22
de Junio
Santa
Verónica Giuliani
1660-1727
Mística
capuchina
Cuerpo
Incorrupto
Mientras
vivió en casa Giuliani, con su familia, todos la llamaron, con el
nombre de bautismo, Orsola (ltalianización de Ursula), Más tarde,
entrada a los diecisiete años, en las capuchinas de clausura, tomará
el nombre de Verónica.
Será
una de las más grandes santas, en el firmamento vivo de la Iglesia,
resplandeciendo en perfección cristiana, doctrina y carismas. Su luz
continúa iluminando el mundo.
Nació
el 27 de diciembre de 1660 en Mercatello, un pueblecito tranquilo,
junto al cual corre límpido, el Metauro en tierras de Pésaro. Nos
hallamos en las Marcas; Mercatello formaba parte entonces del Estado
Pontificio.
La
vida de Verónica, concluirá en el monasterio de las capuchinas de
Cittá di Castello, en la Umbria, el 9 de julio de 1727. Dos fechas y
dos lugares bien definidos, y podemos decir, angostos para encerrar
la excepcional experiencia, de un alma singularmente privilegiada de
Dios.
Padre
y madre. Una encomienda
El
padre, Francisco, es alférez de la guarnición local. La madre,
Benedetta Mancini, es una mujer de casa, de profundos sentimientos
religiosos. De su unión, nacen siete niñas, de las cuales dos no
sobreviven.
Las
cinco hijas quedan huérfanas de madre, cuando ésta no cuenta más
de cuarenta años. Antes de morir, Benedetta las reúne en torno a su
cama, y las encomienda a las cinco llagas del Señor. A
Orsola, pequeña de siete años, le tocó en suerte, la llaga del
costado. Será su camino, por toda la vida, hasta el punto
de fundirse, con el Corazón de su Esposo, Jesús.
Infancia
de predilección
La
pequeña Orsola, desde los primeros meses de vida, se comporta de un
modo singular. Los ojos vivaces de la niña, van en busca de las
imágenes sagradas, que adornan profusamente la casa Giuliani.
Ella
misma, explicará un día en su diario: "Todavía no andaba,
pero cuando veía las imágenes, donde estaba pintada la Virgen
santísima, con el Niño en brazos, yo me agitaba, hasta que me
acercaban a ellas, para poder darles un beso. Esto lo hice varias
veces. Una vez me pareció ver al Niño, como criatura viviente que
me extendía la mano; y me acuerdo que me quedó tan al vivo este
hecho, que dondequiera que me llevaban, miraba por si podía ver a
aquel niño".
Contaba
aún pocos meses, cuando el 12 de junio de 1661, día en que caía la
fiesta de la Santísima Trinidad, de improviso la pequeña Orsola, se
deslizó de los brazos de su madre, y se puso a caminar, dirigiéndose
hacia un cuadro, que representaba el misterio de la Trinidad divina.
Ante
una imagen de la Virgen, con Jesús en brazos, Jesús y Orsola
entablan coloquios infantiles: “¡Yo
soy tuya, y tú eres todo para mí!...". Y el
divino infante responde: - “¡Yo soy
para ti, y tú toda para mí!”.
"Me
parecía a veces, que aquellas figuras no fueran pintadas como eran,
sino que tanto la Madre como el Hijo, yo los veía presentes como
criaturas vivientes, tan hermosas, que me consumía de ganas de
abrazarlas y besarlas".
"Yo
soy la verdadera flor"
Todavía
una experiencia, en su maravilloso mundo infantil.
Ella
escribe: "Paréceme que de tres o cuatro años, estando una
mañana en el huerto, entretenida gustosamente en recoger flores, me
pareció ver visiblemente al niño Jesús, que recogía las flores
conmigo; me fui hacia el divino Niño para tomarlo, y me pareció que
me decía:
-
Yo soy la verdadera flor.
Y
desapareció. Todo esto me dejó cierta luz, para no buscar ya más
gusto en las cosas momentáneas; me hallaba toda centrada en el
divino Niño. Se me había quedado tan fijo en la mente, que andaba
como loca, sin darme cuenta de lo que hacía. Corría de un lado para
otro, por ver si lograba encontrarlo.
Y
recuerdo que mi madre y mis hermanas, trataban de detenerme para que
estuviese quieta y me decían:
-
¿Qué te pasa?, ¿estás loca?.
Yo
me reía y no decía nada; y sentía que no podía estar quieta. Me
paraba y luego, volvía al huerto para ver si volvía. Todo mí
pensamiento, estaba fijo en el niño Jesús.
Todos
me llamaban "fuego"
Orsola
posee un carácter vivaz y ardoroso. La madre le decía: "Tú
eres aquel fuego, que yo sentía en mis entrañas, cuando aún
estabas en mi vientre".
Y
Verónica recuerda: "En casa todos me llamaban "Fuego"”,y
precisa: "De todos los daños que ocurrían en casa, era yo
la causa". Pero reconoce con sinceridad: "Todos me
querían mucho".
Llena
de vida y de creatividad, expresa la riqueza de sus sentimientos
religiosos, en gestos concretos, casi plásticos, de los que
transpiran fuertes emociones. Así será también de mayor.
ADOLESCENCIA
- JUVENTUD EN CRISTO
El
encuentro con Jesús Eucarístico: la primera Comunión
Cuando
el padre de Orsola, se trasladó a Piacenza, en calidad de jefe de
aduanas, del duque de Parma, fueron a vivir con él también sus
hijas, y de 1669 a 1672, permanecieron por tres años, en aquella
ciudad.
Orsola
tenía entonces sólo nueve años. Su más grande deseo, era recibir
a Jesús en la Santa Comunión.
El
Señor la atraía con gracias especiales. Ya de pequeña, cuando por
primera vez, hacia los dos años, su mamá la llevó a la iglesia,
para tomar parte en la Misa, la niña había gozado de una
extraordinaria manifestación, que recuerda en estos términos: "Yo
vi al niño Jesús, y traté de correr hacia el sacerdote, pero
nuestra madre me detuvo".
Cada
vez que su madre, o sus hermanas, comulgan, ella gustaba de ponerse
junto a ellas, y dice que le "parecían entonces más bellas
de rostro".
Finalmente,
el 2 de febrero de 1670, se acercó por vez primera, al banquete
Eucarístico.
Refiere:
"Recuerdo que la noche anterior, no pude dormir ni un
momento. A cada instante, pensaba que el Señor iba a venir a mí. Y
pensaba qué le iba a pedir, cuando viniese, qué le iba a ofrecer.
Hice el propósito de hacerle el don, de toda mí misma; de pedirle
su santo amor, para amarle, y para hacer su voluntad divina.
Cuando
fui a comulgar, por primera vez, paréceme que en aquel momento,
quedé fuera de mí. Paréceme recordar, que al tomar la sagrada
Hostia, sentí un calor tan grande, que me encendió toda.
Especialmente en el corazón, sentía como quemárseme, y no volvía
en mí misma”.
Un
deseo
Desde la edad de nueve años, Orsola nutría un vivo
deseo, de consagrarse al Señor. "A medida que crecía en edad,
mayores ansias, me venían de ser religiosa. Lo decía, pero no había
nadie que me creyera; todos me llevaban la contraria.
Sobre
todo mi padre, el cual hasta lloraba, y me decía absolutamente que
no quería; y para quitarme de la cabeza, semejante pensamiento, con
mucha frecuencia, llevaba a otros señores a casa, y luego me llamaba
en presencia de ellos, y me prometía toda clase de
entretenimientos".
El
conflicto espiritual y psicológico, entre la jovencita atraída por
el amor de Jesús y la resistencia provocada por la ternura del
padre, que no quería separarse de la hija, duró largo tiempo.
Orsola no logró el permiso paterno, para entrar en el monasterio,
hasta los diecisiete años.
Destinada
a Otro
Pero el corazón, estaba ya entregado al Esposo
divino.
Ella
misma refiere de aquella edad juvenil: "En la casa, había un
joven pariente nuestro, que me hacía mucho daño, si bien creo que
provenía, de mi poca virtud y poca mortificación. La verdad, es que
no me dejaba vivir en paz. Me llevaba al huerto a pasear con él,
mientras me hablaba de mil cosas del mundo; me traía recados ora de
uno ora de otro, y me iba diciendo que estos tales querían casarse
conmigo”.
Yo
a veces le decía muy enfadada:
“¡Si
no te callas me marcho!. Deja de traerme tales embajadas, porque yo
no conozco a ninguno, y no quiero a ninguno. Mi esposo es Jesús: a
Él sólo quiero, Él es mío. Algunas veces me traía un ramo de
flores: yo no quería ni siquiera tocarlo, y lo hacía tirar por la
ventana".
LLAMAMIENTO
ESPECIAL
En
las Capuchinas
Vuelta
a Mercatello, en 1672, Orsola ha sido confiada por su padre, que
sigue en Piacenza, al tío Rasi. Las órdenes. que éste ha recibido
de él son bien precisas: conceder la entrada en el convento. a las
hijas mayores, pero hacer desistir absolutamente a la predilecta. de
su propósito de vida consagrada.
La
jovencita, contrariada en su más viva aspiración, sufre aun
físicamente por esta causa. y desmejora. La noticia llega al padre,
el cual finalmente da su beneplácito. Orsola salta de alegría, y en
breve tiempo, recobra el vigor.
Tres
monasterios de la zona, habrían podido recibirla. Los lugares eran:
Mercatello, Sant'Angelo en Vado, y Cittá di Castello. Este era de
clarisas capuchinas. De ellas se hablaba con veneración, por su
grande austeridad. Y hacia ellas, se sentía fuertemente atraída.
No
era fácil para ella, hallar una ocasión para ir a Cittá di
Castello, y sobre todo, para ser recibida, entre las hermanas de
aquella comunidad. Pero la providencia, dispuso las cosas, de modo
que pudiese realizar aquel viaje, y que la autoridad eclesiástica,
fuese benévola con ella.
En
efecto, mientras la joven Orsola, conversaba en el monasterio de las
capuchinas, llegó monseñor Giuseppe Sebastiani, el santo obispo de
la ciudad, que quiso examinar, a la candidata a la vida religiosa.
Orsola superó la prueba respondiendo con fe viva, a cada una de las
preguntas, y con la ayuda del Señor, logró
leer con facilidad - ante los ojos maravillados del tío Ras - las
páginas del breviario, escrito en latín.
Arrodillada
ante el obispo, Orsola Giuliani pidió entonces con fervor, la gracia
de entrar en las capuchinas. Tan ardorosa fue su petición, que el
obispo se sintió inspirado, de conceder al punto, el documento con
el cual, él mismo invitaba a las monjas a acoger a la postulante.
La
joven fue inmediatamente, a dar gracias a Jesús, en la iglesita del
monasterio. Mientras esperaba allí, a que la superiora la llamase,
ya el Señor la había arrebatado en éxtasis. Y hubo que aguardar, a
que "recobrase los sentidos".
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Recuerdos
de Verónica
Vestida
con el pesado sayal, color marrón de las capuchinas, se llamará con
otro nombre: ya no Orsola, sino Verónica. Un nombre programa: el de
la mujer que, durante la Pasión, conforta y enjuga el rostro de
Jesús.
La
suya será una vocación para la cruz, el camino por el
cual, había sido llamada desde la más tierna edad.
Sor
Verónica recuerda que, desde niña, anhelaba imitar los
padecimientos de los santos, cuyas vidas oía leer en casa.
Para
imitar a los mártires, sometidos al tormento del fuego, una vez se
le ocurrió, tomar brasas en sus tiernas manos.
Refiere:
"Una mano se me abrasó toda, y si no me llegan a quitar el
fuego, ya se asaba. En aquel momento, ni siquiera sentí el dolor de
la quemazón, porque estaba fuera de mí, por el gozo. Pero luego
sentí el dolor; los dedos se habían contraído. Mis ojos lloraban,
pero yo no me acuerdo, haber derramado ni una lágrima".
En
otra ocasión, se las arreglará para que, en el momento que una de
sus hermanas, va a cerrar la puerta de un cuarto, pueda quedar su
manita aplastada contra el marco: tal era su deseo de sufrir, para
imitar en esto, a Santa Rosa de Lima que, de niña, se había
sometido a un tormento semejante. Fue llamado al punto el médico,
con grande disgusto de Orsola, que hubiera querido soportarlo todo,
sin los gritos de las hermanas espantadas, y sin las curas
necesarias.
A
la edad, en que comúnmente se atribuye a los niños, apenas el uso
de la razón, Jesús reserva para ella, extraordinarias enseñanzas
con visiones particulares. "Cuando tenía unos siete años -
escribe Verónica - me parece que por dos veces, vi al Señor todo
llagado; me dijo que fuese devota de su Pasión, y en seguida
desapareció. Esto sucedió por la Semana Santa. Me quedó todo tan
grabado, que no me acuerdo haberlo olvidado nunca.
"La
segunda vez, que se me apareció el Señor, llagado de la misma
manera, me dejó tan impresas en el corazón sus penas, que no
pensaba yo en otra cosa".
¡A
la guerra, a la guerra!".
Era
todavía una niña, y ya el Señor la llamaba a grandes empresas: la
imitación de Jesús paciente.
Un
día, mientras estaba rezando ante una imagen sagrada, escuchó estas
palabras: "¡A la guerra, a la
guerra!".
