miércoles, 29 de abril de 2020


29 de abril

SANTA CATALINA DE SIENA


Sanadora. Taumaturga.

Virgen, esposa mística de Cristo. Segunda mujer proclamada, Doctora de la Iglesia; dominica terciaria, consejera de papas, autora del "Diálogo"
-(1347-1380)

-Patrona de Ayas, Italia, Prevención de Incendios. Vivió al final de su vida, solo de la Sagrada Eucaristía.
Dios purgó tu corazón, del veneno con que estaba infectado, por tu gran apego a las criaturas”

Breve
Nació en Siena, en el año 1347. Ya desde niña, aspiraba a lo mejor, y consiguió entrar en la Tercera Orden dominicana.

Movida por su gran amor a Dios y al prójimo, promovió la paz y la concordia entre las ciudades, y defendió valientemente los derechos, y la libertad del Romano Pontífice, favoreciendo también la renovación de la vida religiosa. Es autora de importantes obras de espiritualidad. Murió en el año 1380.

Sus cortos 33 años de vida, fueron de gran impacto para la Iglesia. Santa Catalina, es una de las cuatro doctoras de la Iglesia (las otras tres son Santa Teresa de Ávila, Santa Hildegarda de Bingen, y Santa Teresita del Niño Jesús), a pesar de que nunca tuvo, una preparación académica formal.

Santa Catalina fue el instrumento que utilizó el Señor, para que regresara el Papado de Aviñón (Francia), a Roma.

Santa Catalina tenía un profundo amor a la Eucaristía, a la Santísima Virgen y a los pobres. Tuvo muchas experiencias místicas, entre ellas, el desposorio con Cristo, profecías, estigmas y ayunos de largos períodos, en los cuales se alimentaba solamente de la Eucaristía.
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Por el Padre Jordi Rivero
En la fiesta de la Anunciación, en el año 1347, nació en Siena, "la ciudad de la Virgen", una joven de un atractivo extraordinario, y de una gran fuerza de voluntad. En solo 33 años de santidad heroica, vivió, sufrió y murió por el Cuerpo Místico de su Amado Señor. Esta alma extraordinaria, es conocida en la historia, como Santa Catalina de Siena, una de las más grandes de la Iglesia, y una de las más fascinantes.

Durante su corta vida, convirtió a muchos, de diferentes edades y clases, a una auténtica vida cristiana. Los que la conocían, sabían que solo tenían que presentarle a Catalina un pecador, y por su sencilla pero profunda caridad, y por su corazón y personalidad, el pecador era movido a ser otro "catelinato", como le decían a sus seguidores en Siena.

Jesucristo es el centro de su vida
Catalina fue tan inmensamente devota a su Salvador, que Él fue el centro, de sus muchas experiencias místicas. Pero veremos como la santa, tenía una muy tierna, amorosa y confiada relación con la Virgen Santísima, y en un número significativos de eventos en su vida, fue en la Madre de Dios, que ella buscó su refugio, o fue la Virgen la que vino en su ayuda.

Confianza y amor a la Virgen María
Desde niña, empezó a orar a la Reina de Siena, y a menudo se le oía rezar el Ave María, bajando las escaleras de su casa.

Un día cuando tenía 6 años de edad, y mientras caminaba por las calles de Siena con su hermano, elevó su mirada, y de repente vio sobre el techo de la Iglesia de Santo Domingo, al Rey de Reyes sobre un espléndido trono, vestido como el Papa, con su corona Papal, y con Él estaban San Pedro, San Pablo y San Juan.

Jesús mirando con ternura a Catalina, despacio y solemnemente la bendijo, haciendo tres veces la señal de la Cruz sobre ella, con su mano derecha, como lo hace un Obispo.

Desde ese momento, Catalina dejó de ser una niña, y se enamoró profundamente de su amado Salvador; "esa visión y esa bendición, fueron tan poderosas, que después de ella, no pudo pensar en nada más, que en los ermitaños, y en como imitarlos".

