sábado, 9 de mayo de 2020


9 de Mayo

SAN PACOMIO
Abad


Sneh (Egipto), 292/294
Tebaida, 9-mayo-346

La vida monástica, se convierte en un modo radical, de vivir las promesas bautismales

Breve
San Pacomio y San Antonio Abad (17 de enero), fueron dos hombres que iniciaron, y pusieron los cimientos, de la vida consagrada en la Iglesia con sus reglas, sus vidas y la influencia que ejercieron, tanto en sus contemporáneos, como en las sucesivas generaciones, es inmensa.
-----------------------------------------------------------
Pacomio nació al Sur de Tebas (Egipto), en la ciudad de Sneh (en griego, Latópolis) entre el 292 y 294, en el seno de una familia campesina pagana. A los 19 años, fue reclutado a la fuerza, para el ejército del emperador Maximiliano.

San Pacomio es contemporáneo de Constantino III el Grande, y coincide por lo tanto, con la época en que el cristianismo, se convierte en la religión oficial del Imperio Romano. Pacomio era precisamente, uno de los soldados que luchó en el bando de Majencio. Posteriormente lo destinaron a Tebas, donde fue encarcelado.

Allí fue donde tuvo el primer contacto con los cristianos, que le marcó para toda la vida. Durante la noche, cuando estaba en la cárcel, los cristianos de la ciudad, llevaron a los reclusos víveres, y les invitaron a comer, pues les veían muy apenados.

Al ver aquel gesto, Pacomio preguntó a sus compañeros de prisión, que por qué les trataban tan humanitariamente, y le respondieron: «Son cristianos, y nos tratan así, a causa del Dios del cielo». Este hecho es clave en la vida de San Pacomio, y constituye una referencia esencial, para la interpretación de su vida cristiana y monástica.

El gesto fraterno de los cristianos, le hará entender que ser cristiano, es amar a Dios, para ponerse al servicio de los hombres.

BAUTISMO Y VOCACIÓN MONÁSTICA
Tras ser puesto en libertad, se encaminó hacia el Sur de Egipto, y se detuvo en la comunidad cristiana de Seneset (Khenoboskion, para los griegos), hoy Kars-es-Sayad, alojándose en un pequeño templo abandonado, dedicado a Serapis.

Quizá se inspiró en los monjes egipcios de Serapis, o quizá quiso ofrecer una fórmula alternativa a la vida solitaria, el caso es que creó, un nuevo concepto de vida religiosa en comunidad, basada en el trabajo. Los monasterios que creó, eran auténticos centros fabriles, un anticipo de la Regla de San Benito, varios siglos después en Occidente. Ponían en común todos los bienes.

Después de un breve catecumenado, se bautizó, probablemente en la vigilia pascual del año 313. Desde ese momento, comenzó a ponerse al servicio de los demás, e inició un descubrimiento gradual, del modo de servir a los hombres.

Para empezar, se quedó en Seneset durante tres años, sirviendo a los apestados y atendiendo a la gente, que cada vez en más número, acudía a él.

Pero pronto, pensó en abrazar la vida anacorética, por lo que se presentó al obispo Alejandro de Alejandría, quien le sugirió que se pusiera bajo la dirección de Palamón, santo anacoreta que vivía cerca de la aldea, y con quien vivió siete años, siendo iniciado en la vida ascética y monástica: ayuno y trabajo manual, oración continua y lectura, y meditación de la Escritura; apertura del corazón y obediencia al anciano.

FUNDACIÓN DE MONASTERIOS Y DE LA REGLA MONASTICA
Transcurridos los siete años, Pacomio se fue camino del desierto, pero una voz interior, le invitó a detenerse en una aldea abandonada, junto a la ribera derecha del Nilo, llamada Tabennesi, y a erigir allí un monasterio.

El joven Pacomio lo consultó con su maestro Palamón, quien le confirmó ser ésa la voluntad de Dios, y comenzó la construcción de un monasterio (hacia 320).

Tuvo una gran aceptación la propuesta monástica de San Pacomio, porque era mucho más flexible que la vida eremítica, en cuanto a austeridad y mortificación. Existían unos mínimos postulados para todos los monjes, a partir de los cuales, cada uno podía añadir lo que quisiera.

Más tarde fundó otros monasterios, tanto para hombres como para mujeres, habiendo fundado hasta su partida a los cielos, nueve monasterios de hombres y dos de mujeres, con más de cien monjes y monjas, cada uno de ellos.

En el primer monasterio de mujeres, puso de superiora a su hermana María. A todos les dio una regla, basada en el ideal de la comunidad cristiana de Jerusalén (Hch 2, 33 y 4, 32), que determina con precisión, en 193 puntos, el ritmo de la vida cotidiana del monje, y en uno de ellos propone que con el fruto del trabajo de cada monje, se forme una bolsa común.

También determina la organización del monasterio, con su hospedería, enfermería, talleres, refectorio y oratorio, todo bajo la autoridad de un abad, a quien se debe obediencia.

Desde el principio, Pacomio quiso que sus monasterios fueran una koinonía, es decir, verdaderas comunidades cristianas, a semejanza de la de los primeros cristianos de Jerusalén, como la reflejan los Hechos de los Apóstoles, insistiendo en la comunión en la oración, en el trabajo, y en las comidas.

El monasterio producía libros, calzado, muebles, tejidos, productos agrícolas, etc.

