16
de mayo
SAN
SIMÓN STOCK
(†
1265)
"Este
será el privilegio para ti, y para todos los carmelitas: que quien
muriere con este escapulario, no padecerá el fuego eterno; es decir,
el que con él muriere, se salvará"
“Eran
como abejas del Señor, en las colmenas de sus celdas, fabricando
miel de dulzura espiritual”
Breve
Santo
Carmelita del siglo XIII, general de la orden, quien recibió de la
Virgen del Carmen, el escapulario en 1246.
La
información del escapulario se puede leer aquí:
Para
entender lo referente a la comunidad Carmelita:
Dos
títulos tiene San Simón Stock, que le hacen acreedor a nuestra
especial atención. Él fue a mediados del siglo XIII, el principal
artífice, de la presente estructura de la Orden del Carmen, antes
puramente eremítica, y después asociada a las órdenes religiosas
mendicantes, consagradas al apostolado. Él
es sobre todo, quien recibió de la Santísima Virgen, el santo
escapulario.
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BARTOLOMÉ
M. XIBERTA, Orden Carmelita
Nació
en Inglaterra.
Desde
mediados del siglo XIV, las fuentes le aplican el sobrenombre
"Stock", con el cual relacionan, el singular género de
vida que habría observado, antes de entrar en el Carmelo.
Dice
así, la larga redacción del Santoral: "Antes
de la llegada de los carmelitas a Inglaterra, los esperó con
espíritu profético, llevando vida solitaria, en el tronco de un
árbol: de ahí el nombre de Simón Stock con que es llamado".
Esta sobria noticia, supone todo un poema de ascetismo, que los
biógrafos posteriores, intentaron poner de relieve, con piadosas
amplificaciones.
Pero
hay un documento, que nos invita más bien, a contar a San Simón,
entre los cruzados y peregrinos, que por aquellos tiempos, tomaron el
hábito en el mismo Carmelo, atraídos por la vida de oración, que
llevaban los solitarios del santo monte, "como
abejas del Señor, en las colmenas de sus celdas, fabricando miel de
dulzura espiritual", según hermosa frase de
Jaime de Vitry († 1240).
En
efecto, el dominico Gerardo de Fracheto, contemporáneo de nuestro
Santo, después de contar una aparición del Beato Jordano de
Sajonia, a un religioso carmelita, acaecida en 1237, nota: "Esto
lo contaron a nuestros religiosos, el mismo que tuvo la visión, y el
prior de la misma Orden, el hermano Simón, varón pío y veraz".
Con esta noticia, concordaría el Viridarium de Juan Grossi, que
extiende el generalato de San Simón, del año 1200 al 1250.
Por
ahora, no estamos en grado, ni de escoger entre las dos versiones, ni
de concordarlas razonablemente.
Con
el agravarse de la situación, de los cristianos en Palestina,
después de la tregua pactada por Federico II, con el sultán de
Egipto (1229), los ermitaños carmelitas se encontraron, frente al
urgente dilema de, o bien exponerse a la extinción, en una tierra
que se iba quedando a merced de los mahometanos, o bien probar la
aventura de un traslado a Europa.
Algunos,
los más perfectos (dice Grossi), tenían miedo a tal aventura, por
el peligro que encerraba, de una alteración del propio espíritu;
pero las graves razones aducidas, hicieron prevalecer la opinión
contraria, que fue reforzada con una aparición de la Santísima
Virgen (Guillermo de Sanvico). Así en el año 1238, empezó con
carácter sistemático, la emigración de numerosos carmelitas, a los
diversos países de Europa.
A
Inglaterra se dirigieron dos expediciones, patrocinadas
respectivamente, por los barones Guillermo Vescy y Ricardo Grey, y
presididas por los venerables religiosos, Radulfo Fresburri, e Ivo el
Bretón, dando como primer resultado, el establecimiento de dos
conventos eremíticos, el primero en Hulne, cerca de Alnwic, y el
segundo en Aylesford, en el condado de Kent.
Esto
sucedía entre los años 1241 y 1242. Fue entonces, según la primera
versión antes mencionada, cuando Simón Stock, aureolado ya con la
fama de eximia santidad, "dejó la
vida solitaria, y entró con gran devoción, en la Orden de los
Carmelitas, que desde hacía mucho tiempo esperaba, ilustrado por
divina inspiración".
Ahora
iba a ofrecerse a nuestro Santo, un campo muy vasto, en donde
manifestar los dones recibidos de Dios. En 1245, se celebraba,
precisamente en Aylesford, un Capítulo general, el primero reunido
en Europa, y en él Simón Stock era llamado "milagrosamente",
al oficio de prior general, oficio que sólo entonces adquiría pleno
sentido, pues antes, el prior del monte Carmelo era la suprema
autoridad.
