24
de Enero
SAN
FRANCISCO DE SALES
Cuerpo
Incorrupto
Obispo
de Ginebra, Doctor de la Iglesia
Cofundador
de la Congregación de la Visitación
El santo de la amabilidad.
+1622
"La
medida del amor, es amar sin medida"
"Yo
he repetido con frecuencia, que la mejor manera de predicar contra
los herejes, es el amor, aun sin decir una sola palabra de
refutación, contra sus doctrinas"
“Puse
toda mi esperanza en el Señor, y me oyó y escuchó mis súplicas, y
me sacó del foso de la miseria, y del pantano de la iniquidad”
"La
tentación más frecuente, en las personas preocupadas por su
progreso espiritual, es que bajo el pretexto de una influencia
apostólica mas grande, el demonio les hace desear, una ocupación
distinta de la suya"
Breve
De
origen noble, supo vivir con sencillez extraordinaria. Extraordinario
Obispo y Predicador. Eximio teólogo. Doctor de la Iglesia. Vivió
los difíciles tiempos de la división del cristianismo, entre
católicos y protestantes, y de los Papas en Avignón. Iniciador de
la prensa católica. Su cuerpo permanece incorrupto.
------------------------------------------------------------------
San
Francisco nació en el castillo de Sales, en Saboya, el 21 de agosto
de 1567. Fue bautizado al día siguiente, en la Iglesia parroquial de
Thorens, con el nombre de Francisco Buenaventura.
Durante
toda su vida, sería su patrono San Francisco de Asís. El cuarto
donde él nació, se llamaba "el cuarto de San Francisco",
porque había en él, una imagen del "Poverello",
predicando a los pájaros y a los peces.
De
niño, Francisco fue muy delicado de salud, ya que nació prematuro;
pero gracias al cuidado que recibió, se pudo recuperar, y
fortalecerse con los años. Si bien no era robusto, su salud le
permitió desplegar, una enérgica actividad durante su vida.
La
Madre de Francisco:
La
Señora Francisca de Boisy, era una mujer sumamente amable y
trabajadora, y profundamente piadosa. Santa Juana de Chantal, dice
que la gente la admiraba, como a una de las damas más respetables de
esa época.
Tenía
que mandar y dirigirlo todo, en un amplísimo castillo, donde
laboraban cuarenta trabajadores, entre sirvientas, mensajeros,
labradores y encargados del ganado.
Es
muy importante tener en cuenta, las cualidades de la mamá de
Francisco, porque éste, ya que vivía en un valle nublado, frío y
oscuro, que podría haberlo convertido en un hombre retraído, y más
bien inclinado a la tristeza y al pesimismo.
Y
en cambio, por la maravillosa formación que Doña Francisca le va
proporcionando, y por la educación que le hace dar su padre, obtiene
las bases, para llegar a ser más tarde, con la gracia de Dios, y por
sus grandes esfuerzos, un portento de amabilidad y del más exquisito
trato social.
Doña
Francisca, era una mujer que vivía muy ocupada, pero sin afanes ni
apresuramientos. Quizás de ella habrá aprendido el niño Francisco,
aquella virtud suya, que le dará resultado toda su vida: trabajar
mucho, trabajar siempre, pero sin perder la calma, sin inquietud, no
dejando para mañana, lo que se pueda hacer hoy.
La
religión dominaba la vida de doña Francisca, y la compartía con
todos, de ahí que Francisco aprendiese todo esto, y luego lo usase
más tarde, para el beneficio de muchas almas.
Infancia:
Era
un niño lindo, rubio, rosado, que se divertía jugando en el
Castillo. Le gustaba ir al Templo, y rezar mirando hacia el altar, y
también era muy dado a ayudar a los pobres. Sin duda, había
recibido del Espíritu Santo, el don de la Magnificencia, que
consiste en un gusto especial por dar, y dar con gran generosidad.
Como
niño vivo e inquieto, que le gustaba curiosear, por aquel inmenso
Castillo donde vivía; parecía que tenía cien pulgas debajo de la
ropa, que no le dejaban estar quieto, por lo que su madre y la
nodriza, tenían que estar constantemente viendo, qué estaba
haciendo.
Su
madre le enseñaba el catecismo, y le narraba bellos ejemplos
religiosos. Y cuando el pequeño Francisco, se encontraba con otros
niños por el camino, o en el prado, les repetía las enseñanzas y
narraciones, que había escuchado de labios de su mamá. Se estaba
entrenando, para lo que sería su mas preciado trabajo: enseñar
catecismo, pero enseñarlo bellamente, a base de amenos ejemplos.
Hay
un hecho en su infancia, que denota mucho su celo por Dios, pero
también su inclinación a la ira, con la que luchará por
19 años de su vida, hasta dominarla. Se cuenta que un día un
Calvinista, estaba de visita en el Castillo; Francisco se enteró, y
como no podía meterse en la sala a protestar, tomó un palo en las
manos, y lleno de indignación, se fue al corral de las gallinas,
arremetiendo contra ellas, y gritando: "Fuera los herejes: No
queremos herejes".
