17 de Septiembre 2023
San
Sátiro de Milán
Laico
(340)
En
Milán, de la Liguria, sepultura de San Sátiro, cuyos insignes
méritos, relata su hermano San Ambrosio. Cuando aún no estaba
iniciado en los misterios cristianos, sufrió un naufragio, sin temor
a la muerte, pero salvado de las aguas, entró en la Iglesia de Dios,
para no morir con las manos vacías. Unido en íntima y mutua
fraternidad, a su hermano Ambrosio, fue enterrado por el obispo de
Milán, junto al mártir San Víctor.
Sátiro era el hermano
mayor de San Ambrosio, nacido alrededor del año 340, posiblemente en
Tréveris. Su hermana, Santa Marcelina, era la mayor de la familia.
Cuando el padre, que era prefecto del pretorio de las Galias,
murió, alrededor del año 354, la familia se trasladó a Roma, donde
los dos muchachos, recibieron una educación esmerada, bajo la
amable, pero estricta vigilancia, de su madre y su hermana.
Sátiro
hizo una carrera, ejerció el derecho en los tribunales y llegó a
ser prefecto, en alguna de las provincias romanas, de la que se
ignora el nombre. En 374, cuando San Ambrosio fue elegido obispo de
Milán, Sátiro renunció a su cargo y regresó, para administrar los
asuntos temporales, en la sede de su hermano.
Hizo varios
viajes al África, y en el último de ellos, estuvo a punto de perder
la vida, en un naufragio. Como consecuencia del peligro en que había
estado, buscó la manera de ponerse bien con Dios, y en la primera
oportunidad que se le presentó, recibió el bautismo, puesto que
hasta entonces, sólo era un catecúmeno.
Se cuenta que
durante el naufragio, un sacerdote que iba a bordo, entregó a Sátiro
una partícula del Santísimo Sacramento, con la recomendación de
que tratara de rescatarla. Sátiro envolvió aquella partícula
consagrada, en un pañuelo que se ató al cuello, y saltó por la
borda del barco destrozado. Una vez a salvo, Sátiro hizo entrega del
Santísimo Sacramento al sacerdote, quien le bautizó.
Poco
tiempo después de aquel suceso, Sátiro murió repentinamente en
Milán, en brazos de su hermana Marcelina, y frente a su hermano San
Ambrosio. Este distribuyó los bienes del difunto entre los pobres,
de acuerdo con los deseos de Sátiro.
Los méritos más
notables de San Sátiro, su integridad y su bondad, fueron elogiados
por San Ambrosio, en el sermón que pronunció durante sus funerales,
en el cual rogó a Dios misericordioso, que aceptara el santo
sacrificio, que él había ofrecido por el alma de su hermano
difunto.
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