¿Invitación
parecida a la dirigida a Santa Juana de Arco?. La joven heroína de
Mercatello, tomó a la letra - como San Francisco, ante el Crucifijo
que le hablaba - las palabras escuchadas. El joven caballero de Asís,
se había puesto a restaurar la iglesita de San Damián; Orsola, en
cambio, quiso aprender de un primo suyo, el arte militar de la
esgrima.
Mientras,
entre la admiración de sus entusiastas coetáneos, se adiestraba en
el manejo de las armas, le pareció ver al mismo Jesús, que le
decía: - “No es ésta la guerra que yo quiero de ti”.
Quedó
de improviso, como desarmada y vencida, en tanto que Jesús le abría
el corazón, al significado, totalmente espiritual, de la lucha que
le esperaba.
MONJA
CAPUCHINA
En
el gozo del Espíritu
¡A
los diecisiete años en un convento!. Monja de clausura en Cittá di
Castello
No
es posible describir la felicidad del todo espiritual, que
experimenta una joven en esa edad, en que el corazón vive la emoción
del amor -, cuando ha elegido solo a Jesús.
Quien
desee comprobar de cerca ese ardor, vaya a dialogar con una de esas
almas ardorosas, que también hoy se encierran, jóvenes de veinte
años, en las capuchinas de Mercatello, o de Cittá di Castello,
donde vivió Santa Verónica, o en cualquier otro monasterio de su
Orden.
Por
vía de "comunicación", gozará de una de las maravillas
más dulces del Espíritu. También ésta es comunión de los Santos.
¿Por
qué?
¿Por
qué monja. ¿Por qué entre las capuchinas?. ¿Qué es lo que quería
de ella el Señor?.
La
vida de cada uno de nosotros, oculta un proyecto de Dios Padre, o
mejor, de toda la Santísima Trinidad.
El
encuentro con Dios, está jalonado de etapas importantes. Para Orsola
Giuliani, el 28 de octubre de 1677, señala la fecha de la
investidura con el hábito religioso. Desde
ahora, se llamará Verónica. En ese día, le dio el Señor
una manifestación más clara de su amor. Oigamos de ella misma, cómo
vivió aquella jornada, y lo que le comunicó el Señor:
"La
primera vez que fui vestida, de este santo hábito, yo me hallaba un
poco desasosegada, por la novedad. Cuando me vi entre estas paredes,
mi humanidad, no acertaba a apaciguarse; pero por otra parte, el
espíritu estaba todo contento. Todo me parecía poco, por amor de
Dios.
Al
cabo de una larga batalla, entre la humanidad y el espíritu, me
pareció de pronto experimentar, un no sé qué - no sé si fue
recogimiento o rapto - que me sacó de mis sentidos. Pero yo no
podría decir, qué es lo que fue. En aquel mismo momento, me parece
que me vino la visión del Señor, el cual me llevaba con Él; y me
parece, que me tomó de la mano. Oía una armonía de sonidos y
cantos angélicos. De hecho, me parecía hallarme en el paraíso.
Me
acuerdo, que veía tanta variedad de cosas; pero todas parecían
delicias del paraíso. Veía una multitud de santos y santas. Me
parece haber visto también, a la santísima Virgen.
Recuerdo
que el Señor, me hacía gran fiesta. Decía a todos: "Esta
es ya nuestra". Y luego, dirigiéndose a mí, me
decía: "Dime, ¿qué es lo que quieres? ". Yo le pedía,
como gracia, el amarle; y Él en el mismo momento, me parecía que me
comunicaba su amor. Varias veces me preguntó, qué es lo que más
deseaba.
Ahora
recuerdo que le pedí tres gracias. Una fue, que me otorgase la
gracia, de vivir como lo requería, el estado que yo había abrazado;
la segunda, que yo no me separase jamás de su santo querer; la
tercera, que me tuviese siempre crucificada con Él.
Me
prometió concederme todo. Y me dijo: "Yo te he elegido para
grandes cosas; pero te esperan grandes padecimientos, por mi amor".
Programa
Al
comienzo de la vida religiosa estaba, pues, trazado el programa para
Verónica: padecer por amor.
El
sufrimiento, marcará con señales profundas, la vida de Verónica,
en todo tiempo. El Señor la llama a "completar en su carne, lo
que falta a la Pasión de Cristo", en favor de toda la Iglesia.
El Señor la purifica con el sufrimiento, como el oro, que se prueba
con el fuego. Por ese camino, Jesús la asimila a sí, hasta
concederle la unión, en el desposorio místico.
Las
pruebas
El
sufrimiento rebosa, como un río siempre en crecida, en la vida de
sor Verónica. El año del noviciado - el primero de vida religiosa -
es una verdadera prueba. El Señor permite, que una compañera
novicia la atormente, previniendo contra ella a la maestra, que es su
guía espiritual.
Verónica
siente con vehemencia, la tentación de reaccionar contra la
compañera, y contra la maestra. Toda su persona se rebela. Afirma
con fuerza, en una página del Diario: "Sentía que me
estallaba el estomago por la violencia". Y declarará
todavía: "En mi interior ¡cómo me retorcía para
vencerme!”.
El
asalto del enemigo
Otras
pruebas, venían directamente del espíritu del mal, de Satanás.
Había
experimentado ya la reacción del demonio, cuando era una niña de
apenas diez años, y decidió imitar la vida de los santos,
practicando algunas penitencias. "Haciendo estas penitencias,
me parece que tuve varios embates. Donde quiera que yo iba, de día y
de noche, el tentador hacía gran estrépito, como si quisiera tirar
todo abajo".
La
lucha con el enemigo, se prolongó en los años de la vida religiosa,
hasta tomar a veces, aspectos dramáticos y violentos. El enemigo,
tomó la figura de una monja para acusarla; le produjo moraduras y
heridas; se le apareció en formas obscenas y tentadoras, tomando el
aspecto de monstruos horribles.
La
santa, fuerte con la gracia de Dios, segura de la victoria, afirma:
"Estaba sin temor; más aún, me hacían reír sus
extravagancias, y sus estupideces".
Aridez
y abandono
El
ánimo se templa en la lucha. Pero existen para los santos, pruebas
todavía más angustiosas: si es duro el deber, pasar a través de la
noche de los sentidos, es mucho más terrible, el paso por la noche
del espíritu. Es la purificación más íntima, que comprende la
arrancadura y el disgusto, la aridez espiritual y el abandono; esto
es, la impresión de estar separados de
Dios.
Oigamos
- como de su misma voz - la experiencia de Verónica: "A
veces, cuando me hallaba con alguna aridez y desolación, y no podía
hallar al Señor, y me venían las ansias de Él, salía fuera de mí,
corría ya a un lugar, ya a otro, lo llamaba bien fuerte, le daba
toda clase de nombres magníficos, repitiéndoselos muchas veces.
Algunas
veces me parecía sentirlo, pero de un modo que no sé explicar. Sólo
sé que entonces, enloquecía más que nunca, me sentía como
abrasar, especialmente aquí, en la parte del corazón. Me ponía
paños mojados en agua fría, pero en seguida se secaban”.
Las
múltiples experiencias místicas, la aproximaban cada vez más, a la
intimidad del Señor. Por otra parte, cada vez que le eran retiradas,
estas gracias particulares, quedaba en una sed mayor, de volver a las
delicias del Señor. Le parecía entonces, que Dios la había
olvidado, incluso que la rechazaba; experimentaba un tormento tan
grande, que era en realidad, purificación de amor.
Así
se expresa en una carta: "Muchas veces, me hallo con la mente
tan ofuscada, que no sé, y no puedo hacer nada; me hallo toda
revuelta; no parece que haya ni Dios ni santos; no se encuentra apoyo
alguno. Parece que la pobre alma, está en las manos del
demonio, sin tener a dónde dirigirse, en medio de sus temores".
Refrigerio:
la guía espiritual y la confesión
Los santos, son los que
más se involucran, en el mar de la redención. Son purificados
continuamente, en la sangre de Cristo, y gozan de la abundancia de
sus gracias.
Verónica,
herida del rayo luminosisimo de la luz de Dios, siente continuamente,
la necesidad de renovarse.
Se
humilla y recurre a la confesión con frecuencia, hasta cuatro o
cinco veces al día, anhelando ser "lavada con la sangre de
Cristo". Es la vía ascética y sacramental, para llegar a la
unión perfecta con Dios.
El
mismo Jesús, después de haberla conducido a altísimas nubes
espirituales, y antes de imprimirle las llagas, quiere que Verónica,
realice ante toda la corte del cielo, su confesión general.
Escribe
la santa, el Viernes Santo de 1697: “Tuve un recogimiento, con
la visión de Jesús resucitado, con la santísima Virgen, y con
todos los santos, como las otras veces.
El
Señor me dijo que comenzase la confesión. Así lo hice. Y cuando
hube dicho: "Os he ofendido a Vos, y me confieso a Vos, mi
Dios", no podía hablar, por el dolor que me vino, de las
ofensas hechas a Dios. El Señor dijo a mi ángel custodio que
hablase él por mí. Así, en persona mía, decía...
La
Virgen se puso delante, a los pies de su hijo, lo hizo todo en un
instante. Mientras ella rogaba por mí, me vino una luz, y un
conocimiento sobre mi nada; esta luz me hacía penetrar, conocer que
todo aquello, era obra de Dios. Aquí me hacía ver, con qué amor
ama Ella las almas, y en particular, a las ingratas como la mía...
En
ese acto, me vino una grande contrición, de todas las ofensas hechas
a Dios, y pedía de corazón, perdón por ellas. Ofrecía mi sangre,
mis penas y dolores, en especial sus santísimas llagas, y sentía un
dolor íntimo, de cuanto había cometido, en todo el tiempo de mi
vida. El Señor me dijo: -Yo te perdono, pero quiero fidelidad en
adelante".
Verónica
camina con seguridad, por el camino de Dios, principalmente por el
que pasa, por el don de los sacramentos, ofrecidos a todos por la
Iglesia, y dados a ella, por los ministros del Señor. Así es, como
se siente segura, y constantemente renovada en el espíritu.
Impulsada
por sus directores espirituales, a escribir su diario, afirma:
“Experimento un sentimiento íntimo, y quisiera que el mismo
confesor, penetrase todo mínimo pensamiento mío; no sólo como está
en mí, sino como está delante de Dios.
Es
tal el dolor que siento, que no sé cómo logro proferir, una sola
palabra. Se me presenta el Señor, con tal sentimiento, que no puedo
expresarlo con palabras”.
En
la confesión halla paz y gozo, renacimiento, aumento de amor divino:
"En el acto de darme la absolución el confesor, me pareció
sentirme toda renovada, y con tanta ligereza, que no parecía, sino
que me hubiera quitado de encima una montaña de plomo. Experimenté
también en el alma, que Dios me dio un tierno abrazo, y comenzó, al
mismo tiempo, a destilar en ella, su amor divino".
VERÓNICA
Y LOS PECADORES
Dolor
y expiación
Es
difícil hablar, sobre todo hoy, de las penitencias y del dolor en la
vida de santa Verónica. El tema del sufrimiento nos resulta duro,
porque supone, además de la experiencia de amor en quien lo vive,
una experiencia de fe no menos grande en quien recibe su mensaje. Y
el hedonismo, en que se halla sumergido el hombre de hoy, impide
percibir el fuerte lenguaje de la teología de la cruz.
Verónica
tiene una vocación peculiar en la Iglesia. EL Señor la escoge como
víctima por los pecadores. Y ella acepta colocarse como medianera
-mezzana -entre Dios y, sus hermanos que viven en el pecado.
Después
de haber comprendido el amor de Dios a las almas y después de haber
contemplado a Jesús llagado y crucificado, Verónica queda
enriquecida con una sensibilidad excepcional para inserirse en la
obra de la salvación en favor de todos sus hermanos. Quiere
salvarlos y comprende que el medio es la expiación medianera.
Quiere
obstruir el infierno
Verónica pide a Jesús los sufrimientos
que Él ha padecido, los desea con una sed de dolor superior a cuanto
es accesible a la simple naturaleza.
Jesús
la asocia a los varios momentos de su Pasión. Una testigo, que la
observó en esos sufrimientos, declara: "La vi un día clavada
en el aire derramaba lágrimas de sangre que tenían el velo. Supe
después de ella que Dios era muy ofendido por los pecadores y que
ella, en ese arrobamiento, había visto la fealdad del pecado y de la
ingratitud de los pecadores.
La
Santa quiere impedir que tantas almas caigan en el infierno: "En
aquel momento me fue mostrado de nuevo el infierno abierto y parecía
que bajaban a él muchas almas, las cuales eran tan feas y negras que
infundía terror. Todas se precipitaban tina detrás de otra; Y, una
vez entradas en aquellos abismos, no se veía otra cosa que fuego y
llamas".
Entonces
Verónica se ofrece para contener la justicia divina: "Señor
mío, yo me ofrezco a estar aquí de puerta, para que ninguno
entre aquí ni os pierda a Vos. Al mismo tiempo me parecía
extender los brazos decir: Mientras esté o en esta puerta no entrará
ninguno. ¡OH almas, volved atrás! Dios mío, no os pido otra cosa
que la salvación de los pecadores. ¡Envíame más penas, más
tormentos, más cruces.
El
Señor, para saciar su sed de padecimientos, le permitirá
experimentar las pertas del purgatorio y aun las del Infierno. La
Virgen, que la instruye y la sostiene, le habla así: "Hay
muchos que no creen que haya infierno, y yo te digo que tú misma,
que has estado en él, no has entendido nada de lo que es.