Una institución que se hizo célebre, y que mantuvo su nombre en la Edad Media, fueron la "pacomias", que así se llamaron durante siglos, las reuniones de los frailes, para tratar temas religiosos, filosóficos, ascéticos, morales, etc.

Esta práctica fue imitada por muchas otras órdenes religiosas, que así han venido denominándolas, en honor de su fundador. La aportación de San Pacomio, a la evolución integral de la sociedad cristiana, salida ya de las catacumbas, fue muy importante.

Además Pacomio y sus monjes, tenían un gran respeto por los obispos, especialmente por San Atanasio (2 de mayo), patriarca de Alejandría, quien iba con frecuencia a visitarles, a sus monasterios de la Tebaida.

El monasterio, era un conjunto de construcciones rodeado por un muro. En un monasterio de estas características, podían vivir más de mil monjes. En cada edificio vivían, trabajaban y hacían la oración de cada día, 40 monjes. Los monjes de cada cuatro edificios, formaban una tribu (160 monjes).

Y en un monasterio, podía llegar a haber hasta 10 tribus. En cada casa, había un prior (un monje que estaba al frente de todos), y el conjunto del monasterio era gobernado por un abad. Los sábados y los domingos, los oficios divinos revestían especial solemnidad, y se celebraban en la iglesia del monasterio.

En resumen, un monasterio pacomiano era una pequeña ciudad, que contaba incluso con naves en el Nilo, para acarrear la materia prima, y llevar a los mercados, los productos manufacturados por los monjes y monjas.

Se concibió a la comunidad, como camino de encuentro con Dios: El anacoretismo, había alejado el servicio Divino de los hombres. Pacomio lo une en la vida comunitaria. Quiso una koinonía, al estilo de vida, de la primera comunidad de Jerusalén.

Solo había una puerta, que era vigilada por el portero, designado por el superior. Celebraban la eucaristía con los laicos. La obediencia es el principio fundamental de la orden. El trabajo era fundamental, así como la oración. Todo lo que debía hacer el monje, estaba escrito en la regla.

La vida comunitaria tenía tres pilares:

GRANDEZA DE UN HOMBRE DE DIOS
En el año 346, se declaró una gran peste en la Tebaida, región donde estaban los monasterios, y diezmó a los monjes pacomianos. También Pacomio enfermó, y murió el 9 de mayo del año 346.

Aunque no se sabe dónde le sepultaron, pues ése fue su deseo, manifestado a su discípulo predilecto, Teodoreto, los coptos, los etíopes y los latinos, celebran su culto el 9 de mayo, mientras que los bizantinos, celebran su fiesta el 7 de mayo. Después de su muerte, el cenobitismo pacomiano, se extendió fuera de Egipto, sobre todo por Oriente, y su regla ha servido de base, para muchas otras posteriores.

Los estudiosos han admitido, la grandeza excepcional de este hombre de Dios, en la vida y espiritualidad monásticas, siendo reconocido por todos, que San Pacomio, es el padre del cenobitismo.

Efectivamente, cuando Pacomio se hizo monje, existían en el Alto Egipto, numerosas y florecientes comunidades anacoréticas, es decir, grupos de monjes ascetas, que se reunían en torno a un monje carismático, pero cada uno hacía vida, completamente independiente. Sólo los sábados y los domingos, se reunían para celebrar la Eucaristía.

En este ambiente, San Pacomio es el primero, que funda la vida cenobítica, al reunir a los monjes en un monasterio, donde llevan vida en común, celebrando juntos la Eucaristía, y otros actos de la vida cotidiana, como la oración, el oficio divino, la lectura bíblica, la catequesis -cinco días a la semana-, el trabajo, las comidas y el descanso.

La vida cenobítica de Pacomio, tenía tres características: era una vida en común, bajo la misma regla y el mismo abad, pues para San Pacomio, el modo de ser monje, es vivir la comunión con Dios. y con los hermanos, que es una manera de vivir la vida cristiana.

La caridad para este santo cenobita, es el amor que se pone al servicio del otro, y la vida monástica, no está orientada sólo a los propios hermanos, sino a todo el género humano.

Por eso, para San Pacomio, el estado monástico representaba, la condición más favorable, para vivir la radicalidad de la vida cristiana, y la espiritualidad bautismal, y ocupa el centro de la vida monástica pacomiana, de tal forma, que cuando habla en las catequesis, de «las promesas hechas por Dios», no se refiere a los votos, que entonces no existían, sino a las promesas hechas por el cristiano, en el momento del bautismo.

De hecho, muchos de los monjes, venían directamente del paganismo, y después de un año de catecumenado, recibían el bautismo, en la noche de Pascua, y a la vez el hábito monástico, en presencia de todos los hermanos, de los nueve monasterios. Así la vida monástica, se convierte en un modo radical, de vivir las promesas bautismales.

En la historia del monacato, Pacomio representa una eminente figura, como monje perfecto, abad ideal, pastor de las almas, organizador ingenioso, que imprimirá al monacato, una huella profunda que durará muchos siglos. Los coptos en dos himnos, le alaban llamándole águila grande.

Oración: Dios Todopoderoso y Eterno, haz que el espíritu de San Pacomio, descienda sobre nuestros hogares, para que alberguen el espíritu de Paz y Misericordia, y se conviertan así, en un pequeño monasterio, en donde tu Espíritu pueda aletear de gozo, dentro de él. A Tí Señor, que nos fuiste a preparar las moradas eternas, luego de tu Resurrección y Ascensión al Cielo. Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario