miércoles, 6 de mayo de 2020


6 de Mayo

Santo Domingo Savio


(1842-1857)

Patrono de los coros de niños, monaguillo.
"No puedo hacer grandes cosas. Lo que quiero, es hacer aun las más pequeñas, para la mayor gloria de Dios"

Prefiero morir antes que pecar

"Esta antorcha es la fe católica, que iluminará a Inglaterra"

Domingo significa: "el que está consagrado al Señor"

Breve
En 1950, el mismo año en que fue canonizada la jovencita María Goretti, mártir de la castidad, tuvo lugar la beatificación de Domingo Savio, confesor de la fe, de catorce años de edad. Su devoción a Jesús Sacramentado, y a la Santísima Virgen María, fueron proverbiales. Su canonización tuvo lugar en 1954.

Primeros años y primera comunión
Doménico Savio, nació en San Giovanni da Riva, Reino de Cerdeña, el 2 de abril de 1842;-y voló a los cielos en Mondonio, Reino de Cerdeña, 9 de marzo de 1857.

Cuando tenía solo unos veinte meses, sus padres Carlino Savio y Brígida Gaiato, se trasladaron a Murialdo, donde nacieron sus hermanos. En 1847, su madre lo llevó a la iglesia, siendo párroco Juan Bautista Zucca; allí aprendió a ayudar en misa, como monaguillo.

En febrero de 1849, toda la familia se trasladó a Mondonio. Domingo, con siete años, y una preparación y madurez poco común para su edad, recibió el 8 de abril su primera comunión, en la parroquia de Castelnuovo de Asti. Arrodillado al pie del altar, con las manos juntas, pronunció los propósitos, que venía preparando desde hace tiempo, y que quedaron escritos en su devocionario:​

Resoluciones tomadas por mí, Domingo Savio, en el año de 1849, en el día de mi Primera Comunión, a la edad de siete años:

1ª) Me confesaré a menudo, y comulgaré tan frecuentemente, como mi confesor lo permita.
2ª) Deseo santificar los domingos y fiestas en forma especial.
3ª) Mis amigos serán Jesús y María.
4ª) Prefiero morir antes que pecar.

En la Vita escrita sobre Domingo Savio, años más tarde, San Juan Bosco afirmó que esos recuerdos, fueron como una especie de guía para sus acciones, hasta el final de su vida. Don Bosco encontraba en ellos, una fórmula sencilla y completa, para la vida cristiana de los jóvenes.​

El maestro que Domingo tuvo en 1853, cuando el niño contaba con once años de edad, se expresó en estos términos:

Puedo decir que en todo este tiempo, no tuve en mi escuela, un muchacho parecido a Domingo, en la amistad con el Señor. Era joven de edad, pero sensato como un adulto. Su dedicación constante al estudio, y su cumplida bondad, atraían el afecto del maestro, y lo hacían amigo de todos”.​

Domingo entra a formar parte de la familia de Don Bosco
Cuando San Juan Bosco, empezó a preparar a algunos jóvenes para el sacerdocio, con objeto de que le ayudaran en su trabajo, en favor de los niños abandonados de Turín, el párroco de Domingo, le recomendó al chico. San Juan Bosco, en el primer encuentro que tuvieron los dos, se sintió muy impresionado, por la evidente santidad de Domingo, quien ingresó en octubre de 1854, en el Oratorio de San Francisco de Sales de Turín, a los doce años de edad.

Uno de los recuerdos imborrables, que dejó Domingo en el Oratorio, fue el grupo que organizó en él. Se llamaba la Compañía de María Inmaculada. Sin contar los ejercicios de piedad, el grupo ayudó a Don Bosco, en trabajos tan necesarios, como la limpieza de los pisos, y el cuidado de los niños difíciles.

En 1859, cuando Don Bosco decidió fundar, la Congregación de los Salesianos, organizó una reunión; entre los veintidós presentes, se hallaban todos los iniciadores de la Compañía de la Inmaculada Concepción, excepto Domingo Savio, quien ya había volado al cielo, dos años antes.

Poco después de su llegada al Oratorio, Domingo tuvo oportunidad de impedir, que dos chicos se peleasen a pedradas. Presentándoles su pequeño crucifijo, les dijo: "Antes de empezar, mirad a Cristo y decid: ‘Jesucristo que era inocente, murió perdonando a sus verdugos; yo soy un pecador y voy a ofender a Cristo, tratando de vengarme deliberadamente’. Después podéis empezar, arrojando vuestra primera piedra contra mí". Los dos bribonzuelos quedaron avergonzados.

Mucho bien hizo a Domingo, la guía de Don Bosco
Domingo observaba escrupulosamente el reglamento; y por supuesto, a algunos de sus compañeros no les gustó, que el santo quisiese que ellos observasen, el reglamento en la misma forma.

Le llamaban chismoso, y le decían: "Corre a acusarnos con Don Bosco"; con lo cual no hacían sino mostrar, cuán poco conocían al fundador del Oratorio, que no soportaba a los chismosos. Muy probablemente, Santo Domingo reía de buena gana en esas ocasiones, pues era de un espíritu muy alegre, cosa que algunas veces le creó dificultades.

Si Domingo no tenía nada de chismoso, era en cambio, muy hábil para contar cuentos; ello le daba gran ascendiente con sus compañeros, sobre todo con los más jóvenes.

Fue en verdad una feliz providencia de Dios, que Domingo cayese bajo la guía, de un director tan experimentado como Don Bosco, pues de otro modo, se habría convertido fácilmente, en un pequeño fanático.

