15 De Diciembre de 2023
Presbítero y
fundador
(1773 - 1856)
En
Verona, de la región del Véneto, beato Carlos Steeb, presbítero,
nacido en Tubinga, que abrazó la fe católica en Verona, y ordenado
sacerdote, fundó el Instituto de Hermanas de la Misericordia, para
ayuda de los afligidos, pobres y enfermos.
Nació en 1773 en
Tubinga. Su padre, un empresario muy respetado (y también
administrador de los bienes del Duque de Württemberg), lo envía a
los dieciséis años a París, y a los dieciocho a Verona, para
aprender lenguas y práctica comercial.
Se trata de un joven
reservado y maduro, todo estudio y trabajo. Ferviente protestante,
como toda su familia. Sin embargo, lo fascina el mundo vivaz de
Verona, con su vitalidad cultural y religiosa. Lo atrae el diálogo
con algunas grandes figuras, de entre sacerdotes y laicos, y esto lo
lleva en septiembre de 1792, a convertirse al catolicismo. Cuatro
años después será ordenado sacerdote, con gran amargura de su
familia, que lo deshereda (pero a la muerte de su hermana
Guillermina, los bienes paternos pasarán a él).
Es tiempo de
guerra entre Napoleón y Austria: las batalla de Bassano, de Arcole,
de Rivoli, y luego las revueltas antifrancesas de 1797 (las «Pascuas
Veronesas»). Verona, ya bajo Venecia, por 18 años verá alternarse
el dominio francés y el de los Habsburgo.
Carlos Steeb vive
este tiempo entre enfermerías, hospitales militares y lazaretos,
como sacerdote, enfermero e intérprete en tres lenguas. Se mantiene
enseñando, no tiene otros trabajos retribuidos. Su «trabajo
estable» es el lecho de los sufrientes, en la guerra y la paz,
entre quienes vive como un hombre de punta de la «Fraternidad
evangélica de sacerdotes y laicos hospitalarios», fundada en
1796 por Pietro Leonardi, con hombres y mujeres. Se contagia el tifus
y hace testamento, pero su director espiritual, el P. G.B. Bertolini,
le advierte: «No es tu hora, el Señor espera algo grande de
ti».
Eso grande nació en 1840, en dos pequeñas
habitaciones: es el Instituto de Hermanas de la Misericordia,
dedicadas a todo sufrimiento y necesidad; nace con el impulso y el
apoyo económico suyo, y con el trabajo de la veronesa Luisa Poloni,
después Madre Vincenza, de la que es confesor (confiesa a toda
Verona, este alemán de voz débil). Desde aquellas dos habitaciones,
el Instituto inició un viaje, que continúa en el tercer milenio,
con casas en Europa, América Latina y África. Y él muere después
de ver completada la iglesia del Instituto en Verona, donde está
depositado su cuerpo. SS Pablo VI lo beatificó en 1975.
fuente: Santi e Beati
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«De
origen luterano, al convertirse fue repudiado por su familia.
Cofundador del Instituto de Hermanas de la Misericordia. Conocido
como la mamá y el samaritano de Verona por sus desvelos y ternura
con los enfermos»
Nació en Tübingen, Alemania, el 18 de
diciembre de 1773, en un hogar de prósperos comerciantes de lana. Su
familia era luterana, y tenía gran influencia y reconocimiento
social, porque su padre se ocupaba de la administración de las
posesiones, del duque de Württemberg. Además, su abuelo paterno
había ocupado puestos relevantes en la ciudad.
Recibió una
esmerada educación humanística en su ciudad. Su infancia estuvo
marcada, por la sucesiva pérdida de sus hermanos, seis de los cuales
no sobrevivieron a la infancia, quedándole solo una hermana. A su
padre, estas pérdidas le afectaron sobremanera. Su madre, una mujer
fuerte, influyó en la formación de Carlos. Las desgracias
familiares le enseñaron el valor de la paciencia y de la
generosidad; hicieron de él una persona indulgente y
comprensiva.
Con 16 años fue enviado a estudiar a París,
pero la enrarecida situación política, que culminó en la
Revolución, aconsejó su salida del país en 1791, y regresó a su
hogar. Al año siguiente, se trasladó a Verona con la misma idea que
guió su viaje anterior: consolidar el aprendizaje de idiomas, e irse
introduciendo en el mundo de los negocios textiles, aprovechando las
excelentes relaciones de su padre. Su madre, férrea luterana, temía
el influjo que podían tener en él, los católicos. Y no se
equivocó. La providencia había guiado los pasos de Carlos, porque
fue allí, donde su contacto habitual en foros donde existía una
viva presencia eclesial, le atrajo al catolicismo.
Hasta
entonces, había sido un fiel luterano como toda su familia, pero se
encontró con muchas preguntas sobre la fe católica, y la
protestante. Leyó, reflexionó y tras encomendarse a María, y
aceptar la dolorosa ruptura que impuso su familia, que rechazó su
decisión, y le cerró las puertas del hogar por completo, en
septiembre de ese mismo año 1792 se convirtió. Se quedaba sin
recursos económicos, desamparado en un país lejano al suyo. Pero
era más fuerte su convicción espiritual, y no le faltó la ayuda de
amigos religiosos, que habían apreciado ya sus muchas
virtudes.
Ingresó en el Oratorio de San Felipe Neri, y fue
ordenado sacerdote el 8 de septiembre de 1796. Verona era invadida y
saqueada, por las tropas napoleónicas. Y Carlos, a sus 24 años,
influenciado por el testimonio del P. Pietro Leonardi, artífice de
la «Fraternidad evangélica de sacerdotes y laicos
hospitalarios», se implicó de lleno en acciones caritativas de
asistencia y consuelo a enfermos, heridos de guerra, mutilados,
moribundos, sin tener en cuenta sus ideologías, y bandos en los que
luchaban. Además, se volcó con los «sin techo»,
abandonados y faltos de trabajo para elemental sustento.
Su
dominio de lenguas, le permitió ser un providencial traductor de
emociones y necesidades. Hombres, mujeres, ancianos y niños, los
huérfanos, todos sintieron el calor de su ternura, y la generosidad
que brotaba de él a manos llenas, hasta el borde del agotamiento. Su
estrecho contacto con los enfermos, hizo que contrajese el tifus, y
pensando que llegaba su fin, redactó su testamento. Estaba dispuesto
a morir. Pero el P. Bertolini, su director espiritual, vaticinó: «No
es tu hora, el Señor espera algo grande de ti».
Fue
profesor de teología en el seminario de Verona, y también en
colegios de Alemania y de Francia, pero su vocación a paliar las
carencias humanas, que tanto sufrimiento reportan, alimentaban sus
súplicas a la Santísima Trinidad.
Y en torno a 1835,
compartió el sueño que tenía de poner en marcha una fundación,
destinada a la asistencia de los que padecen, convocando a una
veronesa, para que dirigiese espiritualmente, la beata Vincenza
Luigia Poloni.«Hija mía, el Señor la quiere fundadora de un
Instituto de Hermanas de la Misericordia, ninguna dificultad la
atemorice o la detenga, para Dios nada es imposible», le dijo.
Como le sucedió a Carlos, ella había perdido a nueve de los
doce hermanos, que nacieron en su hogar, una familia de
farmacéuticos, negocio en el que trabajaba. Cuando conoció al beato
en 1821, ya pensaba ser religiosa. Así que, alentada por él, y
mostrando su plena disponibilidad, se unió a unas cuantas mujeres,
dispuestas a entregar su vida junto a los que sufren, en los que
veían el rostro de Jesucristo, y en 1840 dieron origen a ese
Instituto.
A la muerte de su hermana, el P. Steeb heredó los
bienes de la familia, y pudo ayudar económicamente a la fundación,
aunque tuvo que afrontar muchos contratiempos, y críticas malsanas.
Entonces ya se hallaba muy agotado físicamente; estaba enfermo.
Siguieron llenando su vida, los constantes desvelos por los
necesitados, al punto que fue denominado «mamá» de los
enfermos por su trato hacia ellos, plagado de ternura. Y de hecho,
por esta acción fue galardonado por el emperador de Austria, con la
Cruz de Oro. También se le ha denominado el «samaritano de
Verona».
Fue un gran director espiritual y apóstol
ejemplar. No perdió ocasión para animar a los jóvenes, en la
búsqueda del ideal religioso. La última etapa de su vida, atendió
a sus hijas, las formó y las acompañó en la senda incomparable de
la caridad, prestando servicio junto a ellas con el lema:«Servir
al hombre en humildad, simplicidad, caridad por el solo amor a
Dios».Llegó a conocer la expansión del Instituto, dentro y
fuera del país. Vincenza le antecedió en su ingreso en el
cielo.
Él murió el 15 de diciembre de 1856 a la edad de 83
años, dejando a sus hijas este postrer testamento con su bendición:
«la unión, la paz, la obediencia, y los enfermos…». Fue
beatificado por Pablo VI el 6 de julio de 1975.
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