El año siguiente, ante un cuadro de Nuestra Señora, se ofreció al Señor que la había bendecido. En este momento, tan crucial oró a la Virgen: "¡Santísima Virgen, no mires mi debilidad, sino dame la gracia, de tener como esposo, a Aquel a quién yo amo con toda mi alma, tu Santísimo Hijo, Nuestro Único Señor, Jesucristo!. Le prometo a Él y a Tí, que nunca tendré otro esposo".

Solo Jesucristo será su esposo
Cuando Catalina tenía doce años, su familia quería obligarla a contraer matrimonio. Ella, después de consultar con un sacerdote dominico, acerca de su voto de castidad, y como defenderlo ante esta amenaza, se cortó el pelo, como señal de haber cortado con el mundo.

Sus padres hacían todo lo posible, por impedir que ella tuviera, tiempo de oración y soledad. La pusieron a trabajar a toda hora, tratándola muy mal, como sirviente de la familia.

Catalina humildemente, aceptó este rechazo de su familia, y actuaba como si estuviese en la casa de Nazaret, tomando como a su única madre, a la Virgen Santísima.

Sus hermanas y amistades, la persuadieron a que participara, en sus diversiones y vanidades. Pero pronto se arrepintió, y le dolió aquello por el resto de su vida. Lo consideró, como la mayor infidelidad a su esposo del cielo, de la cual ella fue culpable. La muerte de su hermana mayor, Bonaventura, ocurrida poco después, confirmó sus sentimientos.

Modelo de virtud antes de sus quince años de edad
Con su ejemplo de humildad, obediencia y caridad ante su familia, los conquistó, y entonces le permitieron ser miembro, de la Tercera Orden de Santo Domingo, y tener un cuarto privado. Allí comenzó a hacer actos de mortificación heroicos.

Se alimentaba principalmente de hierbas, y vestía con telas muy crudas. Asistía con gran generosidad a los pobres, a los enfermos, consolaba a los presos. Su sometimiento de la propia voluntad al Señor, aún en sus penitencias, daba verdadero valor a lo que hacía.

Pero sus experiencias místicas, no le quitaban las pruebas. Sufría por su temperamento, al que dominaba con gran paciencia, y por los baños calientes que le ordenaron los médicos. En medio de sus dolencias, oraba sin cesar, para expiar sus ofensas y purificar su corazón.

Recibe el hábito de la tercera orden dominica
En la noche anterior a su profesión en la orden, después de pasar por una severa prueba, en la cual el demonio se le apareció, como un caballero muy guapo y elegante, y le ofreció un traje de seda con joyas brillantes, Catalina se tiró sobre el crucifijo, y gritó: "¡Mi único, mi amado esposo, Tú sabes que jamás he deseado a nadie más que a Tí. Ven en mi ayuda, mi amado Salvador!".

De pronto, frente a Catalina estaba la Madre de Dios, teniendo en sus manos un traje de oro, y con su voz suave y tierna, la Virgen le dijo: "Este vestido, hija mía, lo he traído del corazón de mi Hijo. Estaba escondido en la herida de su costado, como en una canasta de oro, y te lo hice con mis propias manos". Entonces con ferviente amor y humildad, Catalina inclinó su cabeza, mientras la Virgen le imponía este vestido celestial.

Por fin, en 1635, a los 18 años (según algunos escritores a los 20 años), recibió el hábito de la tercera orden dominica.

Durante esos tres años, después de recibir el hábito, Catalina vivió en la santa soledad de su pequeño cuarto, y en su capilla favorita. Allí pasó un entrenamiento estricto, basado en la auto-negación y desarrollo espiritual, bajo la dirección personal de Cristo y de su Madre. No hablaba sino con Dios, la Virgen y su confesor.

Severos ataques del demonio
La serpiente, viendo su vida angelical, la asaltaba buscando destruir su virtud. Llenaba su imaginación, con las más sucias representaciones, y asaltaba su corazón, con las más bajas y humillantes tentaciones.

