en diversas naciones. Puede decirse que San Ignacio, echó los fundamentos de la obra educativa, que había de distinguir a la Compañía de Jesús, y que tanto iba a desarrollarse con el tiempo.

En 1542, desembarcaron en Irlanda, los dos primeros misioneros jesuitas, pero el intento fracasó. Ignacio ordenó, que se hiciesen oraciones por la conversión de Inglaterra, y entre los mártires de Gran Bretaña, se cuentan veintinueve jesuitas. La actividad de la Compañía de Jesús en Inglaterra, es un buen ejemplo, del importantísimo papel que desempeñó, en la contrarreforma.

Ese movimiento tenía el doble fin, de dar nuevo vigor a la vida de la Iglesia, y de oponerse al protestantismo.

La Compañía de Jesús, era exactamente, lo que se necesitaba en el siglo XVI, para contrarrestar la Reforma. La revolución y el desorden, eran las características de la Reforma. La Compañía de Jesús, tenía por características, la obediencia, y la más sólida cohesión.

Se puede afirmar, sin pecar contra la verdad histórica, que los jesuitas atacaron, rechazaron y derrotaron, la revolución de Lutero, y con su predicación y dirección espiritual, reconquistaron a las almas, porque predicaban sólo a Cristo, y a Cristo crucificado. Tal era el mensaje de la Compañía de Jesús, y con él, mereció y obtuvo la confianza y la obediencia, de las almas" (cardenal Manning).

A este propósito, citaremos las instrucciones que San Ignacio, dio a los padres que iban a fundar un colegio en Ingolstadt, acerca de sus relaciones con los protestantes: "Tened gran cuidado, en predicar la verdad, de tal modo que si acaso hay entre los oyentes, un hereje, le sirva de ejemplo de caridad, y moderación cristianas. No uséis de palabras duras, ni mostréis desprecio por sus errores". El santo escribió, en el mismo tono, a los padres Broet y Salmerón, cuando se aprestaban a partir para Irlanda.

Una de las obras más famosas y fecundas de Ignacio, fue el libro de “Los Ejercicios Espirituales”. Es la obra maestra, de la ciencia del discernimiento. Empezó a escribirlo en Manresa, y lo publicó por primera vez en Roma, en 1548, con la aprobación del Papa.

Los Ejercicios, cuadran perfectamente, con la tradición de santidad de la Iglesia. Desde los primeros tiempos, hubo cristianos que se retiraron del mundo, para servir a Dios, y la práctica de la meditación, es tan antigua como la Iglesia.

Lo nuevo en el libro de San Ignacio, es el orden y el sistema de las meditaciones. Si bien, las principales reglas y consejos que da el santo, se hallan diseminados en las obras de los Padres de la Iglesia, San Ignacio tuvo el mérito de ordenarlos metódicamente, y de formularlos con perfecta claridad.

La prudencia y caridad, del gobierno de San Ignacio, le ganó el corazón de sus súbditos. Era con ellos, afectuoso como un padre, especialmente con los enfermos, a los que se encargaba de asistir personalmente, procurándoles el mayor bienestar material y espiritual posible.

Aunque San Ignacio era superior, sabía escuchar con mansedumbre, a sus subordinados, sin perder por ello nada de su autoridad. En las cosas en que no veía claro, se atenía humildemente al juicio de otros.

Era gran enemigo, del empleo de los superlativos, y de las afirmaciones demasiado categóricas, en la conversación. Sabía sobrellevar con alegría las críticas, pero también sabía reprender a sus súbditos, cuando veía que la necesitaban.

En particular, reprendía a aquéllos, a quienes el estudio, los volvía orgullosos o tibios, en el servicio de Dios, pero fomentaba, por otra parte, el estudio, y deseaba que los profesores, predicadores y misioneros, fuesen hombres de gran ciencia. La corona de las virtudes de San Ignacio, era su gran amor a Dios. Con frecuencia repetía estas palabras, que son el lema de su orden: "A la mayor gloria de Dios".