Don Bosco alentaba su alegría, su estricto cumplimiento del deber de cada día, y le impulsaba, a participar en los juegos de los demás niños. Así, Santo Domingo podía decir con verdad: "No puedo hacer grandes cosas. Lo que quiero, es hacer aun las más pequeñas, para la mayor gloria de Dios".

"La religión debe ser como el aire que respiramos; no hay que cansar a los niños con demasiadas reglas, y ejercicios de devoción" -solía decir Don Bosco-. Fiel a sus principios, prohibió a Domingo, que hiciese mortificaciones corporales, sin su permiso expreso, diciéndole: "La penitencia que Dios quiere, es la obediencia. Cada día, se presentan mil oportunidades de sacrificarse alegremente: el calor, el frío, la enfermedad, el mal carácter de los otros. La vida de escuela, constituye una mortificación suficiente para un niño".

Una noche, Don Bosco encontró a Domingo, temblando de frío en la cama, sin más cobertor que una sábana. "¿Te has vuelto loco? -le preguntó- Vas a coger una pulmonía". Domingo respondió: "No lo creo. Nuestro Señor no cogió ninguna pulmonía, en el establo de Belén".

Don Bosco escribe la biografía de Santo Domingo Savio
La fuente más importante, sobre la corta vida de Santo Domingo Savio, es el relato que escribió el mismo Don Bosco. El santo se esforzó, por no decir nada, que no pudiese afirmar bajo juramento, particularmente por lo que se refiere a las experiencias espirituales de Domingo, tales como el conocimiento sobrenatural, del estado espiritual del prójimo, de sus necesidades y del futuro.

En cierta ocasión, Domingo desapareció durante toda la mañana, hasta después de la comida. Don Bosco le encontró en la iglesia, arrebatado en oración, en una postura muy poco confortable; aunque había pasado seis horas en aquel sitio,

Domingo creía, que aún no había terminado la primera misa de la mañana. El santo joven, llamaba a esas horas de oración intensa, "mis distracciones": "Siento como si el cielo, se abriera sobre mi cabeza. Tengo que hacer, o decir algo, que haga reír a los otros".

San Juan Bosco relata, que las necesidades de Inglaterra, ocupaban un lugar muy especial, en las oraciones de Domingo, y cuenta que en "una violenta distracción", Domingo vio sobre una llanura cubierta de niebla, a una multitud que avanzaba a tientas; entonces se acercó un hombre, cubierto con una capa pontificia, y llevando en la mano una antorcha, que iluminó toda la llanura, en tanto que una voz decía: "Esta antorcha es la fe católica, que iluminará a Inglaterra". A instancias de Domingo, Don Bosco relató el incidente al Papa Pío IX, quien declaró que eso, le confirmaba en su resolución, de prestar especial atención a Inglaterra.

Nuestro Señor premió tanto amor, con gracias y carismas singulares. En otra oportunidad, durante la misa, después de comulgar, quedó en éxtasis hasta las dos de la tarde, en que Don Bosco lo sorprendió detrás del altar mayor, elevado del suelo, y con la mirada fija, en la parte que daba al tabernáculo. Despertado, preguntó si ya había terminado la misa. Las dulzuras que en estos raptos disfrutaba, no se pueden expresar con palabras.

En sus visitas y en sus comuniones, recibía a veces mensajes para el Papa, las autoridades, y hasta para el mismo Don Bosco.

Un día, durante el cólera, le sacó urgentemente de su despacho, y lo llevó a través de unas callejas, hasta una buhardilla, donde sin que nadie se hubiera dado cuenta, agonizaba una enferma, la cual así pudo ser asistida en su muerte. Preguntado cómo lo había sabido, miró indefiniblemente a su director, y se echó a llorar. Éste respetó su silencio.

Muere el joven santo
La delicada salud de Domingo, empezó a debilitarse, y en 1857 fue enviado a Mondonio, para cambiar de aire. Los médicos diagnosticaron, que padecía de una inflamación en los pulmones, y decidieron sangrarlo, según se acostumbraba en aquella época. El tratamiento, no hizo más que precipitar el desenlace.

Domingo recibió los últimos sacramentos, y al anochecer del 9 de marzo, rogó a su padre, que recitara las oraciones por los agonizantes. Ya hacia el fin, trató de incorporarse y murmuró: "Adiós, papá ... El padre me dijo una cosa ... pero no puedo recordarla . . ." Súbitamente su rostro, se transfiguró con una sonrisa de gozo, y exclamó: "¡Estoy viendo cosas maravillosas!". Esas fueron sus últimas palabras.

La causa de beatificación de Domingo, se introdujo en 1914. Al principio, despertó cierta oposición, por razón de la corta edad del santo. Pero el Papa Pío X consideró, por el contrario, que eso constituía un argumento en su favor, y su punto de vista se impuso. Sin embargo, la beatificación no se llevó a cabo, sino hasta 1950, dieciséis años después de la de Don Bosco.

Fuente bibliográfica:
"Vidas de los Santos de Butler", vol. I y partes en letra itálica, procedentes de: "Vidas de Santos (2)", del Padre Eliécer Sálesman, (Santafé de Bogotá: Editorial Centro Don Bosco, 1994).
Ver también enlace santodomingosavio.com.ar

Oración: Dios Todopoderoso y Eterno, que suscitaste a Santo Domingo Savio, como ejemplo de Amor y Devoción a tu Santo Nombre, haz que la juventud lo lleve siempre en su corazón, como símbolo de pureza, castidad y obediencia, a tus Sagradas Enseñanzas. Haz que Inglaterra vuelva a la fe católica y apostólica, en unión con el Romano Pontífice. A Tí Señor, que nos enseñaste, que si no permanecíamos como niños, nunca entraríamos al Reino de los Cielos. Amén.

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