Las
pobres gallinas salieron corriendo, y gritando ante su atacante, y a
tiempo llegaron los sirvientes para salvarlas. Éste que ahora
atacaba a las gallinas, después llegará a tener un genio tan
bondadoso y amable, que no procederá con ira, ni siquiera contra los
más tremendos adversarios; ahora bien, esta
bondad no nació con él, sino que fue una conquista que logró, poco
a poco, con la ayuda de Dios.
Su
padre, Don Francisco, tenía temor de que su hijo, fuera a crecer
flojo de voluntad, porque la mamá lo quería muchísimo, y podía
hacerlo crecer algo consentido y mimado. Entonces le consiguió de
profesor, a un sacerdote muy rígido y muy exigente, el Padre Deage.
Éste será su preceptor, durante toda su vida de estudiante. Era un
hombre super exacto en todo, pero muy frecuentemente, demasiado
perfeccionista en sus exigencias.
Este
preceptor, lo ayudará mucho en su formación, pero le hará pasar
muchos ratos amargos, por exigirle demasiado. Francisco no protestará
nunca, y en cambio, le sabrá agradecer siempre, pero para su
comportamiento futuro, ya que tomará la resolución de exigir menos
detalles inoportunos, y ser más amable, a quienes él tenga que
dirigir.
A
los 8 años, entró en el Colegio de Annecy, y a los 10 años hizo su
Primera Comunión, junto con la Confirmación. Desde
ese día, se propuso no dejar pasar un día, sin visitar a Jesús
Sacramentado en el Templo, o en la Capilla del colegio.
El
que más tarde será, el gran promotor del culto solemne a la
Eucaristía, fue preparado muy cuidadosamente por la madre, y por su
Sacerdote preceptor, para recibir por primera vez a Jesús
Sacramentado. Guiado por su madre, se trazó unos buenos propósitos,
como recuerdo de su Primera Comunión:
- 1) Cada mañana y cada noche, rezaré algunas oraciones.
- 2) Cuando pase por frente de una Iglesia, entraré a visitar a Jesús Sacramentado, si no hay una razón grave que me lo impida.
- 3) Siempre, y en toda ocasión que me sea posible, ayudaré a las gentes más pobres y necesitadas.
- 4) Leeré libros buenos, especialmente Vidas de Santos.
Durante
toda su vida, procuró ser enteramente fiel a estos propósitos.
Un
año más tarde, en la misma Iglesia de Santo Domingo (actualmente
San Mauricio), recibió la tonsura.
Francisco,
estudiante:
Un
gran deseo de consagrarse a Dios consumía al joven, que había
cifrado en ello, la realización de su ideal; pero su padre, que al
casarse había tomado el nombre de Boisy, tenía destinado a su
primogénito, a una carrera secular, sin preocuparse de sus
inclinaciones.
A
los 14 años, Francisco fue a estudiar a la Universidad de París,
que con sus 54 colegios, era uno de los más grandes centros de
enseñanza de la época.
Su
padre le había enviado al colegio de Navarra, a donde iban los hijos
de las familias de Saboya; pero Francisco, que temía por su
vocación, consiguió que consintiera, en dejarle ir al Colegio de
Clermont, dirigido por los jesuitas, ya que era conocido, por la
piedad y el amor a la ciencia, que reinaban en él.
Acompañado
por el Padre Déage, Francisco se instaló en el hotel de la Rosa
Blanca, de la calle St. Jacques, a unos pasos del Colegio de
Clermont. Francisco se propuso un Plan de Vida, durante su estadía
en el colegio. Se propuso dedicarse a hacer, lo que tenía que hacer:
prepararse bien para el futuro.
Desde
el principio, guiado por su director, el Padre Déage, se trazó un
programa de acción: Cada semana, confesarse y comulgar. Cada día
atender muy bien a las clases, y preparar las tareas y lecciones para
el día siguiente. Dos horas diarias de ejercicios: de equitación,
de esgrima, de baile.
La
debida mezcla entre los ejercicios de piedad, y las artes
gimnásticas, le fueron consiguiendo un aire de elegancia y
respetabilidad. Era alto, gallardo y bien presentado. Enemigo
de los lujos, pero siempre decorosamente presentado. En
las reuniones de gente de refinada elegancia, era el invitado
preferido, porque a la vez de ser muy sencillo, y sin rebuscamientos
inútiles, era "la cultura personificada".
Más
tarde, cuando sea Obispo, la gente exclamará: "en las
reuniones sociales, se porta con la santidad, de un digno ministro de
Dios, y en las ceremonias religiosas, se porta con la elegancia, del
más exquisito de los caballeros".
