martes, 7 de enero de 2020


7 de enero

San (Ramón) Raimundo de Peñafort, O.P.


Doctor Insigne

(1175-1275)

Dominico humilde y sabio.
Raimundo: "Buen consejo"

Que el mismo Dios del amor y de la paz, pacifique vuestros corazones”

Raimundo consideraba que el orgullo, era un peligro para el alma

Inculcó a sus hijos devocionales, el amor por la vida entregada con regularidad, al estudio y a los misterios espirituales.

Breve: Nació hacia el año 1175, cerca de Barcelona, España. Doctor en derecho civil y canónico. Profesor universitario. Se destacó por su humildad - consideraba al orgullo, un gran peligro para el alma-, amor a los pobres, rectitud y sabiduría, en cuestiones de moral y ley; celo evangelizador y confesor; valentía frente a las amenazas del rey; duras penitencia y don de milagros. Escribió numerosas obras
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Nació hacia el año 1175, en Peñafort, cerca de Barcelona, España. Pronto demuestra tener una extraordinaria inteligencia, y a los 20 años, es profesor de filosofía en Barcelona.

Hacia los 30 años, fue a la prestigiosa Universidad de Bolognia, Italia, para perfeccionar sus conocimientos, en derecho civil y canónico. Allí se doctoró, y fue profesor. En 1219, fue nombrado archidiácono de la diócesis de Barcelona. Se destacó por su amor a los pobres.

En 1222, a los 40 años de edad, ingresó en la Orden de Predicadores (Dominicos), apenas 8 meses después de la muerte del fundador, Santo Domingo de Guzmán.

Raimundo consideraba que el orgullo, era un peligro para el alma. Convencido de la importancia de hacer penitencia, por la complacencia con que había enseñado, pidió que le impusieran severas penitencias, y oficios humillantes.

Pero sus superiores le encargaron investigar, cómo responder a preguntas difíciles de moral, que los fieles presentaban. Él llamó a estas preguntas "casos de conciencia". El resultado de su trabajo fue su famoso libro, "Summa de casibus paenitentialibus", la primera obra de su género. Esta ha sido de gran provecho, para confesores y moralistas.

Tenía gran celo por la evangelización, trabajando incesantemente en la predicación, la instrucción y la confesión. Insigne predicador, dotado con la "eficacia de la palabra", recorrió las provincias españolas de Aragón, Castilla y Cataluña. Sus acompañantes, comentaban que parecía casi imposible que un predicador, lograra tantas conversiones con sus sermones.

Según una tradición discutida, San Raimundo colaboró con San Pedro Nolasco, en la fundación de la orden de los Mercedarios, los Padres Mercedarios, dedicada principalmente, a rescatar a los secuestrados por los mahometanos.

En 1230, el Papa Gregorio IX llamó a Raimundo a Roma, y le dio varios encargos:

  • 1- Lo nombró su confesor. En una ocasión, le impuso al Papa de penitencia, atender siempre muy bien, las peticiones que le hicieran los pobres.
  • 2- Le encomendó, reunir el corpus canónico de los decretos de los Pontífices y concilios, que no se encontrasen ya en la colección que Graciano, había hecho en 1150. Después de tres años de trabajo, publicó su famosísimo libro en 5 volúmenes titulado "Decretales", el cual fue confirmado por el papa. Hasta la compilación del Codex Juris Canonici, en 1917, la compilación de San Raimundo, era considerada como la mejor colección de derecho canónico, a la que los canonistas hacían referencia.
  • 3- En 1235, el Papa lo nombró obispo de Tarragona, a pesar de las súplicas del santo. Pero poco después, el santo contrajo una grave enfermedad, y el Papa le liberó del cargo, a condición de que Raimundo propusiera un candidato apto. Para recuperarse de su enfermedad, Raimundo volvió a Barcelona, su tierra natal. Allí fue recibido con gran gozo, y se dedicó a la contemplación, la predicación y la confesión. Tanto la Santa Sede como el rey, confiaron a Raimundo importantes trabajos.

Entre sus escritos, destaca la Summa casuum, para la administración genuina y provechosa, del sacramento de la penitencia.

General de la orden Dominica
En 1238 llegaron a Barcelona, los diputados del capítulo general de la orden dominica, que había tenido lugar en Bolonia, para anunciarle a Raimundo, que había sido elegido superior general, como sucesor de Jordano de Sajonia.

Raimundo quiso resistir, pero al fin aceptó por obediencia. Visitó a pie todas las casas de la orden, sin disminuir en nada, sus austeridades y prácticas. Inculcó a sus hijos devocionales, el amor a la vida entregada con regularidad, al estudio y a los misterios espirituales.

Hizo una síntesis de las constituciones de su orden, anotando los pasajes dudosos. Tres capítulos generales, aprobaron el nuevo código. En uno de dichos capítulos, tenido en París en 1239, Raimundo obtuvo que se aprobara la medida, de aceptar la dimisión voluntaria de su superior, cuando ésta se fundara en razones justas. Al año siguiente, habiendo sido superior solo dos años, renunció al cargo. Su razón fue que había cumplido 65 años de edad.

Vivió 34 años más, los cuales los empleó en la evangelización. Esclarecía la doctrina ante las herejías, y buscaba la conversión de todos, tanto cristianos pecadores, como judíos y musulmanes. Con este objeto, consiguió que Santo Tomás (dominico también), escribiera su Summa contra Gentes, y obtuvo que se enseñara el árabe y el hebreo, en varios conventos de su orden.

