9
de Mayo
SAN
PACOMIO
Abad
Sneh
(Egipto), 292/294
Tebaida,
9-mayo-346
La
vida monástica, se convierte en un modo radical, de vivir las
promesas bautismales
Breve
San
Pacomio y San Antonio Abad (17 de enero), fueron dos hombres que
iniciaron, y pusieron los cimientos, de la vida consagrada en la
Iglesia con sus reglas, sus vidas y la influencia que ejercieron,
tanto en sus contemporáneos, como en las sucesivas generaciones, es
inmensa.
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Pacomio
nació al Sur de Tebas (Egipto), en la ciudad de Sneh (en griego,
Latópolis) entre el 292 y 294, en el seno de una familia campesina
pagana. A los 19 años, fue reclutado a la fuerza, para el ejército
del emperador Maximiliano.
San
Pacomio es contemporáneo de Constantino III el Grande, y coincide
por lo tanto, con la época en que el cristianismo, se convierte en
la religión oficial del Imperio Romano. Pacomio era precisamente,
uno de los soldados que luchó en el bando de Majencio.
Posteriormente lo destinaron a Tebas, donde fue encarcelado.
Allí
fue donde tuvo el primer contacto con los cristianos, que le marcó
para toda la vida. Durante la noche, cuando estaba en la cárcel, los
cristianos de la ciudad, llevaron a los reclusos víveres, y les
invitaron a comer, pues les veían muy apenados.
Al
ver aquel gesto, Pacomio preguntó a sus compañeros de prisión, que
por qué les trataban tan humanitariamente, y le respondieron: «Son
cristianos, y nos tratan así, a causa del Dios del cielo».
Este hecho es clave en la vida de San Pacomio, y constituye una
referencia esencial, para la interpretación de su vida cristiana y
monástica.
El
gesto fraterno de los cristianos, le hará entender que ser
cristiano, es amar a Dios, para ponerse al servicio de los hombres.
BAUTISMO
Y VOCACIÓN MONÁSTICA
Tras
ser puesto en libertad, se encaminó hacia el Sur de Egipto, y se
detuvo en la comunidad cristiana de Seneset (Khenoboskion, para los
griegos), hoy Kars-es-Sayad, alojándose en un pequeño templo
abandonado, dedicado a Serapis.
Quizá
se inspiró en los monjes egipcios de Serapis, o quizá quiso ofrecer
una fórmula alternativa a la vida solitaria, el caso es que creó,
un nuevo concepto de vida religiosa en
comunidad, basada en el trabajo. Los monasterios que creó, eran
auténticos centros fabriles, un anticipo de la Regla de San Benito,
varios siglos después en Occidente. Ponían en común todos los
bienes.
Después
de un breve catecumenado, se bautizó, probablemente en la vigilia
pascual del año 313. Desde ese momento, comenzó a ponerse al
servicio de los demás, e inició un descubrimiento gradual, del modo
de servir a los hombres.
Para
empezar, se quedó en Seneset durante tres años, sirviendo a los
apestados y atendiendo a la gente, que cada vez en más número,
acudía a él.
Pero
pronto, pensó en abrazar la vida anacorética, por lo que se
presentó al obispo Alejandro de Alejandría, quien le sugirió que
se pusiera bajo la dirección de Palamón, santo anacoreta que vivía
cerca de la aldea, y con quien vivió siete años, siendo iniciado en
la vida ascética y monástica: ayuno y trabajo manual, oración
continua y lectura, y meditación de la Escritura; apertura del
corazón y obediencia al anciano.
FUNDACIÓN
DE MONASTERIOS Y DE LA REGLA MONASTICA
Transcurridos
los siete años, Pacomio se fue camino del desierto, pero una voz
interior, le invitó a detenerse en una aldea abandonada, junto a la
ribera derecha del Nilo, llamada Tabennesi, y a erigir allí un
monasterio.
El
joven Pacomio lo consultó con su maestro Palamón, quien le confirmó
ser ésa la voluntad de Dios, y comenzó la construcción de un
monasterio (hacia 320).
Tuvo
una gran aceptación la propuesta monástica de San Pacomio, porque
era mucho más flexible que la vida eremítica, en cuanto a
austeridad y mortificación. Existían unos
mínimos postulados para todos los monjes, a partir de los cuales,
cada uno podía añadir lo que quisiera.
Más
tarde fundó otros monasterios, tanto para hombres como para mujeres,
habiendo fundado hasta su partida a los cielos, nueve monasterios de
hombres y dos de mujeres, con más de cien monjes y monjas, cada uno
de ellos.
En
el primer monasterio de mujeres, puso de superiora a su hermana
María. A todos les dio una regla, basada en el ideal de la comunidad
cristiana de Jerusalén (Hch 2, 33 y 4, 32), que determina con
precisión, en 193 puntos, el ritmo de la vida cotidiana del monje, y
en uno de ellos propone que con el fruto del trabajo de cada monje,
se forme una bolsa común.
También
determina la organización del monasterio, con su hospedería,
enfermería, talleres, refectorio y oratorio, todo bajo la autoridad
de un abad, a quien se debe obediencia.
Desde
el principio, Pacomio quiso que sus monasterios fueran una koinonía,
es decir, verdaderas comunidades cristianas, a semejanza de la de los
primeros cristianos de Jerusalén, como la reflejan los Hechos de los
Apóstoles, insistiendo en la comunión en la oración, en el
trabajo, y en las comidas.
El
monasterio producía libros, calzado, muebles, tejidos, productos
agrícolas, etc.