Y
al preguntarle alguien el por qué, respondió: "Cuando estoy
en la alegría de una fiesta social, me imagino estar revestido de
ornamentos de Obispo, y me comporto con la dignidad que esto exige. Y
cuando estoy celebrando una ceremonia religiosa, me imagino estar en
la más exquisita y refinada reunión, y trato de comportarme, con la
educación y urbanidad, que en estos casos se exige".
Pronto
se distinguió en retórica y en filosofía; después se entregó
apasionadamente, al estudio de la teología. Cada día estaba más
decidido a consagrarse a Dios, y acabó por
hacer voto de castidad perpetua, poniéndose bajo la protección de
la Santísima Virgen. Pero no por ello, le faltaron las pruebas.
La
más terrible tentación de su juventud:
Vivir
en gracia de Dios, en aquellos ambientes, no era nada fácil. Sin
embargo, Francisco supo alejarse de toda ocasión peligrosa, y de
toda amistad que pudiera llevarle a ofender a Dios, y
logró conservar así, el alma incontaminada y admirablemente pura.
Francisco tenía 18 años.
Su
carácter era muy inclinado a la ira, y muchas veces, la sangre se le
subía a la cara, ante ciertas burlas y humillaciones, pero lograba
contenerse de tal manera, que muchos llegaban hasta imaginarse, que a
Francisco nunca le daba mal genio por nada. Pero entonces, el enemigo
del alma, al ver que con las pasiones más comunes, no lograba
derrotarlo, se dispuso a atacarlo, por un nuevo medio más peligroso
y desconocido.
Empezó
a sentir en su cerebro, el pensamiento constante y fastidioso, de que
se iba a condenar, que se tenía que ir al infierno para siempre. La
herejía de la Predestinación, que predicaba Calvino, y que él
había leído, se le clavaba cada vez más en su mente, y no lograba
apartarla de allí. Perdió el apetito, y ya no dormía. Estaba tan
impresionantemente flaco, y temía hasta enloquecer. Lo
que más le atemorizaba, no eran los demás sufrimientos del
infierno, sino que allá no podría amar a Dios.
El
Señor, permitiendo este sufrimiento, sin embargo le da la salida. El
primer remedio que encontró, fue decirle al Señor: "Oh mi
Dios, por tu infinita Justicia, si tengo que irme al infierno para
siempre, concédeme que allá, yo pueda seguirte amando. No me
interesa, que me mandes todos los suplicios que quieras, con tal de
que me permitas, seguirte amando siempre"; esta oración le
devolvió gran parte de la paz a su alma.
Pero
el remedio definitivo, que le consiguió que esta tentación, jamás
volviese a molestarle, fue al entrar a la Iglesia de San Esteban en
París, y arrodillarse ante una imagen de la Santísima Virgen, y
rezarle la famosa oración de San Bernardo:
"Acuérdate
Oh piadosísima Virgen María, que jamás se oyó decir que hayas
abandonado, a ninguno de cuantos han acudido a tu amparo, implorando
tu protección, y reclamando tu auxilio. Animado con esta confianza,
también yo acudo a ti, Virgen de las vírgenes, y gimiendo bajo el
peso de mis pecados , me atrevo a comparecer ante tu soberana
presencia. No desprecies mis súplicas, Madre del Verbo Divino; antes
bien, óyelas y acógelas benignamente. Amén".
Al
terminar de rezar esta oración, se le fueron como por milagro, todos
sus pensamientos de tristeza y de desesperación, y en vez de los
amargos presentimientos, de que se iba a condenar, le vino la
seguridad, de que "Dios envió al mundo a su Hijo, no para
condenarlo, sino para que los pecadores, se salven por medio de Él.
Y el que cree, no será condenado" (Juan 3:17).
Esta
prueba le sirvió mucho, para curarse de su orgullo, y también para
saber comprender a las personas en crisis, y tratarlas con bondad.
Estudiante
de universidad:
En
el 1588, partió para la ciudad italiana de Padua; su padre le había
dado la orden, de estudiar abogacía, y doctorarse en derecho.
Francisco fue obedeciendo a su padre. Estudiaba derecho durante
cuatro horas diarias, para poder llegar a ser abogado. Otras cuatro
horas, estudiaba Teología, la ciencia de Dios, porque tenía un gran
deseo: llegar a ser sacerdote.
Durante
su estadía en Padua, dice el mismo Francisco, que lo que más le
ayudó, fue la amistad y dirección espiritual, de ciertos sacerdotes
jesuitas, muy sabios y muy santos. Le ayudó mucho la lectura de un
libro, que le acompañará durante su vida por 17 años, escrito por
el Padre Scupoli llamado: "El Combate
Espiritual".
Lo
leía todos los días, y sacaba gran provecho de su lectura.
San
Francisco, hizo un detallado plan de vida, para preservarse durante
su estadía en Padua, y se propuso hacer lo siguiente:
- 1) Cada mañana, hacer el Examen de Previsión: que consistía en ver que trabajos, que personas o actividades, iba a realizar en ese día, y planear como iba a comportarse ante ellos.
