23 De Febrero de 2024
Santa Milburga de Wenlock
Abadesa.
Resucitadora.
(727)
«Bienaventurados
los limpios de corazón; bienaventurados los pacificadores».
En
Wenlock, en Inglaterra, Santa Mildburga, virgen, de la familia real
de Mercia, que fue abadesa de este monasterio.
Fue hija de
Merewalh, rey de Mercia y Santa Ermenburga. Santa Mildrith y Santa
Mildgytha fueron sus hermanas. Tenía un misterioso poder sobre los
pájaros, donde podía hablar con ellos para que no dañaran los
cultivos. También fue conocida por numerosos milagros.
Santa
Milburga, que era la hermana mayor de Santa Mildreda, fundó el
convento de Wenlock, en Shropshire, cuyo nombre actual es Much
Wenlock. Su padre y su tío Wulferio, rey de Mercia, la ayudaron
mucho en la empresa y dotaron la fundación.
El arzobispo San
Teodoro, la nombró abadesa del convento, que floreció como un
paraíso bajo su gobierno. Santa Milburga era extraordinariamente
humilde; pero cuanto más se humillaba, más la exaltaba la gracia de
Dios. Había recibido del cielo, el don de curar a los enfermos, y se
cuenta que restituyó la vista a algunos ciegos. Con sus fervorosas
exhortaciones, convirtió a numerosos pecadores.
Se han
conservado muchos incidentes maravillosos de la vida de la santa. Por
ejemplo, se dice que una noche, permaneció tanto tiempo en oración,
que se quedó dormida, y no se despertó sino hasta la salida del
sol; como se vistiera apresuradamente, se le desprendió el velo de
la cabeza, pero un rayo de sol, lo sostuvo en el aire hasta que la
santa lo recogió.
En otra ocasión, una viuda le llevó el
cadáver de su hijito, para que lo resucitara; Milburga reprendió a
la mujer, pero ésta se negó a partir. Entonces la santa, se tendió
por tierra a orar, e inmediatamente se vio rodeada por un fuego
celestial. Una de las religiosas, que entró en aquel momento, gritó
alarmada, creyendo que se trataba de un incendio; pero el fuego
desapareció en el mismo instante, y la santa depositó en brazos de
la viuda al niño resucitado.
Después de una vida de
santidad y milagros, Santa Milburga sufrió una larga y penosa
enfermedad, que soportó con gran serenidad. Sus últimas palabras
fueron: «Bienaventurados los limpios de corazón; bienaventurados
los pacificadores».
Su tumba fue muy venerada; pero los
daneses destruyeron la abadía, y la santa cayó en el olvido, hasta
la época de la conquista normanda, cuando los clunianenses,
construyeron un nuevo monasterio en el mismo sitio. En el curso de la
construcción, dos niños que estaban ahí, jugando cayeron en un
agujero; los monjes excavaron un poco, y descubrieron los restos de
santa Milburga.
Las hermosas ruinas de Much Wenlock, son las
del segundo monasterio. El pueblo atribuyó a Santa Milburga un poder
especial sobre los pájaros y empezó a invocarla como protectora
contra los daños que éstos causaban en los sembrados. La diócesis
de Shrewsbury celebra todavía la fiesta de la santa. Lo único que
sabemos sobre otra de sus hermanas, Santa Midgita, es que fue también
religiosa y que «en su tumba se realizaron frecuentes
milagros».
Juan de Tynenouth, Capgrave, Guillermo de
Malmesbury y Guillermo Thorn. Ver Acta Sanctorum, febrero, vol. III;
y Stanton, Menology, pp. 81-82.
Fuente: «Vidas de los santos
de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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