19 De Septiembre de 2023
Beatas María de Jesús de la Iglesia y de Varo, María Dolores y su hermana Consuelo Aguiar-Mella y Díaz, religiosas mártires
233 Mártires de la persecución religiosa en Valencia (1936)
El
11 de marzo de 2001, SS Juan Pablo II, beatificó a 233 mártires de
la Guerra Civil Española, que tienen en común, además, que fueron
ejecutados en la región de Valencia, España, o por proceder de esa
región, su causa de beatificación fue cursada en este grupo.
El
nombre del beato José Aparicio Sanz, encabeza la lista de 233
mártires, pertenecientes a distintos subgrupos, que dieron
testimonio cruento de su fe en Valencia, España, en el contexto
histórico, de la Guerra Civil española.
Cada uno de ellos,
está inscripto en la fecha de su martirio, pero puesto que fueron
beatificados todos juntos, por SS Juan Pablo II el mismo día, 11 de
marzo de 2001, reseñamos aquí, con la información del sitio del
Vaticano, al par que en cada fecha correspondiente, se podrá
encontrar -en la medida en que la consigamos- la información
individual.
Durante el primer semestre de 1936, después del
triunfo del Frente Popular, formado por socialistas, comunistas y
otros grupos radicales, se produjeron atentados a la religión, más
graves que los que se venían produciendo, desde el inicio de la
Segunda República, con nuevos incendios de templos, derribos de
cruces, expulsiones de párrocos, prohibición de entierros y
procesiones, etc., y amenazas de mayores violencias.
Éstas se
desataron, con verdadero furor, después del 18 de julio de 1936,
dando formal inicio de la guerra civil. España volvió a ser tierra
de mártires, desde esa fecha hasta el 1 de abril de 1939, pues en la
zona republicana, se desencadenó la mayor persecución religiosa,
conocida en la historia, desde los tiempos del Imperio Romano,
superior incluso a la de la Revolución Francesa.
Fue un
trienio trágico y glorioso a la vez, el de 1936 a 1939. Al finalizar
la persecución, el número de mártires ascendía a casi diez mil:
13 Obispos; 4.184 Sacerdotes diocesanos y seminaristas, 2.365
Religiosos, 283 Religiosas y varios miles de seglares, de ambos
sexos, militantes de Acción Católica, y de otras asociaciones
apostólicas, cuyo número definitivo, todavía no es posible
precisar.
El testimonio más elocuente de esta persecución,
lo dio Manuel de Irujo, ministro del Gobierno republicano, que en una
reunión del mismo, celebrada en Valencia -entonces capital de la
República-, a principios de 1937, presentó el siguiente
Memorándum:
«La situación de hecho de la Iglesia, a
partir de julio pasado, en todo el territorio leal, excepto el vasco,
es la siguiente: a) Todos los altares, imágenes y objetos de culto,
salvo muy contadas excepciones, han sido destruidos, los más con
vilipendio. b) Todas las iglesias se han cerrado al culto, el cual ha
quedado total y absolutamente suspendido. c) Una gran parte de los
templos, en Cataluña con carácter de normalidad, se incendiaron. d)
Los parques y organismos oficiales recibieron campanas, cálices,
custodias, candelabros y otros objetos de culto, los han fundido, y
aún han aprovechado para la guerra, o para fines industriales sus
materiales. e) En las iglesias han sido instalados depósitos de
todas clases, mercados, garajes, cuadras, cuarteles, refugios y otros
modos de ocupación diversos. f) Todos los conventos han sido
desalojados, y suspendida la vida religiosa en los mismos. Sus
edificios, objetos de culto, y bienes de todas clases fueron
incendiados, saqueados, ocupados y derruidos. g) Sacerdotes y
religiosos han sido detenidos, sometidos a prisión, y fusilados sin
formación de causa por miles, hechos que, si bien amenguados,
continúan aún, no tan sólo en la población rural, donde se les ha
dado caza y muerte, de modo salvaje, sino en las poblaciones. Madrid
y Barcelona, y las restantes grandes ciudades, suman por cientos, los
presos en sus cárceles, sin otra causa conocida, que su carácter de
sacerdote o religioso. h) Se ha llegado a la prohibición absoluta,
de retención privada de imágenes y objetos de culto. La policía
que practica registros domiciliarios, buceando en el interior de las
habitaciones, de vida íntima personal o familiar, destruye con
escarnio y violencia imágenes, estampas, libros religiosos y cuanto
con el culto se relaciona o lo recuerde.»