Verónica
y la Pasión de Jesús
Quien no hubiera sido introducido en la
comprensión de los valores cristianos, podría quedar desconcertado
al leer el Diario de la Santa. Sentiría tal vez la tentación de
recurrir a explicaciones de naturaleza patológica y de entrever
formas de extraño masoquismo. Pero nos hallamos en esferas mucho más
elevadas, donde la naturaleza obedece a la sobre naturaleza. Sólo la
fe mas viva puede dar sus explicaciones.
Jesús
la atrae y la quiere del todo semejante a El. Verónica experimentará
en su carne la coronación de espinas, la flagelación, la
crucifixión y la muerte de Jesús. Le será atravesado el corazón
por la lanza y le serán impresas las llagas como señal definitiva
de conformidad y de amor.
Recuerda
la impresión de las llagas. Era el 5 de abril de 1697: "En un
instante vi salir de sus llagas cinco rayos resplandecientes y
vinieron a mí. Los veía convertirse en pequeñas llamas. En cuatro
de estas habla clavos y en una la lanza, como de oro, toda rusiente,
y me atravesó el corazón; y los clavos perforaron las manos y los
pies". Verónica puede repetir ya con san Pablo: "He sido
crucificada con Cristo".
Penitencias
Junto
con estos dones místicos, mediante los cuales es confirmada, en el
dolor, esposa crucificada de Cristo, Verónica añade sus
ofrecimientos espontáneos.
Para
tener una idea del empeño de penitencia que habla en su corazón
habría que visitar el monasterio de Citta di Castello en el que ella
vivió. Los instrumentos de penitencia hablan allí todavía de ella,
de su amor a Jesús y de su voluntad de conducir a El a los
pecadores.
Para
seguir a Jesús por el camino del Calvario, Verónica se cargaba con
una pesada cruz y, por la noche, se movía bajo su peso extenuante
por las calles del huerto y dentro del monasterio. A veces cargaba un
grueso leño de roble.
Frecuentemente
realizaba sus "procesiones" cubierta con una "vestidura
recamada": era en realidad una túnica de penitencia a la que
ella misma habla cosido por dentro innumerables espinas durísimas.
Se la ponla sobre la carne viva y con la cruz sobre los hombros.
Muchas
veces usará tenazas rusientes para sellar con el dolor sus carnes y
grabará sobre su propio pecho el nombre de Jesús. Le agrada,
además, escribir con su sangre cartas de fidelidad y de amor a su
Esposo divino. Jesús sabe que puede fiarse de ella: su vida le
pertenece. Le pedirá un riguroso ayuno por tres anos y ella obtiene
poder alimentarse en todo ese tiempo de sólo pan y agua.
Estas
son sólo algunas muestras de su desmesurada necesidad de padecer con
Jesús.
El
corazón como un sello
En esta fase de purificación y de
ofrenda vivirá hasta el 25 de diciembre de 1698, cuando la Santa
entra en otro período de su ascensión espiritual: la del puro
padecer. Desde esa fecha el Diario no contiene ya descripciones de
padecimientos externos asumidos por Verónica. Todo resultará como
interiorizado: el padecer estará reservado a las facultades más
íntimas del alma, como si fuera una purificación del mismo dolor.
Pero
su corazón registrará todavía aventuras de sufrimiento y de amor
divino y quedará como sello de la autenticidad de tanto padecer. Tal
como ella lo había descrito - y aun dibujado - en el Diario, su
corazón, en el examen necroscópico llevado a cabo a raíz de su
muerte, presentará misteriosas figuraciones. Son las que reproducen
los instrumentos de la Pasión de Jesús: la cruz, la lanza, las
tenazas, el martillo, los clavos, los azotes, la columna de la
flagelación, las siete espadas de la Virgen y algunas letras que
significan las virtudes. Su vida resumida en el corazón.
Acontecimientos
exteriores
Al
mismo tiempo que el Señor la conduce por el surco profundo del dolor
y del amor, se entrelazan en la vida religiosa de Verónica varios
sucesos, que sin embargo quedan en un segundo plano frente a su
camino interior, si bien muchas veces coinciden con las cruces que el
Señor concede a su esposa.
Verónica
será maestra de novicias varias veces. Pero ella misma deberá estar
sometida a otros y será guiada con firmeza y austeridad no comunes
por sacerdotes, confesores y obispos, que la pondrán a dura prueba.
Su propia superiora y el mismo Santo Oficio la harán pasar por
repetidas y prolongadas humillaciones: segregación por muchos días
en la enfermería, prohibición de ir al locutorio, exámenes y
controles.
Sólo
el 7 de marzo de 1716 el Santo Oficio revoca para ella la prohibición
de ser elegida abadesa. Un mes después es elegida superiora por toda
la comunidad. Bajo su gobierno el Señor bendice la casa y la llena
de vocaciones. Se preocupará entonces de hacer construir una nueva
ala del monasterio y de aliviar la fatiga cotidiana de las monjas
realizando una conducción de tubos de plomo para hacer llegar el
agua al interior de la casa.
Pero
estos hechos se pierden ante la admirable aventura del espíritu. Su
vocación es otra: el amor a Dios para expiar el desamor de los
hombres.
Al
término de su aventura espiritual llegará a pedir al Señor "no
morir, sino padecer", repitiendo, por lo que hace al sufrimiento
un nuevo estribillo: "más, más y más", segura de este
camino: el del Amor Redentor.
EL
CAMINO ESPIRITUAL DE VERÓNICA
El
Diario: mina del Espíritu
El
Diario, que Verónica nos ha dejado y en el que, por voluntad de sus
confesores y superiores, nos ha descrito sus variadas experiencias
místicas, está -compuesto por veintidós mil páginas manuscritas.
Es una riqueza espiritual inagotable para las almas ganosas de
conocer el camino de Dios.
Los
santos son como senderos luminosos en el firmamento de la Iglesia; a
través de ellos Dios nos indica cómo hemos de subir hasta El.
La
vida cristiana alcanza su vértice en la unión con Dios. El
itinerario místico, resultado de experiencias extraordinarias - a
través de las cuales pasó santa Verónica - coincide de hecho con
el progreso en la santidad a la cual todos estamos llamados. La
perfección cristiana consiste esencialmente en la experiencia del
Amor divino. El crecimiento del amor - aun el que deriva de
particulares gracias de carácter místico -, si conduce al progreso
efectivo de las virtudes teologales y morales, conduce a la meta
común de la santidad.
Es
poco menos que imposible, tratándose de Verónica, compendiar la
experiencia riquísima sea de los hechos místicos vividos por ella,
sea del progreso en el itinerario de las virtudes realizado en una
vida espiritual de tanta intensidad, Sin embargo no podemos dejar de
poner en resalto las únicas esenciales, para poder captar la
admirable enseñanza, dada por Dios en beneficio nuestro por medio de
ella.
La
meta: llegar a ser esposa de Jesús
En
el lenguaje de la perfección cristiana se emplean las expresiones
más delicadas del amor humano para entender algo del amor divino.
El
amor lleva al desposorio. Así ocurre con el alma. Verónica vive
esta realidad espiritual del comienzo al fin de su vida.
Jesús
se enamora de esta criatura, la mira con afecto, la atrae a sí y la
quiere esposa suya. Se lo viene diciendo desde que tenía tres años.
Con ella entabla coloquios y correspondencia, para ella expresa
invitaciones y promesas, a ella va con visitas y dones.
La
Santa afirma refiriéndose al periodo de su adolescencia en la
familia: "Pocas veces salía de la oración sin que el Señor me
dijese internamente que había de ser su esposa". Ella misma,
siendo tan joven, no intuía todo lo que el Señor deseaba en seguida
de ella, por lo cual le respondía con ingenuidad: "Dios mío,
habéis de tener paciencia, a su tiempo tendréis todo. Entonces
veréis que digo la verdad".
El
momento culminante para estas promesas de amor, en su tempranísima
edad, fue aquel en que recibió por primera vez la Eucaristía.
Escribe: "En la primera Comunión me parece que el Señor me
hizo entender que yo debía ser su esposa.
Experimenté
un no sé qué de particular; quedé como fuera de mí, pero no
entendí nada. Pensaba que en la Comunión sucedía siempre así. Al
recibir aquella santísima Hostia me pareció que entraba en mi
corazón un fuego. Me sentía quemar".
El
día de la primera Comunión! Es el 2 de febrero de 1670. La pequeña
tiene solo diez años, pero siente que su amor a Jesús se debe
expresar en una ofrenda total, Es un lenguaje ya maduro y fuerte:
"Señor, no tardéis más: ¡crucificadme con Vos! ¡Dadme
vuestras espinas, vuestros clavos: aquí tenéis mis manos, mis pies
y mi corazón! ¡Heridme, oh Señor! "
Del
desposorio místico a la divinización
Todo
esto se realizará. Jesús la irá conduciendo, por experiencias
extraordinarias, hasta el desposorio místico, hasta la
transformación y la divinización. La ascensión estará modulada
por fases espirituales que los teólogos han llamado de unión suave,
de unión árida y de unión activa. Mientras tanto un raudal de
dones y carismas se derrama sobre ella en cada momento.
Un
mensaje importante para todos. El Señor parece decir, a través de
la experiencia espiritual de Verónica, que la vida de gracia es
"naturalmente" todo esto, si bien misteriosamente oculto en
las almas de sus fieles. Pero lo que causa maravilla es que en
Verónica la realidad divina es evidente, es manifiesta, casi sin
velos.
Gracias,
dones y carismas
Jesús
atrae a sí a Verónica y transforma, adapta y plasma su íntima
constitución interior: le da un "corazón amoroso" y un
"corazón herido", la hace arrimarse a su costado para
darle a beber de la fuente de su Corazón divino, le comunica un plan
ascético de vida y la perfecciona aun en el nombre: "Verónica
de Jesús y de María".
Verónica
debe beber también el "cáliz amargo"; Jesús le clava
cinco dardos en el corazón junto con los instrumentos de la Pasión.
La
Virgen es intermediaria de tales gracias y la reconoce como
"discípula". Por intermedio de María santísima Verónica
hace su consagración a Jesús. Los tres corazones - de Jesús, de
María y de Verónica -se funden en uno.
En
un alternarse divino de purificación y de gracias la Santa ve
añadirse en su corazón otras sena les, como las llamas del Amor de
Dios, el sello "Fuente de gracias" y las letras VFO que
corresponden a la virtudes de la Voluntad de Dios, de la Fidelidad y
de la Obediencia.
Verónica,
además, saboreará dos misterioso cálices: uno con la sangre de
Cristo, el otro con las lágrimas de María. Revivirá, por mandato
de su confesor, la Pasión de Jesús reproducida en cada uno de los
tormentos.
Pero
el Señor la sostiene y la conforta. Nos place mencionar aquí
también alguna gracia especial con la que se siente confortada: la
Virgen le concede la ayuda constante de un segundo ángel de la
guarda y la consuela con una peregrinación - ¡en visión! - al
santuario de la Santa Casa de Loreto.
La
vida divina fluye en su alma. Se le concede la que Verónica llama
"la gracia de las tres gracias":unión, transformación y
desposorio celeste. Es una gracia que, desde 1714, recibe cada vez
que se acerca a la sagrada Comunión y diviniza cada vez más su
espíritu.
Es
ya la "Verónica de la voluntad de Dios. Hija y profesa de María
santísima".
La
Virgen María en la vida espiritual de santa Verónica
A
medida que Verónica avanza en el camino de la perfección, aumenta
también la presencia de la Madre de Dios hasta el punto de sustituir
casi la de Jesús. La Virgen santa la atrae a la propia vida, a fin
de que, identificada con ella, pueda conducirla a su divino Hijo y a
la adoración de la santísima Trinidad. Cada día con mayor
frecuencia Verónica se siente confirmada - y lo registra en su
Diario - "hija del Padre, esposa del Verbo y discípula del
Espíritu Santo".
Se
puede hablar de un "camino mariano" de santa Verónica. Y
es ésta tal vez la tonalidad más destacada, mientras sube a las
cimas de la perfección. Esta presencia central de María santísima
tuvo comienzo en el año 1700, cuando la "querida Mamá" le
ofrecía suave refugio en su regazo acogedor: la sostenía en las
pruebas y le prodigaba su guía segura y su luminoso magisterio. Es
introducida primero como "discípula" y después como
"novicia de María". Se funde con su corazón.
El
21 de noviembre de 1708 Verónica se ofrece con un solemne acto de
donación a María y se declara su "sierva". Esto equivale
a la total consagración mariana. A partir de aquel momento se
desarrolla rápidamente un proceso de Profunda identificación entre
María y su hija espiritual Verónica.
Desde
1715 las gracias de unión mística son experimentadas a través de
la compenetración con el alma de María.
A
partir del 14 de agosto de 1720 Verónica comienza a escribir bajo el
dictado de la Virgen. María vive con ella el presente: es la
verdadera guía del monasterio. Le dice: "Hija, estate
tranquila. Yo soy la superiora y corre por mi cuenta el necesario
sustento para ti y para tus hermanas. Es mi oficio; tú no tienes que
preocuparte de nada".
Y
Verónica va constatando cosas admirables. La «nueva superiora"
la sustituye hasta en el guiar el capítulo de las hermanas. Escribe
la Santa: "Cada viernes yo me postro a los pies de María
santísima, le pido que tenga a bien guiarme y enseñarme lo que
tengo que decir a cada hermana, y siempre experimento su ayuda
especial.
Paréceme
que María santísima está allí personalmente como superiora y que
yo voy diciendo, de parte suya, todo cuanto me dicta ella. Pero hoy
ha sucedido algo insólito: apenas comenzado el capítulo, me he
encontrado fuera de los sentidos, de modo sin embargo que nadie ha
podido darse cuenta, porque ha sido entre mí y Dios...