A ese fin, refería el santo todas sus acciones, y toda la actividad de la Compañía de Jesús. También decía frecuentemente: "Señor, ¿qué puedo desear fuera de Ti?". Quien ama verdaderamente, no está nunca ocioso. San Ignacio ponía su felicidad, en trabajar por Dios, y sufrir por su causa.

Tal vez, se ha exagerado algunas veces, el "espíritu militar" de Ignacio, y de la Compañía de Jesús, y se han olvidado de la simpatía, y del don de amistad del santo, por admirar su energía, y espíritu de empresa.

Durante los quince años, que duró el gobierno de San Ignacio, la orden aumentó de diez a mil miembros, y se extendió en nueve países europeos, en la India y el Brasil. Como en esos quince años, el santo había estado enfermo quince veces, nadie se alarmó, cuando enfermó una vez más. Murió súbitamente, el 31 de julio de 1556, sin haber tenido siquiera tiempo, de recibir los últimos sacramentos.

Fue canonizado en 1622, y Pío XI le proclamó patrono de los ejercicios espirituales y retiros.

-Adaptado del trabajo de Alban Butler et all, edición en español de R.P. Wilfredo Guinea. La Vida de los Santos de Butler, vol. 3. (Chicago USA: Rand McNally, 1965) pg.222-228.

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Santos jesuitas
Estos son algunos de los 48 santos y beatos jesuitas. Entre ellos hay muchos mártires.

San Alonso Rodríguez -Viudo, religioso, portero.
San Claudio de la Colombiere -Apóstol del Sagrado Corazón.
San Edmundo Campion -Mártir inglés
San Estanislao Kostka -Patrono de novicios, polaco.
San Francisco de Borja -Virrey de Cataluña, España, Tercer General de los jesuitas.
San Francisco Javier -Patrón de los misioneros. Misionero a la India y Japón. Muere ante las costas de China.
San Ignacio de Loyola -fundador de la orden.
San Isaac Yogues, y compañeros mártires de Norte América.
San Juan de Brito -y compañeros mártires en la China.
San Luis Gonzaga -Patrón de la juventud cristiana.
Beato Miguel Pro -Mártir mexicano
San Pablo Miki y compañeros -Mártires japoneses.
San Pedro Canisio -Doctor de la Iglesia, segundo evangelizador de Alemania.
San Pedro Claver -Misionero con los esclavos de Colombia.
San Roberto Belarmino -Doctor de la Iglesia, defensor de la doctrina, durante y después de la Reforma.
San Roque Gonzales de Santa Cruz -Mártir paraguayo.

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San Ignacio es el gran maestro, del discernimiento de espíritus.

Juan Pablo II dijo: "Ignacio supo obedecer, cuando en pleno restablecimiento de sus heridas, la voz de Dios resonó con fuerza, en su corazón. Fue sensible a la inspiración del Espíritu Santo..."

Por el discernimiento de espíritu, entendemos la capacidad de distinguir, cuando nos habla el Espíritu Santo, y cuando lo hacen los malos espíritus.

Sigamos leyendo...

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Del oficio de lectura, 31 de Julio
San Ignacio de Loyola, fundador, Presbítero

Examinad si los espíritus provienen de Dios

De los Hechos de San Ignacio, recibidos por Luis Gonçalves de Cámara, de labios del mismo santo.

Cap. 1,5-9: Acta Sanctorum Iulii 7

Luis Goncalves de Cámara, escribió "Los Hechos de San Ignacio", recogiéndolos de los labios del mismo santo:

Ignacio era muy aficionado, a los llamados libros de caballerías, narraciones llenas de historias fabulosas, e imaginarias. Cuando se sintió restablecido, pidió que le trajeran, algunos de esos libros para entretenerse, pero no se halló en su casa ninguno; entonces le dieron para leer, un libro llamado Vida de Cristo, y otro que tenía por título Flos sanctórum, escritos en su lengua materna.

