20 de abril de 2024
San Marcelino de Embrun
Obispo
(† c.
374).
Martirologio
Romano: En Embrún, en la Galia, San Marcelino, primer obispo de
esta ciudad, el cual, oriundo de África, convirtió a la fe de
Cristo, a la mayor parte de la población de los Alpes Marítimos,
siendo ordenado obispo por San Eusebio de Vercelli
Etimológicamente: Marcelino = Aquel que procede de Marte,
con Marte como dios de la guerra romano. Es de origen latino.
Breve
Biografía
Vino
al mundo en la provincia romana de Africa y murió en Embrun (Alpes),
el 13 de abril del año 374. Este joven tuvo la feliz idea
evangélica, de embarcarse con dos compañeros, Domingo y Vicente,
con destino a Francia. Les guiaba llana y simplemente la
evangelización de los Alpes franceses.
A sus dos amigos los
envió a los Alpes Bajos. Él se quedó en Embrun. En seguida,
llevado por la urgencia de anunciar el evangelio, y para tener un
lugar apropiado en donde hacerlo, construyó una capilla en la
ciudad.
Para su inauguración, invitó a San Eusebio de
Vercelli. A pesar de la distancia, y de los caminos, vino desde el
Piamonte, para la consagración de la iglesia, y ahí mismo, lo
consagró Obispo.
Se cuenta que a la vuelta de una incursión
apostólica, Marcelino se encontró con una reata de mulos, que
llevaban sacos de trigo, uno de los arrieros le daba golpes al
animal, porque había caído muerto de extenuación y
agotamiento.
Al ver pasar al obispo, le dijo: "Usted
reemplazará al mulo". Y Marcelino, a pesar de dignidad de
Obispo, le obedeció, y cargó con el trigo hasta el pueblo.
Cuando
los cristianos lo vieron llegar de esta forma huillante, quisieron
linchar al arriero, pero Marcelino se lo impidió: "No le
hagáis daño, es mi bienhechor. ¿No me ha permitido imitar un poco,
a Aquel que cargó con nuestros pecados, y quiso llevar la cruz de la
salvación?".
Con estas pruebas de amor a Cristo, la
gente se quedó alucinada. Gracias a esto, le fue más fácil lograr
conversiones para la fe cristiana.
Junto a este amor limpio y
sincero, para con todo el mundo, también supo luchar con ahínco,
contra el arrianismo que quería implantar Constancio II, en todo el
Occidente. Por eso, alguna que otra vez, tuvo que huir a las
montañas, para que no lo cogieran los funcionarios imperiales. Al
morir el emperador, quedó libre de acechanzas.
Por: P. Felipe
Santos | Fuente: Catholic.net
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