La
Orden sufría, en toda su gravedad, las consecuencias del traslado a
Europa. En el nuevo ambiente, no encontraban la amorosa acogida, que
seguramente habían esperado, y que tan necesaria era, para empezar a
echar raíces.
Por
otra parte, la experiencia demostraba, que no era fácil conservar el
tenor de vida, contemplado en la Regla de San Alberto, y con ardiente
amor abrazado, por los venerables moradores del Carmelo.
Simón
Stock afrontó heroicamente ambas dificultades. Respecto a la
primera, se esforzó por acrecentar la estima hacia la Orden, con
repetidos recursos al papa Inocencio IV, y también a los próceres
seculares.
De
hecho desde 1247 a 1252, consiguió del papa Inocencio IV, tres
preciosas cartas de recomendación, que debieron contribuir no poco,
a la consolidación de la Orden, y en diciembre de 1252, otra del rey
de Inglaterra Enrique III.
En
orden a la segunda dificultad, impetró del mismo Inocencio IV, una
audaz reforma de la Regla, que permitiera vivir a los carmelitas en
las ciudades, y participar en el servicio de las almas.
Pero
esta reforma, suscitó en el seno de la Orden, un hondo descontento,
que venía a agravar todavía más, la situación tan comprometida,
por la hostilidad exterior. De este descontento, tenemos la prueba en
una amarga requisitoria, que compuso el sucesor de nuestro Santo,
Nicolás el Francés, y en las frecuentes deserciones de religiosos,
que buscaban en otras Ordenes, mayor garantía de salvación.
En
este momento histórico, tuvo lugar el episodio culminante, de la
vida de San Simón Stock: la visión del santo escapulario,
testificada por el antiguo Santoral, y parcialmente corroborada, por
la crónica de Guillermo de Sanvico. La relación más antigua, está
concebida en estos términos: .
"San
Simón... suplicaba constantemente a la gloriosísima Madre de Dios,
que ella diera, alguna muestra de su protección, a la Orden de los
carmelitas, pues goza en grado singular, del título de la misma
Virgen, diciendo con toda devoción:
“Flor
del Carmelo, vid florida, esplendor del cielo, Virgen fecunda y
singular; oh Madre dulce, de varón no conocida, a los carmelitas da
privilegios, estrella del mar”. Se
le apareció la bienaventurada Virgen, acompañada de una multitud de
ángeles, llevando en sus benditas manos, el escapulario de la Orden,
y diciendo estas palabras:
"Este será el privilegio, para ti y para todos los carmelitas,
que quien muriere con él, no padecerá el fuego eterno; es decir, el
que con él muriere, se salvará".
Tal
fue la gran promesa, que originariamente era una exhortación a la
perseverancia, dirigida a los descorazonados carmelitas, pero pronto
fue acogida en toda la Iglesia, como una de las manifestaciones
supremas, de la maternidad universal de María.
Lo
restante de la vida de San Simón, se confunde con la historia de la
Orden del Carmen, historia de fundaciones y de gracias pontificias,
índice de la casi definitiva consolidación en Europa, de la gran
obra que Dios le reservara.
Después
de veinte años de gobierno, según un códice de Bamberga muy
autorizado, por tanto, en 1265, murió en el convento de Burdeos, el
día 16 de mayo, (o de marzo según algunos códices).
La
fama de santidad, que le había acompañado en vida, se acrecentó
después de su muerte. En los documentos, su nombre nunca
aparece, sin el dictado de santo, y repetidamente, se recuerda el don
de hacer milagros. Su culto desde antiguo, fue muy ferviente en
Burdeos, donde se veneraban, y se veneran aún, sus reliquias.
Una
circunstancia providencial, impidió que fuesen profanadas, en tiempo
de la Revolución Francesa. Su venerada cabeza, fue
solemnemente trasladada en el año 1951, al convento de Aylesford,
recientemente recuperado, y allí es hoy meta de frecuentes
peregrinaciones.
Oración:
Dios Todopoderoso y Eterno, que suscitaste en Europa a San
Simon Stock, a imitación del profeta San Elías, en el Monte
Carmelo, haz que por sus méritos e intercesión, sepamos
transfigurar nuestras vidas, destruyendo todos los ídolos, que nos
cercan y atormentan, para así adorarte sólo a Tí, y estar atentos
a la menor insinuación, de tu Divino Espíritu en nuestro corazón.
A Tí Señor, que en el monte Tabor, te transfiguraste ante tres de
los Apóstoles, revelando tu Majestad antes de tu Pasión. Amén.
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