Al
terminar me he dado cuenta de que había hecho el capítulo. ¡Sea
todo a gloria de Dios y de María santísima! Ella ha dicho y hecho
todo".
Identificada
con María Santísima
Las paginas de Verónica que se refieren
a los aspectos marianos de su vida son de las más bellas y
significativas por lo que hace al camino espiritual de ella y de todo
cristiano. Contienen doctrina y práctica luminosa y se imponen a la
atención de cualquiera que reconozca la importancia de la
consagración a la Virgen como medio de la más alta perfección,
Escribe:
"Paréceme que, en ese momento, la santísima Virgen se ha
transformado a sí misma en mí; pero para hacer entender esto no
hallo modo de declararlo, ya que mi alma se ha hecho una misma cosa
con María santísima, del modo que yo experimento cuando recibo la
gracia de la transformación de Dios con el alma y del alma en Dios".
La
Virgen la llama afectuosamente "corazón de mi corazón" y,
mediante ella, adora a la santísima Trinidad. Nuevamente se inclina
sobre los pliegos del Diario y apunta: "Me ha venido el
recogimiento con la visión de María santísima. Me he comportado
como suelo; y ella me ha hecho hacer aquella adoración a la
santísima Trinidad. Entonces han venido tres rayos, con tres dardos,
a este corazón.
Me
ha parecido que las tres divinas Personas, en señal de amor, han
confirmado lo que tantas veces han tenido a bien hacerme comprender.
María santísima me ha dicho: "El Padre eterno te confirma por
hija, el Verbo eterno por esposa suya, el Espíritu Santo por
discípula suya".
Y,
mientras tanto, los tres dardos que estaban en el corazón han ido
derechos al corazón de María santísima y del corazón de María
santísima ha venido uno a este corazón, el cual lanzaba el mismo
corazón al corazón de ella. Aquellos tres dardos luego semejaban
centellas, y ya volvían a este corazón ya al de la santísima
Virgen.
Aquí
he experimentado un no sé qué de nuevo: me parecía que mi alma y
este corazón eran una misma cosa con María santísima".
Por
medio de la Madre de Dios se le comunican gracias cada vez más
especiales. Se lo recuerda la misma Virgen: "Y de nuevo, en el
momento en que ha venido a ti el Dios sacramentado, el alma de mi
alma (Verónica) ha quedado identificada con la voluntad de Dios y
mía, porque en ese momento ha comenzado un modo de obediencia más
exacta: es que yo he hecho participar al alma de mi alma mi misma
obediencia.
Así
es como la Virgen le comunica sus virtudes. Entre éstas resplandece
la pureza. "Mi corazón y mi alma hicieron sentir
penetrantemente en el corazón de mi corazón (Verónica) el valor de
mi pureza. Hija, haz aprecio de esta gracia, que es tan agradable a
Dios.
El
alma sencilla y pura atrae la mirada de Dios, El la llena de sus
divinas gracias y dones. Hija, la mirada divina santifica y vivifica
a las almas inocentes y puras". Así en todas las virtudes: "Te
hice participar del mérito de todas las virtudes que había
ejercitado yo y con ellas te presenté a Dios".
En
la cima se halla siempre la caridad, el amor. Sólo éste crea y
renueva.
Y
la Virgen le dice que le "renovó todo el corazón por medio de
un rayo de amor que te comunicó mi corazón". Por ese camino el
alma de Verónica viene a ser confirmada y "elegida entre los
elegidos", comenzando el "anticipado paraíso" para
quedar unida siempre en el "Espíritu Santo Amor".
Un
compendio de tantas gracias
Para gozar con las maravillas que
Dios obró en santa Verónica Giuliani, leamos todavía una página
de su Diario escrita en 1701. Verónica viviría aún muchos años -
moriría en 1727 -, ¡pero ya el Señor la había colmado de tantas
gracias!
"En
un instante se me dio luz clara sobre todas las gracias particulares
que Dios ha concedido a mi alma.
Han
sido tantas, tantas, que no me es posible decir el número. Sólo
diré lo que comprendí en particular. Me hizo, comprender queme
había renovado 500 veces el dolor del corazón y me había renovado
en él muchas veces la herida; que, al mismo tiempo, me había
concedido la gracia particular de darme el dolor de mis pecados,
añadiendo el conocimiento de mí misma y de las propias culpas y
haciéndome comprender toda clase de virtudes y el modo como había
de ejercitarlas; que me había concedido tantísimas luces y
amaestramientos: sería cosa de nunca acabar si quisiera referirlos
todos.
Hízome
comprender también que había renovado 60 veces el desposorio con mi
alma; que me había hecho experimentar 33 veces, de manera especial,
su santísima Pasión y, comprender penas que sólo son conocidas de
las almas más queridas de El; que se me había hecho ver 20 , veces
todo llagado y ensangrentado, y que me pedía que siguiese su santa
voluntad; pero yo hacía todo lo opuesto.
¡OH
Dios! ¡Qué confusión era la mía en ese momento! No puedo con la
pluma decir nada de lo que yo experimentaba mientras me era
manifestada cada cosa al detalle.
Tres
veces me había dado un tiernísimo abrazo desclavando su brazo de la
cruz y haciéndome llegar a su costado; 5 veces me había dado a
gustar el licor .que salía de su costado; 15 veces había lavado de
modo especial mi corazón en su preciosa sangre, que manaba en forma
de rayo de su costado y se dirigía a mi corazón; 12 veces me lo
había sacado, haciéndome la gracia de purificarlo y de quitar de él
toda suciedad, la podredumbre de las imperfecciones y los residuos de
mis pecados; 9 veces me había hecho acercar la boca a la llaga de su
santísimo costado; 200 veces había dado tiernísimos abrazos a mi
alma, de modo especial, sin contar los demás que me da continua- y
100 heridas había hecho a mi corazón de mente, modo secreto.
Basta
con lo dicho. No tiene número todo cuanto Dios ha obrado en esta
alma ingrata. Me hizo entender todas estas cosas en un momento; y, de
un modo que no sé referir, me renovó todo asignándome sus santos
méritos, su pasión, todas sus obras, en satisfacción por haber
correspondido mal a todas esas cosas.
De
nuevo me hizo saber que me había perdonado todas mis culpas, pero
que ahora debo ser toda suya. En ese momento me concedió el dolor de
mis pecados. En el acto de dolor volví en mí, más muerta que viva.
Me duró el dolor por poco tiempo y me sentía como expirar.
Me
parece que todo esto que tuve después de la comunión, sobre las
gracias y los dones concedidos por Dios a mi alma, fue un nuevo
juicio; y por esto comprendí el número de cada uno más en
particular y su especie. ¡Sea todo a gloria de Dios! "
"El
Amor se ha dejado hallar"
Acompañada
en el camino de la perfección por la presencia continua de la
Virgen, que la llama "corazón de mi corazón" y "alma
de mi alma", Verónica transcurre los últimos años de su vida
en unión constante con Dios. Declara ella misma: "Cuando Dios
me concede las dos gracias de la unión y de la transformación,
éstas son las mismas que gozan las almas bienaventuradas allá en el
paraíso. Gozan de Dios en Dios; y es un continuo convite de amor con
amor".
Verónica
recibe el don de ser confirmada en la gracia santificante, por lo que
repite llena de gozo: " ¡Eternamente! ¡eternamente!".
Puede afirmar: "El amor ha vencido y el mismo amor ha quedado
vencido".
Es
ya el paraíso. Pero es preciso dejar esta vida, es preciso poner
punto final. La Virgen, que en los últimos años le ha dictado el
Diario, le sugiere estas simpáticas palabras que ella transcribe
fielmente; "Pon punto". Es el 25 de marzo de 1727, fiesta
de la Anunciación del Señor.
El
6 de junio, en el momento de la santa Comunión, Verónica sufre un
ataque de hemiplejia. Desde entonces transcurren treinta y tres días
de un triple purgatorio: dolores físicos, sufrimientos morales y
tentaciones diabólicas, como lo había predicho.
Al
alba del 9 de julio, recibida la obediencia de su confesor para poder
dejar este mundo, vuela al encuentro con Dios.
"
¡El Amor se ha dejado hallar! " Son sus últimas palabras
dichas a sus hermanas. Así terminó su padecer por amor y comenzó
su paraíso.
La
Iglesia la declaró Beata en 1804 y Santa en 1839. Hoy quien ha
tenido la gracia de conocer de cerca a santa Verónica Giuliani - a
través de la lectura del Diario, de las Relaciones y de las Cartas -
abriga la esperanza de que en la Iglesia se le reconozca, además de
la santidad, ese magisterio espiritual que resuma de todos sus
escritos y se halla confirmado por una excepcional vida mística.
Verónica
figura de hecho entre los grandes maestros de la perfección que
iluminan y guían al pueblo cristiano.
Santuario
de Santa Verónica Giuliani:
Via XI Settembre 21/A; 06012 Cittá
di Castello (PG), Italia.
Aquí se encuentra su
cuerpo incorrupto
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BENEDICTO
XVI
AUDIENCIA
GENERAL
Sala
Pablo VI
Miércoles
15 de diciembre de 2010
Santa
Verónica Giuliani
Queridos
hermanos y hermanas:
Hoy
quiero presentar a una mística que no es de la época medieval; se
trata de santa Verónica Giuliani, monja clarisa capuchina. El motivo
es que el próximo 27 de diciembre se celebra el 350° aniversario de
su nacimiento. Città di Castello, el lugar donde vivió durante más
tiempo y donde murió, así como Mercatello —su pueblo natal— y
la diócesis de Urbino, viven con alegría este acontecimiento.
Verónica
nace, como decía, el 27 de diciembre de 1660 en Mercatello, en el
valle de Metauro, de Francesco Giuliani y Benedetta Mancini; es la
última de siete hermanas, otras tres de las cuales abrazarán la
vida monástica; le dan el nombre de Úrsula. A la edad de siete años
pierde a su madre, y su padre se traslada a Piacenza como
superintendente de aduanas del ducado de Parma.
En
esta ciudad Úrsula siente que crece en ella el deseo de dedicar la
vida a Cristo. La llamada se hace cada vez más apremiante, hasta el
punto de que a los 17 años entra en la estricta clausura del
monasterio de las Clarisas Capuchinas de Città di Castello, donde
permanecerá toda su vida. Allí recibe el nombre de Verónica, que
significa «verdadera imagen» y, en efecto, llegará a ser una
verdadera imagen de Cristo crucificado.
Un
año después emite la profesión religiosa solemne: inicia para ella
el camino de configuración con Cristo a través de muchas
penitencias, grandes sufrimientos y algunas experiencias místicas
vinculadas a la Pasión de Jesús: la coronación de espinas, las
nupcias místicas, la herida en el corazón y los estigmas.
En
1716, a los 56 años, se convierte en abadesa del monasterio y se
verá confirmada en ese cargo hasta su muerte, acontecida en 1727,
después de una dolorosísima agonía de 33 días que culmina en una
alegría tan profunda que sus últimas palabras fueron: «¡He
encontrado el Amor, el Amor se ha dejado ver! Esta es la causa de mi
sufrimiento. ¡Decídselo a todas, decídselo a todas!» (Summarium
Beatificationis, 115-120). El 9 de julio deja la morada terrena para
el encuentro con Dios. Tiene 67 años, cincuenta de los cuales
pasados en el monasterio de Città di Castello. El Papa Gregorio XVI
la proclama santa el 26 de mayo de 1839.
Verónica
Giuliani escribió mucho: cartas, textos autobiográficos, poesías.
Sin embargo, la fuente principal para reconstruir su pensamiento es
su Diario, iniciado en 1693: nada menos que veintidós mil páginas
manuscritas, que abarcan treinta y cuatro años de vida claustral.
La
escritura fluye espontánea y continua, sin tachones ni correcciones,
sin signos de puntuación o distribución de la materia en capítulos
o partes según un proyecto preestablecido. Verónica no quería
componer una obra literaria; es más, el padre Girolamo Bastianelli,
religioso de los Filipinos, de acuerdo con el obispo diocesano
Antonio Eustachi, la obligó a poner por escrito sus experiencias.
Santa
Verónica tiene una espiritualidad marcadamente
cristológico-esponsal: es la experiencia de que Cristo, Esposo fiel
y sincero, la ama y de querer corresponder con un amor cada vez más
comprometido y apasionado. En ella todo se interpreta en clave de
amor, y esto le infunde una profunda serenidad. Vive cada cosa en
unión con Cristo, por amor a él y con la alegría de poder
demostrarle todo el amor de que es capaz una criatura.
El
Cristo al cual Verónica está profundamente unida es el Cristo que
sufre de la pasión, muerte y resurrección; es Jesús en el acto de
ofrecerse al Padre para salvarnos. De esta experiencia deriva también
el amor intenso y doloroso por la Iglesia, en la doble forma de la
oración y la ofrenda.
La
santa vive con esta perspectiva: reza, sufre, busca la «santa
pobreza», como «expropiación», pérdida de sí misma (cf. ib.,
III, 523), precisamente para ser como Cristo, que se entregó
totalmente.
En
cada página de sus escritos Verónica encomienda a alguien al Señor,
avalorando sus oraciones de intercesión con la ofrenda de sí misma
en todo sufrimiento. Su corazón se dilata a todas «las necesidades
de la santa Iglesia», anhelando la salvación de «todo el mundo»
(ib., III-IV, passim). Verónica grita: «Oh pecadores, oh
pecadoras…, todos y todas venid al corazón de Jesús; venid al
lavatorio de su preciosísima sangre…
Él
os espera con los brazos abiertos para abrazaros» (ib., II, 16-17).
