10 De Febrero de 2024
Beato Hugo de Fosses
Abad
(1093-1164)
Cuando
se exhumó su cadáver, para trasladarlo a un lugar más digno, las
naves del templo se llenaron con un perfume celestial.
En
el monasterio premonstratense de Fosses, cerca de Namur, en
Lotaringia, beato Hugo, abad, a quien su maestro San Norberto, al ser
elegido arzobispo de Magdeburgo, le encomendó la organización de la
nueva Orden, que rigió sabiamente, durante treinta y cinco años.
La
orden de los Premonstratenses, venera la memoria de quien fue, en el
verdadero sentido de la palabra, su segundo padre, y en vida del
fundador, San Norberto, desempeñó el cargo de abad.
Hugo
nació en Fosses, a unos once kilómetros de Namour. Habiendo quedado
huérfano, desde muy temprana edad, se educó en una comunidad
benedictina cercana, y después pasó al servicio, de un devoto y
celoso prelado: Burchard, obispo de Cambrai.
Fue por
entonces, cuando Hugo se encontró inesperadamente, con su antiguo
amigo Norberto, quien había sido tan rico y noble como él, pero que
ahora se le presentaba descalzo, vestido con harapos, como un
mendigo, y predicando la palabra del Evangelio de Cristo, con tanto
fervor, que las multitudes le seguían entusiasmadas.
Hugo
quedó cautivado en seguida, y suplicó a su amigo Norberto, que le
admitiera en su compañía. Era el año 1119. Ya ordenado sacerdote a
los 26 años de edad, partió con Norberto, para llevar la palabra de
Dios, a los territorios de Hainault y Brabante.
Es probable,
que por entonces, San Norberto no hubiese pensado en fundar una nueva
orden religiosa, pero al recibir el llamado de Bartolomé, obispo de
Laon, para que tomara a su cargo, la reforma de cierta comunidad de
canónigos regulares, aceptó la tarea y, como fracasara en ella,
decidió crear un monasterio en la región de Prémontré.
Sus
esfuerzos se vieron coronados por el éxito; los aspirantes llegaron
en gran número, las fundaciones se multiplicaron. Hugo fue el
encargado, de delinear y escribir los estatutos, porque en las
prolongadas y frecuentes ausencias de Norberto, a quien
continuamente, se lo llamaba a desempeñar toda clase de tareas
apostólicas, todo el trabajo recaía en su compañero.
Por
cierto, que aquél fue un período de prueba para Hugo, puesto que
aparte de su abrumadora tarea, tuvo que librar una batalla con los
poderes de las tinieblas, que según se cuenta, aprovecharon la
ausencia del fundador, para apoderarse de los espíritus de los
monjes, induciéndoles a abandonar el monasterio, donde tanto bien
hacían. El beato Hugo tuvo que luchar denodadamente para
detenerlos.
En 1126, San Norberto fue consagrado arzobispo de
Magdeburgo, y dos años más tarde, Hugo fue elegido por unanimidad,
como abad de la casa matriz, y superior general de la orden. Durante
los treinta y cinco años que duró su administración, hubo más de
cien fundaciones de los «canónigos blancos», pero ya para
entonces, el beato era un anciano, agotado por las austeridades, y el
trabajo incesante.
El 10 de febrero de 1164, entregó el alma
a Dios. Sus restos fueron sepultados en la iglesia de Prémontré,
frente al altar de San Andrés, y se dice que en 1279, cuando se
exhumó el cadáver para trasladarlo a un lugar más digno, las naves
del templo se llenaron con un perfume celestial. Durante la primera
guerra mundial, la iglesia de Prémontré fue bombardeada e
incendiaba pero, al fin de la conflagración, los restos del beato
fueron recuperados intactos.
Del escaso y fragmentario
material que poseemos, es imposible obtener una idea precisa, sobre
el carácter del beato Hugo, pero tenemos entendido que era un hombre
impetuoso y tenaz. En una extensa carta, que le escribió San
Bernardo, le reprocha enérgicamente, la amargura y la injusticia de
ciertas quejas, que Hugo había hecho en un escrito.
Desgraciadamente, no podremos conocer la respuesta, que el beato dio
al vehemente pero caritativo llamado de San Bernardo.
La carta
de san Bernardo es la nº 253, Migne, PL., vol. CLXXXII, CC. 453-458.
Las dos recensiones de la «Vita Sti. Norberti», una de las cuales
se atribuye al propio Hugo, constituyen nuestra más auténtica
fuente de información. Ver también las modernas biografías de san
Norberto, como la de G. Madelaine (1886), la de G. van den Klsen
(1890), y la de T. Kirkfleet (1916), sin olvidar la Vie du b. Hugues
de Fosses (1925). El culto al beato fue reconocido por la Santa Sede
en 1927, ver Acta Apostolicae Sedis del mismo año, pp.
316-319.
Fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert
Thurston, SI
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