- 2) A mediodía, visitar el Santísimo Sacramento, y hacer el Examen Particular: examinando su defecto dominante, y viendo si había actuado con la virtud contraria a él. Durante 19 años, su examen particular, será acerca del mal genio, aquel defecto tan fuerte, que era su inclinación a encolerizarse.
- 3) Ningún día sin Meditación: Aunque fuese por media hora, dedicarse a pensar en los favores recibidos por el Señor, en las grandezas de Dios, en las verdades de la Biblia, o en los ejemplos de los santos.
- 4) Cada día rezar el Santo Rosario: no dejarlo de rezar ningún día de su vida, promesa que siempre cumplió.
- 5) En su trato con los demás, ser amable, pero moderado.
- 6) Durante el día, pensar en la Presencia de Dios.
- 7) Cada noche, antes de acostarse, hacer el Examen del día, y decía: "recordaré
- Si empecé mi jornada, encomendándome a Dios.
- Si durante mis ocupaciones, me acordé muchas veces de Dios, para ofrecerle mis acciones, pensamientos, palabras y sufrimientos.
- Si todo lo que hoy hice, fue por amor al buen Dios.
- Si traté bien a las personas.
- Si no busqué en mis labores y palabras, darle gusto a mi amor propio, y a mi orgullo, sino agradar a Dios, y hacer bien a mi prójimo.
- Si supe hacer algún pequeño sacrificio,
- Si me esforcé por estar fervoroso en la oración, y pediré perdón al Señor, por las ofensas de este día; haré propósito de portarme mejor en adelante; y suplicaré al cielo, que me conceda fortaleza, para ser siempre fiel a Dios; y rezando mis tres Avemarías, me entregaré pacíficamente al sueño. Firmado: Francisco de Sales, Padua 1589.
Así
Francisco, mantuvo protegido su corazón, todo el tiempo en el que
estuvo estudiando en Padua, y a los 24 años obtuvo el doctorado en
leyes, y fue a reunirse con su familia, en el castillo de Thuille, a
orillas del lago de Annecy. Ahí llevó durante 18 meses, por lo
menos en apariencia, la vida ordinaria de un joven de la nobleza.
El
padre de Francisco, tenía un gran deseo, de que su hijo se casara
cuanto antes, y había escogido para él a una encantadora muchacha,
heredera de una de las familias del lugar. Sin embargo, el trato
cortés pero distante de Francisco, le hicieron pronto comprender a
la joven, que éste no estaba dispuesto, a secundar los deseos de su
padre.
El
santo declinó, por la misma razón, la dignidad de miembro del
senado, que le había sido propuesta, a pesar de su juventud.
Hasta
entonces, Francisco sólo había confiado a su madre, y a su primo
Luis de Sales, y a algunos amigos íntimos, su deseo de consagrarse
al servicio de Dios.
Pero
había llegado el momento, de hablar de ello con su padre. El Señor
de Boisy, lamentaba que su hijo, se negara a aceptar el puesto en el
senado, y que no hubiese querido casarse, pero ello no le había
hecho sospechar, ni por un momento, que Francisco pensara en hacerse
sacerdote.
La
muerte del deán del capítulo de Ginebra, hizo pensar al canónigo
Luis de Sales, en la posibilidad de nombrar a Francisco para
sustituirle, lo cual haría menos duro el golpe, para el padre del
santo.
Con
la ayuda de Claudio de Granier, obispo de Ginebra, pero sin consultar
a ningún miembro de la familia, el canónigo explicó el asunto al
Papa, quien debía hacer el nombramiento, y a vuelta de correo, llegó
la respuesta del Sumo Pontífice, que le daba a Francisco el puesto.
Este
quedó muy sorprendido, ante la dignidad con que le distinguía el
Papa, pero se resignó a aceptar ese honor que no había buscado, con
la esperanza de que su padre, accedería así más fácilmente a su
ordenación.
Pero
el Señor de Boisy, era un hombre muy decidido, y pensaba que sus
hijos, le debían una obediencia absoluta. Francisco tuvo que
recurrir a toda su respetuosa paciencia, y su poder de persuasión,
para convencerle de que debía ceder.
Por
fin, vistió la sotana el día mismo, en que obtuvo el consentimiento
de su padre, y fue ordenado sacerdote 6 meses después, el 18 de
diciembre de 1593. A partir de ese momento, se entregó al
cumplimiento de sus nuevos deberes, con un celo que nunca decayó.
Ejercitaba los ministerios sacerdotales entre los pobres, con
especial cariño; sus penitentes predilectos, eran los de cuna
humilde.