Animada por una ardiente caridad, da a las hermanas del monasterio
atención, comprensión, perdón; ofrece sus oraciones y sus
sacrificios por el Papa, por su obispo, por los sacerdotes y por
todas las personas necesitadas, incluidas las almas del purgatorio.
Resume
su misión contemplativa en estas palabras: «Nosotros no podemos ir
predicando por el mundo para convertir almas, pero estamos obligadas
a rezar continuamente por todas las almas que se encuentran en estado
de ofensa a Dios… especialmente con nuestros sufrimientos, es
decir, con un principio de vida crucificada» (ib., IV, 877). Nuestra
santa concibe esta misión como «estar en medio», entre los hombres
y Dios, entre los pecadores y Cristo crucificado.
Verónica
vive profundamente la participación en el amor de Jesús que sufre,
segura de que «sufrir con alegría» es la «clave del amor» (cf.
ib., I, 299.417; III, 330.303.871; IV, 192).
Pone
de relieve que Jesús sufre por los pecados de los hombres, pero
también por los sufrimientos que sus siervos fieles soportaron a lo
largo de los siglos, en el tiempo de la Iglesia, precisamente por su
fe sólida y coherente. Escribe: «Su eterno Padre le hizo ver y
sentir en ese punto todos los sufrimientos que iban a padecer sus
elegidos, sus almas más queridas, es decir, las que iban a sacar
provecho de su sangre y de todos sus sufrimientos» (ib., II, 170).
Como
dice de sí mismo el apóstol san Pablo: «Ahora me alegro por los
padecimientos que soporto por vosotros, y completo en mi carne lo que
falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la
Iglesia» (Col 1, 24). Verónica llega a pedir a Jesús ser
crucificada con él: «En un instante —escribe—, vi salir de sus
santísimas llagas cinco rayos resplandecientes; y todos vinieron
hacia mí. Y yo veía cómo esos rayos se convertían en pequeñas
llamas.
En
cuatro estaban los clavos; y en una vi que estaba la lanza, como de
oro, al rojo vivo: y me traspasó el corazón, de lado a lado... y
los clavos me traspasaron las manos y los pies. Sentí un gran dolor;
pero, incluso en el dolor, me veía, me sentía completamente
transformada en Dios» (Diario, I, 897).
La
santa está convencida de que ya participa en el reino de Dios, pero
al mismo tiempo invoca a todos los santos de la patria celestial para
que acudan en su ayuda en el camino terreno de su entrega, en espera
de la felicidad eterna; esta es la constante aspiración de su vida
(cf. ib., II, 909; V, 246).
Respecto
a la predicación de la época, a menudo centrada en «salvar la
propia alma» individualmente, Verónica muestra un fuerte sentido
«solidario», de comunión con todos los hermanos y hermanas en
camino hacia el cielo, y vive, reza, sufre por todos.
Las
cosas penúltimas, terrenas, en cambio, aun apreciadas en sentido
franciscano como don del creador, resultan siempre relativas, del
todo subordinadas al «gusto» de Dios y bajo el signo de una pobreza
radical.
En
la communio sanctorum, aclara su entrega eclesial, así como la
relación entre la Iglesia peregrina y la Iglesia celestial. «Los
santos —escribe— están allá arriba mediante los méritos y la
pasión de Jesús; pero cooperaron en todo lo que hizo nuestro Señor,
de modo que toda su vida se ordenaba y se regulaba por sus mismas
obras» (ib., III, 203).
En
los escritos de Verónica encontramos muchas citas bíblicas, a veces
de modo indirecto, pero siempre puntual: revela familiaridad con el
Texto sagrado, del cual se alimenta su experiencia espiritual.
Asimismo,
es preciso señalar que los momentos fuertes de la experiencia
mística de Verónica nunca van separados de los acontecimientos
salvíficos celebrados en la liturgia, donde ocupa un lugar especial
la proclamación y la escucha de la Palabra de Dios. La Sagrada
Escritura, por tanto, ilumina, purifica, confirma la experiencia de
Verónica, haciéndola eclesial.
Pero,
por otra parte, precisamente su experiencia, anclada en la Sagrada
Escritura con una intensidad nada común, guía a una lectura más
profunda y «espiritual» del mismo Texto, entra en la profundidad
escondida del texto. Ella no sólo se expresa con las palabras de la
Sagrada Escritura, sino que realmente vive de estas palabras, se
hacen vida en ella.
Por
ejemplo, nuestra santa cita a menudo la expresión del apóstol san
Pablo: «Si Dios está por nosotros ¿quién contra nosotros?» (Rm
8, 31; cf. Diario, I, 714; II, 116.1021; III, 48). En ella la
asimilación de este texto paulino, su gran confianza y su profunda
alegría, se convierte en un hecho que se realiza en su propia
persona: «Mi alma —escribe— se ha unido a la voluntad divina y
yo realmente me he establecido y detenido para siempre en la voluntad
de Dios.
Me
parecía que ya no me iba a apartar jamás de este querer de Dios y
volví en mí con estas palabras exactas: nada me podrá separar de
la voluntad de Dios, ni angustias ni penas ni afanes ni desprecios ni
tentaciones ni criaturas ni demonios ni oscuridad, ni siquiera la
misma muerte, porque en la vida y en la muerte quiero totalmente y en
todo la voluntad de Dios» (Diario, IV, 272). Así tenemos también
la certeza de que la muerte no es la última palabra, estamos
cimentados en la voluntad de Dios y así, realmente, en la vida para
siempre.
Verónica
es, especialmente, un testigo valiente de la belleza y del poder del
Amor divino, que la atrae, se apodera de ella, la enardece. Es el
Amor crucificado que se ha impreso en su carne, al igual que en la de
san Francisco de Asís, con los estigmas de Jesús. «Esposa mía —me
susurra Cristo crucificado— me complacen las penitencias que haces
por aquellos que están en desgracia ante mí… Luego, desclavando
un brazo de la cruz, me hizo señas de que me acercara a su
costado... Y me encontré entre los brazos de Cristo crucificado.
Lo
que sentí entonces no puedo contarlo: habría querido estar siempre
en su santísimo costado» (ib., I, 37). También es una imagen de su
camino espiritual, de su vida interior: estar en el abrazo del Señor
crucificado y así estar en el amor de Cristo por los demás.
Verónica vive asimismo una relación de profunda intimidad con la
Virgen María, testimoniada en las palabras que ella le dice un día
y que refiere en su Diario: «Yo te hice descansar en mi regazo, se
te concedió la unión con mi alma, y desde ella fuiste llevada
volando delante de Dios» (IV, 901).
Santa
Verónica Giuliani nos invita a hacer crecer, en nuestra vida
cristiana, la unión con el Señor viviendo para los demás,
abandonándonos a su voluntad con confianza completa y total, y la
unión con la Iglesia, Esposa de Cristo; nos invita a participar en
el amor lleno de sufrimiento de Jesús crucificado para la salvación
de todos los pecadores; nos invita a tener la mirada fija en el
Paraíso, meta de nuestro camino terreno, donde viviremos junto a
tantos hermanos y hermanas la alegría de la comunión plena con
Dios; nos invita a alimentarnos a diario de la Palabra de Dios para
calentar nuestro corazón y orientar nuestra vida. Las últimas
palabras de la santa pueden considerarse la síntesis de su
apasionada experiencia mística: «¡He encontrado el Amor, el Amor
se ha dejado ver!». Gracias.
Saludos
Saludo
con afecto a los peregrinos de lengua española, en particular a los
procedentes de España, Chile y otros países latinoamericanos. Y, de
modo particular, a los miembros de la comunidad católica mejicana de
Roma, así como a los artesanos venidos de Guanajuato, acompañados
por el Gobernador de dicho Estado y el Señor Arzobispo de León, a
quienes agradezco el obsequio de un artístico nacimiento. Que el
ejemplo de Verónica Giuliani incremente nuestro amor a Cristo.
Muchas gracias.
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LOS
DOS CORAZONES EN LA EXPERIENCIA MÍSTICA DE SANTA VERÓNICA GIULIANI
Esposa
de Jesús e hija de María
Ver
también:Santa Verónica Giuliani
En
la vida de Santa Verónica podemos ver la obra de amor que los Dos
Corazones realizaron en ella. Sus experiencias, llenas de ardiente
entrega hacia ambos Corazones, y la correspondencia de ellos, dándole
gracias extraordinarias que la llevan a entregar todo por el Esposo,
pero ayudada por la fiel custodia de la Virgen María.
Podemos
decir que ella vivió la Pasión del Señor pero siempre acompañada
y guiada por la Virgen María.
Es
una santa que recoge experiencias místicas de grado muy alto y
además, sus experiencias unen de una manera extraordinaria la
espiritualidad Mariana y la espiritualidad Cristo céntrica, y es la
unión de estas dos espiritualidades, las que desean llevar al hombre
a su plenitud. Santa Verónica fue llevada a las alturas guiada por
Jesús y por la Virgen María.
En
su vida mística encontramos lo que ella llama Lazo indisoluble
de los Tres Corazones. Su corazón fue unido místicamente al Corazón
de Jesús y de María. Narra su participación tanto de la Pasión de
Jesús como del sufrimiento y lágrimas de la Virgen María.
MARÍA
SE OFRECE DEL TODO A JESÚS EN NOMBRE DE LA SANTA
7 de abril,
1697 = Volumen I, 905
"Hablándome
de esa manera, me crecía el deseo ardiente y de corazón me ofrecía
del todo a El. Sin embargo por el conocimiento propio que tenía,
veía que no le podía dar nada.
Me
he dirigido a la Santísima Virgen y le he dicho fuese Ella quien
ofreciese algún donativo a su Hijo en mi lugar. Así pues, en
representación de mi persona, se ha ofrecido toda Ella.
Le
ha dado todos sus sentimientos unidos a los míos; le ha dado sus
potencias, su corazón y todos sus méritos, todas sus buenas obras y
sus virtudes, en unión de los méritos santísimos del mismo Señor
y de todo cuánto ha padecido y obrado, en todo el decurso de su
vida.
Mientras
la Santísima Virgen hacía todo esto, me parecía que al mismo
tiempo me iba adornando con una bellísima vestidura, cubierta de oro
y piedras preciosas, que querían significar las santas virtudes de
la Virgen. Y el Señor dijo a la Santísima Virgen que aceptaba esto
como señal de que yo quería ser verdadera esposa suya".
EL
CORAZÓN DE VERÓNICA SOBRE EL CORAZÓN DE MARÍA
7 de
abril, 1697 = Volumen I, 905-6
El
le dijo: "Si es mío, lo pondré donde debe estar". Y
diciendo así, lo puso en la llaga de su costado, me hizo ver su
corazón muy resplandeciente y puso el mío sobre su mismo corazón.
Entonces mi corazón quedó del todo encendido, como una llama de
fuego.
El
Señor volvió a tomarlo en su mano, lo miraba fijamente y lo
estrechaba fuertemente. Yo veía dicho corazón todo fuego, con las
cinco llagas y traspasado de parte a parte. El Señor lo dio a su
Santísima Madre y lo puso justo sobre su corazón de Ella.
Ella
lo tomó con su mano y lo donó a su Hijo con su propio corazón, y
con el de su mismo Hijo. El Señor lo volvió a meter en mi pecho;
pero parecía que me metía un incendio. Sentía como si me
abrasara".
MARÍA
INTRODUCE A LA SANTA EN EL COSTADO DE CRISTO
7 de marzo, 1698
= Volumen II, 369
"Aquí
me ha hecho comprender que todavía no he empezado a sufrir, en
relación a lo que me espera. En este momento me ha dicho: "Espera
en mí"; y me ha mostrado su Costado diciéndome: "Aquí
debes hacer tu morada". Yo, dirigida a la Virgen, le rogaba que
quisiese ofrecer su Corazón por mí; y que quisiese introducirme en
el Costado de Jesús. Ella en un instante me ha hecho ver que ya
había recibido la gracia; y allí dentro estaba con muchas otras
almas".
MARÍA
Y JESÚS LA CONFIRMAN EN EL CAMINO DEL SUFRIMIENTO
15 de
agosto, 1699 = Volumen II, 510-1
"Esta
noche, después de un largo combate, he tenido un poco de
recogimiento en la oración. Entonces he tenido la visión de la
Virgen con el Señor Glorioso y muchos santos y santas. Ambos me han
dicho que venían para confirmarse en el padecer. En esto me ha dado
a entender el Señor que quería darme una gracia. Hablando de esta
manera, me ha entregado a la Virgen.
Ella
me ha preguntado que quería. Le he pedido, como gracia, la pureza de
intención, la humildad y la resignación a la voluntad divina. Me
pareció que Ella me lo concedía todo y me dijo que me preparase
para recibir nuevas gracias.
De
repente desapareció. Cuando volví en mi, sentía gran contento de
padecer, y al mismo tiempo se me encendía el corazón; aunque el
sentido, sintiese al vivo el estar crucificada externa e internamente
con los acostumbrados trabajos, yo no podía decir más que: "Señor,
si es vuestro querer, añadidme más penas".
Por
la mañana en la comunión, me ha parecido que en seguida me ha
venido el recogimiento con la visión de la Virgen y de Jesús Niño.