Y el cardenal
arzobispo de Tarragona, Francisco Vidal y Barraquer (1868-1943), que
se hallaba refugiado en Italia, y fue invitado por el Gobierno
republicano en 1938 para que regresara a su diócesis, dijo:
«¿Cómo
puedo yo dignamente aceptar tal invitación, cuando en las cárceles
continúan sacerdotes, y religiosos muy celosos, y también seglares
detenidos y condenados, como me informan, por haber practicado actos
de su ministerio, o de caridad y beneficencia, sin haberse
entrometido en lo más mínimo, en partidos políticos, de
conformidad a las normas que les habían dado?».Y añadía: «Los
fieles todos, y en particular los sacerdotes y religiosos, saben
perfectamente los asesinatos, de que fueron víctimas, muchos de sus
hermanos; los incendios y profanaciones de templos, y cosas sagradas,
la incautación por el Estado, de todos los bienes eclesiásticos, y
no les consta que hasta el presente, la Iglesia haya recibido de
parte del Gobierno reparación alguna, ni siquiera una excusa o
protesta.»
A los sacerdotes, religiosos y seglares, que
entregaron sus vidas por Dios, el pueblo comenzó a llamarles
mártires, porque no tuvieron ninguna implicación política, ni
hicieron la guerra contra nadie. Por ello, no se les puede considerar
caídos en acciones bélicas, ni víctimas de la represión
ideológica, que se dio en las dos zonas, sino mártires de la fe.
Los mártires que hoy beatifica el Santo Padre, demuestran la unidad
y diversidad eclesial, y esta celebración resulta pastoralmente
significativa, porque ve unidos en un único rito, a muchos mártires
de una misma archidiócesis, y tiene las siguientes
características:
-la representatividad eclesial, del grupo de
mártires, pues hay sacerdotes, religiosos y seglares, que son
expresión de los numerosos carismas, y familias de vida
consagrada;
-la representatividad de la Iglesia en España,
porque este grupo representa 37 diócesis. Todos ellos, se
encontraban en Valencia, desarrollando sus respectivos ministerios y
actividades apostólicas, y algunos de ellos, han sido unidos en el
proceso por competencia, en base a la normativa canónica
vigente;
-el elevado número de sacerdotes seculares y de
seglares, pues es la primera vez, que son beatificados 40 miembros de
los presbíteros diocesanos de Valencia (37) y Zaragoza (3), así
como 22 mujeres, y 20 hombres y jóvenes, miembros de la entonces
floreciente, Acción Católica Española, y de otras asociaciones de
apostolado seglar, de todas las edades, profesiones y estado
social;
-el actual contexto pastoral favorable, que ha
despertado interés en las diócesis españolas, hacia esta página
gloriosa de la reciente historia. Ésta había quedado un tanto
olvidada, pero testimonia la fe, y la fidelidad de la Iglesia en
España, y más en concreto, en Valencia, que tuvo sus orígenes a
principios del siglo IV, en el martirio del diácono Vicente. El
desarrollo de los procesos, las correspondientes catequesis, y la
"fama martyrii", han llevado a las comunidades cristianas,
a un mayor interés y devoción hacia los mártires.
Por ello,
la beatificación de todos ellos juntos, es sumamente oportuna, y es
de desear, que susciten una vida cristiana más intensa, un mayor
fervor espiritual, y un renovado interés, por mantener viva la
memoria, de estos gloriosos testigos de la Fe.
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