Con la frecuente lectura de estas obras, empezó a sentir algún interés, por las cosas que en ellas se trataban. A intervalos, volvía su pensamiento, a lo que había leído en tiempos pasados, y entretenía su imaginación, con el recuerdo de las vanidades, que habitualmente retenían su atención, durante su vida anterior.

Pero, entretanto, iba actuando también, la misericordia divina, inspirando en su ánimo otros pensamientos, además de los que suscitaba en su mente, lo que acababa de leer. En efecto, al leer la vida de Jesucristo, o de los santos, a veces se ponía a pensar, y se preguntaba a sí mismo: "¿Y si yo hiciera lo mismo que San Francisco, o que Santo Domingo?".

Y así su mente estaba siempre activa. Estos pensamientos duraban mucho tiempo, hasta que distraído por cualquier motivo, volvía a pensar también por largo tiempo, en las cosas vanas y mundanas. Esta sucesión de pensamientos, duró bastante tiempo.

Pero había una diferencia; y es que cuando pensaba en las cosas del mundo, ello le producía de momento, un gran placer; pero cuando hastiado, volvía a la realidad, se sentía triste y árido de espíritu; por el contrario, cuando pensaba en la posibilidad de imitar las austeridades de los santos, no sólo entonces experimentaba un intenso gozo, sino que además, tales pensamientos lo dejaban lleno de alegría.

De esta diferencia, él no se daba cuenta, ni le daba importancia, hasta que un día, se le abrieron los ojos del alma, y comenzó a admirarse, de esta diferencia que experimentaba en sí mismo, que mientras una clase de pensamientos, lo dejaban triste, otros en cambio, alegre.

Y así fue, como empezó a reflexionar seriamente en las cosas de Dios. Más tarde, cuando se dedicó a las prácticas espirituales, esta experiencia suya, le ayudó mucho a comprender, lo que sobre la discreción de espíritus, enseñaría luego a los suyos.

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Los Ejercicios Espirituales

El fin específico de los Ejercicios, es llevar al hombre, a un estado de serenidad, y despego de las cosas pasajeras, para que pueda elegir, "sin dejarse llevar del placer o la repugnancia, ya sea acerca del curso general de su vida, ya acerca de un asunto particular. Así, el principio que guía la elección, es únicamente la consideración, de lo que más conduce a la gloria de Dios, y a la perfección del alma".

Como lo dice Pío XI, el método ignaciano de oración, "guía al hombre, por el camino de la propia abnegación, y del dominio de los malos hábitos, a las más altas cumbres de la contemplación, y el amor divino".

Los Ejercicios Espirituales son el instrumento, del que se ha servido El Señor, para comunicar su Espíritu, a innumerables personas, y llevarlas a la santidad.

Comienzan reflexionando sobre el "Principio y Fundamento" de todas las cosas. Nos enseña la verdad fundamental, en la que debemos edificar nuestra vida:

¿Cuál es el origen de esta existencia?, ¿Cuál es su sentido?, ¿Cuál su valor?. Esta es la pregunta capital, que me debo preguntar. La respuesta, nos la da Dios: Génesis 1: 26 "Y dijo Dios: «Hagamos al ser humano, a nuestra imagen, como semejanza nuestra" Y como Dios es Amor (1 Juan 4:16), el hombre que es su imagen, ha sido creado, para amar con su corazón, que es como el de Dios. “Dios creó al hombre, para amar con todo su corazón, con toda su mente, y con toda su fuerza” (Deut. 6:4-9).

El hombre ama a Dios ante todo, alabándole, adorándole, y sirviéndole. En esta línea, debo ordenar mi existencia. Pero el amor es más que esto. Por su propia naturaleza, el amor busca unión. Dios nos creó, para ser sus hijos adoptivos en Jesucristo, y por Jesucristo.

El plan de Dios consiste, en hacernos partícipes en la tierra, (por medio de la Fe y la Gracia), y por toda la eternidad, de la vida de la Trinidad, que es Amor.

