sábado, 27 de abril de 2024

 27 De Abril de 2024

San Pedro Armengol Urgel

Religioso Mercedario
(† 1304)


Martirologio Romano: En Tarragona, ciudad de la corona de Aragón, España, san Pedro Ermengol, que durante un tiempo fue cabecilla de bandoleros, y convertido después a Dios, entró en la Orden de Nuestra Señora de la Merced, dedicándose con todas sus energías a rescatar cautivos en África .

Breve Biografía
Pedro Ermengol nació en 1238, en Guardia de Prats, cercano a Montblanc (Tarragona), hijo de Arnaldo Ermengol, descendiente de la noble familia española de los condes de Urgel.

Su padre se llamaba Arnaldo Armengol de Moncada. Era un hombre de fuerza hercúlea, y estatura gigantesca.

De joven no fue un santo, todo lo contrario, con la soberbia e iracundia de su carácter, alimentó una vida de vicio y de incontrolable aventura; atrajo sobre sí el odio de sus conciudadanos de todas las clases, que se veían obligados a soportar su prepotencia y sus injurias.

Habiendo asesinado a un enemigo de su casa, huyó a la montaña, y se hizo bandido, llegando a ser jefe de un grupo de bandoleros, sembrando el terror en el pueblo, y el peligro en las calles; fue -junto con sus cómplices- un criminal de la peor especie.

Pero la gracia de Dios estaba próxima a manifestarse: en 1258 el rey Jaime I encargó al propio Arnaldo Ermengol acabar con el bandolerismo, que volvía inseguras las calles y hacía morir el comercio y las comunicaciones.


Arnaldo se encontro frente a frente, con la banda capitaneada por su hijo Pedro, que luego de este encuentro dramático, tocado por la gracia, se arrepintió de la vida que había llevado hasta ese momento; se acercó a Guillermo de Bas -sucesor de San Pedro Nolasco, fundador de los Mercedarios-, se confesó y pidió consejo; Guillermo quedó convencido de su sinceridad, y lo admitió en el noviciado de la Orden de la Merced, en Barcelona, en el año 1258.

Desde el primer día de su entrada, cambió su vida totalmente, demostrando así la sinceridad de la conversión; la crueldad se transformó en ferviente caridad, y los vicios en continua oración y dura penitencia.

Le asignaron inmediatamente, diversos cargos, misiones y viajes entre los musulmanes, al efecto de rescatar esclavos y prisioneros, según el primer objetivo, para la cual se había fundado la Orden de la Merced; se movió en principio en los reinos de Granada y Murcia, gobernados por musulmanes, y después directamente en Argelia, con una misión más difícil e imaginativa.

Fueron miles los que trajo de Murcia, de Granada, de Bujía y de Argel, a costa de los mayores sufrimientos.

Consiguió en dos meses rescatar 346 esclavos, que hizo repatriar; en Bugia rescató 119 cristianos, con algunos de sus cohermanos que estaban prisioneros; trató, además, por 30.000 ducados, la liberación de 18 jóvenes cristianos, que estaban por ser convertidos al Islam; pero faltándole esa suma, procuró ser aceptado cambiando de lugar por los jóvenes, tal como estipula el cuarto voto especial de la Orden.

Durante su prisión, fue consuelo para los otros reclusos, obrando muchas conversiones, incluso entre los musulmanes. Las autoridades estaban molestas por esto, y visto el retraso en llegar los 30.000 ducados, y el bajá en Bujía, lo consideró un espía, y lo condenó a la horca.

La sentencia fue cumplida enseguida, y el cuerpo fue abandonado a los buitres; poco despues, llegó con el dinero del rescate el padre Guillermo Fiorentino, el cual, sabiendo de la ejecución, se acercó al lugar para darle sepultura; habían transcurrido seis días, pero Pedro Ermengol vivía todavía, y contó que había sido milagrosamente sostenido, por la Virgen.

Con el dinero que llevaban, liberaron a otros prisioneros, y los dos mercedarios volvieron a la patria, pero Pedro llevó siempre sobre su cuerpo, la marca de aquellos trágicos días, y a la vez bellos acontecimientos: el rostro pálido y las vértebras del cuello dislocadas.

Los superiores lo enviaron al convento de la Orden, que estaba en su pueblo natal, Guardia de Prats; así sus conciudadanos, que habían sido testigos de sus desmanes, pudieron también admirarlo por su santidad y penitencia.

Pasó su vejez en Barcelona, entregado a sus austeridades y al servicio del prójimo. Vivió hasta una edad muy avanzada, y enfermó gravemente, prediciendo la fecha de su muerte, que ocurrió el 27 de abril de 1304; ante los solemnes funerales, fueron curados de sus enfermedades, tres hombres y cuatro mujeres.

Su biografía fue escrita y presentada como documento notarial, pocos días después de su muerte, y avalada por la firma de cinco cohermanos, entre los cuales estaba el padre Guillermo Fiorentino.

El papa Inocencio XI, el 28 de marzo de 1686 aprobó su culto «inmemorial», y la fiesta fue fijada para el 27 de abril, aniversario de su muerte.

Por: Antonio Borrelli | Fuente: santiebeati.it



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