28 De Febrero de 2024
Santos Mártires de la Caridad
(263)
Conmemoración
de los santos presbíteros, diáconos y otros muchos, que en
Alejandría de Egipto, en tiempo del emperador Galieno, al declararse
una gravísima epidemia, se entregaron al servicio de los enfermos,
hasta morir ellos mismos, motivo por el cual, la piedad de los
creyentes, los consideró corno mártires.
La peste había
hecho estragos, en la mayor parte del Imperio Romano, durante los
años 249 a 263. Se dice que en Roma habían muerto, cinco mil
personas en un sólo día. La ciudad de Alejandría, fue una de las
más severamente castigadas por la epidemia; San Dionisio de
Alejandría, nos dice que ahí se declaró el hambre, y que esto
había provocado tumultos y violencias tan graves, que era más fácil
ir de un extremo al otro del mundo conocido, que atravesar de una
calle a otra, en el interior de la ciudad.
A estas desgracias
vino a añadirse la peste, que causó tales estragos, que no había
casa en la que no se llorara, por lo menos a un muerto. Los cadáveres
yacían insepultos; el aire estaba cargado de microbios, y de los
vapores pestilentes del Nilo. Los sobrevivientes vagaban
aterrorizados, y el miedo volvía a los paganos crueles, aun con sus
parientes más cercanos. En cuanto alguien caía enfermo, sus amigos
huían de él; los enfermos eran arrojados de su propia casa, antes
de morir.
En tan angustiosas circunstancias, los cristianos de
Alejandría, dieron un gran ejemplo de caridad. Durante las
persecuciones de Decio, Galo y Valeriano habían tenido que
ocultarse; sólo podían reunirse en secreto, o en los barcos que
partían de Alejandría, o en las prisiones.
La peste les
permitió salir de sus escondrijos. Sin temor al peligro, acudieron a
asistir a los enfermos, y a reconfortar a los moribundos; cerraban
los ojos a los muertos, y transportaban los cadáveres. Aunque sabían
perfectamente, que se exponían a contraer el mal, lavaban y
enterraban decentemente, a las víctimas de la enfermedad.
El
obispo de la ciudad escribió: «Muchos que habían curado a
otros, murieron apestados. La muerte nos ha arrebatado así, a los
mejores de nuestros hermanos: sacerdotes, diáconos y laicos
excepcionales. Su heroica muerte, motivada por la fe, apenas es
inferior a la de los mártires».
Reconociendo el valor
de estas palabras de San Dionisio, el Martirologio Romano honra a
esos distinguidos cristianos, como mártires. La caridad que
mostraron, asistiendo a sus perseguidores en las enfermedades, es un
ejemplo de lo que debe ser nuestra actitud con los pobres, que no son
nuestros enemigos, sino nuestros correligionarios.
Lo que
sabemos, sobre los actos de caridad de los cristianos en Alejandría,
figura en los escritos de Eusebio. Historia Eclesiástica, lib. VII,
c. XXII, donde se reproduce la carta de San Dionisio. El texto
griego, se encuentra en la edición de Feltoe de “The letters
and other remains of Dionysius of Alexandria”, pp. 79-84.
Fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert
Thurston, SI
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