El principio y fundamento de nuestra vida, es éste: “Hemos sido creados para Alabar y Servir a Dios, y mediante esto salvar nuestra alma”.

Conociendo este principio, y ordenando toda nuestra vida en Él, podremos construir sobre roca, para que las tormentas, no destruyan nuestra casa.

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EL SAGRADO CORAZÓN Y LOS JESUITAS

San Claudio de la Colombiere, jesuita, fue director espiritual de Santa Margarita María Alacoque, la recipiente de las apariciones y mensajes, del Sagrado Corazón. Nuestro querido santo, comprendió la gran importancia de las apariciones, y respondió con todo su corazón, a la encomienda que Nuestro Señor le hizo, de propagar la devoción a Su Corazón.

Tres congregaciones generales, de la Sociedad de Jesús, fundados por San Ignacio y llamados también jesuitas, han adoptado la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.

Una de ellas, realizó un Acto solemne de Consagración de toda la Sociedad, al Sagrado Corazón de Jesús.

Al renovar la misión otorgada a la Sociedad de Jesús (jesuitas), de propagar la devoción al Sagrado Corazón, el Papa Juan Pablo II manifestó: "El deseo de conocer al Señor íntimamente, y de hablarle de corazón a corazón, es gracias a los Ejercicios Espirituales, característica del dinamismo espiritual y apostólico Ignaciano, totalmente al servicio del amor del Corazón de Jesús". (5 de octubre de 1986 – Carta a la SJ [Sociedad de Jesús])

En los Ejercicios Espirituales, San Ignacio nos dice, que el amor consiste en compartir, lo que uno posee, incluso la vida. Esta es la clave, para que el Corazón de Jesús, produzca impacto en nuestras vidas.

El misterio de la Trinidad, es la comunicación del amor y la vida. Para eso, el Verbo se hizo hombre, para comunicarnos esa vida y amor. Su Corazón, es símbolo de ese amor infinito, que Él tiene por nosotros.

San Pedro Canisio S.J., fue uno de los primeros devotos, al Corazón de Jesús.

La tradición y constante enseñanza, de las Congregaciones Generales, y de los Padres Generales, presenta la Eucaristía diaria, como el centro y la fuente de fortaleza, para cualquier trabajo que emprendan los jesuitas. Así pensaba el Padre Arrupe, tanto como el Padre General actual.

Karl Rahner, en su introducción, al texto del Padre Arrupe, sobre el Corazón de Cristo, identifica a la devoción al Sagrado Corazón, como parte esencial de la Sociedad; él la denomina, una experiencia irrenunciable de la Sociedad.

  • Datos tomados de los escritos de John A. McGrail SJ, director del Apostolado de la Oración, para la Provincia de Detroit.

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ORACION DE ENTREGA
San Ignacio

Tomad, Señor, y recibid
toda mi libertad,
mi memoria,
mi entendimiento
y toda mi voluntad;
todo mi haber y mi poseer.
Vos me disteis,
a Vos, Señor, lo torno.
Todo es Vuestro:
disponed de ello,
según Vuestra Voluntad.
Dadme Vuestro Amor y Gracia,
que éstas me bastan. Amén.

ALMA DE CRISTO

Alma de Cristo, santifícame.
Cuerpo de Cristo, sálvame.
Sangre de Cristo, embriágame.
Agua del costado de Cristo, lávame.
Pasión de Cristo, confórtame.
¡Oh, mi buen Jesús!, óyeme.
Dentro de tus llagas, escóndeme.
No permitas que me aparte de Ti.
Del maligno enemigo, defiéndeme.
En la hora de mi muerte, llámame.
Y mándame ir a Ti.
Para que con tus santos te alabe.
Por los siglos de los siglos. Amén.

