19 de abril de 2024
Santos Mapálico y compañeros
Mártires
†:
250 - país: África Septentrional
Elogio:
En la provincia romana de África, San Mapálico, mártir, que
durante la persecución desencadenada bajo el emperador Decio, movido
de piedad hacia su familia, pidió que se concediese la paz
eclesiástica a su madre y a su hermana, que habían abjurado, tras
lo cual, conducido ante el tribunal, fue coronado por el martirio.
Con él perecieron, muchos otros santos mártires, que
confesaron igualmente a Cristo, entre ellos Baso, en una cantera;
Fortunio, en la cárcel; Pablo, en el mismo tribunal; Fortunata,
Victorino, Víctor, Heremio, Crédula, Hereda, Donato, Firme,
Venusto, Frutos, Julia, Marcial y Aristón, muertos por hambre en
prisión.
El testimonio sobre estos mártires, en especial
acerca del cabeza de grupo, Mapálico, proviene de las cartas de San
Cipriano de Cartago, mártir él mismo, ocho años después, y de
quien nos queda el conmovedor y sincero testimonio de su pasión.
El
santo exhorta a los cristianos, a mantenerse firmes en la confesión
de la fe, en medio de las pruebas, y lo hace acudiendo a ejemplos
recientes, y que da por conocidos.
Uno de esos ejemplos es
precisamente el de Mapálico y sus compañeros, a quienes cita en
tres ocasiones, extendiéndose en el caso: en la carta 8, en la 21 y
en la 22, las tres auténticas, por lo que tenemos un testimonio, no
sólo autorizado, sino también inusualmente cercano a los hechos.
El grupo dio su martirio en el año 250, en la persecución
del emperador Decio, una de las más devastadoras, sólo superada por
la de Diocleciano, cincuenta años más tarde.
En la carta 8,
Cipriano se detiene específicamente, en la pasión del propio
Mapálico, y de cómo el santo, a las puertas de la muerte, alentaba
a los demás, y en medio de los tormentos, movido por el Espíritu
Santo, ofreció al procónsul, que vería la respuesta del cielo al
día siguiente; efectivamente, nos dice Cipriano, el cielo confirmó
al día siguiente que lo recibía en la gloria, posiblemente con
algún prodigio, sobre el que la carta no se extiende.
En la
carta 21, menciona la lista de los compañeros del santo, tal como la
reproduce el elogio del Martirologio Romano.
En la 22, cuenta
el episodio de que Mapálico, intercedió por su madre y hermana, tal
como señala el elogio, pero la cuestión no es meramente anecdótica,
sino que se inscribe en el problema de los "lapsi", los que
abjuraban de la fe frente al martirio, que era el problema candente,
en época de Cipriano.
En la Iglesia de los dos primeros
siglos, había prevalecido la interpretación, de que una vez que una
persona era bautizada, si abjuraba de la fe (por ejemplo, por ceder
ante las torturas, a las que eran sometidos los cristianos en
persecución), ya no había posibilidad de pedir el reingreso en la
fe, se era réprobo para toda la eternidad.
Sin embargo, no
todos aceptaban esta interpretación rigurosa, y el problema de los
que abjuraban de la fe, y querían volver -que dividió
verdaderamente a la Iglesia, como lo muestra la historia de San
Ceferino y San Hipólito- ocupó el primer plano de los debates del
siglo III.
Gracias a ello, a escritos como los de San
Cipriano, a ejemplos como los de San Mapálico, hubo una gran
evolución en la disciplina penitencial de la Iglesia, y se entendió
de una manera nueva, el modo de aplicar los méritos infinitos, de la
muerte de Cristo, a los pecados cometidos una vez
bautizados.
Precisamente, el santo trataba de mostrar, con el
ejemplo de Mapálico, que una cosa era pedir por piedad, en favor de
su madre y hermana, y otra era renegar de la fe, y pretender pedir
para sí mismo. En todo caso, San Mapálico, verificó con su propia
sangre, la disposición a dar la vida por Cristo.
La cuestión
de los lapsi, está tratada con más extensión, en la propia
biografía de San Cipriano. Las cartas del santo se encuentran en la
Biblioteca.
Abel Della Costa
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