22 De Septiembre de 2023
San
Ignacio de Santhià Belvisotti
Religioso. Presbítero

En Turín, en la región del Piamonte, San Ignacio de Santhià (Lorenzo Mauricio) Belvisotti, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, asiduo en atender a penitentes, y en ayudar a enfermos.
Nació en Santhia’, diócesis de Vercelli,
Piamonte, el 5 de junio de 1686, hijo de Pier Paolo Belvisotti, y
María Isabel Balocco. En el bautismo, le impusieron el nombre de
Lorenzo Mauricio, que luego, al hacerse religioso, cambió por el de
Ignacio.
Desde su niñez, quedó huérfano de padre, y fue
educado cristianamente, bajo la guía de un piadoso sacerdote. Pronto
se distinguió, por la integridad de costumbres, por su
aprovechamiento en los estudios, y por la predilección en el
servicio litúrgico, como seminarista de la colegiata.
Ordenado
sacerdote, fue nombrado canónigo de la iglesia colegiata de
Santhia’. También le fue ofrecido el oficio de párroco, pero él,
contra el parecer de sus parientes, que se prometían para él, una
brillante carrera eclesiástica, renunció. Poco después, anhelando
mayor perfección, dijo adiós a todas las cosas terrenas, venciendo
toda clase de dificultades, ingresó en la Orden de los Hermanos
Menores Capuchinos, donde en 1717 emitió sus votos
religiosos.
Durante 25 años, fue confesor asiduo y muy
buscado, por personas de toda clase, pasaba muchas horas del día en
la dirección espiritual, y abría a los pecadores, los caminos
misteriosos de la bondad de Dios. Fue maestro de novicios, en el
convento del Monte de Turín, haciéndose modelo de todas las
virtudes, supo dirigir a los jóvenes franciscanos, hacia la
perfección seráfica.
En 1743 estalló la guerra, y él se
distinguió ejemplarmente, en la asistencia a los soldados
hospitalizados, y en aquel período borrascoso, supo ser consuelo y
ayuda, para cuantos recurrían a él. El resto de su vida, lo pasó
en la enseñanza del catecismo, a los niños y a los adultos, con una
competencia, diligencia y aprovechamiento realmente singulares.
Dió
cursos de ejercicios espirituales, especialmente para religiosos, a
quienes con la palabra y con el ejemplo, supo llevar a la más alta
espiritualidad cristiana y franciscana.
De él nos quedan,
las “Meditaciones para un curso de ejercicios espirituales”, que
fueron impresas en Roma, por primera vez en 1912. A los 84 años,
agotado por el intenso trabajo apostólico, desempeñado con
sencillez y humildad, deseaba retornar a Dios, y el 22 de septiembre
de 1770, su alma voló de la tierra al cielo.
Fue
beatificado por Pablo VI en 1968, y canonizado en 2002 por Juan Pablo
II.
No hay comentarios:
Publicar un comentario