26 De Diciembre de 2023
Santa Vicenta María López Vicuña
Virgen
y fundadora
(1847 - 1890)
En
Madrid, España, Santa Vicenta María López Vicuña, virgen, que
fundó y propagó el Instituto de Hijas de María Inmaculada, para
que cuidaran del cuerpo y del alma de las jóvenes, que por razón
del servicio doméstico, se encontraban alejadas de sus
familias.
Fragmento dedicado a la santa en la homilía de la
misa de canonización, por SS el papa Pablo VI, el 25 de mayo de
1975. Puede leerse el texto completo en el sitio del Vaticano. En
Butler-Guinea (Tomo IV, pág. 622-23) hay una biografía breve, con
los datos sustanciales.
Vicenta María López y Vicuña nació
en las nobles y cristianas tierras de Navarra, el día 24 de marzo de
1847, para morir en los umbrales de este siglo.
Trascurrió
una juventud serena, durante la cual fueron madurando en ella, los
frutos de una esmerada educación cristiana, en la que dejó huellas
inconfundibles, el ambiente familiar: la madre, un tío sacerdote,
una tía religiosa. ¡Oh! Nunca ponderaremos bastante, la importancia
formativa del núcleo familiar; esa labor ejemplar, insustituible, de
siembra y cultivo de conocimientos y virtudes.
Y Dios bendice
con predilección, a las familias auténticamente cristianas; son
ellas, por su parte, la mejor cantera de vocaciones, para el servicio
de la Iglesia. En España tenéis, a este respecto, una tradición
espléndida, gloriosa, fecunda. Os recordamos esto ahora, amadísimos
hijos, porque abrigamos la esperanza, de que el Año Santo se
distinga también, por un despertar de las vocaciones, por «un
incremento numérico de aquellos que sirven a la Iglesia, con
particular dedicación de su vida, es decir, de los sacerdotes y
religiosos» (Apostolorum Limina, IV).
Nuestra Santa es
muy joven aún, cuando oye en sus adentros, la llamada divina. No fue
una decisión fácil de realizar. Con sencillez y dulzura, con
sacrificio y caridad, logra verse liberada de la perspectiva que le
ofrece, una vida en el mundo tranquila, acomodada, halagadora.
En
la fiesta de la Santísima Trinidad de 1876, recibe el hábito
religioso junto con dos compañeras; nace así la congregación de
las Religiosas de María Inmaculada; una familia que tiene por
misión, la santificación personal de sus miembros, y la ayuda a las
jóvenes que trabajan fuera de sus propios hogares.
A esas
jóvenes, rodeadas con frecuencia de no pequeñas dificultades y
peligros, Vicenta María entrega su vida entera. Al poner en la
balanza, el futuro de su vocación, podrá decir: «¡Las chicas
han vencido!».
Y a ellas se dará sin reservas, para
hacerles encontrar un hogar acogedor, donde hallen una voz amiga, la
palabra alentadora y desinteresada, el calor de un corazón, donde
descubran la riqueza inmensa, humano-divina de sus vidas, el secreto
de los valores perennes, de la paz interior, y donde, a la vez,
aprendan a promoverse integralmente, para hacerse cada vez más
dignas ante Dios, y realizarse mejor como jóvenes.
¡De qué
maravillosas intuiciones, es capaz quien ama de veras!. ¡Qué fina
pedagogía sabe aplicar, quien habla ese lenguaje sublime, que se
aprende en el corazón de Cristo!.
Nuestra Santa tenía ya una
experiencia personal, en este apostolado específico. Sus mismos
familiares de Madrid, la habían puesto en contacto con esa clase
trabajadora, tan necesitada. El deseo de entregarse a Dios hace lo
demás.
Ella misma siente en su alma, la exigencia insaciable
de renuncia genuina, deliberada, amorosa, que se le pide al discípulo
de Cristo «para gloria de Dios más palpable. Más pobreza. Más
mortificación de mis naturales inclinaciones. Mucho peligro de
sufrir desprecios. ¡Cuántos la vituperarán!. Continuo esfuerzo,
continuo sacrificio. Necesidad de la época». Son estos
precisamente, los motivos que la impulsan a hacer la fundación,
según ella misma ha dejado escrito (Cfr. Escritos de la fundadora,
Cuaderno t. f. 80 r. O. c. 124-130).
A pesar de su muerte
prematura, a los cuarenta y tres años, no sin sufrimientos físicos,
y sobre todo morales -¡la cruz es la compañera inseparable de los
Santos!-, la madre Vicuña, vio aprobada su Obra por la Santa Sede;
tenía ya casas repartidas por España, y estaba ilusionada con
fundar en Buenos Aires. La congregación se abría así, a todos los
horizontes de la Iglesia, como lo está hoy con numerosas comunidades
esparcidas, por Europa, América, Africa y Asia.
Recordamos
bien cuando fue beatificada, por nuestro venerable predecesor Pío
XII, en el anterior Año Santo. Y en este Año Santo, que coincide
además con el Año Internacional de la Mujer, podríamos
preguntarnos: ¿qué mensaje trae Santa Vicenta María, para la
Iglesia y para el mundo de nuestro tiempo?.
Al iniciar el
ciclo de beatificaciones, de este Año Santo con María Eugenia
Milleret decíamos que «la santidad, buscada en todos los estados
de vida, es la promoción más original, y más llamativa a Ia que
pueden aspirar y acceder las mujeres».
Santa Vicenta
María ha sentido, imperiosa, el reclamo de la caridad hecha
servicio, algo que le está invitando a prodigar su atención hacia
la mujer, sobre todo la joven, necesitada de cuidados religiosos, de
asistencia social, de la auténtica sublimación cristiana, en una
palabra, de promoción en el sentido más completo y elevado del
término.
Una tarea que, con las diversas modalidades que van
presentando los tiempos, constituye también una exigencia importante
del mundo actual. El carisma de la fundadora tiene así, en nuestra
época, una vivencia singular.
Fuente: Vaticano
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