viernes, 5 de abril de 2024

 5 De Abril de 2024

Santa María Crescencia Höss
Virgen

(1682 - 1744)

En Kaufbeuren, junto al río Iller, en Baviera, Santa María Crescencia (Ana) Höss, virgen, que ingresó en la Tercera Orden Regular de San Francisco, y procuró comunicar a los demás, el fervor del Espíritu Santo, con el que ella misma ardía.

Nació el 20 de octubre de 1682. Era hija de un modesto tejedor de lana, en la ciudad de Kaufbeuren, que en aquel tiempo contaba sólo, con dos mil quinientos habitantes, en su mayoría protestantes.

En la escuela, se distinguió por su inteligencia y su devoción. Se hizo tejedora, para ayudar a su padre, pero su mayor aspiración, era entrar en el monasterio de las Franciscanas de Kaufbeuren. Sin embargo, su familia era demasiado pobre, para pagar la dote requerida, y sólo con la ayuda decisiva del alcalde protestante, pudo entrar finalmente en el convento.

Su vida consagrada, estuvo siempre impregnada de amor alegre a Dios, con la preocupación fundamental, de cumplir en todo, su Santísima Voluntad. Vivía una gozosa y profunda relación con Dios.

Su intensa oración, mediante fervorosos coloquios con la Trinidad, con la Virgen María y con los santos, desembocó muchas veces, en visiones místicas, de las que sólo hablaba por obediencia, ante sus superiores eclesiásticos.

Desde su infancia, oraba mucho y con fervor, al Espíritu Santo, devoción que cultivó durante toda su vida. Deseaba que las personas, vieran en Él, un camino más fácil de vida espiritual. Se la suele representar, sosteniendo la cruz con la mano derecha, mientras con la izquierda se dirige al Salvador crucificado, pues durante toda su vida, predominó en ella, la contemplación y devoción a Cristo en su agonía, que la llevaba a un gran espíritu de sacrificio personal, siguiendo el ejemplo del Salvador.

Siempre buscó hacerlo todo por amor a Dios, a quien deseaba glorificar por la fe, con obediencia y humildad. Sus experiencias místicas, no la alejaban del mundo real; al contrario, sus ojos se hallaban abiertos de par en par, a las necesidades del prójimo. Ciertamente, dedicaba largos ratos a la oración y a la contemplación, pero durante gran parte de su jornada, se entregaba a socorrer a los necesitados, en los que veía a Cristo mismo.

Durante muchos años fue portera del convento, cargo que aprovechó para aconsejar a mucha gente, y realizar una generosa labor de caridad. Más tarde, nombrada maestra de novicias, se entregó a la formación espiritual de las hermanas jóvenes, para la vida monástica.

En 1741, fue elegida superiora. Desempeñando ese cargo, dirigió de modo sabio y prudente el monasterio, tanto en el campo espiritual, como en sus intereses seculares, mejorando hasta tal punto la posición económica, que por mérito suyo, el monasterio pudo ayudar a mucha gente con sus limosnas.

Solía subrayar que sin amor a los demás, no podía haber amor a Dios, y que «todo el bien que se hacía al prójimo, era tributado a Dios, que se escondía en los andrajos de los pobres».

Consideraba importante, que también las mujeres se realizaran en la vida religiosa. De modo constante y consciente, se esforzó siempre por aumentar la fe, en todos aquellos con quienes entraba en contacto, haciéndoles comprender, cuál era el camino que debían seguir.

Por eso, para numerosas personas, tanto consagradas como laicas, fue guía espiritual y consejera decisiva. Tenía la rara capacidad, de reconocer rápidamente los problemas, y ofrecerles la solución adecuada y razonable.

El príncipe heredero, y arzobispo de Colonia Clemente Augusto, la consideraba una guía de almas sabia y muy comprensiva; quedó tan prendado de su santidad, que llegó a pedir al Papa, que la canonizara inmediatamente después de su muerte.

Numerosas personas, iban a consultarla en su monasterio, y con tal de mantener una conversación con ella, estaban dispuestas a esperar varios días. Eran miles, los que le escribían desde las regiones de Europa de lengua alemana, pidiéndole consejo y ayuda, y recibiendo siempre una respuesta adecuada. Gracias a ella, el pequeño monasterio de Kaufbeuren, desempeñó un sorprendente e importante apostolado epistolar.

Inmediatamente después de su muerte, que aconteció el 5 de abril de 1744, domingo de Pascua, la gente acudió en gran número, a visitar su tumba, en la iglesia del monasterio, convencida de encontrarse ante una santa.

Kaufbeuren se convirtió, en un lugar famoso de peregrinaciones en Europa. Ese fenómeno, se verificó ininterrumpidamente desde su muerte, y se intensificó después de su beatificación, llevada a cabo por el Papa León XIII, el 7 de octubre de 1900.

Esa veneración, ha seguido viva hasta hoy de modo sorprendente, no sólo entre los católicos, sino también entre las comunidades surgidas de la Reforma. Fue canonizada por SS Juan Pablo II, el 25 de noviembre de 2001, en la Plaza de San Pedro.

Fuente: Vaticano

No hay comentarios:

Publicar un comentario