3 De Febrero de 2024
San Oscar de Bremen
Monje y
Obispo
Llamado el Apóstol del Norte,
(801 - 865)
Fue
eminente por su piedad, mortificación y observancia de la regla
monástica; construyó hospitales, rescató cautivos, envió
cuantiosas limosnas al extranjero, y sólo lamentó no haber sido
hallado digno del martirio.
San Oscar, obispo de Hamburgo, y
después también de Bremen, en Sajonia, que siendo monje del
monasterio de Corbie, fue designado por el papa Gregorio IV, como
legado para todas las tierras del norte de Europa.
Anunció
el Evangelio, a grandes multitudes de Dinamarca y Suecia; consolidó
allí la Iglesia de Cristo, y después de superar con ánimo invicto,
muchas dificultades, desgastado por sus trabajos, murió en
Bremen.
Llamado el Apóstol del Norte, nació en Picardía, el
8 de septiembre del 801, y murió el 5 de febrero del 865. Entró
como benedictino en Corbie, de donde pasó a Westfalia. Con Harold
-el Rey de Dinamarca, que se había bautizado recientemente, y que
había sido expulsado de su reino, pero ahora regresaba- Autbert y
Oscar fueron a predicar la fe en ese país, donde Ebbo, el arzobispo
de Reims, ya había trabajado (aunque sin mucho éxito).
Oscar
fundó una escuela en Schleswig, pero el celo desmedido de Harold,
provocó otra tormenta, que terminó en una segunda expulsión del
rey, y la consiguiente retirada de los misioneros.
En
compañía de los embajadores de Luis el Piadoso (Ludovico Pío),
entró entonces en Suecia, y predicó el Evangelio allí. Aunque la
embajada había sido atacada en el camino, y aparentemente, había
abandonado su misión, Oscar logró entrar en el país, y fue
recibido favorablemente por el rey, que le permitió predicar. El
jefe de los consejeros reales, Herigar, se convirtió, y construyó
la primera iglesia de Suecia.
Oscar permaneció allí un año
y medio, y a su regreso, fue nombrado obispo de la nueva sede de
Hamburgo, e instituido por Gregorio IV, legado de las naciones del
norte.
Restableció también la abadía de Turholt, en
Flandes, y fundó una escuela allí. En el año 845, Eric, el rey de
Jutlandia, apareció frente a Hamburgo, con una flota de 600 buques,
y destruyó la ciudad.
Oscar fue durante algún tiempo un
fugitivo, incluso privado de sus posesiones de Flandes, por Carlos el
Calvo, pero con el ascenso de Luis el Germánico, fue restaurado en
su sede.
El obispado de Bremen, que había sido la sede de
Leudric, su enemigo, quedaba al mismo tiempo, unida a Hamburgo, pero
aunque el acuerdo se hizo en el año 847, no fue confirmado por el
Papa hasta el 857, y Oscar llegó a ser el primer arzobispo.
Mientras tanto, hizo frecuentes excursiones a Dinamarca,
aparentemente en calidad de enviado del rey Luis (el Germánico).
Construyó una iglesia en Schleswig, y después fue como embajador
danés, a su antigua misión de Suecia.
El rey Olaf lo miró
favorablemente, pero la cuestión de permitir o no predicar, fue
consultada a los oráculos, que se dice que dieron una respuesta
favorable, posiblemente debido a las oraciones del santo. Se
construyó allí una iglesia, y quedó establecido un sacerdote.
En
el año 854, lo encontramos de vuelta en Dinamarca, donde consiguió
convertir, la enemistad del rey Eric en amistad. Eric había
expulsado a los sacerdotes, que habían sido dejados en Schleswig,
pero a petición de Oscar, fueron nuevamente llamados. El santo
construyó otra iglesia en Jutlandia, e introdujo el uso de las
campanas, que los paganos consideraban como instrumentos mágicos.
Además, convenció al rey vikingo, de mitigar los horrores de la
trata de esclavos.
Fue eminente por su piedad, mortificación
y observancia de la regla monástica; construyó hospitales, rescató
cautivos, envió cuantiosas limosnas al extranjero, y sólo lamentó
no haber sido hallado digno del martirio.
A pesar de que
escribió varias obras, muy poco de ello ha quedado. Añadió frases
devocionales a los salmos, que -de acuerdo con Fabricio, en su
«Biblioteca Latina de la Edad Media»- son un monumento ilustre, a
la piedad del santo prelado.
También había compilado una
vida de San Willehad, primer obispo de Bremen, y el prefacio que
escribió, fue considerado una obra maestra de esa época. Todos su
éxito como misionero, lo atribuía a la piedad de Luis el Piadoso, y
al celo apostólico de su predecesor en el trabajo, Ebbo, arzobispo
de Reims, que sin embargo, de hecho, había fracasado.
Fuente:
Catholic Encyclopedia
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