Su
predicación no se limitó a Annecy únicamente, sino a otras muchas
ciudades. Hablaba con palabras sencillas, que los oyentes le
escuchaban encantados, pues no había en sus sermones, todo ese
ornato de citas griegas y latinas, tan común en aquellos tiempos, a
pesar de que Francisco era doctor. Pero Dios tenía destinado al
santo emprender, en breve, un trabajo mucho más difícil.
A
la conquista de los Calvinistas; La Misión de Chablais.
Las
condiciones religiosas de los habitantes del Chablais, en la costa
sur del lago de Ginebra, eran deplorables, debido a los constantes
ataques de los ejércitos protestantes, y el duque de Saboya rogó al
Obispo Claudio de Granier, que mandase algunos misioneros, a
evangelizar de nuevo la región.
El
Obispo envió a un sacerdote de Thonon, capital del Chablais; pero
sus intentos fracasaron. El enviado, tuvo que retirarse muy pronto.
Entonces el Obispo, presentó el asunto a la consideración de su
capítulo, sin ocultar sus dificultades y peligros.
De
todos los presentes, Francisco fue quien mejor comprendió la
gravedad del problema, y se ofreció a desempeñar ese duro trabajo,
diciendo sencillamente: "Señor, si creéis que yo pueda ser
útil en esa misión, dadme la orden de ir, que yo estoy pronto a
obedecer, y me consideraré dichoso, de haber sido elegido para
ella". El Obispo aceptó al punto, con gran alegría para
Francisco.
Pero
el Señor de Boisy, veía las cosas de distinta manera, y se dirigió
a Annecy, para impedir lo que él llamaba, "una especie de
locura". Según él, la misión equivalía a enviar a su hijo a
la muerte. Arrodillándose, a los pies del Obispo, le dijo: "Señor,
yo permití que mi primogénito, la esperanza de mi casa, de mi
avanzada edad y de mi vida, se consagrara al servicio de la Iglesia;
pero yo quiero que sea un confesor, y no un mártir".
Cuando
el Obispo, impresionado por el dolor, y las súplicas de su amigo, se
disponía a ceder, el mismo Francisco le rogó que se mantuviese
firme: "¿Vais a hacerme indigno del Reino de los Cielos?
-preguntó- Yo he puesto la mano en el arado, no me hagáis volver
atrás".
El
Obispo empleó todos los argumentos posibles, para disuadir al Sr. de
Boisy, pero éste se despidió con las siguientes palabras: "No
quiero oponerme a la voluntad de Dios, pero tampoco quiero ser el
asesino de mi hijo, permitiendo su participación en esta empresa
descabellada. ...yo jamás autorizaré esta misión".
Francisco
tuvo que emprender el viaje, sin la bendición de su padre, el 14 de
Septiembre de 1594, día de La Santa Cruz. Partió a pie, acompañado
solamente por su primo, el canónigo Luis de Sales, a la reconquista
del Chablais.
El
gobernador de la provincia, se había hecho fuerte con un piquete de
soldados, en el castillo de Allinges, donde los dos misioneros, se
las ingeniaron para pasar las noches, a fin de evitar sorpresas
desagradables. En Thonon quedaban apenas unos 20 católicos, a
quienes el miedo, impedía profesar abiertamente sus creencias.
Francisco entró en contacto con ellos, y los exhortó a perseverar
valientemente. Los misioneros predicaban todos los días en Thonon, y
poco a poco, fueron extendiendo sus fuerzas a las regiones
circundantes.
El
camino al castillo de Allinges, que estaban obligados a recorrer,
ofrecía muchas dificultades, y particularmente en invierno,
resultaba peligroso. Una noche, Francisco
fue atacado por los lobos, y tuvo que trepar a un árbol, y
permanecer ahí en vela, para escapar con vida.
A
la mañana siguiente, unos campesinos le encontraron en tan lastimoso
estado, que de no haberle transportado a su casa, para darle de
comer, y hacerle entrar en calor, el santo habría muerto
seguramente. Los buenos campesinos eran calvinistas. Francisco les
dio las gracias, en términos tan llenos de caridad, que se hizo
amigo de ellos, y muy pronto los convirtió al catolicismo.
En
el 1595, un grupo de asesinos, se puso al asecho de Francisco en dos
ocasiones, pero el cielo preservó la vida del santo, en forma
milagrosa.
El
tiempo pasaba, y el fruto del trabajo de los misioneros era muy
escaso. Por otra parte, el Sr. de Boisy, enviaba constantemente
cartas a su hijo, rogándole y ordenándole, que abandonase aquella
misión desesperada. Francisco respondía siempre, que si su Obispo
no le daba una orden formal de volver, no abandonaría su puesto. El
santo escribía, a un amigo de Envian en estos términos: "Estamos
apenas en los comienzos. Estoy decidido a seguir adelante con valor,
y mi esperanza contra toda esperanza, está puesta en Dios".
