viernes, 24 de abril de 2020


24 de abril

San Fidel de Sigmaringa


(† 1622)

Sacerdote mártir – Abogado de los Pobres

«Vine a extirpar la herejía, no a abrazarla»

Breve
Nació en Sigmaringa, Prusia (Hoy: Alemania), en el año 1578.

Entró en la Orden de los Capuchinos, y llevó una vida de gran aspereza, entregado a la oración. Por su gran actividad como predicador, la Congregación para la Propagación de la Fe, le encargó fortalecer la recta doctrina en Suiza.

Perseguido a muerte por los herejes, sufrió el martirio, el año 1622 en Seewis (Suiza).
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Hizo estudios de la ley canónica y civil, en la Universidad de Freiburg en Breisgau. Pero pronto, por causa de la corrupción de las cortes, abandonó su profesión de abogado. Fue ordenado sacerdote, y admitido en la Orden de los Frailes Menores, de la Reforma Capuchina en Freiburg, adoptando el nombre de Fidel.

Escribió un libro de ejercicios espirituales, que más tarde, fue publicado con el título "exercitia seraphicae devotionis".

Predicador ungido por el Espíritu Santo, fue incansable en su apostolado, y sus esfuerzos por convertir a los herejes. Escribió muchos panfletos, exponiendo los errores del Calvinismo y el Zwinglianismo.

Fidel comentó a un fraile, que desde su ingreso a la orden, había orado constantemente, para que se le concedieran dos favores: nunca caer en pecado mortal, y morir por la Fe.

En 1621, le enviaron de misionero al país de los Grisones, ya que la mayoría de la población, se había hecho Calvinista, en parte por la ignorancia y descuido de los sacerdotes. Antes de partir, el nuncio papal, le envió a reformar el monasterio Benedictino en Pfafers.

Partió a la misión en gran pobreza, solo llevaba su crucifijo, la Biblia, un Breviario, y la regla de su orden.

Su intensa obra evangelizadora en Mayenfeld, levantó una fuerte y violenta oposición. Recibió frecuentes amenazas e insultos. Pero dio gran fruto. Entre los conversos por su prédica, fue Rudolph de Salis, el hombre más influyente del pueblo, y tras él muchos otros.

Los herejes, alarmados, lo calumniaron, diciendo que su misión era más política que religiosa, y que venía a preparar el camino, para la subyugación del país a los Austríacos. Esto llevó a la gente a querer matarlo.

El 24 de abril, Fidel se confesó, celebró la Misa y predicó. Mientras iba camino a Seewis (Suiza), sus acompañantes notaron que estaba muy animado. Llegado a Seewis, fue a predicar en la iglesia, cuando de repente, se formó un tumulto. Asesinaron a varios soldados austríacos, que cuidaban la iglesia, y golpearon a Fidel. Un Calvinista le ofreció protección, en un lugar seguro.

Fidel se lo agradeció, pero le dijo que su vida, estaba en manos de Dios. Fuera de la iglesia, le ofrecieron salvar su vida si apostataba de la fe católica. Fidel respondió: "Vine a extirpar la herejía, no a abrazarla". Entonces lo mataron a golpes. Fue el primer mártir de la Congregación de la Propaganda, que estaba recién establecida.

Su cuerpo fue llevado después a Feldkirch, y enterrado en la iglesia de su orden, excepto su cabeza y el brazo izquierdo, que fueron colocados en la catedral de Coire.

Fue beatificado en 1729, y canonizado en 1745.

Representado en el arte con un crucifijo, y una herida en su cabeza; su emblema es un mazo.
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Del oficio de lectura, 24 de abril
San Fidel de Sigmaringa

Presbítero y mártir

Elogio de San Fidel, presbítero y mártir

Hombre fiel, por su nombre y por su vida

El papa Benedicto XIV, celebró la figura de San Fidel, defensor de la fe católica, con estas palabras:

«Desplegando la plenitud de su caridad, al socorro material de su prójimo, acogía paternalmente a todos los pobres, y los sustentaba, haciendo colectas en favor suyo, por todas partes.

Remediaba la indigencia de los huérfanos y las viudas, con las limosnas de los ricos; socorría a los presos, con toda clase de ayudas materiales y espirituales; visitaba a los enfermos, y los reconciliaba con Dios, preparándoles para el último combate.

Su actividad más meritoria, fue la que desplegó en ocasión de la peste, que se declaró en el ejército austríaco, exponiéndose constantemente a las enfermedades y a la muerte».

Junto con esta caridad, Fidel –hombre fiel por su nombre y por su vida– sobresalió en la defensa de la Fe católica, que predicó incansablemente. Pocos días antes de morir, y confirmar esa fe con su propia sangre, en su último sermón, dejó lo que podríamos llamar su testamento:

«¡Oh fe católica, qué estable y firme eres, qué bien arraigada, qué bien cimentada estás sobre roca inconmovible!. El cielo y la tierra pasarán, pero tú nunca podrás pasar. El orbe entero, te contradijo desde un principio, pero con tu poder, triunfaste de todos.

Lo que ha conseguido la victoria sobre el mundo, es nuestra Fe, que sometió al imperio de Cristo, a los reyes más poderosos, y puso a las naciones a su servicio.

¿Qué otra cosa, sino la Fe, y principalmente la Fe en la resurrección, hizo a los Apóstoles y Mártires, soportar sus dificultades y sufrimientos?.

¿Qué fue lo que hizo a los anacoretas, despreciar los placeres y los honores, y vivir en el celibato y la soledad, sino la fe viva?.

¿Qué es lo que hoy lleva a los verdaderos cristianos, a despreciar los placeres, resistir a la seducción, y soportar sus rudos sufrimientos?.

La Fe viva, activa en la práctica del Amor, es la que hace dejar los bienes presentes, por la esperanza de los futuros, y trocar los primeros por los segundos».

Oración: Dios Todopoderoso y Eterno, que te has dignado, conceder la palma del martirio a San Fidel de Sigmaringa, cuando abrasado en tu Amor, se entregaba a la propagación de la Fe, concédenos también a nosotros, imitar su martirio, arrancando de nuestro interior toda herejía, toda concupiscencia, toda avaricia.

A Tí Señor, que nos aconsejaste cortarnos una mano, un pie, o arrancarnos un ojo, si era necesario para cesar, nuestra complacencia con el Pecado, y así poder entrar a la Vida Eterna. Amén.


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