Fundó un convento en Túnez, y otro en Murcia, sur de España, que en aquella época, estaba dominada por los musulmanes. En una carta al superior general, en 1256, le informa que 10.000 sarracenos habían recibido el bautismo.

Esto es cosa extraordinaria, ya que este tipo de conversiones son muy escasas. Introdujo la inquisición en Barcelona, y mostraba una gran caridad a todos. Sin embargo, no le faltaron adversidades. En una ocasión, fue acusado de comprometer fraudulentamente a un rabino judío.

La "barca" milagrosa
Uno de los incidentes más famosos, en la vida de San Raimundo, ocurrió durante un viaje, en el que acompañaba al rey Jaime a Mayorca. El soberano, que era mujeriego, había prometido enmendarse, pero no había cumplido su promesa.

En vista de ello, Raimundo le pidió licencia, para partir a Barcelona; el rey no solo se lo negó, sino que amenazó de muerte, a quien se atreviera a sacar al santo de la isla.

Confiando en Dios, Raimundo dijo a su compañero: "Los reyes de la tierra pueden impedirnos la huida, pero el Rey del cielo, nos dará los medios para ello".

Acto seguido se dirigió al mar, extendió su túnica sobre las olas, ató un extremo de ella a un palo, para que sirviera de vela, y haciendo la señal de la cruz, montó sin temor, en aquella improvisada "barca". Su compañero quedó temblando en la playa.


La milagrosa barca hizo en seis horas, el trayecto hasta Barcelona, a sesenta leguas de distancia. Las gentes que vieron llegar al santo, le recibieron con aclamaciones. Sin inmutarse por ello, Raimundo recogió su túnica, que estaba perfectamente seca, se la echó sobre los hombros, y se dirigió a su monasterio. Una capilla y una torre, fueron construidas en el sitio en que desembarcó.

Muerte y canonización
Los reyes Alfonso de Castilla, y Jaime de Aragón, visitaron a San Raimundo, durante su última enfermedad. San Raimundo murió en Barcelona, el 6 de enero de 1275, a los 100 años de edad. Ante su sepulcro se obraron milagros. La bula de canonización, publicada en 1601, cita algunos de esos milagros, entre estos, el que se narró antes.

Sus restos mortales, están en la Catedral de Barcelona, España

Fuente: "Vida de los Santos" de Butler, vol. I y otras.

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Del oficio de lectura, 1 de Enero, San Raimundo de Peñafort, Presbítero

Que el Dios del amor y de la paz, purifique vuestros corazones
De una carta de San Raimundo de Peñafort, presbítero
1901, pp. 84-85

Si todos los que quieren vivir religiosamente en Cristo Jesús, han de sufrir persecuciones, como afirma aquel Apóstol, que es llamado el predicador de la verdad, no engañando, sino diciendo la verdad, a mí me parece que de esta norma general, no se exceptúa sino aquel que no quiere llevar, ya desde ahora, una vida sobria, honrada y religiosa.

Pero vosotros de ninguna forma, debéis de ser contados, entre el número de éstos, cuyas casas se encuentran pacificadas, tranquilas y seguras, sobre las que no actúa la vara del Señor, a diferencia de los que se satisfacen con su vida, y que al instante, serán arrojados al infierno.

Vuestra pureza y vida religiosa, merecen y exigen, ya que sois aceptos y agradables a Dios, ser purificadas hasta la más absoluta sinceridad, por reiteradas pruebas. Y si se duplica, e incluso triplica la espada sobre vosotros, esto mismo hay que considerarlo como pleno gozo, y signo de amor.
La espada de doble filo, está constituida por fuera, por las luchas, y por dentro, por los temores; esta espada se duplica o triplica, por dentro, cuando el maligno inquieta los corazones, con engaños y seducciones. Pero vosotros, conocéis bastante bien estos ataques del enemigo, pues de lo contrario, no hubiera sido posible, conseguir la serenidad de la paz, y la tranquilidad interior.

Por fuera, se duplica o triplica la espada cuando, sin motivo, surge una persecución eclesiástica, sobre asuntos espirituales; las heridas producidas por los amigos son las más graves.

Ésta es la bienaventurada y deseable cruz de Cristo, que el valeroso Andrés recibió con gozo, y que según las palabras del Apóstol Pablo, llamado instrumento de elección, es lo único en que debemos gloriarnos.

Contemplad al autor y mantenedor de la fe, a Jesús, quien siendo inocente, padeció por obra de los suyos, y fue contado entre los malhechores. Y vosotros, bebiendo el excelso cáliz de Jesucristo, dad gracias al Señor, dador de todos los bienes.

Que el mismo Dios del amor y de la paz, pacifique vuestros corazones, y apresure vuestro camino, para que protegidos por su rostro, os veáis libres, mientras tanto, de las asechanzas de los hombres, hasta que os introduzca y os trasplante, en aquella plenitud, donde os sentaréis eternamente, en la hermosura de la paz, en los tabernáculos de la confianza, y en el descanso de la abundancia.

Oración: Te pedimos Señor y Dios nuestro, que por los méritos y la intercesión de San Raimundo de Peñafort, se extienda tu Epifanía a todos los pueblos, y así puedan pacificarse los corazones en el mundo, a la espera de tu Venida. A Tí Señor, en quien todo queda aliviado, sanado y bendecido. Amén.

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