25
de enero
LA
CONVERSIÓN DE SAN PABLO
(†
ca.34)
"Porque
os hago saber, hermanos, que el Evangelio predicado por mí, no es
conforme al gusto de los hombres; pues yo no lo recibí ni
lo aprendí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo.
Porque
habréis oído de mi vida, un tiempo en el judaísmo: con cuánto
exceso perseguía yo, a la Iglesia de Dios y la asolaba; y me
aventajaba en el judaísmo, sobre muchos de mi edad en mi linaje,
siendo excesivamente celoso, de las tradiciones de mis padres"
(Gál. 1,11-14).
"Y
como anduviese su camino, sucedió que al llegar cerca de Damasco, de
súbito le cercó fulgurante, una luz venida del cielo; y cayendo por
tierra, oyó una voz que le decía: “Saulo,
Saulo, ¿por qué me persigues?”. Dijo: “¿Quién
eres, Señor?”. Y Él: “Yo soy Jesús, a
quien tú persigues. Pero levántate, y entra en la
ciudad, y se te dirá lo que debes hacer”.
Y
los hombres que con él caminaban, se habían detenido, mudos de
espanto, oyendo la voz, pero sin ver a nadie. Se levantó Saulo del
suelo, y abiertos los ojos, nada veía: y llevándole de la mano, lo
introdujeron en Damasco. Y estuvo
tres días sin ver, y no comió ni bebió"
(Hechos. 9,3-9).
La
conversión de San Pablo, se convirtió en un acontecimiento
extraordinario, para la vida de la Iglesia. San Pablo era muy
respetado, en la sociedad de su tiempo. Era un destacado miembro de
la comunidad judía, y era incluso ciudadano romano, un privilegio
que casi nadie tenía en ese tiempo, y menos en Judea.
El
celo de San Pablo, por las enseñanzas mosaicas era muy conocido.
Estuvo en el martirio de San Esteban, como partícipe pasivo, y se
encontraba en viaje hacia Damasco, para aprehender a muchos
cristianos. En el camino, ya sabemos lo que le sucedió.
Aquí
se abren algunas reflexiones importantes. Jesucristo le pregunta a
San Pablo, algo muy significativo: “¿Por
qué me persigues?”. Jesús valida en ese acto a
su Iglesia, como parte de sí mismo, de su Cuerpo Místico.
Siempre
la autoridad de la Iglesia ha sido cuestionada, en todos los tiempos.
Dicen los detractores, que sólo nos basta la relación directa con
Dios, “sin intermediarios”.
Eso
es cierto, pero es sólo una verdad parcial. Necesitamos
también de los sacramentos, de la instrucción y revelación
religiosa, de la interacción con todos los que creen en Jesús. De
otro modo, somos como el ciervo solitario, cansado y enfermo, listo
para ser devorado por el demonio.
Luego
San Pablo, se queda ciego y en ayuno completo, durante tres días.
Estaba casi muerto para el mundo, ya que
había renacido para Cristo.
Después
la Iglesia lo perdona, y lo hace parte del Colegio
Apostólico, abriéndole las puertas de esta manera, al Apóstol de
los Gentiles, ya que San Pablo predicó luego, en toda Grecia y Roma,
a los paganos.
Se
juntan así tres elementos significativos: la
Revelación, el Renacer y el Perdón. Pidamos a Dios
que estos tres factores decisivos, se encuentren siempre en nuestra
Vida.
Mucho
se ha discutido en veintiún siglos, sobre las enseñanzas de
Jesucristo y su resurrección. Aquí tenemos una prueba importante
que le vino, a una persona contraria a la Fe cristiana, que tuvo una
revelación profunda, traumática si cabe decir la
palabra, que vino de afuera de él, y no de su interior, por lo que
podemos afirmar sin duda alguna, que no tuvo sugestión, en ninguna
forma, ya que la voz de Jesús fué escuchada por San Pablo, y
también por quienes lo acompañaban.
Oración:
Te pedimos Dios Todopoderoso y Eterno, que por los méritos e
intercesión de San Pablo, a que nos ayudes con tu Revelación y tu
Perdón, a Renacer para Cristo, a lo largo de nuestra Vida. Por
nuestro Señor Jesucristo, quien siempre nos espera, en cada recodo
del camino. Amén.
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