14 De Diciembre de 2023
San Nimattullah al-Hardini
Religioso y
presbítero
(1808 - 1858)
En
el lugar llamado Klifane, en el Líbano, San Nimattullah al-Hardini,
presbítero de la Orden Libanesa Maronita, dedicado a los estudios
teológicos, y a la pastoral entre los jóvenes, y eminente por su
espíritu de oración y penitencia.
Nació en Hardin, en el
norte del Líbano, el año 1808. En el bautismo, recibió el nombre
de Youssef. Pertenecía a una familia maronita, con seis hijos, que
fueron educados en un profundo amor a Dios, y a su Iglesia. Tres de
sus hermanos siguieron, como él, la vida monástica o sacerdotal.
Tanios fue párroco; Eliseo entró en la Orden Libanesa
Maronita, en la que vivió como ermitaño, durante cuarenta y cuatro
años; Msihieh abrazó la vida claustral en el monasterio de San Juan
Bautista, en Hrasch.
Pasó los primeros años de su infancia
frecuentando los monasterios y eremitorios de su pueblo. Terminados
los estudios, fue a vivir con su abuelo materno, Youssef Raad,
párroco de Tannourin, cuyo ejemplo suscitó en él, el amor al
sacerdocio, vivido para el servicio de la Iglesia. En Tannourin,
rezaba el oficio divino en el monasterio con los monjes, o en la
parroquia con su abuelo y los fieles.
Ingresó en la Orden
Libanesa Maronita a los veinte años. Fue enviado al monasterio de
San Antonio de Qozhaya, cerca de la Qadischa ("Valle santo"),
para hacer sus dos años de noviciado, durante los cuales se entregó
con fervor, a la oración comunitaria y al trabajo manual. Dedicaba
todo su tiempo libre, e incluso parte del destinado al descanso, a
visitar al santísimo Sacramento. Lo solían encontrar en la capilla,
arrodillado, inmóvil, con las manos alzadas en forma de cruz, y los
ojos fijos en el sagrario.
Después de la profesión
monástica, que emitió el 14 de noviembre de 1830, fue enviado al
monasterio de San Cipriano y Santa Justina, en Kfifan, para estudiar
la filosofía y la teología, a la vez que trabajaba en el campo;
además, destacaba por su habilidad para encuadernar manuscritos y
libros, oficio que había aprendido durante el noviciado. Durante ese
período, a causa de su ascetismo, y su intensa aplicación a los
estudios, se enfermó. Para evitarle la gran fatiga del trabajo en el
campo, su superior lo destinó a la sastrería.
Al ser
ordenado sacerdote, fue nombrado director del estudiantado y
profesor, labor que desempeñó hasta sus últimos años. Dividía su
jornada habitualmente en dos partes: la primera mitad, para
prepararse a la celebración de la misa, y la otra mitad para la
acción de gracias después de la eucaristía. Vivía esta dimensión
contemplativa, juntamente con su amor a los hermanos y a la cultura.
Fundó una escuela, para instruir gratuitamente a la juventud.
Le
tocó vivir dos guerras civiles (en los años 1840 y 1845), que
fueron preludio de sangrientos acontecimientos de 1860, durante los
cuales muchos monasterios fueron quemados, muchas iglesias
devastadas, y muchos cristianos maronitas asesinados.
En ese
marco civil y religioso tan difícil y doloroso, su hermano el padre
Eliseo, ermitaño, lo invitó a abandonar la vida comunitaria, para
retirarse a un eremitorio, pero él respondió: "Los que luchan
por la virtud, en la vida comunitaria tendrán más mérito".
Era severo y duro consigo mismo, pero misericordioso e indulgente con
sus hermanos. Radical en su opción, concebía la santidad en
términos de comunión. Afirmaba: "La primera preocupación de
un monje debe ser, día y noche, no herir o afligir a sus
hermanos".
Fue grande su devoción a la Virgen María. En
sus aflicciones, invocaba la intercesión de María, su principal
auxilio, por el Líbano y por su Orden. Rezaba el rosario todos los
días, con los demás monjes. Nunca se cansaba de repetir el nombre
bendito de María. Practicaba el ayuno en su honor, todos los sábados
y las vísperas de sus fiestas; tenía devoción particular, por el
misterio de la Inmaculada Concepción. Después de rezar el Ángelus,
repetía estas palabras: "Bendita sea la Inmaculada Concepción
de la santísima Virgen". Se esforzó por inculcar a los fieles,
su devoción a María, formando cofradías. Fundó también dieciséis
altares, consagrados a la Madre de Dios; uno de estos, en el
monasterio de Kfifan, fue llamado, después de su muerte, "Nuestra
Señora de Hardini".
En 1845, a los 33 años, la Santa
Sede lo nombró asistente general de su Orden, con un mandato de tres
años, por su celo en la observancia de las reglas monásticas. Para
ese cargo, fue reelegido otras dos veces, pero se negó siempre a
aceptar el nombramiento de abad general de la Orden.
Residía,
con los demás asistentes, en el monasterio de Nuestra Señora de
Tamich, casa general de la Orden, pero solía acudir al monasterio de
Kfifan, tanto para continuar dando clases, como para ejercer su
trabajo de encuadernador, labor que realizaba con espíritu de
pobreza, poniendo especial esmero en los manuscritos litúrgicos.
De 1853 a 1859 tuvo entre sus alumnos a san Charbel, que
asistió a la muerte de su maestro, y a la conmovedora ceremonia de
su funeral. En lo más duro del invierno, mientras se encontraba en
el monasterio de Kfifan para dar clases, debido al intenso frío, se
vio afectado por una pulmonía; al agravarse, solicitó ser
trasladado a una celda cercana a la iglesia, para escuchar el canto
del oficio y, tras una agonía de diez días, recibió la unción de
los enfermos, con un icono de la Virgen en las manos, e invocándola:
"Oh María, te encomiendo mi alma".
Falleció el 14
de diciembre de 1858, a los 50 años de edad. Fue beatificado por SS
Juan Pablo II en 1998, y canonizado por el mismo Papa el 16 de mayo
de 2004 (que fue la última ceremonia de canonización realizada en
su pontificado).
Fuente: Vaticano
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