Ella y El me confirmaron en el camino del sufrimiento. El Señor me
hizo entender que todo el tiempo de mi vida lo tendría que pasar con
sufrimiento; y de nuevo me daba la gracia de confirmarme crucificada
con El. Aquí tuve también comunicaciones y aprendí la preciosidad
de la cruz y de las penas. El Señor me dijo: "Seme fiel en el
porvenir. Corresponde a mi amor. Yo te amo y seré siempre tuyo.
Afiánzate en mi querer, ten verdadera fe y esperanza en mi".
CRISTO
ESTAMPA EN EL CORAZÓN DE VERÓNICA LOS NOMBRES DE JESÚS Y DE
MARÍA
25 de marzo, 1702 = Volumen III, 1036
"En
un instante el Señor me quitó el corazón. Me pareció verlo, en la
mano de la Santísima Virgen, y Ella lo lavaba y limpiaba, con la
sangre que salía del Costado de Jesús.
Lo
vi repentinamente tan reluciente y purificado, como, si fuese cristal
purísimo. Jesús tenía en la mano algo como un pincel, lo mojaba en
su costado, y luego con el mismo escribía caracteres en el corazón
que tenía la Santísima Virgen en la mano.
Me
pareció que Jesús había impreso en él con caracteres de su sangre
estos dos nombres: Jesús y María, y así sellado lo ponía de nuevo
en su sitio.
En
aquel momento me pareció sentir una cosa nueva en mí y no pude
entenderla en absoluto por el exceso de amor que sentía. Mi alma se
unió tan estrechamente con Dios..., y los dos nombres que había
escrito en mí propio corazón, me parecían una atadura indisoluble
con la que tenía atada mi alma. No puedo describir con la pluma lo
que tuve en aquel momento y el deseo inmenso de Dios con que quedé.
Estaban
estos caracteres, como voz viva ante la presencia de Dios y El me
daba a entender cómo debo encaminarme por el camino de los
sufrimientos y cómo debo portarme cuando me hace participar de los
dolores y penas de su santísima pasión. En este tiempo me parece
que Dios infundía en mi corazón su amor, de un modo especial; y me
dejó un vivo recuerdo de Jesús y María"
VERÓNICA
DE JESÚS Y DE MARÍA
17 de mayo, 1703 =
Volumen III, 134
"Vuelvo
de nuevo a la narración de la visión. Me pareció que Jesús
levantaba la mano que tenía apoyada sobre su corazón; vi entonces
abierta la llaga de su costado; y me pareció ver en su corazón con
letras de oro esas precisas palabras: "Verónica de Jesús
y de María".
De
pronto, se cubrió de nuevo con su mano; de su corazón salía un
resplandor tan grande que parecía al de muchos soles. Aquí no puedo
explicar lo que en aquel momento gustó mi alma, no hay manera de
encontrar palabra que le cuadre. ¡Todo sea a gloria de Dios!
En
este día tuve tres veces la misma visión, de la misma manera, y
cada vez que volvía en mí, Dios me daba especial dolor de mis
pecados. ¡Todo sea a gloria de Dios!".
"ARREBATABAN
MI CORAZÓN"
8 de septiembre, 1703 =
Volumen III, 180
"La
tercera vez, me ha parecido que salía un gran resplandor del corazón
de Jesús y del de María; se unían uno con el otro y al mismo
tiempo mí alma gustaba una unión con Dios de tal manera que no hay
modo de describirla. Estos corazones arrebataban hacia Ellos mi
corazón y llenaban mi alma de dulzura celestial.
Sentía
una comunicación tan excelsa de Dios, y de sus divinos atributos...
especialmente de su inmensidad, divina piedad, misericordia infinita,
caridad inmensa, bondad suma, amor incomprensible, y cosas
semejantes... que no puedo narrarlas, ni hay manera de poder
discurrir sobre ellas. Cuanto más se dice de Dios y de su grandeza,
menos se dice.
Por
más que hayan dicho todas las criaturas unidas y los Santos, nadie
ha dicho nunca nada. Yo no tengo manera, ni encuentro modo de poder
narrar nada de cuanto he entendido en esto. Sólo seguiré narrando
lo que me ha ocurrido en esta visión.
Me
parecía que aquel resplandor que salía de los corazones de Jesús y
de María, venía hacia mi corazón, y que quedase como preso o atado
por ambos corazones, sintiendo un júbilo de Paraíso.
De
lo que he experimentado en aquel momento, no puedo decir nada; sólo
me parece sentir desde aquel momento, hasta ahora, mi corazón y mi
alma han estado siempre con atención y aplicación en Dios; y que me
es más fácil el ejercicio de la presencia divina.
Me
parece sentir todavía atado mi corazón con el de Jesús y el de la
Santísima Virgen; y esto hace que esté muy contenta y que sienta, a
veces, tal ímpetu de amor a Dios, que parezca como alocada"
CONSTITUIDA
HIJA DE MARÍA, LOS TRES CORAZONES, UNO
26 de
junio, 1705 = Volumen 269-70
"Después
un rapto con la visión de Jesús y de la Santísima Virgen con
muchos santos. Yo entendía, por vía de comunicación, que Dios me
asignaba de un modo especial a todos aquellos santos por abogados
míos, y a la Santísima Virgen, por madre mía, y que me había
constituido hija de la. Santísima Virgen.
En
un instante he entendido por vía de comunicación, que la Santísima
Virgen me aceptaba como hija suya y parecía que se ofrecía a sí
misma a Dios por mi, que ofrecía asimismo su corazón a Dios por mí"
EFECTOS
MARAVILLOSOS DE LA UNIÓN DE LOS CORAZONES
29-30 de
junio, 1705 = Volumen III, 271-2
"Estos
días (29 y 30) los he pasado con muchas penas, y en mi corazón ha
habido algo nuevo, un no sé qué, semejante al que tuve el 26 del
corriente. Mientras sentía que me ataban el corazón aquellos lazos
de amor de los dos corazones, es decir, de los de Jesús Crucificado
y de la Santísima Virgen, me pareció que todo esto me hacía salir
de mí, y me despojase de todo.
Se
renovó en mí el modo que tiene Dios, que es sin modo, y me pareció
entender que Dios quiere absolutamente que yo le ame y sea toda suya.
El se amaba por mí y, al mismo tiempo entendía un poco de este
amor, pero no es posible discurrir sobre él. ¡Queda el alma toda
absorta en Dios!... siente tiernos abrazos del mismo Dios y en el
obrar y cooperar que hace Dios, ella obra y coopera siguiendo
sencillamente la pura voluntad de Dios.
En
todo aquello que contenta al alma es necesario que al mismo tiempo
ponga todo su contento en sólo Dios; al devolver a Dios este
contento, viene a depender de El y a hacer su voluntad; y Dios, por
su caridad, en un instante le acumula gracias sobre gracias, dones a
dones, y se complace tanto que parece que mande un diluvio de gracias
sobre el alma; en particular, la de darle el conocimiento y la
contrición. Laus Deo.
DE
NUEVO LOS TRES CORAZONES
2 de julio, 1705 =
Volumen III, 275-77
"Me
ha venido un ímpetu de amor y he quedado fuera de sentidos. Entonces
he tenido una visión de Jesús y de la Santísima Virgen, y me
parecía que de sus corazones salían aquellos rayos; que Jesús y
María, con sus Corazones ataban el mío, y le hacían participar un
no sé qué, como de Dios.
Lo
digo así por decirlo de algún modo, porque no hay manera de contar
el hecho que he experimentado en aquel instante. Mi alma gozaba un no
sé qué superior a todo lo que ha gozado nunca, y tenía
comunicaciones íntimas de las que no se pueden contar con palabras.
Me pareció que ambos corazones, es decir, el de Jesús y el de
María, quisieran para si mi corazón.
De
repente me ha parecido verlo en medio de estos corazones, y en un
instante, como de vuelo, volver a mi; y yo he vuelto en mi.
Me
ha parecido que los tres corazones se han unido como si fuesen uno
solo; pero los veía ahora separados, ahora unidos. En este hecho mi
alma ha gustado algo superior a lo primero, cuanto he dicho, de
aquella participación divina. Aquí sí que no es posible contar
nada.
En
un instante me he sentido toda en Dios, y Dios en mí, de un modo que
no hay manera de decirlo. Los Corazones de Jesús y de María
infundían en mí alma una plenitud de gracias; y me parecía que la
instruían, de un modo muy cuidadoso, en toda clase de virtudes; pero
al mismo tiempo, le comunicaban el divino amor, y el amor divino
obraba cosas que no hay manera de entenderlas con la inteligencia
humana".
PARTICIPA
DEL DOLOR Y DE LAS LÁGRIMAS QUE PADECIÓ MARÍA AL PIE DE LA CRUZ
2
de julio, 1705 = Volumen III, 278
"El
Padre Confesor me ha impuesto por obediencia, que recogiera mi mente
en Dios; que rogara a la Santísima Virgen que me hiciera participar
un poco de aquellos dolores y lágrimas que tuvo Ella al pie de la
cruz; y que esta pena debía servirme de penitencia por mis pecados.
En
seguida que me puse a obedecer tuve un breve rapto, en el cual me
pareció entender que no sólo me darían la gracia Dios y la
Santísima Virgen, sino que además, participaría al mismo tiempo
del dolor de María y del Corazón de Jesús; porque ambos Corazones
se participaron mutuamente sus dolores; y los Dos me lo harían
participar a mi corazón.
Así
fue. Tuve tal pena y dolor que creía que me estallaba el corazón.
Esto que he dicho, me ha sucedido varias veces, cuando el Confesor me
mandaba cosas semejantes"
EL
CORAZÓN HERIDO Y EL CORAZÓN AMOROSO
22 de julio, 1705 =
Volumen III, 290
"Tuve
otro rapto con la misma visión. La Santísima Virgen tomó el
corazón herido y lo puso en el costado de Nuestro Señor; y me fue
puesto el corazón amoroso en el sitio del corazón herido, por Jesús
y por la Santísima Virgen.
En
este acto mi alma experimentó algo divino, no sé qué; pues no
tengo manera de narrar lo que fue. Sólo que ella (el alma) participó
un poco de lo que el corazón herido participaba en el costado
amoroso de Jesús. El corazón de Jesús y el de María comunicaban
grandes cosas al corazón herido y él participaba de un Paraíso
anticipado.
Las
comunicaciones de estos Dos Corazones lo dejaban como beatificado,
por decirlo de algún modo; pero no puedo con palabras decir nada de
lo que el corazón gozaba. Y de este gozo participaba también el
alma. Fue para mi una renovación total de mi misma.
Vuelta
en mí, no sabía si estaba en el cielo o en la tierra. Estaba toda
en Dios y sentía a Dios en mi, que obraba, cooperaba y mandaba. Mi
alma seguía esas operaciones y cooperaciones de manera imposible de
decir".
EL
"SELLO" DE MARÍA Y EL DE VERÓNICA
19 de
noviembre, 1711 = Volumen 442, 3, 4
María
le dice: "Mira un poco aquí, y le señalaba su corazón".
"Me ha parecido que en aquel punto mi alma quedaba un poco
aliviada. Pensaba que estaba viendo una fuente de gracias; pero en el
mismo corazón había también un espejo semejante a aquel que vi en
el corazón de Jesús. ¡Dios mío! ¡Qué temblor! ¡Verme a mí
misma, tan ingrata! Todos los medios, las ayudas, las gracias y los
favores que me ha dado María Santísima, todos los había sepultado
bajo mis pies."
Vuelvo
a la narración. En un momento, me ha parecido que aquel espejo
volvía a ser de nuevo como un sello donde estaba escrito: "fuente
de gracias" y he visto esculpidas en el Corazón de María
Santísima 7 espadas.
Mi
alma se ha humillado y ha vuelto de muerte a vida. María no tenía
ya aquel aspecto terrible, sino que con rostro amoroso, me ha llamado
su hija. ¡Dios mío! Aquí si que sería necesaria la misma Virgen
Santísima, para decir y declarar todo lo que ha experimentado mi
alma; yo, no tengo manera de decir ni una palabra.
Sin
embargo, para obedecer, diré algo. Me ha parecido que en aquel
momento el sello que estaba en el corazón de María, ha venido hacia
mi y ha tocado el sello que tengo en mi corazón. En el mismísimo
punto, María Santísima, me ha quitado el mío, lo ha unido al
suyo... parecían uno solo.
En
un momento, María Santísima y todos aquellos santos han venido en
mi ayuda; mi querida Mamá me ha presentado a su Hijo Santísimo y al
mismo tiempo le ha presentado aquellos dos sellos que tenía en su
corazón, es decir, el suyo y el que había sacado del mío. Este
sello pedía gracias y gracias".
MARÍA
OFRECE A JESÚS, TODOS SUS MÉRITOS, OBRAS Y VIRTUDES, EN FAVOR DE
VERÓNICA
21 de noviembre, 1711 = Volumen III, 448
"En
un momento me pareció volver de muerte a vida. Viendo cambiarse poco
a poco aquellos divinos rostros y mostrarse piadosos y benignos, mi
alma quedó al mismo tiempo toda purificada y hermosa. Los Santos
llenos de júbilo hacen fiesta y corona a la Gran Madre de Dios, la
cual, llena de piedad pone mi alma ante su Hijo Santísimo; y me
pareció entender, por vía de comunicación, que en aquel momento
María Santísima ofrecía a su Hijo todos sus méritos, todas sus
obras, todas sus virtudes, todo, a favor de mi alma.
