28 De Octubre de 2023
San Ferrucio de Maguncia
Mártir
(300)
En
Maguncia, en la Galia Bélgica, San Ferrucio, mártir, de quien se
cuenta que, habiendo abandonado el servicio militar, para servir
mejor a Cristo, y también más libremente, terminó su vida en el
martirio.
Militaba en el ejército imperial romano, destinado
en Maguncia, donde convertido al Cristianismo, y depuestas las armas,
fue detenido, torturado y dejado morir lentamente de hambre, en la
cárcel de un pueblo a orillas del Rin, que corresponde a Kastel en
la actualidad.
El tiempo de su martirio sigue siendo, sin
embargo, desconocido; podría colocarse quizás a comienzos del siglo
IV, durante la persecución de Diocleciano, cuando fue martirizado un
número considerable de soldados romanos cristianos.
Enterrado
en el lugar de su gloriosa muerte, el cuerpo de Ferruccio, fue
trasladado en el año 778, por el arzobispo de Maguncia, San Lull, a
la iglesia del recién erigido monasterio benedictino de
Bleidenstadt, a pocos kilómetros de la ciudad, para ser colocado en
una tumba más digna, que su sucesor, el arzobispo Riculfo, procedió,
en el 812, a decorar artísticamente, y enriquecer con una
inscripción poética, que contiene un elogio del mártir, con cuyo
nombre fue, además, titulada también la propia iglesia.
El
Arzobispo Rábano Mauro (+856), escribió más tarde un epigrama
laudatorio, en honor de San Ferruccio, en el cual se basa la larga
«Passio» redactada en el siglo IX, por el monje Meginardo, a
instancias del abad de Bleidenstadt, Adalgero.
La mayoría de
estos testimonios, desaparecieron en 1632, cuando la iglesia del
monasterio de Bleidenstadt, fue destruida durante la Guerra de los
Treinta Años. Las reliquias del mártir, conservadas entre lo que se
había salvado, con los jesuitas de Mainz, fueron definitivamente
perdidas, en el incendio provocado por los soldados franceses, en
1793.
Nótese que la profesión de soldado,
implicaba la realización de sacrificios a los dioses paganos, por lo
que no era infrecuente, que los soldados que se convertían, dejaran
las armas; en algunas iglesias incluso -y era un consenso bastante
extendido en los primeros siglos- consideraba por completo
incompatible, la carrera de las armas con la fe cristiana, por lo que
si deseaban convertirse, estaban obligados a dejarla.
Fuente:
Santi e Beati
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