Oración: Dios Todopoderoso y Eterno, te rogamos que el espíritu progresista de los jesuitas, que ayudaron tanto a la extensión de tu Reino de Paz y Justicia, unido a una auténtica opción por los pobres, se mantenga y perdure en el tiempo, y que bendigas al Papa Francisco, siendo él mismo jesuita, en su labor Apostólica. A Tí Señor, que nos ordenaste extender el Reino de los Cielos, antes de tu Ascensión a los Cielos. Amén.



Segunda Feria, 29 de julio

Santa Marta


Yo soy la resurrección y la vida. Todo el que cree en mí, aunque haya muerto vivirá. ¿Crees esto?”

Dichosos los que pudieron hospedar al Señor, en su propia casa” - San Agustín

Breve
Etim.: Marta: "señora; jefe de hogar".
La pregunta de Jesús, nos interpela a nosotros hoy mismo, como lo hizo con Santa Marta. En las prioridades de nuestra vida, tendremos la respuesta sincera.

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Marta es hermana de María y de Lázaro, y vivía en Betania, pequeña población, distante unos cuatro kilómetros de Jerusalén, en las cercanías del Monte de los Olivos.

Jesús, Nuestro Señor, vivía en Galilea, pero cuando visitaba Jerusalén, acostumbraba hospedarse en la casa, de estos tres discípulos en Betania, que tal vez, habían cambiado también su morada de Galilea, por la de Judea. Marta se esforzó en servirle, lo mejor que pudo, y más tarde, con sus oraciones, impetró la resurrección de su hermano.

San Juan nos dice, que "Jesús amaba a Marta, y a su hermana María y Lázaro" (Jn 11:5).

Lucas añade:
"Yendo ellos de camino, entró en un pueblo, y una mujer llamada Marta, le recibió en su casa. Tenía ella una hermana, llamada María, que sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra, mientras Marta estaba atareada, en muchos quehaceres. Acercándose, pues, dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola, en el trabajo?. Dile pues que me ayude»”  -Lucas 10:38-40.

No podemos estar seguros, de la motivación de Marta, al hacer su petición al Señor, pero todo parece indicar, que se quejaba contra su hermana. Nuestro Señor aprecia el servicio de Marta, pero al mismo tiempo, sabía que era imperfecto.

Muchas veces nuestro servicio, aunque sea con buena intención, está mezclado con el afán de sobresalir, la compulsión por ser protagonistas, la competencia, para sentirnos que somos los mejores. Es entonces que salen las comparaciones. “¿Por qué la otra no hace nada, y soy yo la que trabajo?”.

El Señor corrige a Marta, penetra en su corazón afanado y dividido, y establece prioridades:

«Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada.»  -Lucas 10: 41-42

Esa única cosa de la que hay necesidad, es de poner todo el corazón, en amar a Dios, atender lo que Jesús que nos dice, para elevarnos de nuestra miseria.

Toda vida activa, debe surgir de la contemplación. La vida activa sin contemplación, lleva al alma a dispersarse. y perder de vista el fin. La vida contemplativa, se concentra en Dios, y se une a Él, por la Adoración y el Amor.

La vida contemplativa, es una especie de noviciado del cielo, pues la contemplación, es la ocupación de los bienaventurados del paraíso. Por ello, Cristo alabó la elección de María, y afirmó: "sólo una cosa es necesaria". Eso significa, que la salvación eterna, debe ser nuestra única preocupación.

Si contemplamos, como van las cosas en cualquier Iglesia, podremos ver muchas actividades, programas, ideas... Es relativamente fácil, hacer cosas por Jesús, pero ¡ cuánto nos cuesta, estar en silencio ante su Presencia !. En seguida, pensamos en cosas que hacer. No comprendemos que lo primero, y más importante, es atenderlo a Él directamente, por medio de la oración.

Jesús encontró más digna de alabanza, la actitud contemplativa de María. ¡Cuanto quisiera El Señor que todos, como María, nos sentáramos ante Él para escucharle!. Ella se consagraba a la única cosa realmente importante, que es la atención del alma, en Dios. También el Padre nos pide que, ante todo, escuchemos a Su Hijo (Mt 17-5).