San
Francisco hacía todos los intentos, para tocar los corazones y las
mentes del pueblo. Con ese objeto, empezó a escribir una serie de
panfletos, en los que exponía la doctrina de la Iglesia, y refutaba
la de los calvinistas. Aquellos escritos, redactados en plena
batalla, que el santo hacía copiar a mano por los fieles, para
distribuirlos, formarían más tarde, el volumen de las
"controversias".
Los
originales, se conservan todavía en el convento de la Visitación de
Annecy. Aquí empezó, la carrera de escritor de San Francisco de
Sales, que a este trabajo, añadía el
cuidado espiritual de los soldados de la guarnición del castillo de
Allinges, que eran católicos de nombre, y formaban una tropa
ignorante y disoluta.
En
el verano de 1595, cuando San Francisco se dirigía al monte Voiron,
a restaurar un oratorio a Nuestra Señora, destruido por los
habitantes de Berna, una multitud se echó sobre él, para después
insultarle y maltratarlo. Pero poco a poco, el auditorio de sus
sermones en Thonon, fue cada vez más numeroso, al tiempo que los
panfletos hacían efecto en el pueblo.
Por
otra parte, aquellas gentes sencillas, admiraban la paciencia del
santo, en las dificultades y persecuciones, y le otorgaban sus
simpatías. El número de conversiones empezó a aumentar, y llegó a
formarse una corriente continua de apóstatas, que volvían a
reconciliarse con la Iglesia.
Cuando
el Obispo Granier fue a visitar la misión, 3 o 4 años más tarde,
los frutos de la abnegación y celo de San Francisco de Sales, eran
visibles. Muchos católicos salieron a recibir al Obispo, quien pudo
administrar una buena cantidad de confirmaciones, y aún presidir la
adoración de las 40 horas, lo que había sido inconcebible unos años
antes, en Thonon.
San
Francisco había restablecido la fe Católica en la provincia, y
merecía, en justicia, el título de "Apóstol del Chablais".
Mario
Besson, un posterior obispo de Ginebra, ha resumido la obra
apostólica de su predecesor, en una frase del mismo San Francisco de
Sales, a Santa Juana de Chantal: "Yo
he repetido con frecuencia, que la mejor manera de predicar contra
los herejes, es el amor, aun sin decir una sola palabra de
refutación, contra sus doctrinas".
El
mismo Obispo Monseñor Besson, cita al Cardenal Du Perron: "Estoy
convencido, de que con la ayuda divina, la ciencia que Dios me ha
dado, es suficiente para demostrar, que los herejes están en el
error; pero si lo que queréis es convertirles, llevadles al Obispo
de Ginebra, porque Dios le ha dado la gracia, de convertir a cuantos
se le acercan".
San
Francisco de Sales, Obispo:
Monseñor
de Granier, quien siempre había visto en Francisco, un posible
coadjutor y sucesor, pensó que había llegado el momento, de poner
en obra sus proyectos. El santo se negó a aceptar, al principio,
pero finalmente se rindió a las súplicas de su Obispo, sometiéndose
a lo que consideraba, como una manifestación de la voluntad de Dios.
Al
poco tiempo, le atacó una grave enfermedad, que lo puso entre la
vida y la muerte. Al restablecerse, fue a Roma, donde el Papa
Clemente VIII, que había oído muchas alabanzas, sobre la virtud y
las cualidades del joven sacerdote decano, pidió que se sometiese a
un examen en su presencia. El día señalado, se reunieron muchos
teólogos y sabios.
El
mismo Sumo Pontífice, así como Baronio, Bernardino, el cardenal
Federico Borromeo, primo de San Carlos Borromeo y otros, interrogaron
al santo sobre 35 puntos difíciles de teología. San Francisco
respondió con sencillez y modestia, pero sin ocultar su ciencia. El
Papa confirmó su nombramiento, de coadjutor de Ginebra, y Francisco
volvió a su diócesis, a trabajar con mayor ahínco y energía que
nunca.
En
1602 fue a París, donde le invitaron a predicar en la capilla real,
que pronto resultó pequeña, para la tal multitud que acudía a oír
la palabra del santo, tan sencilla, tan conmovedora y tan valiente.
Enrique IV, concibió una gran estima por el coadjutor de Ginebra, y
trató en vano de retenerle en Francia.
Años
más tarde, cuando San Francisco de Sales, se fue de nuevo a París,
el rey redobló sus instancias; pero el joven obispo, se rehusó a
cambiar su diócesis de la montaña, su "pobre esposa",
como él la llamaba, por la importante diócesis -"la esposa
rica"- que el rey le ofrecía. Enrique IV exclamó: "El
Obispo de Ginebra, tiene todas las virtudes, sin un solo defecto".
A
la muerte de Claudio de Granier, acaecida en el otoño de 1602,
Francisco le sucedió en el gobierno de la diócesis. Fijó su
residencia en Annecy, donde organizó su casa, con la más estricta
economía, y se consagró a sus deberes pastorales, con enorme
generosidad y devoción.