Después, su alma se quedaba en una nube de oscuridad, la más severa prueba imaginable. Se veía a sí misma, cientos de veces al borde del precipicio, pero siempre sostenida por una mano invisible.

Sus armas eran la oración ferviente, la humildad, la resignación y confianza en Dios. Así venció las pruebas, que sirvieron mucho para purificar su corazón. Nuestro Señor la visitó después, y ella le dijo: "¿Dónde estabas, mi divino Esposo, mientras yo yacía, en tan temible condición de abandono?".

Jesús le contestó: "Estaba contigo". "¡¿Cómo?! -replicó ella- “¡¿entre las sucias abominaciones, en que infectaban mi alma?!”. Él le dice "Eran desagradables y sumamente dolorosas para Tí. Este conflicto, por lo tanto, fue tu mérito, y la victoria sobre ellas, fue debido a mi presencia".

El enemigo también la invitaba al orgullo, sin escatimar ni violencia ni estrategia alguna, para seducirla a sus vicios. Pero la humildad era su defensa. Dios la recompensó, por su caridad para con los pobres, y le concedió hacer muchos milagros.

Nupcias con Jesús
Un día jueves, después de que Catalina había orado todo el día, con extraordinaria fe, Nuestro Señor se le apareció, y le dijo: "Ya que por amor a Mí, has renunciado a todos los gozos terrenales, y deseas gozarte solo en Mí, he resuelto solemnemente, celebrar Mi desposorio contigo, y tomarte como mi esposa en la fe".

Mientras el Señor hablaba, aparecieron muchos ángeles, su Santísima Madre, San Juan, San Pablo y Santo Domingo, ya que ella era de su orden. Y mientras el Rey David, tocaba una dulce música en su arpa, nuestra amorosa Madre, tomó la mano de Catalina, y la puso en la mano de su Hijo. Entonces Jesús, puso un anillo de oro, en el dedo de Catalina, y dijo: "Yo, tu creador y Salvador, te acepto como esposa, y te concedo una fe firme, que nunca fallará. Nada temas. Te he puesto el escudo de la fe, y prevalecerás sobre todos tus enemigos".

Guía de papas y pobres
Con la fortaleza recibida del Señor, Catalina continuó creciendo en su fervor, y efectividad en el apostolado, primero entre la gente de Siena, luego en Pisa, en Florencia, y eventualmente en las ciudades Papales de Avignón y Roma. Catalina fue atrayendo, a un grupo de devotos amigos. Todos sus discursos, acciones y hasta su silencio, inducía al amor a la virtud. Según el papa Pío II, nadie se acercó a ella, que luego no se fuera mejor.

Estableció una inspiradora correspondencia, que alcanzó seis volúmenes. Comenzaba todas sus cartas, con estas palabras: "En el nombre de Jesucristo Crucificado, y de la dulce María".

Santa Catalina llegó a influenciar a dos papas, numerosos prelados y religiosos. Más que ningún otro factor, fueron las oraciones y sacrificios, de esta joven esposa de Cristo, las que le permitieron ser instrumento, de mensajes divinos que llegaron a ser escuchados por el Papa.

La conversión de Nannes
Nannes, un poderoso personaje, fue llevado ante la santa. Nada de lo que ella le decía, parecía tener efecto. Entonces Catalina, hizo una pausa repentina, para ofrecer oraciones por él. En ese mismo instante, el joven comenzó a llorar, profundamente convertido. Se reconcilió con sus enemigos, y se dedicó a la penitencia.

Cuando más tarde, Nannes tuvo muchas calamidades temporales, la santa se alegraba entendiéndolo, que eran para su bien espiritual. "Dios purgó tu corazón", dijo Catalina, "del veneno con que estaba infectado, por tu gran apego a las criaturas". Nannes le dio a Catalina una mansión, la cual ella, con la aprobación del papa, convirtió en un convento.

Fueron muchas las conversiones impresionantes, que se lograron por su mediación. Entre ellas, durante la pestilencia de 1374, en la que sirvió a los enfermos, las de dos santos dominicos, Raimundo de Capua y Bartolomé de Siena. Los pecadores más empecinados, se ablandaban ante el poder de sus exhortaciones.