Entonces, ¿no es necesario trabajar?. Claro que sí lo es. Pero para que el trabajo dé fruto, debe hacerse después de haber orado. El servicio de Marta es necesario, pero debe estar subordinado, al tiempo del Señor. Hay que saber el momento de dejar las cosas, por importantes que parezcan, y sentarse a escuchar al Señor. Esto requiere aceptar, que somos criaturas limitadas. No podemos hacerlo todo. No podemos siquiera, hacer nada bien, sin el Señor.

San Agustín escribe: "Marta, tú no has escogido el mal; pero María ha escogido mejor que tú". San Basilio y San Gregorio Magno, consideran a la hermana María, modelo evangélico de las almas contemplativas, y su santidad no está en duda, sin embargo, es curioso que de los tres hermanos, solo Marta aparece en el santoral universal.

La resurrección de Lázaro
El capítulo 11 de San Juan, narra el gran milagro, de la resurrección de Lázaro. En aquella ocasión, vuelve a hablarse de Marta. Lázaro se agravó de muerte, mientras Jesús estaba lejos. Las dos hermanas, le enviaron un empleado, con este sencillo mensaje: "Señor, aquel que Tú amas, está enfermo". Es un mensaje de confianza, en que Jesús va actuar a su favor.

Pero Jesús, que estaba al otro lado del Jordán, continuó su trabajo, sin moverse de donde estaba. A los Apóstoles les dice: "Esta enfermedad, será para gloria de Dios". Y luego les añade: "Lázaro, nuestro amigo, ha muerto. Y me alegro de que esto haya sucedido, sin que yo hubiera estado allí, porque ahora vais a creer".

A los cuatro días de muerto Lázaro, dispuso Jesús dirigirse hacia Betania; la casa estaba llena de amigos y conocidos, que habían llegado a dar el pésame, a las dos hermanas. Tan pronto Marta, supo que Jesús venía, salió a su encuentro, y le dijo: "Oh Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano; pero aún ahora, yo sé que cuánto pidas a Dios, te lo concederá".

Jesús le dice: "Tu hermano resucitará".

Marta le contesta: "Ya sé que resucitará el último día, en la resurrección de los muertos".

Jesús añadió: "Yo soy la resurrección y la vida. Todo el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá. ¿Crees esto?".

Marta respondió: "Sí Señor, yo creo que Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo".

Jesús dijo: "¿Dónde lo han colocado?". Y viendo llorar a Marta, y a sus acompañantes, Jesús también empezó a llorar. Y las gentes comentaban: "Mirad cómo lo amaba".

Y fue al sepulcro, que era una cueva, con una piedra en la entrada. Dijo Jesús: "Quiten la piedra". Le responde Marta: "Señor, ya huele mal, porque hace cuatro días, que está enterrado". Le dice Jesús: "¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?". Quitaron la piedra, y Jesús dijo en voz alta: "Lázaro ven afuera". Y el muerto salió, llevando el sudario, y las vendas en sus manos.

El Banquete
Marta aparece también en un banquete, en el que participa también Lázaro, poco después de su resurrección: también esta vez aparece Marta, como la mujer ocupada en el servicio, pero puede ser que para entonces, ya lo sabía atender al Señor con mas amor, sin quejarse ni compararse.

De los años siguientes de la santa, no tenemos ningún dato, históricamente seguro, aunque según la leyenda de la Provenza, Marta fue con su hermana a Francia, y evangelizó Tarascón. Ahí se dice que encontraron, en 1187, sus pretendidas reliquias, que todavía se veneran en su santuario.

Los primeros en dedicar una celebración litúrgica, a Santa Marta, fueron los franciscanos en 1262, el 29 de julio, es decir, ocho días después de la fiesta de Santa María Magdalena, impropiamente identificada con su hermana María.

Santa Marta, es la patrona de los hoteleros, porque sabía atender muy bien.