Una
institución que se hizo célebre, y que mantuvo su nombre en la Edad
Media, fueron la "pacomias", que así se llamaron durante
siglos, las reuniones de los frailes, para tratar temas religiosos,
filosóficos, ascéticos, morales, etc.
Esta
práctica fue imitada por muchas otras órdenes religiosas, que así
han venido denominándolas, en honor de su fundador. La aportación
de San Pacomio, a la evolución integral de la sociedad cristiana,
salida ya de las catacumbas, fue muy importante.
Además
Pacomio y sus monjes, tenían un gran respeto por los obispos,
especialmente por San Atanasio (2 de mayo), patriarca de Alejandría,
quien iba con frecuencia a visitarles, a sus monasterios de la
Tebaida.
El
monasterio, era un conjunto de construcciones rodeado por un muro. En
un monasterio de estas características, podían vivir más de mil
monjes. En cada edificio vivían, trabajaban y hacían la oración de
cada día, 40 monjes. Los monjes de cada cuatro edificios, formaban
una tribu (160 monjes).
Y
en un monasterio, podía llegar a haber hasta 10 tribus. En cada
casa, había un prior (un monje que estaba al frente de todos), y el
conjunto del monasterio era gobernado por un abad. Los sábados y los
domingos, los oficios divinos revestían especial solemnidad, y se
celebraban en la iglesia del monasterio.
En
resumen, un monasterio pacomiano era una
pequeña ciudad, que contaba incluso con naves en el Nilo,
para acarrear la materia prima, y llevar a los mercados, los
productos manufacturados por los monjes y monjas.
Se
concibió a la comunidad, como camino de encuentro con Dios: El
anacoretismo, había alejado el servicio Divino de los hombres.
Pacomio lo une en la vida comunitaria. Quiso una koinonía, al estilo
de vida, de la primera comunidad de Jerusalén.
Solo
había una puerta, que era vigilada por el portero, designado por el
superior. Celebraban la eucaristía con los
laicos. La obediencia es el principio fundamental de la
orden. El trabajo era fundamental, así como la oración. Todo lo que
debía hacer el monje, estaba escrito en la regla.
La
vida comunitaria tenía tres pilares:
GRANDEZA
DE UN HOMBRE DE DIOS
En
el año 346, se declaró una gran peste en la Tebaida, región donde
estaban los monasterios, y diezmó a los monjes pacomianos. También
Pacomio enfermó, y murió el 9 de mayo del año 346.
Aunque
no se sabe dónde le sepultaron, pues ése fue su deseo, manifestado
a su discípulo predilecto, Teodoreto, los coptos, los etíopes y los
latinos, celebran su culto el 9 de mayo, mientras que los bizantinos,
celebran su fiesta el 7 de mayo. Después de su muerte, el
cenobitismo pacomiano, se extendió fuera de Egipto, sobre todo por
Oriente, y su regla ha servido de base, para muchas otras
posteriores.
Los
estudiosos han admitido, la grandeza excepcional de este hombre de
Dios, en la vida y espiritualidad monásticas, siendo reconocido por
todos, que San Pacomio, es el padre del
cenobitismo.
Efectivamente,
cuando Pacomio se hizo monje, existían en el Alto Egipto, numerosas
y florecientes comunidades anacoréticas,
es decir, grupos de monjes ascetas, que se reunían en torno a un
monje carismático, pero cada uno hacía vida, completamente
independiente. Sólo los sábados y los domingos, se reunían para
celebrar la Eucaristía.
En
este ambiente, San Pacomio es el primero, que funda la vida
cenobítica, al reunir a los
monjes en un monasterio, donde llevan vida en común, celebrando
juntos la Eucaristía, y otros actos de la vida cotidiana, como la
oración, el oficio divino, la lectura bíblica, la catequesis -cinco
días a la semana-, el trabajo, las comidas y el descanso.
La
vida cenobítica de Pacomio, tenía tres características: era
una vida en común, bajo la misma regla y el mismo abad,
pues para San Pacomio, el modo de ser monje, es vivir la comunión
con Dios. y con los hermanos, que es una manera de vivir la vida
cristiana.
La
caridad para este santo cenobita, es el amor que se pone al servicio
del otro, y la vida monástica, no está orientada sólo a
los propios hermanos, sino a todo el género humano.
Por
eso, para San Pacomio, el estado monástico representaba, la
condición más favorable, para vivir la radicalidad de la vida
cristiana, y la espiritualidad bautismal, y ocupa el centro de la
vida monástica pacomiana, de tal forma, que cuando habla en las
catequesis, de «las promesas hechas por
Dios», no se refiere a los votos, que entonces no
existían, sino a las promesas hechas por el cristiano, en el momento
del bautismo.
De
hecho, muchos de los monjes, venían directamente del paganismo, y
después de un año de catecumenado, recibían el bautismo, en la
noche de Pascua, y a la vez el hábito monástico, en presencia de
todos los hermanos, de los nueve monasterios. Así
la vida monástica, se convierte en un modo radical, de vivir las
promesas bautismales.
En
la historia del monacato, Pacomio representa una eminente figura,
como monje perfecto, abad ideal, pastor de las almas, organizador
ingenioso, que imprimirá al monacato, una huella profunda que durará
muchos siglos. Los coptos en dos himnos, le alaban llamándole águila
grande.
Oración:
Dios Todopoderoso y Eterno, haz que el espíritu de San Pacomio,
descienda sobre nuestros hogares, para que alberguen el espíritu de
Paz y Misericordia, y se conviertan así, en un pequeño monasterio,
en donde tu Espíritu pueda aletear de gozo, dentro de él. A Tí
Señor, que nos fuiste a preparar las moradas eternas, luego de tu
Resurrección y Ascensión al Cielo. Amén.
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