Tenía el don de sanación
Catalina tenía gran compasión por los enfermos, y los atendía con esmero. En una visita a Pisa, enviada por sus superiores, sanó a muchos enfermos, y aún a muchas más almas.

Intercede por un condenado a muerte
Como Catalina dedicaba toda su vida enteramente, al servicio del Crucificado, y de su dulce Madre, ésta a menudo venía en su auxilio. En ocasiones en que Catalina tenía entre manos, la conversión de un endurecido pecador, se dirigía con confianza a la Madre de Misericordia.

A través de la Virgen Santísima, logró la gracia de la resignación y de la paz, para un joven condenado a la decapitación, y pudo estar con él hasta el final.
"Esperé por él en el lugar de la ejecución, esperé en oración continua, y en la presencia de María, y antes que él llegase, puse mi cabeza sobre el ladrillo, y oré suplicándole al cielo, repitiendo: "¡María!". Quería obtener la gracia de que ella, en el último momento, le diera luz y paz. Y María no me defraudó".

Milagros al servicio de los pobres
En al menos dos ocasiones, Catalina recibió ayuda sobrenatural de parte de la Virgen, cuando preparaba comida para los demás. Una vez, cuando estaba horneando pan para su familia; la otra vez fue durante una epidemia, donde por la misma cantidad de harina, que tenían todos los demás, logró sacar cinco veces más pan.

No debemos olvidar, que Jesús le concedía tanto, porque ella por su parte, era siempre fiel, presta para sufrirlo todo, y pasar las mayores pruebas por Su amor.

El mayor de los milagros, posiblemente fue su paciencia, ante los severos ataques y reproches, aun de personas desagradecidas, que ella había beneficiado con sus servicios. Así fue el caso de una mujer leprosa, a quién todos habían abandonado, y que Catalina cuidó con esmero. Su cuidado continuó igual, a pesar de los insultos de la mujer.

Atendió a otra mujer cancerosa. Por mucho tiempo, Catalina vencía su natural desagrado, y chupaba y vestía sus llagas. Ésta, sin embargo, publicó contra Catalina, las calumnias mas infames, las que fueron secundadas por una hermana del convento. Catalina sufrió en silencio la persecución violenta. y continuó con afecto sus servicios, hasta que con su paciencia y oración, obtuvo de Dios la conversión de ambas.

Un noble secretario
Esteban, fue uno de los discípulos más cercanos a Catalina. Hijo de un senador de Siena, este noble había sido reducido a la ruina, por sus enemigos. La santa le enseño el camino del Evangelio, y la renuncia a las cosas del mundo. Se hizo secretario de la santa, y compiló sus palabras y cartas. Fue su compañero en los viajes a Avignón, Florencia y Roma. Más tarde, por consejo de la santa, Esteban se hizo monje Cartujo. Asistió a la santa en su muerte, y escribió su vida.

El Diálogo de Santa Catalina de Siena
Fue en el "día de María", como Catalina llamaba al sábado, que empezó a escribir su famoso "Diálogo", un tratado inspirado sobre las virtudes cristianas.

La Virgen le da un confesor
Catalina había orado por muchísimo tiempo, para conseguir un buen confesor, y director espiritual. Ella, como todos los santos, comprendía la importancia de ser guiada, por un santo pastor de almas.

Un día, durante la misa en la iglesia dominica, de Santa María Novella, en Florencia, le pareció a la santa que la Virgen, estaba de pie a su lado, y le señalaba a un sacerdote, para que fuera su guía: el Padre Raimundo de Capúa. Éste se convirtió, en el director espiritual de Catalina.

Después de muchos años, de una relación muy fructífera, le llamó: "mi Padre y mi hijo, a quien mi dulce Madre María, me regaló". Él por su parte, creció mucho espiritualmente, gracias a la inspiración de la santa, y llegó a ser beatificado.