Y
en aquel punto veo que Jesús también se da a Si mismo, todos sus
méritos infinitos, su preciosa sangre, toda su pasión, a favor de
mi alma; la cual, al mismo tiempo, participa de todos los frutos de
todo esto".
EL
CORAZÓN DE VERÓNICA Y LOS TRES SELLOS
6 de diciembre, 1711 =
111 467
"Esta
tarde, cuando María Santísima me ha quitado el corazón, lo he
visto de diferente manera que las veces pasadas.
¡Dios
mío! Mi querida Mamá lo ha tomado, inmediatamente lo ha dado en
mano a su Hijo Santísimo, y me ha hecho comprender un no sé qué.
Ha sido que en aquel punto ha dado un toque a aquel dardo, y en
seguida mi alma ha participado un poco del amor divino.
María
Santísima tenía mi corazón en su mano, y cada vez que dirigía su
mirada hacia él, se conmovían todos los instrumentos. Me ha
parecido que el sello que es en el corazón de María, se unía con
el que tiene mi corazón, que el del Corazón de Jesús, como de
vuelo, se unía con el de María; y que los tres juntos hacían
corona a mí corazón. María Santísima, antes de volvérmelo a
poner en su sitio, ha puesto primero el suyo en su Corazón, y luego
lo ha puesto a donde ahora está, es decir, bajo las espadas de sus
dolores.
Este
sello es auténtica de los tesoros divinos por eso lleva esculpidos
las palabras: "Fuente de gracias".
¡Dios
mío! ¡Cuántas gracias y cuántos dones recibe mi alma, por esos
dolores de María! Ella parece estar enamorada de mi alma, y si le es
fiel, le enseña la manera de serlo más, y no pasa momento sin darle
instrucciones y enseñanzas sobre las virtudes. No hallo modo de
contar todo lo que María Santísima hace con mi alma".
COMO
ESTÁN COLOCADOS LOS INSTRUMENTOS DE LA PASIÓN EN EL CORAZÓN DE LA
SANTA
14 de diciembre, 1711 = Volumen III, 477
"Dios
me ha hecho ver mi corazón, y María Santísima me enseñó uno por
uno los instrumentos. La cruz está enfrente de los dolores de María;
del lado donde está la cruz, están los flagelos, los martillos y
las tenazas; del lado de los dolores, está la columna, los clavos y
las espinas.
Se
terminaba esta operación de manera dolorosa; he entendido que se
había completado del todo; en aquel punto se ha cerrado el corazón,
y María Santísima lo ha puesto en su sitio.
En
un momento, me ha concedido como gracia, el dolor de todos mis
pecados; y mientras sentía este dolor, se han renovado todos los
dolores del corazón, que, como voces han agradecido al Sumo Bien por
tan grande bien como hace en mi alma".
FUSIÓN
DE AMOR O DESPOSORIO ESPIRITUAL CON MARÍA
18 de
diciembre, 1711 = Volumen III, 483
"En
el día de hoy ha tenido lugar la Confesión y la Comunión, en las
cuales he recibido las gracias especiales del conocimiento, de mi
misma, el aborrecimiento a todo y el desprendimiento de todo lo
creado. Sólo Dios queda en mi corazón y éste no es mío sino que
se llama el corazón de Jesús y de María, y lo tengo en mí como
prestado".
MARÍA
EMBELLECE LOS INSTRUMENTOS DE LA PASIÓN CON LA SANGRE DE
CRISTO Y CON SUS LÁGRIMAS
6 de enero, 1712 = Volumen
III, 502-3
"Esta
mañana, inmediatamente después de comulgar, he tenido el
recogimiento con la visión de Jesús y de María, que me ha sacado
el corazón y me ha hecho ver los instrumentos...
Luego
me ha parecido que uno de los ángeles presentaba a María dos
cálices de oro, en uno de los cuales estaba la sangre de Jesús, y
en el otro, las lágrimas de María Santísima La Santísima Virgen,
ponía mi corazón en las manos de su Hijo; y Ella tomando aquel
dardo que está en el corazón lo metía en estos cálices; con él
iba tocando como con un pincelito, todos los instrumentos, que
quedaron de color rojo con aquella sangre preciosa, y encima, con las
lágrimas de María, como esmaltados.
En
este punto Ella volvió a meter el dardo en el corazón; y al
moverlo, el corazón participó un no sé qué del divino amor y al
mismo tiempo mi alma tuvo también en ella misma, todo lo que tenía
el corazón. Esto fue mediante el amor. Este hecho no tengo manera de
declararlo.
María,
dirigiéndose a mi, me dio a entender que me devolvía el corazón
sólo para que padeciese y continuase esta vida divina en sufrimiento
sobre sufrimientos; y entre ambos volvieron a poner el corazón en su
lugar.
Volví
en mi, me pareció sentir un corazón nuevo, tenía ansias de amar a
Dios, y todo esto era el mismo amor. Durante el día tuve varias
veces el incendio, pero es imposible decirlo. Cuando experimento todo
esto, entiendo que para hablar de obras de amor se necesitaría el
mismo Amor.
Yo
quedo atónita y sin palabras, siento en mi los efectos del amor al
sentirme cambiada de una en otra, pero no se decir en qué consiste.
¡Sea todo a gloria de Dios!".
Marzo
1712 = Volumen III, 539
"Me
parece que en el curso de esta cuaresma cada día ha habido cosas
especiales. Entre otras gracias que ya he reseñado, hay una superior
a todas, y es que María Santísima ha renovado del todo mi corazón.
Ella
quitó uno a uno todos los instrumentos; los devolvió todos y, luego
en un recogimiento, me pareció que llamó a mis dos ángeles
custodios y, que teniendo en la mano un pincel, lo mojaba en el cáliz
donde está la sangre de Jesús y después en el otro donde están
sus lágrimas, con el mismo los iba tocando.
Por
aquella sangre y por aquellas lágrimas parecía que los dichos
instrumentos quedaban todos esmaltados; y antes de volver a meterlos
en la concavidad donde estaban, metía en ella un poco de la
Santísima Sangre. Hizo lo mismo con los signos de sus dolores. Todo
esto ocurrió antes del Domingo de Pasión.
En
esta semana de Pasión recibí cada día varias veces, gracias
especiales de María Santísima Ella con amor iba instruyendo mi alma
en todas las virtudes; y me pareció que muchas veces me dio el
oficio de dispensadora de sus gracias".
RENOVACIÓN
DEL DESPOSORIO DE LOS TRES CORAZONES
20-25 de febrero, 1712
= Volumen III, 530
"El
(confesor) me dijo: "Aprended y decid a la Santísima Virgen que
ahora renueve el desposorio de los tres corazones, y luego meta el
clavo en el corazón para que sea una voz continua que os recuerde
que habéis de obedecer.
Apenas
dicho esto, me encontré fuera de sentidos a los pies de María
Santísima y Ella dijo en seguida: "Hágase la obediencia".
En
un instante pareció que estos tres corazones, esto es, el Corazón
de Jesús, el Corazón de María y el mío, fueran, por la unión
amorosa que hacían, un solo corazón. Veía, en aquel momento que
María Santísima movía aquel dardo del corazón; en seguida mi alma
sentía los efectos del divino amor; y todo lo que gozaba mi corazón
en la mano de María, lo participaba el alma por vía de amor.
¡Dios
mío! De esas comunicaciones amorosas no puedo decir nada. Sólo que
me sentía muy instruida en las santas virtudes, y me parecía que mi
alma se revistiera toda de virtudes, y conociera, que todo este bien
lo alcanzaba por la obediencia...
En
este momento Ella bendecía mi corazón, después lo ofrecía a
Jesús, junto con aquellos cálices. Del corazón de Jesús; era
ofrecido al de María; y Ella me lo volvía a meter, metiendo al
mismo tiempo aquel clavo. A causa del dolor volví en mi del todo
renovada".
El
lazo indisoluble de los tres corazones (abril de 1712 1554).
Los
lazos indisolubles de los tres corazones (8 abril 1712 = Volumen
III, 561).
LOS
TESOROS DE LOS DOS CÁLICES
Marzo, 1712 = Volumen III, 537-8
"Entonces
me hizo conocer cierto estado de sufrimientos: esto es, participación
de la Santísima Pasión, trabajos de tentaciones y turbulencias del
diablo; me prometía su asistencia; me daba tiernos abrazos: me
mostraba los sellos y tomando en sus manos los cálices, me decía:
"Estos tesoros están en tus manes, ofréceselos a mi Hijo, y
obtendrás todas las gracias".
Luego
me señalaba su Corazón y repetía: "Ven a mi, ven a mi";
diciendo esto, me cogía de la mano y me ponía ante su Hijo
Santísimo diciéndole: "He ahí vuestra esposa, e hija mía".
Jesús me confirmaba como esposa, Ella como hija; y ambos parece que
competían en comunicar a mi alma favores y gracias. ¡Dios mío! En
aquel memento me pareció experimentar cosas especiales, lo mismo de
unión que de cambio de vida".
LOS
DOS CÁLICES, REFUGIO CONTRA LAS TENTACIONES
4 de
abril, 1712 = Volumen III, 556
"Mi
querida Mamá, María Santísima, ha tomado en sus manos aquellos
cálices, me los entregaba y me decía: "Está tranquila, porque
esta preciosa Sangre de mi Hijo es tu refugio, y estas mis lágrimas
ahí están para ti. Son tesoros de los cuales debes servirte contra
todo el poder del infierno".
RENOVACIÓN
DE LA CRUCIFIXIÓN Y DE LOS DOLORES DE MARÍA
1 de
abril, 1712 = Volumen III, 554
"Esta
noche he tenido además la renovación de la crucifixión; al
renovarse la herida del corazón, en el momento preciso en que aquel
rayo del costado de Jesús se colocó en él, otro rayo ha salido del
corazón de María y ha renovado en él todos sus dolores. Me parece
haber entendido, entonces, que cada noche hasta el cinco de este mes,
tendré siempre la gracia, tanto de la crucifixión, como de la
participación de los dolores de María".
DE
NUEVO: LA UNIÓN INDISOLUBLE DE LOS TRES CORAZONES
1 de abril,
1712 = Volumen III, 554-5
"En
la santa comunión, me parece que en un momento he tenido un rapto,
en el cual tuve aquellas acostumbradas comunicaciones de las cuales
no puedo decir nada con palabras; luego tuvo lugar la renovación del
desposorio y del clavo; y al mismo tiempo María Santísima me tomó
el corazón, y al instante sentí la unión indisoluble de los tres
corazones. Los de Jesús y de María parecía que competían entre
ellos para atraerme mi corazón".
LOS
TRES CORAZONES, UNO, Y LOS SIETE DOLORES
11 de julio,
1712 = Volumen III, 583
"Esta
noche he tenido un nuevo ejercicio; y ahora para obedecer, lo diré
todo. He sido presentada por mis ángeles a María Santísima Ella me
ha mandado que renovase mis protestas y los santos votos; y en este
momento ha venido hacia mi el sello que está en su pecho, que
parecía un lucidísimo espejo donde me veía a mi misma. ¡Dios mío!
¡Qué fea y abominable soy!
Han
venido mis ángeles y mientras ellos ofrecían aquellos cálices, me
ha parecido que en un momento cambiaba en otra. El sello ha vuelto al
Corazón de María, del cual salían 7 rayos resplandecientes que
fueron todos hacia Jesús, se han detenido en su costado y han hecho
una sola cosa de aquellos Dos Corazones.
Habiendo
sido invitado mi corazón por Jesús, María Santísima me lo ha
quitado, ha metido en su sitio el acostumbrado y teniéndolo en la
mano, lo ha purificado y hermoseado, con aquella sangre santísima y
con sus lágrimas. Luego del corazón de Jesús y del de María ha
salido un rayo que, yendo, hacia el corazón que María tenía en la
mano, ha causado aquella unión, por la cual los tres corazones
parecen uno solo.
En
esto, aunque mi corazón no estaba en mí, mi alma por medio de aquel
dardo, participaba de todo aquello que María Santísima obraba en el
mismo corazón. En un momento Ella me ha devuelto el corazón, he
tenido la gracia del dolor y en aquel instante he vuelto en mi, y en
seguida ha vuelto el recogimiento.
La
Santísima Virgen me señalaba aquel sello del cual salían 7 rayos y
he entendido, por vía de comunicación, que significaban sus siete
dolores los cuales se debían renovar en mi, hoy por la noche y
durante ocho días; y que éste será el ejercicio de esta semana.
En
un momento mis ángeles me han presentado a María; de una manera que
no puedo explicar, se han renovado en mi todos sus dolores, uno por
uno; y he entendido que todo esto me será un gran bien, porque
tendré alguna gracia de luz y de contrición. Así ha sucedido".
JESÚS
LA DECLARA ESPOSA SUYA, MARÍA, HIJA, Y QUIEREN CORRESPONDENCIA
17
de julio, 1712 = Volumen III, 585
"En
este día ha habido muchas gracias, y ahora diré las más
particulares. Esta noche ha tenido lugar el desposorio y, por gracia
especial María Santísima me ha dado el anillo con aquellos dolores.
En
el momento en que me ha puesto el anillo en el dedo, me ha dado un
cariñoso abrazo, y lo mismo ha hecho Jesús. Ella se ha declarado
madre mía, y yo hija suya. Jesús se ha vuelto hacia mi y como
esposo fiel, me ha pedido fidelidad. En este momento mi alma ha
quedado herida por su amor y he tenido un, rapto, en el cual Dios y
el alma han quedado hechos una sola cosa, todo por obra del amor.