Además
del trabajo administrativo, que llevaba hasta en los menores
detalles, en el gobierno de su diócesis, el santo encontraba todavía
tiempo para predicar, y confesar con infatigable celo.
Organizó
la enseñanza del catecismo; él mismo se encargaba de la instrucción
de Annecy, y lo hacía en forma tan interesante y fervorosa, que las
gentes del lugar, recordaban todavía, muchos años después de su
muerte, "el catecismo del obispo".
La
generosidad y caridad, la humildad y clemencia del santo, eran
inagotable. En su trato con las almas, fue siempre bondadoso, sin
caer en la debilidad; pero sabía emplear la firmeza, cuando no
bastaba la bondad.
En
su maravilloso "Tratado del Amor de Dios", escribió: "La
medida del amor, es amar sin medida". Supo
vivir lo que predicaba.
Con
su abundante correspondencia, alentó y guió a innumerables
personas, que necesitaban de su ayuda. Entre los que dirigía
espiritualmente, Santa Juana de Chantal ocupa un lugar especial. San
Francisco la conoció en 1604, cuando predicaba un sermón de
cuaresma, en Dijón.
La
fundación de la Congregación de la Visitación, en 1610, fue el
resultado del encuentro de los dos santos.
El
libro "Introducción a la Vida Devota", nació de las
notas, que el santo conservaba, de las instrucciones y consejos,
enviados a su prima política, la Señora de Chamoisy, que se había
confiado a su dirección. San Francisco se decidió, en 1608, a
publicar dichas notas, con algunas adiciones.
El
libro fue recibido, como una de las obras maestras de la ascética, y
pronto se tradujo en muchos idiomas.
En
1610, Francisco de Sales, tuvo la pena de perder a su madre (su padre
había muerto años antes). El santo escribió más tarde, a Santa
Juana de Chantal: "Mi corazón estaba desgarrado, y lloré
por mi buena madre, como nunca había llorado, desde que soy
sacerdote". San Francisco habría de sobrevivir, solo nueve
años a su madre, nueve años de inagotable trabajo.
Últimos
meses y muerte del Santo:
En
1622, el duque de Saboya, que iba a ver a Luis XIII en Aviñón,
invitó al santo a reunirse con él en aquella ciudad. Movido por el
deseo de abogar por la parte francesa de su diócesis, el obispo
aceptó al punto la invitación, aunque arriesgaba su débil salud,
en un viaje tan largo, en pleno invierno.
Parece
que el santo, presentía que su fin se acercaba. Antes de partir de
Annecy, puso en orden todos sus asuntos, y emprendió el viaje, como
si no tuviera esperanza de volver a ver a su grey. En Aviñón, hizo
todo lo posible, por llevar su acostumbrada vida de austeridad; pero
las multitudes se apiñaban para verle, y todas las comunidades
religiosas, querían que el santo obispo les predicara.
En
el viaje de regreso, San Francisco se detuvo en Lyon, hospedándose
en la casita del jardinero, del convento de la Visitación. Aunque
estaba muy fatigado, pasó un mes entero, atendiendo a las
religiosas. Una de ellas, le rogó que le dijese, qué virtud debía
practicar especialmente, y el santo escribió en una hoja de papel,
con grandes letras: "Humildad".
Durante
el Adviento y la Navidad, bajo los rigores de un crudo invierno,
prosiguió su viaje, predicando y administrando los sacramentos, a
todo el que se lo pidiera. El día de San Juan, le sobrevino una
parálisis; pero recuperó la palabra, y el pleno conocimiento. Con
admirable paciencia, soportó las penosas curaciones que se le
administraron, con la intención de prolongarle la vida, pero que no
hicieron más que acortársela.
En
su lecho repetía: "Puse toda mi
esperanza en el Señor, y me oyó y escuchó mis súplicas, y me sacó
del foso de la miseria, y del pantano de la iniquidad".
En
el último momento, apretando la mano de uno de los que le asistían,
solícitamente murmuró: "Empieza a anochecer, y el día se
va alejando".
Su
última palabra fue el nombre de "Jesús".
Y
mientras los circundantes, recitaban de rodillas, las Letanías de
los agonizantes, San Francisco de Sales expiró dulcemente, a los 56
años de edad, el 28 de Diciembre de 1622, fiesta de los Santos
Inocentes. Había sido Obispo por 21 años.
Después
de su muerte:
A
la misma hora en que falleció San Francisco de Sales, en la ciudad
de Grenoble, estaba Santa Juana de Chantal orando por él, cuando oyó
una voz que decía: "Ya no vive sobre la tierra",
pero era poca inclinada, a creer en favores extraordinarios, y no
creyó que fuese un aviso de la muerte del santo.
Cuando
le llegaron con la noticia, comprendió que aquella voz era cierta, y
durante todo el día y la noche, no podía parar de llorar, la muerte
del Santo.
