13 De Diciembre de 2023
Santos Pedro Cho Hwa-so y cinco
compañeros
Mártires
En
el pueblo de Tjyen-Tiyou, en Corea, santos Pedro Cho Hwa-so, padre de
familia, y cinco compañeros, mártires, los cuales, tentados por las
promesas y tormentos del mandarin, para que dejaran la religión
cristiana, resistieron hasta sufrir la decapitación. Sus nombres
son: San Pedro Yi Myong-so y Bartolomé Chong Mun-ho, padres de
familia; Pedro Son Son-ji, padre de familia y catequista; José Pedro
Han Chaekwon, que fue catequista; y Pedro Chong Won-ji,
adolescente.
Estos seis mártires coreanos confesaron
intrépidamente su fe, fueron lisonjeados con la vida y la libertad,
y otras ventajas si apostataban, fueron atormentados, al negarse a
hacerlo, y finalmente fueron decapitados en Tiyen-Tiyou, el 13 de
diciembre de 1866. Fueron canonizados el 6 de mayo de 1984, en Seúl
por el papa Juan Pablo II. Estos son sus datos personales:
Pedro
Cho Hwa-so nace en la provincia coreana de Kyonggi, el año 1815,
hijo de Andrés Cho, que moriría mártir en 1839. Llegado a la edad
adulta, ayudó primero al sacerdote Tomás Choe Yang-Op, pero luego
se estableció en Songju Dong, donde vivían muchos cristianos, y con
ellos formó una comunidad.
Contrajo matrimonio con Magdalena
Han, una piadosa cristiana, y tuvo con ella un hijo, San José Cho
Yun-Ho, que también moriría mártir, pero ella murió pronto, y
Pedro perseveró en su soledad un tiempo, pero luego, aconsejado por
los fieles, volvió a casarse con otra cristiana, Susana Kim.
Su
trabajo catequístico, era muy fructífero. Pero llegó la
persecución, y el 5 de diciembre de 1866 fue arrestado. Le pidió a
su hijo que se escapara, pero el hijo se negó a hacerlo. Se negó a
revelar los nombres de los demás fieles, y por ello él y su hijo
sufrieron todo tipo de malos tratamientos, e insultos. Lo tuvieron en
una tienda detenido, mientras arrestaban a los demás mártires, y
animó a su hijo, para que perseverara en la fe, pese a todas las
amenazas. Llevado a la cárcel, consoló a los demás presos, y
dedicó el resto de su tiempo a la oración, soportando las torturas,
con el pensamiento puesto en los dolores de Cristo en su pasión.
Finalmente fue condenado a muerte. Ante la muerte, conservó su
rostro sereno, se santiguó y ofreció su cuello al verdugo, que,
extrañado de su paz, le preguntó si estaba loco. A lo que respondió
el mártir, que si él fuera creyente abordaría la muerte de la
misma manera.
Pedro Yi Myong-so había nacido en 1821, en la
provincia de Chungchong, en una familia católica. En una de las
persecuciones, perdió todas sus propiedades, y a punto estuvo de
perder la vida. Debió entonces, dejar su pueblo y su familia, e irse
a vivir a otra zona, terminando por establecerse en Songji Dong,
donde abundaban los católicos.
Logró recuperar su buen
estado económico, y hacerse granjero, viviendo confortablemente, y
llegando a conocer a sus nietos. Piadoso, caritativo y honesto, se
granjeó el aprecio de todos. Colaboraba con gran celo, en la obra
evangelizadora, y afirmaba que había que hacerse fuerte, ante la
perspectiva del martirio. Estaba enfermo, y tenía pocas fuerzas
físicas. Era muy amigo de San Pedro Cho Hwa-So, y se animaban
mutuamente, en el camino de la fe. La policía le propuso una noche
que huyera. Él cayó en la trampa, y preparó todo para huir, pero
la policía que le esperaba le arrestó. Manifestó su fe y su
perseverancia con gran energía, y fue torturado hasta perder el
conocimiento, pero ni apostató, ni reveló los nombres de los otros
cristianos.
Bartolomé Chong Mun-ho había nacido en Imchom,
provincia de Chungchong, en 1802. Fue jefe de su pueblo, y participó
en el gobierno de la provincia, antes de ser cristiano, pero conoció
el cristianismo y se bautizó. Por ser cristiano, la gente de su
pueblo lo rodeó de hostilidad, hasta el punto de decidir él,
cambiar de vecindad e irse a vivir a Shinügol.
Culto,
distinguido, delicado de trato, no hacía distinción entre católicos
y paganos, a la hora de darles a todos un trato igualitario,
afectuoso y correcto. Mucha gente le consultaba sus cosas, e incluso
gentes de otros pueblos venían a hablar con él. En su trato con la
gente, él de forma prudente, y sin imposiciones dejaba caer la
semilla de la palabra de Dios. Cuando alguien se mostraba interesado,
él le transmitía con mucho amor, la doctrina cristiana. Una noche
fue arrestado, junto con otros creyentes, estando él mal de salud.