Inspira el retorno del papado a Roma
En 1375, en Florencia, Perugia, y una gran parte de la región Toscana de Italia, y hasta de los propios Estados Pontificios, entraron en la liga contra la Santa Sede. El corazón de Catalina, que tres años antes, había profetizado estos eventos, se traspasó de dolor. Por sus oraciones y esfuerzos, muchas ciudades, entre ellas Arezzo, Lucca y Siena, se mantuvieron fieles al Papa.

El papa Gregorio XI, que residía en Avignón, al no conseguir nada con sus cartas a Florencia, envió un ejército a esta ciudad. Las divisiones internas, causaron que los florentinos buscaran reconciliación. Le pidieron a Santa Catalina, que fuera mediadora. La santa llegó a Avignón, el 18 de junio de 1376. El Papa se reunió con ella, y con gran admiración, por su prudencia y santidad, le dijo: "No quiero otra cosa sino paz. Pongo este asunto enteramente en tus manos".

El papado se encontraba en Avignón, hoy parte de Francia, desde el 1314, cuando fue electo Papa, el francés que tomó el nombre Juan XXII. Sus sucesores también vivieron en Avignón.

El Papa es el obispo de Roma, por lo que los romanos protestaban, que su obispo los había abandonado por setenta y cuatro años, y amenazaban con un cisma. Gregorio XI, había hecho un voto secreto de regresar a Roma, pero no se decidía, al notar la resistencia de su corte.

Aprovechando la presencia de Catalina en Avignón, le consultó el caso. "Cumpla lo que le ha prometido a Dios", fue la respuesta de Catalina. La santa recibió del Señor, la certeza de que el papa debía regresar a Roma, y aquél fue el momento en que se lo pudo comunicar.

El papa, sorprendido de que supiese por revelación, lo que él no había confiado a nadie, decidió cumplir con su traslado a Roma. Catalina le escribió en varias ocasiones, animándole a apresurar su retorno a Roma. El Papa salió de Avignón, el 14 de septiembre de 1376.

No tardaron en aparecer las envidias, y las preguntas farisaicas, de los que deseaban atrapar a la santa. Pero se quedaban asombrados, ante sus respuestas, a las preguntas más difíciles, sobre la vida espiritual y muchos otros temas.

Por otro lado, los florentinos continuaban en sus intrigas contra el Papa, por lo que éste envió a Catalina, a vivir en esa ciudad. Allí sufrió muchísimo, y en varias ocasiones, peligraba su vida. Pero al final, en 1378, logró la reconciliación de esta ciudad, con el sucesor de Gregorio, el Papa Urbano VI.

Gusto por la vida contemplativa
En seguida, Catalina volvió a Siena, para continuar su vida solitaria, de oración intensa. Algunas de sus meditaciones, fueron recogidas en el tratado “Sobre la Providencia”.

Por años, vivió en abstinencia rigurosa, de tal manera que prácticamente, se alimentaba solo de la Eucaristía. En una ocasión, ayunó desde el miércoles de ceniza, hasta el día de la Ascensión, recibiendo solamente la Sagrada Hostia.

La corona de espinas
En una visión, El Señor le presentó dos coronas, una de oro, y la otra de espinas, invitándola a escoger la que más le gustara. Ella respondió: "Yo deseo, oh Señor, vivir aquí, siempre unida a tu Pasión y a tu Dolor, encontrando en el dolor y el sufrimiento, mi respuesta y deleite". Entonces, con decisión, tomó la corona de espinas, y la presionó con fuerza sobre su cabeza.

Experiencias místicas con la Virgen
Dos veces, en fiestas litúrgicas especiales, la Virgen le ayudó milagrosamente. Durante una Misa de año nuevo, Catalina estaba tan sobrecogida por la emoción, que cuando se puso de pie, para ir a recibir la comunión, estuvo a punto de caer. La Virgen, con sus manos tiernas, y al mismo tiempo fuertes, la sostuvo, hasta que se recuperó.

Un día de la Asunción, que tradicionalmente era, la fiesta más grande del año en Siena, la ciudad de la Virgen, Catalina estaba muy enferma en cama, y deseaba intensamente, por lo menos, poder ver la catedral. De pronto, se encontró en el atrio, de la Catedral de la Asunción de Nuestra Señora, y pudo caminar perfectamente, y participar en la Misa solemne, dedicada a la Virgen.

El niño Jesús
Catalina tenía gran devoción al Niño Jesús. Una noche de Navidad, mientras oraba con sus hermanas de la tercera orden, en la Iglesia de San Domingo, se le concedió una visión muy impresionante: La Virgen María de rodillas, adorando en oración ferviente, al recién nacido, el Divino Niño.

Catalina estaba tan sobrecogida, que suplicó humildemente a la Virgen, que le permitiera cargar al Niño, por un momento. Con una sonrisa afectuosa, la Virgen tomó el Niño, y se lo entregó a Catalina, quien teniéndolo en sus brazos, lo besó y le susurró en el oído, los nombres de todos sus seres queridos.

Poco antes de morir, en el adviento, Santa Catalina escribió estas palabras, a una amiga: "Te pido, en este dulce tiempo de adviento, y de la fiesta de la Navidad, que visites el pesebre, donde reposa el Manso Cordero. Allí encontrarás también a María, una extranjera y un exilio, en tan gran pobreza, que no tiene con que vestir al Hijo de Dios, o fuego con que calentarlo....Asegúrate de recurrir siempre a la Virgen Santísima, abrazando siempre la cruz".

Las turbulencias políticas continúan
En el año 1378, ocurre el gran cisma de la Iglesia. Al morir Gregorio XI, el papa Urbano VI fue electo. Más tarde, muchos cardenales declararon la elección nula, y eligieron un nuevo papa, Clemente VII. Con él, se fueron a Avignón.

Santa Catalina sufrió muchísimo por Jesús y su Iglesia. Escribió a los cardenales y príncipes de varios países, implorándoles que reconozcan al papa Urbano, y así acabar con el cisma.

También escribió al mismo papa Urbano, exhortándole a dominar su difícil temperamento, que había sido en parte, causa de la división. El papa la escuchó, y le pidió que vaya a Roma, para ayudarle a persuadir a los cismáticos. Trabajando en esa misión en Roma, la santa se enfermó, y murió el 29 de abril de 1380, a la edad de treinta y tres años.

Fue enterrada en Roma, en la iglesia de Minerva, donde hoy día puede visitarse su cuerpo, que yace bajo el altar, tras un panel de cristal. Su cabeza está en la iglesia de Santo Domingo en Siena, en cuya ciudad, también se puede visitar su casa, ver sus instrumentos de penitencia, y otras reliquias.

Para apreciar la vida de la santa, tan engalanada con dones extraordinarios, no podemos olvidar su incondicional amor a la cruz. Tuvo grandes y prolongados sufrimientos, tanto los físicos, como los del corazón. Cuando se ama mucho, se sufre por el amado. Ella sufría las ofensas contra Jesús, contra Su Madre, contra la Iglesia, contra los pobres. Sufría por los pecadores.

Aunque muchos la admiraban, muchos también la tildaban de farsante, y la hacían sufrir. Sus virtudes heroicas, la hicieron victoriosa sobre sus pasiones, en las pruebas más difíciles.

Es por todo esto que la debemos admirar, y nos sirve de inspiración, para buscar nosotros mismos la santidad. En Santa Catalina, vemos lo que Dios puede hacer, con un corazón que se deja traspasar de amor por Él, y por la Virgen.

-Canonizada por el Papa Pío II en 1461.
-Urbano VIII transfirió su festividad al 30 de abril

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Oficio de lectura, 29 de abril, Santa Catalina de Siena

Gusté y ví

Del Diálogo de Santa Catalina de Siena, Virgen, sobre la Divina Providencia
(Cap. 167, Acción de gracias a la Santísima Trinidad)

¡Oh Deidad eterna, oh eterna Trinidad, que por la unión de la naturaleza divina, diste tanto valor, a la sangre de tu Hijo unigénito!. Tú, Trinidad eterna, eres como un mar profundo, en el que cuanto más busco, más encuentro, y cuanto más encuentro, más te busco.