El
día 29 de Diciembre, la ciudad entera de Lyon, fue desfilando por la
humilde casita, donde había muerto el querido santo. Y era tanto el
deseo de la gente, de besarle las manos y los pies, que los médicos
no lograban llevarse el cadáver, para hacerle la autopsia.
-La
hiel: Dice monseñor Camus, que al sacarle la hiel, la
encontraron convertida en 33 piedrecitas, señal de los esfuerzos tan
heroicos que había tenido que hacer, para vencer su temperamento,
tan inclinado a la cólera y al mal genio, y llegar a ser el santo de
la amabilidad.
-Reliquias:
Todos en Lyon, querían un recuerdo del santo: sus ropas fueron
partidas en miles de pedacitos, para darle a cada cual, alguna
reliquia.
-El
corazón: dentro de un estuche de plata, fue llevado el
corazón del gran Obispo, al convento de las Hermanas de la
Visitación en Lyon, y guardado allí como un tesoro.
-Expuesto
al público: Una vez embalsamado, el cuerpo de Monseñor
Francisco de Sales, fue vestido con sus ornamentos episcopales, y
trasladado en un ataúd para sus funerales, en la iglesia de la
Visitación. Estuvo expuesto para veneración de los fieles por dos
días.
Cuando
la noticia llegó a Annecy, tomó a todos por sorpresa, y después de
un silencio general, todos lloraban a su querido obispo.
Inmediatamente
que llegó su cadáver a Annecy, y fue sepultado, empezaron a ocurrir
milagros, por la intercesión del santo, lo que llevó a La Santa
Sede, a abrir su causa de Beatificación, en 1626.
¿Que
sucedió el día que abrieron su tumba?:
En
1632, se hizo la exhumación del cadáver de Francisco de Sales, para
saber cómo estaba. Abrieron su tumba, los comisionados de la Santa
Sede, acompañados de las monjas de la Visitación.
Cuando
levantaron la lápida, apareció el santo, igual que cuando vivía.
Su hermoso rostro, conservaba la expresión
de un apacible sueño. Le tomaron la mano, y el brazo estaba
elástico, pese a que llevaba 10 años de enterrado. Del
ataúd, salía una extraordinaria y agradable fragancia.
Toda
la ciudad desfiló ante su santo Obispo, que apenas parecía dormido.
Por la noche, cuando todos los demás se hubieron ido, la Madre de
Chantal, volvió con sus religiosas a contemplar más de cerca, y con
más tranquilidad y detenimiento, el cadáver de su venerado
fundador.
Más
a causa de la prohibición de las autoridades, no se atrevió a
tocarle, ni a besar sus hermosas manos pálidas.
Pero
al día siguiente, los enviados de la Santa Sede, le dijeron que la
prohibición para tocarlo no era para ella, y entonces se arrodilló
junto al ataúd, se inclinó hacia el santo, le tomó la mano, y se
la puso sobre la cabeza, como para pedirle una bendición. Todas
las hermanas vieron, como aquella mano parecía recobrar vida, y
moviendo los dedos, suavemente oprimió y acarició, la humilde
cabeza inclinada de su santa, y discípula preferida.
Todavía
hoy, en Annecy, las hermanas de la Visitación, conservan el velo,
que aquel día llevaba en la cabeza, la Madre Juana Francisca.
San
Francisco fue beatificado, por el Papa Alejandro VII, en el año
1661, y el mismo Papa lo canonizó, en el año 1665, a los 43 años
de su muerte.
En
el 1878, el Papa Pío IX, considerando que los tres libros famosos
del santo: "Las controversias" (contra los
protestantes); “La Introducción a la Vida Devota" (o
Filotea), y “El Tratado del Amor de Dios” (o Teótimo),
así como la colección de sus sermones, son verdaderos tesoros de
sabiduría, declaró a San Francisco de
Sales "Doctor de la Iglesia" , siendo llamado "El
Doctor de la amabilidad".
La tentación más frecuente
"La tentación más frecuente en las personas, preocupadas por su progreso espiritual, es que bajo el pretexto de una influencia apostólica mas grande, el demonio les hace desear, una ocupación distinta de la suya".
-San Francisco de Sales
La tentación más frecuente
"La tentación más frecuente en las personas, preocupadas por su progreso espiritual, es que bajo el pretexto de una influencia apostólica mas grande, el demonio les hace desear, una ocupación distinta de la suya".
-San Francisco de Sales
Decía
que las Visitantinas eran verdaderamente
"La obra de los Corazones de Jesús y María"
"La obra de los Corazones de Jesús y María"
Puedes
descargar el Libro "El combate espiritual" en:
Oración:
Te pedimos Señor y Dios nuestro, que a imitación de
San Francisco de Sales, podamos aprender a ser siempre amables y
serviciales, en el trato con nuestro prójimo. Por nuestro Señor
Jesucristo, que supo ser amable y paciente con el propio demonio,
luego de su ayuno de cuarenta días. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario