3 De Marzo de 2024
SANTA CUNEGUNDA
Viuda y Emperatriz
(+
1040)
Cambió su dignidad de emperatriz, por el sencillo
hábito religioso
Era
hija de Sigfrido de Luxemburgo, y de su santa esposa, Eduviges,
quienes la educaron piadosamente. Cunegunda se casó con el duque
Enrique de Baviera. Éste le regaló un crucifijo oriental, idéntico,
según parece, al que se halla actualmente en Munich.
Algunos
autores posteriores afirman, que ambos esposos hicieron voto de
virginidad, el día de su matrimonio, y el Martirologio Romano repite
esa tradición, pero los historiadores actuales, niegan que haya
pruebas suficientes en su favor.
A la muerte del emperador
Otón III, Enrique fue elegido rey de los romanos, San Wiligio le
coronó en Mainz, y Santa Cunegunda fue coronada dos meses después,
en Paderborn. En 1013, fueron juntos a Roma, para recibir la corona
imperial de manos del Papa Benedicto VIII.
Cediendo, en parte,
a los grupos de Santa Cunegunda, el emperador fundó el monasterio y
la catedral de Bamberga, que fue personalmente consagrada, por el
Papa Benedicto VIII.
Durante una peligrosa enfermedad, la
emperatriz prometió fundar un convento, en Kafungen de Hesse, cerca
de Cassel. Así lo hizo en cuanto recobró la salud, y cuando murió
su esposo, estaba ya a punto de terminar otro convento, para las
religiosas de San Benito.
Según parece, la emperatriz tenía
una sobrina joven, llamada Judith, a la que profesaba mucho cariño,
y a la que había educado con gran solicitud. Santa Cunegunda nombró
a Judith, superiora del nuevo convento, no sin haberle dado antes,
muchos buenos consejos.
En el año 1024, el día del
aniversario de la muerte de su esposo, Santa Cunegunda invitó a
numerosos prelados, a la dedicación de la iglesia que había
construido en Kafungen. Después del canto del Evangelio, la santa
depositó sobre el altar, una reliquia de la cruz de Jerusalén,
cambió sus vestiduras imperiales por el hábito religioso, y recibió
el velo de manos del obispo de la ciudad.
Una vez en religión,
pareció olvidar que había sido emperatriz, y se consideraba como la
última de las monjas, convencida de que eso era agradable a los ojos
de Dios. Nada temía tanto, como aquello que pudiera recordarle su
antigua dignidad. Oraba y leía mucho, y se dedicaba especialmente a
visitar y consolar a los enfermos.
Así pasó los últimos
años de su vida. Murió el 3 de Marzo de 1040. Su cuerpo fue
sepultado en Bamberga, junto al de su esposo.
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