14 De Abril de 2024
Mártir
(377 - 457)
Mártir
romano, probablemente del tiempo de Juliano el Apóstol, esposo de la
virgen Cecilia. Según las tradiciones fue convertido por ella, el
día mismo de la boda, con medios sobrenaturales y milagrosos. Sobre
su casa se edificó luego un templo, en el que reposan las reliquias
de su santo consorte. — Fiesta 14 de abril.
Una de las
imágenes más sugerentes y humanas, con que la divina Palabra nos ha
introducido, en el misterio de la Redención la constituyen las
llamadas «bodas del Cordero».
Dios ha amado a la
humanidad con amor de Esposo, y en el banquete nupcial se entrega a
sí mismo, como víctima y como alimento. Es realmente un vínculo de
sangre, el que sella estas bodas sublimes: es la sangre del Cordero,
del Hijo de Dios inmolado.
Por ello se comprende y se admira,
el profundo sentido cristiano, que guió a la piedad de nuestros
antepasados, ya desde muchos siglos atrás, en tejer con minuciosos
detalles, en torno a unas nupcias, mitad terrenas y mitad
espirituales, este bello poema de virginidad y de martirio, de amor y
de sacrificio, el poema de Cecilia y Valeriano, el poema de Cristo,
presente en el amor transparente de los dos jóvenes.
Y el
poema es cantado cada año, por toda la Iglesia, en el oficio divino
en honor de la santa esposa. Valeriano entra como segundo personaje,
el convertido, el amante brioso, pero íntegro, que no duda en
renunciar al goce sensible, para unirse con ella en el amor supremo,
el amor que salva, y los une a los dos, con Dios y en Dios.
La
narración es suave e insinuante. Durante el banquete nupcial,
Cecilia, preparada anteriormente con larga oración y ayuno, sin
dejar de participar en el bullicio y la alegría, entona su cántico
de confianza: «Que mi corazón permanezca inmaculado».
Luego
viene el momento del encuentro con el esposo. Valeriano se acerca a
Cecilia, con toda la ilusión de su juventud, con toda la
satisfacción del amor conquistado.
Cecilia pronuncia extrañas
palabras. Un ángel guarda su virginidad; le invita a colaborar con
el ángel, le promete ver también él al ángel, si antes es lavado
por un baño sagrado.
Valeriano, enamorado, no duda de
Cecilia, se le confía, se convierte, y va en busca de la iglesia en
su Cabeza, el Papa oculto. Éste le instruye en el misterio, y tras
pedirlo insistente, le administra el santo bautismo.
Vuelve
presuroso al tálamo nupcial, y descubre a su esposa en oración, con
un ángel a su lado, más resplandeciente que el sol, y ofreciendo a
los dos, una guirnalda de parte del Esposo de las vírgenes.
Valeriano adora, cree, goza. Con la esposa.
Y no tarda en
conseguir, tiempo después, la conversión de su hermano Tiburcio,
que sigue su mismo camino. Así Cecilia, puede presentar a los dos
hermanos, como sus más preciadas coronas del día de sus esponsales,
como el fruto de su amor, y de su sabiduría.
Pronto, su
esposo probará su espíritu, y la profundidad con que siente su
nueva vida. Primero, dedicado intensamente a la caridad para con los
pobres, compitiendo con Cecilia, en su ya famoso desprendimiento.
Después será su valentía y decisión, ante el prefecto
Almaquio.
Los dos hermanos confiesan que son cristianos, y
pretenden adoctrinar a los que asisten al juicio, en la verdadera
religión. Son cruelmente apaleados, pero en pleno suplicio, muestran
sus rostros llenos de alegría, por la gracia de poder dar su sangre
por Jesucristo.
Y de este modo, pasan delante de Cecilia, que
pronto les seguirá en el camino del testimonio sangriento. Valeriano
había amado de verdad y en el cielo, y junto con su esposa,
participa en el eterno banquete de gloria al Cordero.
En la
tierra, sus reliquias fueron conservadas, para gloria de Dios en sus
santos, y se conservan. en la iglesia dedicada a Santa Cecilia, en el
Trastévere.
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