Bibliografía:
Salesman, P. Eliécer,  Vidas de los Santos # 3
Sgarbossa, Mario y Luigi Giovannini - Un Santo Para Cada Día

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Del oficio de lectura, 29 de Julio, Santa Marta

Dichosos los que pudieron hospedar al Señor, en su propia casa

De los sermones de San Agustín, Obispo
Sermón 103, 1-2,6

Las palabras del Señor nos advierten, que en medio de la multiplicidad de ocupaciones de este mundo, hay una sola cosa a la que debemos tender.

Tender, porque somos todavía peregrinos, no residentes; estamos aún en camino, no en la patria definitiva; hacia ella tiende nuestro deseo, pero no disfrutamos aún, de su posesión. Sin embargo, no cejemos en nuestro esfuerzo, no dejemos de tender hacia ella, porque sólo así, podremos un día llegar a término.

Marta y María eran dos hermanas, unidas no sólo por su parentesco de sangre, sino también por sus sentimientos de piedad; ambas estaban estrechamente unidas al Señor, ambas le servían durante su vida mortal, con idéntico fervor. Marta lo hospedó, como se acostumbra a hospedar, a un peregrino cualquiera.

Pero en este caso, era una servidora, que hospedaba a su Señor, una enferma al Salvador, una criatura al Creador. Le dio hospedaje, para alimentar corporalmente a Aquel, que la había de alimentar con su Espíritu.

Porque el Señor, quiso tomar la condición de esclavo, para así ser alimentado por los esclavos, y ello no por necesidad, sino por condescendencia, ya que fue realmente una condescendencia, el permitir ser alimentado. Su condición humana, lo hacía capaz de sentir hambre y sed.

Así pues, el Señor fue recibido, en calidad de huésped, Él, que vino a su casa, y los suyos no lo recibieron; pero a cuantos lo recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, adoptando a los siervos, y convirtiéndolos en hermanos, redimiendo a los cautivos, y convirtiéndolos en coherederos.

Pero que nadie de vosotros diga: «Dichosos han sido, los que pudieron hospedar al Señor, en su propia casa». No te sepa mal, no te quejes, por haber nacido en un tiempo, en que ya no puedes ver al Señor, en carne y hueso; esto no te priva de aquel honor, ya que el mismo Señor afirma: “Cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis”.

Por lo demás, tú, Marta –dicho sea con tu venia, y bendita seas por tus buenos servicios–, buscas el descanso, como recompensa de tu trabajo. Ahora estás ocupada, en los mil detalles de tu servicio; quieres alimentar unos cuerpos que son mortales, aunque ciertamente, son de santos; pero, ¿por ventura, cuando llegues a la patria celestial, hallarás peregrinos a quienes hospedar, hambrientos con quienes partir tu pan, sedientos a quienes dar de beber, enfermos a quienes visitar, litigantes a quienes poner en paz, muertos a quienes enterrar?.

Todo esto allí ya no existirá; allí sólo habrá lo que María ha elegido: allí seremos nosotros alimentados, no tendremos que alimentar a los demás. Por esto, allí alcanzará su plenitud y perfección, lo que aquí ha elegido María, la que recogía las migajas de la mesa opulenta, de la palabra del Señor. ¿Quieres saber lo que allí ocurrirá?. Dice el mismo Señor, refiriéndose a sus siervos: Os aseguro que los hará sentar a la mesa, y los irá sirviendo.

Oración: Dios todopoderoso y Eterno, ya que tu Hijo aceptó la hospitalidad de Santa Marta, y se albergó en su casa; concédenos por los méritos y la intercesión de esta santa mujer, servir fielmente a Cristo en nuestros hermanos, y que nuestro corazón, sea una morada digna de tu realeza, y así poder ser recibidos, como premio, en tu casa del cielo. A Tí Señor, que nos prometiste que te ibas para preparar en el cielo, las mansiones que nos tienes reservadas. Amén.