28 De Febrero de 2024
Beato Carlos Gnocchi
Presbítero
(1902
- 1956)
En
Milán, Italia, beato Carlos Gnocchi, presbítero, llamado "el
apóstol de los mutilados", por su especial dedicación a
los huérfanos y heridos de guerra.
Don Carlo Gnocchi nació
el 25 de octubre de 1902, en San Colombano al Lambro, cerca de Lodi,
Italia. Fue ordenado sacerdote en 1925, en Milán. Se destacó
inmediatamente, como notable educador, al punto tal que, en 1936 el
Cardenal Ildefonso Schuster, lo nombró director espiritual, de la
escuela más prestigiosa de Milán, el Istituto Gonzaga, de los
Hermanos de las Escuelas Cristianas; en este período estudió
intensamente la pedagogía, y escribió algunos ensayos sobre estos
temas.
En los años finales de la década del ’30, el mismo
Cardenal Schuster, le encargó la asistencia de los universitarios,
de la Segunda Legión de Milán, que comprendía en buena parte, a
estudiantes de la Universidad Católica, y muchos ex alumnos del
Instituto Gonzaga.
Como es sabido, en 1940 Italia entró en
la Segunda Guerra Mundial, y muchos jóvenes estudiantes, fueron
enviados al frente de batalla. Don Carlo no quiso abandonar a sus
jóvenes, en estos momentos de peligro, y se enroló como capellán
voluntario, del batallón "Val Tagliamento" de los alpinos,
destinado al frente griego-albanés.
Después de un breve
intervalo en Milán, en 1942 volvió a partir, esta vez al frente
ruso, con los alpinos de la Tridentina. En enero de 1943, comenzó la
dramática retirada del contingente italiano, derrotado en aquel
frente; retirada devastadora, que sembró de muertos, las heladas
tierras rusas: "setecientos kilómetros de marcha, en la estepa
blanca y sin confines, sobre la nieve harinosa, entumecidos por el
viento helado, flagelados por la tormenta, con 40 grados bajo cero,
sin víveres, con pocas municiones, arrastradas fatigosamente, sobre
los trineos sobrevivientes, durmiendo al descampado, a veces
caminando durante la noche, atacados rabiosamente por el enemigo,
agredidos a traición por los partisanos, asaltados a cada momento,
por tanques enemigos, bajo la pesadilla de las incursiones aéreas,
cuando los camiones se detenían por falta de combustible, la
artillería quedaba bloqueada por la nieve, las mulas caían
extenuadas por el frío y la fatiga, las armas se encasquillaban por
el hielo, la fila de los combatientes, menguaba poco a poco por los
caídos, los heridos y los congelados; quince días de marchas y
combates, de vigilias y hambre, de privaciones y heroísmos, en la
más inhóspita y cruel de las estaciones, y de las tierras europeas,
contra enemigos aguerridos y enardecidos por el éxito, constituyen
una de las más altas victorias del espíritu sobre la materia, de la
voluntad, por sobre la fortuna adversa, y una de las más luminosas
afirmaciones, de la grandeza de nuestro pueblo", escribía Don
Carlo Gnocchi, en uno de sus más conocidos escritos: "Cristo
con los alpinos".
Fue precisamente su experiencia del
dolor, en esta terrible huida, la que inspiró su futura fundación.
Habiendo caído a un costado de la helada ruta rusa, junto a un grupo
de agotados soldados, y a punto de morir, un vehículo militar que
pasaba, intentó llevarlo sólo a él, hasta la próxima base
militar, pues no tenían más lugares en el transporte, dejando allí
agonizando al resto de los soldados.
Don Carlo se negó a
abandonar a los suyos; pero estos le insistieron diciendo: "Vaya,
Capellán, y ayude a nuestros hijos; ampare usted a nuestros
huérfanos". Sólo ante la impresión de este conmovedor
testamento, aceptó ser trasladado al hospital militar, terminando de
este modo, su participación en la guerra.
Ya nuevamente en Italia, a partir de 1945, comenzó a diseñar su proyecto, para ayudar a los mutilados de guerra, y a los hijos de los sobrevivientes; lo que le daría el título de "padre de los mutiladitos". En 1949, su obra obtuvo el primer reconocimiento oficial, llamándose "Federación por la Infancia Mutilada"; más tarde sería reemplazada, por la "Fundación por la Juventud".
Don Carlo murió el 28 de febrero de 1956,
tras una dolorosa enfermedad. Durante los últimos meses de vida,
redactó su opúsculo "Pedagogía del dolor inocente",
auténtico testamento espiritual, donde toca las cumbres del sentido
cristiano del dolor.
Semblanza realizada por el P. Miguel
Angel Fuentes, que recogemos del prólogo a la edición en pdf del la
"Pedagogía del dolor inocente", traducida por el mismo
sacerdote del IVE, y que puede consultarse en la Biblioteca.
Fuente:
P. Miguel Angel Fuentes
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