Tú sacias al alma de una manera, en cierto modo insaciable, pues en tu insondable profundidad, sacias al alma de tal forma, que siempre queda hambrienta y sedienta de Tí, Trinidad eterna, con el deseo ansioso de verte a Tí, la luz, en tu misma luz.

Con la luz de la inteligencia, gusté y ví en tu luz tu abismo, eterna Trinidad, y la hermosura de tu criatura, pues revistiéndome yo misma de Tí, ví que sería imagen tuya, ya que tú, Padre eterno, me haces partícipe de tu poder y de tu sabiduría, sabiduría que es propia de tu Hijo unigénito. Y el Espíritu Santo, que procede del Padre y del Hijo, me ha dado la voluntad, que me hace capaz para el amor.

Tú, Trinidad eterna, eres el Hacedor y yo la hechura, por lo que iluminada por Tí, conocí en la recreación que de mí hiciste, por medio de la sangre de tu Hijo unigénito, que estás amoroso de la belleza de tu hechura.

¡Oh abismo, oh Trinidad eterna, oh Deidad, oh mar profundo!: ¿podías darme algo más preciado que Tú mismo?. Tú eres el fuego, que siempre arde sin consumirse; Tú eres el que consumes con tu calor, los amores egoístas del alma. Tú eres también el fuego, que disipa toda frialdad; Tú iluminas las mentes con tu luz, en la que me has hecho conocer tu verdad.

En el espejo de esta luz, te conozco a Tí, bien supremo, bien sobre todo bien, bien dichoso, bien incomprensible, bien inestimable, belleza sobre toda belleza, sabiduría sobre toda sabiduría; pues Tú mismo eres la sabiduría, Tú, el pan de los ángeles, que por ardiente amor, te has entregado a los hombres.

Tú eres el vestido, que cubre mi desnudez; Tú nos alimentas a nosotros, que estábamos hambrientos, con tu dulzura; Tú que eres la dulzura sin amargor, ¡oh Trinidad eterna!.

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Oficio de lectura, XIX domingo del tiempo ordinario

Con lazos de amor

Del diálogo de Santa Catalina de Siena, virgen, sobre la Divina Providencia
Cap 4, 13

Dulce Señor mío, vuelve generosamente tus ojos misericordiosos, hacia éste tu pueblo, al mismo tiempo, que hacía el cuerpo místico de tu Iglesia; porque será mucho mayor tu gloria, si te apiadas de la inmensa multitud de tus criaturas, que si sólo te compadeces de mí, miserable, que tanto ofendí a tu Majestad.

Y, ¿cómo iba yo a poder consolarme, viéndome disfrutar de la vida, al mismo tiempo que tu pueblo, se hallaba sumido en la muerte, y contemplando en tu amable Esposa, las tinieblas de los pecados, provocadas precisamente por mis defectos, y los de tus restantes criaturas?.

Quiero por tanto, y te pido como gracia singular, que la inestimable caridad, que te impulsó a crear al hombre, a tu imagen y semejanza, no se vuelva atrás ante esto.

¿Qué cosa, o quién, te ruego, fue el motivo de que establecieras al hombre, en semejante dignidad?. Ciertamente, nada que no fuera el amor inextinguible, con el que contemplaste a tu criatura, en Tí mismo, y te dejaste cautivar de amor por ella. Pero reconozco abiertamente, que a causa de la culpa del pecado, perdió con toda justicia, la dignidad en que la habías puesto.

A pesar de lo cual, impulsado por este mismo amor, y con el deseo de reconciliarte de nuevo, por gracia al género humano, nos entregaste la palabra de tu Hijo unigénito. Él fue efectivamente el mediador, y reconciliador entre nosotros, y Tú nuestra justificación, al castigar y cargar sobre Tí, todas nuestras injusticias e iniquidades.

