4 De Febrero de 2024
Santos Fileas y Filoromo
Mártires
(306)
En
Alejandría de Egipto, pasión de los santos mártires Fileas, obispo
de Thmuis, y Filoromo, tribuno militar, quienes durante la
persecución, llevada a cabo bajo el emperador Diocleciano, no
cedieron a las persuasiones de sus deudos y amigos, para que salvaran
su vida, y obtuvieron del Señor, la palma del martirio, al ser
decapitados.
Fileas pertenecía, a una de las familias más
nobles y más antiguas, del bajo Egipto. Era originario de Thmuis, y
ocupó altos cargos, desempeñandó funciones públicas, y poseía
amplios conocimientos filosóficos.
Probablemente se
convirtió al cristianismo, en la edad madura, conducido a la fe, por
el estudio de la filosofía. Sus amigos, su mujer y aun sus hijos,
permanecieron paganos. Fue elegido obispo de su ciudad natal, por sus
méritos, su alta posición y por sus virtudes.
En esta misma
época, Filoromo ocupaba un alto puesto, en la administración
imperial de Alejandría. Por razón de su dignidad, y de su rango en
la jerarquía romana, diariamente impartía la justicia, rodeado por
una guardia de soldados. También él se convirtió al cristianismo,
y desde entonces, ejercía su cargo, después de haber cumplido con
sus prácticas religiosas.
Tanto Fileas como Filoromo, fueron
hechos prisioneros al mismo tiempo, y sin duda, estuvieron en la
mazmorra, los últimos meses del año 306, hasta febrero del
siguiente año, cuando se instruyó su proceso.
En este
lapso, Fileas dirigió una carta a los fieles de Thmuis, pintándoles
el cuadro de los sufrimientos de los cristianos. El historiador
Eusebio, que narra estos hechos, concluye diciendo: «Tales son
las palabras, que el mártir, verdadero filósofo y amigo de Dios,
dirige a los hermanos de su Iglesia, antes de la suprema sentencia.
Al mismo tiempo, que ofrecía sus sufrimientos a Dios, exhortaba a
sus ovejas, a permanecer inviolablemente unidas en la religión de
Cristo, aun después de su muerte, que era inminente».
En
efecto, se acercaba la hora del sacrificio. Culciano había sido
nombrado prefecto de Egipto, y quiso continuar la obra de su
predecesor. Apenas instalado, hizo comparecer ante su tribunal a
Fileas, obispo de Thmuis, y al financiero Filoromo.
Los
registros, han conservado el largo interrogatorio, a que fue sometido
Fileas. Se debe mencionar, como cosa rara, que en aquel proceso, los
abogados defensores intervinieron en favor del acusado. Sin duda que
su alta posición, sus grandes bienes, su rango en la provincia, sus
lazos de familia, explicarían suficientemente este inusitado
socorro, por parte de una corporación de ordinario hostil o, al
menos, indiferente, a la suerte de los cristianos.
Pero había
además en este caso otra razón: uno de los hermanos de Fileas,
pertenecía al cuerpo de magistrados de Alejandría. Culciano, por su
parte, veía en Fileas a un adversario, a quien era más glorioso
vencer que matar, por lo que trató de desconcertarle, pasando
bruscamente de una cuestión a otra, y multiplicando las preguntas.
En determinado momento, pronunció una frase, en la que
aparecía todo el desprecio del sabio filósofo, por los pequeños y
por los indigentes: -Si supiera, le dijo Culciano, que tú eras
pobre, que te empujaba la miseria, a esta locura de negarte a
sacrificar, no te perdonaría, pero deseo perdonarte, porque tienes
tantos bienes, que podrías alimentar a una provincia. Te aconsejo
que ofrezcas sacrificios».
-No lo haré dijo, Fileas,
y de esta manera obtendré mi salvación».
Entonces los
abogados ensayaron un subterfugio: «Ya Fileas ha ofrecido
sacrificios, afirmaron, y por lo tanto, ha cumplido con el
edicto».
«Jamás, protestó gritando Fileas ¡jamás
he sacrificado!» - Culciano le concedió unos momentos para
reflexionar- «Ya lo he hecho desde hace tiempo, repuso Fileas, y
he escogido padecer con Cristo».
Entonces se vio un
espectáculo emocionante: abogados, empleados del gobernador,
procuradores de la ciudad de Thmuis, y los parientes de Fileas le
rodearon, conjurándole a que tuviera piedad de sí mismo,
consideración de su esposa y de sus hijos. El permanecía inmóvil,
y parecía insensible a todos los asaltos.
Filoromo, que
presenciaba la escena, creyó llegado el momento de intervenir: «¿Por
qué, preguntó a todas aquellas gentes, tentáis inútilmente el
valor de este hombre?. ¿Por qué queréis hacerle infiel a su Dios?.
¿No comprendéis que sus ojos, no ven vuestras lágrimas, ni sus
oídos escuchan vuestras quejas, y que está por completo absorto, en
la contemplación de la gloria divina que le espera?».
Entonces
la cólera de los asistentes, se volcó sobre Filoromo; todos
apelaron al juez para que dictara sentencia contra él, al mismo
tiempo que contra Fileas. Culciano, cuya paciencia había llegado al
límite, condenó a los dos cristianos a morir decapitados.
Cuando
los reos eran conducidos, al lugar de la ejecución, el hermano de
Fileas, le detuvo para anunciarle una buena nueva:
«¡Aún
puedes salvarte!, le propuso. Apela la clemencia del juez. Culciano
te aprecia; está inquieto por tu suerte y, si tú se lo pides, te
perdonará».
«¡Calla, desventurado!, replicó Fileas. Yo no
quiero pedirle nada al juez; sólo deseo darle las gracias a él, y a
los emperadores, que me harán coheredero de Cristo, y que hoy mismo,
me abrirán las puertas, para que yo entre a su Reino».
Después
de decir esto, se apresuró a reunirse con Filoromo, para proseguir
la marcha hacia el cadalso. Desde el lugar del suplicio, dirigió una
emocionante exhortación a los cristianos, antes de entregar su
cuello a la espada. Según las Actas Griegas, los dos santos fueron
decapitados, el 18 de mayo; sin embargo, todos los martirologios
nombran a los Mártires Filoromo y Fileas, el 4 de febrero.
Ruinart,
Acta Mrtyr., sel., p. 547. - Tillemont, Mémoires pour servir...,
vol. V. - P. Allard, Hist. des perséc, vol. V, p. 53 y 103. -
Eusebio, Historia Eclesiástica, (trad. Grapin), vol. VIII c.
IX.
Fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert
Thurston, SI
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