De
esto no hablo, porque con palabras no puedo decir nada. Sólo diré
esto, que parecía que la Madre y el Hijo compitieran sobre cuál de
los dos podía agraciar más mi alma. La madre ha querido una señal
de amor; en este momento han hablado sus dolores; y en aquel instante
el sello del pecho de María ha venido aquí, a mi corazón.
También
Jesús vuelto hacia mi, me pedía una señal de afecto, de amor y de
fidelidad; entonces han hablado todos los instrumentos de la pasión
y el sello que está en el Corazón de Jesús, ha venido hacia mi y
se ha unido con el de María; y yo comprendí que ambos se unían al
que está en mi corazón, de modo que éste sin salir de mi corazón,
estaba del todo, atento a cuanto hacían los otros dos.
Estos
eran como voces que incitaban el alma a amar al Sumo Bien; y el que
estaba en mi, me parecía que era como un eco que, con voz íntima,
despertaba el alma que se encontraba confusa entre tantas gracias y,
sin fatigarse, sentía que se cambiaba del todo.
Parecía
que la obra de amor que ella sentía, le quitase todo impedimento y
que se sintiese atraída hacia la unión con el Sumo Bien. En efecto,
aquellos dos sellos que estaban colocados en el corazón, tenían
eficacia para hacer partícipe a mi alma en un instante de todo
tesoro y gracia".
MARÍA
LAVA PRIMERO EL CORAZÓN DE VERÓNICA, LUEGO SE UNEN LOS TRES
CORAZONES
15 de agosto, 1712 = Volumen III, 599
"De
repente, me fue tomado el corazón, como otras veces; pero en ésta
tuvo lugar además el lavado con aquella preciosa sangre; y fue
después rociado con aquellas lágrimas santísimas. Parecía que
todos los santos quedaran admirados de tan gran don; y mi corazón,
por mano de mis ángeles, fue entregado a María que lo dio a su
querido Hijo. Después, por medio de María Santísima se unió al
Corazón de Jesús, el de María se unió con los Dos; y de tres se
hizo un solo corazón".
LAVÁNDOLO
CON SUS LÁGRIMAS, MARÍA FORTALECE EL CORAZÓN DE VERÓNICA
2
de octubre, 1712 = Volumen III, 617-8
"Ella
quería sacarme el corazón y me dijo: "Quiero que pidas la
bendición y la obediencia al Padre". En un instante, me pareció
hacerlo todo. Obtuve la obediencia, me vino en seguida el
recogimiento; y María Santísima me sacó el corazón, lo lavó con
sus lágrimas, y después me lo metió de nuevo. Comprendí que hizo
esto para fortalecerlo, para que tuviese fuerza para estas grandes
penas".
DESPOSORIO
DE LOS TRES CORAZONES Y RENOVACIÓN DE LOS DOLORES
22 de
octubre, 1712 = Volumen III, 630
"Esta
noche ha habido el ejercicio del desposorio de aquellos; tres
corazones, como me mandó el confesor, al marcharse ayer por la
tarde. Entre las 9 y las 10, ocurrió el recogimiento en el cual
María Santísima me sacó el corazón que, por manos de mis ángeles,
fue presentado al Corazón de María y al de Jesús.
El
uno y el otro se unieron a la vez y, después, María Santísima tomó
aquel corazón que había puesto en mi, en lugar del mío, y repuso
en mi, mi corazón, que fue seguido de dos rayos que salían del
Corazón de Jesús y del de Ella.
Parecía
que estos rayos, penetrasen dentro y uno y otro, obrasen en mi. El de
María renovaba los dolores, el de Jesús renovaba la herida del
corazón y movía todos los Instrumentos de la Pasión. Al final, por
mano de María tuve de nuevo, aquel clavo que es la llave de la
obediencia y fui confirmada en ella".
JESÚS
LE GRABA SU NOMBRE EN EL CORAZÓN
4 de enero, 1714 = Volumen
III, 740
"Tuve
el recogimiento, con la visión de Nuestro Señor, de la Santísima
Virgen y de muchos santos. Me parece que mi ángel Custodio me
condujo delante de Jesús y de la Santísima Virgen; que ambos me
tomaron en medio; del Corazón de Jesús salió un rayo
resplandeciente que se dirigía a mi corazón; y que la Santísima
Virgen con sus manos mostraba a su Hijo la llaga que tengo en mi
corazón.
En
un momento, se abrió esta llaga de modo que se veía todo el
corazón; el Niño Jesús con uno de sus dedos, la marcó por encima,
como si hubiese escrito su Santísimo Nombre; su dedo parecía ser un
afilado cortaplumas, con el que se formaban las letras del Santísimo
Nombre de Jesús.
En
esto me pareció que él con un dedo, se tocaba su corazón, que
aparecía con llaga sanguinolenta, y que con su misma sangre mojaba
las letras que había hecho en mi corazón.
Comprendí
entonces, por vía de comunicación, que este Santísimo Nombre me
ayudará en todos los sufrimientos y, especialmente, para combatir
todas las insidias del demonio; porque en adelante, seré combatida
con toda clase de tentaciones. Después de esto, Dios me confirmó
mis dos oficios: la conversión de los pecadores, y la liberación de
las almas del Purgatorio...
Quedé
toda la noche con un dolor tan grande en el corazón, que pensaba
morirme, y también sentía en él una cruz; porque me parecía que
Jesús, después de haber marcado su Santísimo Nombre, me puso
también en él una cruz que todavía la siento y me da gran dolor.
Lo
mismo éstas que todas las demás penas, yo deseo que sean en
penitencia de mis pecados".
MARÍA
LE DA A BEBER UN SORBO DE LA SANGRE Y DE LAS LÁGRIMAS
16
de febrero, 1714 = Volumen III, 753
"Hubo
esta novedad que, después de recibida la Sagrada Hostia, María
Santísima Llamó a si aquellos ángeles, tomó los dos cálices, y
me dio a gustar un sorbo de sangre y de lágrimas. ¡Sea todo a
gloria de Dios!
Me
mandó luego que, a lo largo de todo este tiempo, dé yo el
consentimiento a toda pena, especialmente a la de la lengua; y que
por eso me había hecho gustar tan preso licor.
Ayer
por la noche tuvo lugar la renovación con alguna peculiaridad: es
decir, como la tuve la primera vez; y ayer por la mañana en la
Comunión tuve las tres gracias de renovación del desposorio, de la
uniformidad y unión los tres corazones y de gustar la sangre
preciosa que costado de Jesús".
RENOVACIÓN
DE LOS 7 DOLORES DE MARÍA
23 de marzo, 1714 = Volumen III,
762-3
"María
Santísima me prometió un nuevo modo de penar. Sería esto que,
durante siete días, pondría uno de sus dolores en la herida de mi
corazón; y que cada uno de esos dolores partiría del corazón de
María para venir a mi corazón; que será un milagro si no muero de
puro sufrimiento; que el mando de la santa Obediencia me mantendrá
en vida, para empezar aquella vida entre padecimientos en
sufrimientos; y que estos dolores serán mi voz para pedir todas las
gracias que quiere la santa obediencia".
EN
LA PIEDRA PRECIOSA DEL ANILLO, TRES CORAZONES
25 de diciembre,
1715 = Volumen III, 975
"Después
(el Niño Jesús) volvió a los brazos de María Santísima, de nuevo
tomó el corazón herido en la mano, lo hizo descansar sobre su
corazón, y lo atrajo a Él en Él.
Hecho
esto, lo hizo descansar sobre el Corazón de María Santísima; el
Corazón de la Santísima Virgen hizo lo mismo, y atrajo hacia si
dicho corazón; y en un instante lo vi en la mano de Jesús, atado
con cadenas de oro; una salía del Corazón de Jesús, y la otra del
Corazón de María Santísima.
Después
tuvo lugar el desposorio, con el anillo en el dedo, en el cual, en la
piedra preciosa del mismo, habían tres corazones que formaban un
solo corazón; y la vista de estos tres corazones significaba el
Corazón de Jesús, el de María Santísima y el corazón herido que,
por la unión de amor, quedaba tan unido a los Dos Corazones, y hacía
con ellos uno solo.
De
todas estas gracias una no esperaba a la otra; todas fueron renovadas
en mi, para mi; y María Santísima se exhibía como madre mía,
Jesús como esposo, y me decían: "Pide gracias".
Yo
entonces pedí muchas, según lo mandado por la santa Obediencia; y
me parecía entender cuáles serian concedidas y cuáles no. Todo me
lo hacían ver bien claro. ¡Sea todo a gloria de Dios!"
TRANSFORMACIÓN
EN MARÍA, O MATRIMONIO ESPIRITUAL
8 de mayo, 1718
= Volumen III, 1291-2
"Al
hacer la adoración a la Santísima Trinidad, mi alma fue confirmada
como hija, esposa y discípula de las Tres Divinas Personas;
mientras, María Santísima me confirmó por hija suya, y como Madre
amorosa, me dio un tierno abrazo e hizo descansar mi cabeza sobre su
pecho.
Entonces
mi alma tuvo la gracia de la unión con el Corazón Santísimo de
María Virgen; y me pareció que quedé atada a Él, con aquel lazo
indisoluble que, tantas y tantas veces existe entre Dios y mi alma, y
hoy ha sido entre la hija y la madre. ¡Dios mío! Aquí quedo en
silencio porque con palabras no puedo decir nada. ¡Sea todo a gloria
de Dios!".
TU
CORAZÓN NO ES TUYO, SINO MÍO Y DE MI HIJO
7 de agosto,
1718 = Volumen IV, 8
"En
ella (la comunión) he entendido tres cosas. La primera que mañana
por la mañana, tendré la gracia de la unió de los tres corazones
de un modo superior a las otras veces...
Jesús
y María Santísima contendían entre si sobre quién de los Dos
podría atar y encadenar más el corazón herido; y me parecía que
tenían una cadena de oro, con la cual lo ataban en medio de sus
Corazones.
En
un instante, he visto que los tres corazones se hacían uno solo; y
María Santísima así atado, me lo ha devuelto y me ha dicho: "Hija,
ahora si que este corazón no es tuyo, sino mío y de mi Hijo."
Aquí
he tenido aquellas comunicaciones íntimas; todo lo que había
participado el corazón, ahora el alma lo participaba también todo;
y ha habido la renovación de aquel lazo indisoluble entre Dios y el
alma".
SU
CORAZÓN SE LLAMARÁ EN ADELANTE "DIVINO"
25 de
diciembre, 1718 = Volumen IV, 52
"Todo
lo que experimentó y entendí en esta segunda Misa, no puedo decirlo
con palabras. En ella, me mostró María Santísima también mi
corazón herido, del todo renovado y divinizado en sus manos, y me
dijo: "En adelante, se llamará corazón divino y no corazón
herido, aunque el divino amor lo tenga que herir de nuevo; esto
sucederá el primer día del año. Mientras tanto avisarás a mi
Siervo, para que él te dé el reglamento para prepararte...".
A
la tercera Misa, tuve raptos duplicados y en todos mi alma participó
lo que participaba el corazón herido en la mano de María Santísima
y de Jesús Niño el cual me llamó y me dijo:
"Dime
¿de quién es este corazón?" Habiéndole yo contestado: "Es
vuestro y de la Mamá Santísima". El añadió: "Sí, es
mío; y como señal de ello, le cambio el nombre y confirmo lo que mi
Madre Santísima ha dicho. Llámese en adelante, corazón divino".
Entonces,
el corazón de Jesús, el Corazón de María Santísima y mi corazón
divino, se unieron en un instante, y de los tres se formó uno solo
que mandó un rayo a mi corazón amoroso que estaba en mi, y comunicó
al alma todo lo que participaba el corazón divino en el pecho de
María Santísima y en el corazón del mismo Niño Dios.
Aquí
si que no puedo explicar con palabras las comunicaciones que tuvo mi
alma. Fue renovada y estabilizada la unión de los tres corazones;
fue renovado el lazo indisoluble del alma con Dios; Dios quedó dueño
absoluto de mi alma; y el querer de Dios empezó a ser mi reglamento
en todo el resto de mi vida: vida de obediencia, vida divina y vida
de perfección".
SU
CORAZÓN DEBE PURIFICARSE SIEMPRE Y UNIRSE MAS ÍNTIMAMENTE CON LOS
DE JESÚS Y DE MARÍA
21 de noviembre, 1719 = Volumen
IV, 145
"Me
ha venido también el recogimiento con la visión de María Santísima
y me he portado como de costumbre. Ella me ha hecho hacer la
adoración a la Santísima Trinidad; las tres Divinas Personas han
confirmado mi alma, como hija, esposa y discípula; he visto
detenerse en el Corazón de María Santísima tres rayos, que luego
venían hacia mi corazón; y he entendido tres cosas. La primera, que
debía realizarse la unión de los tres corazones; la segunda que mi
corazón debía ir a la mano de María Santísima; la tercera, que
debía volver a mi, unido a los otros dos corazones.
Luego
en un momento María Santísima ha llamado a aquellos ángeles, ha
tomado aquellos cálices, los ha derramado sobre mi, me ha puesto el
corazón amoroso, y teniendo, en mano el herido, se lo apretaba
contra su pecho, como a cosa muy querida.
He
entendido, que por tantas Confesiones, como he hecho, y luego por la
gracia que Ella le había hecho con el lavado de aquellos cálices,
lo había dejado como Ella lo quería; en un instante me lo, ha
devuelto de nuevo..."
Tomado
de los Volúmenes de su Diario y del libro María en la
Experiencia Mística de santa Verónica Giuliani / Padre Rafael
M. Pericas.