Él lo hizo, en virtud de la obediencia que Tú, Padre eterno, le impusiste, al decretar que asumiese nuestra humanidad. ¡Inmenso abismo de caridad!. ¿Puede haber un corazón tan duro, que pueda mantenerse entero y no partirse, al contemplar el descenso de la infinita sublimidad, hasta lo más hondo de la vileza, como es la de la condición humana?.

Nosotros somos tu imagen, y Tú eres la nuestra, gracias a la unión que realizaste en el hombre, al ocultar tu eterna deidad, bajo la miserable nube, e infecta masa, de la carne de Adán.

Y esto, ¿por qué?. No por otra causa, que por tu inefable Amor. Por este inmenso Amor, es por el que suplico humildemente a tu Majestad, con todas las fuerzas de mi alma, que te apiades, con toda tu generosidad, de tus miserables criaturas.
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Santa Catalina le preguntó al Señor:
"Dulce Cordero sin mancha, tú estabas muerto, cuando Tu costado fue abierto ¿Para qué entonces, permitiste que Tu Corazón, fuese de tal forma herido y abierto a la fuerza?”.

Nuestro Señor le respondió. "Por varias razones, de las que te diré la principal. Mis deseos hacia la raza humana eran infinitos, y el tiempo actual de sufrimiento y tortura, estaban al terminar. Ya que mi amor es infinito, yo no podía por este sufrimiento, manifestarte cuanto te amo. Es por eso, que Yo quise revelarte el secreto de mi corazón, permitiéndote verlo abierto, para que puedas entender que te amé mucho más, de lo que te podía probar, por un sufrimiento que ha terminado".

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Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.

Santa Catalina de Siena (1347-1380)

Terciaria dominica, doctora de la Iglesia, copatrona de Europa

Carta 27, al cardenal Jacobo Orsini (Cartas, I, Téqui, 1976), trad. sc©evangelizo.org

¡Puedo todo en Jesús que me fortifica!

¿Cuál es el modo de fortificar nuestra debilidad? Con el amor. (…) Tenemos que poner nuestro afecto, deseo y amor, en un ser más fuerte que nosotros, es decir, en Dios. En Él encontramos toda nuestra fuerza.

Nuestro Dios nos ha amado sin ser amado. Desde que el alma ha encontrado y gustado un tan tierno amor, más fuerte que todo lo que es fuerte, sólo lo puede buscar y desear a él. Fuera de él, el alma no pide ni quiere nada. Ella es fuerte porque está apoyada y fijada sobre lo firme e inamovible. Pase lo que pase, no cambia y sigue siempre las huellas y movimientos de Aquel que ama. Como el alma tiene su corazón y voluntad unidos a él, ve perfectamente que Cristo, siendo Hijo de Dios, amó la pena y la humillación. Fue entre los hombres un Cordero humilde, tierno y despreciado.


Por eso sus servidores se alegran de seguir este camino, huyen y detestan lo que es contrario. Han devenido uno con Dios, por eso aman lo que Dios ama y detestan lo que él detesta. Reciben una fuerza tan grande que nada los puede perjudicar. Son como verdaderos caballeros que ven las grandes tempestades sin inquietarse. No temen, porque no han puesto la confianza en ellos mismos, sino que depositaron su esperanza y fe en Dios. Lo aman porque es fuerte y quiere y puede socorrerlos. Entonces, como san Pablo, confiesan con gran humildad: “Puedo todo por Jesús crucificado, que está en mí y me fortifica” (cf. Flp 4,13). 


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Oración: Te pedimos Señor y Dios nuestro, que por los méritos e intercesión, de Santa Catalina de Siena, se purgue nuestro corazón, de todo el veneno que contiene en su interior, y pueda mantenerse ordenado, estabilizado y pleno de Amor y Misericordia, para entregártelo en nuestro día postrero. A Tí Señor, que nos ofreciste tu corazón traspasado, y lo haces todos los días para nuestra conversión, en la hora de tu Misericordia, a las 3.00 de la tarde. Amén.


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