Enviado al día siguiente a Chonju, fue interrogado y a causa de su
debilidad, estuvo a punto de sucumbir, pero su amigo lo sostuvo.
Aguantó las torturas y no apostató. Se le ofrecieron ventajas y
puestos, pero conservó hasta su ejecución, una conducta ejemplar, y
un ánimo sereno ante el verdugo.
Pedro Son Son-ji había
nacido en Koindol en Imchom, provincia de Chungchong. Cuando la
persecución de 1839, dejó su pueblo, y se fue a vivir en Shinügol.
Había nacido en una familia distinguida, educado cristianamente y
bautizado en la adolescencia. Muy erudito en doctrina cristiana, era
muy estimado en la comunidad católica y se le confió el encargo de
catequista, gozando de la confianza del santo padre Chastan.
Casado
y con dos hijos, era un padre ejemplar, y en la calle y en la casa
era manso, amable y afectuoso. No solamente trabajó en un pueblo,
sino en varios más como evangelizador. Avisado de que volvía la
persecución, no perdió la calma, y fue arrestado por la policía.
Perseveró en la fe, y así se lo dijo también la policía a su
madre, que intercedía por él. Enviado a Chonju e interrogado,
confesó la fe y aguantó las torturas en las que le fue fracturado
un brazo. Llegado al lugar de la ejecución, regaló sus ropas a los
verdugos y exclamó: «Oh Señor, gracias por darme una tan gran
bendición». Miró al cielo. Invocó a Jesús y a María, y de
dos tajos fue decapitado.
José Pedro Han Chaekwon nace en
1836 en Chinjam, provincia de Chungchong, hijo de una católica, pero
siendo pagano el resto de su familia. Al tiempo de su martirio, se
ganaba la vida como empleado, de la administración en la ciudad de
Chongyang. Era amable, servicial y bondadoso. Casado y con hijos, se
portaba en todo, como un verdadero cristiano, muy activo en la
comunidad, de la que era catequista.
Propagó el evangelio
por los pueblos de la cercanía. Tenía mucha caridad con los pobres,
al extremo de darle a uno de ellos, su abrigo en invierno, y pasar él
mucho frío. Se llevaba magníficamente con su esposa, unidos ambos
en el amor, y la fe religiosa. Arrestado el 3 de diciembre de 1866,
se le ofreció la libertad si apostataba, y su padre hizo cuanto
pudo, por que apostatara y salvara su vida. La tenaz insistencia de
su padre, no consiguió nada de él, ni las torturas tampoco. Su
propia familia, le escribió que estaban en peligro de muerte, por
causa de él, pero no por ello apostató, sino que afrontó con
valentía la muerte por Cristo a los 30 años de edad.
Pedro
Chong Won-ji había nacido en Chinjam, provincia de Chungchong, en
1846, en una familia cristiana. Su padre al poco murió mártir, y su
madre murió cuando él era niño, de modo que muy pronto se vio
solo, y anduvo de un sitio a otro. Por fin recaló en Songji Dong en
Chonju. Era un chico creyente, bueno, respetuoso y trabajador. San
Pedro Cho Hwa-So lo recogió en su casa, y se hizo muy amigo del hijo
de su bienhechor, Yun-ho, que era casi de su misma edad. Contrajo
matrimonio con una chica católica, y con ella rezaba cada día las
oraciones.
Trataba a San Pedro Cho Hwa-So como a un verdadero
padre. Con su hermano mayor, trabajaba en una granja. Cuando se
empezó a hablar, de que iba a haber una nueva persecución, él le
dijo a su esposa, que estaba dispuesto a ser mártir. Cuando la
policía irrumpió en la casa, y arrestó a San Pedro Cho Hwa-So, él
huyó las montañas pero al día siguiente volvió.
Lo
encontró la policía, y cuando ésta le preguntó, si era católico
dijo que no, pero aún así fue arrestado, y llevado a la calle
principal, donde estaban los otros cristianos arrestados. Volvieron a
preguntarle si era católico y él, pensando en su joven esposa,
volvió a decir que no. Pero Pedro Cho Hwa-So le animó a que
confesara su fe, y entonces el joven dijo claramente a la policía,
que él sí era católico.
A la policía le dio lástima de
su juventud, y le dijeron que siguiera negando su fe, y sería libre,
pero él estaba ya decidido, a seguir confesando la fe. Llevado a
Chonju con los demás, volvió a titubear y otros se sintieron
también en duda, pero San Pedro Cho Hwa-So los consoló y animó, y
juntos pidieron fuerza al Señor. Ante el magistrado recordó que era
hijo de un mártir, y confesó la fe. Pidió que no le atormentaran
más, sino que lo mataran ya. Fue decapitado con los demás
mártires.
Fuente: «Año Cristiano» - AAVV, BAC, 2003
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