viernes, 3 de enero de 2020


2 de enero

San Macario de Alejandría, Anacoreta


(† ca.408)

Patrón de los pasteleros

Es curioso como estos hombres, son tan felices en medio de su pobreza”. “Pues si somos felices, es porque despreciamos el mundo, y entonces, ¿no es justo que os consideréis vosotros como miserables, por ser sus servidores?"

Este insigne anacoreta del siglo IV, es uno de los mejores ejemplos de la vida ascética, con la tendencia al retiro del mundo, y apartamiento a la soledad, que tanto predominó en ese tiempo.

Además, constituye una excelente prueba, del tránsito de una vida puramente solitaria, a la de comunidad o cenobítica, que se fue imponiendo a fines del siglo IV, y durante el siglo V. De él nos informa ampliamente, sobre todo, Paladio, en su Historia Lausíaca, que es la más antigua y fidedigna historia, del primer desarrollo del monacato.

Era originario de Alejandría, de donde se deriva el renombre, con que es generalmente conocido; pero es denominado asimismo el Joven, en contraposición a San Macario de Egipto, cuya fiesta celebramos el 15 de enero, llamado también el Viejo, aunque a decir verdad, ambos son casi rigurosamente contemporáneos.

Además, debe distinguírsele también de otros varios Macarios, célebres en los anales de la vida monástica, pues no puede olvidarse, que la palabra griega macarios, significa feliz o bienaventurado.

Así pues, Macario de Alejandría, antes de entregarse, a la vida del ascetismo cristiano, desempeñó hasta los cuarenta años, el oficio de mercader de frutos o confitería, que dio pie ya desde antiguo, a que sea considerado como patrono del ramo de los pasteleros.

En la flor de la edad, cuando contaba cuarenta años, siguiendo la corriente ascética del tiempo, se retiró a la vida solitaria, donde perseveró con indomable constancia, durante unos sesenta años, hasta su muerte. Ni la fecha de su nacimiento, ni la de su muerte nos son conocidas, pero debió nacer hacia el año 310, y morir hacia el 408, casi centenario.

De la misma suavidad de su trato, y de la alegría espiritual que irradiaba en torno suyo, es buen testimonio el siguiente hecho, referido por los historiadores, que aunque tal vez pertenezca, al mundo de las leyendas, es indudablemente el mejor símbolo del atractivo humano, de la virtud de Macario.

En efecto, atravesando el Nilo en cierta ocasión, junto con el otro Macario, el Viejo, se cruzaron con un grupo de oficiales del ejército, los cuales vivamente impresionados, por el porte alegre y la felicidad, que respiraban ambos anacoretas, decían los unos a los otros: "Es curioso como estos hombres, son tan felices en medio de su pobreza".

Oyendo esta expresión, Macario de Alejandría, se cuenta que repuso: "Tienes razón, al calificarnos de hombres felices, pues en verdad así lo atestigua nuestro nombre (Macario, palabra griega, significa feliz). Pues si somos felices, porque despreciamos el mundo, ¿no es justo que os consideréis vosotros como miserables, por ser sus servidores?"

El mismo relato, añade que estas palabras, unidas al ejemplo de los dos solitarios, produjeron tal efecto, en el jefe de aquel grupo, que volvió a su casa, distribuyó todo lo que poseía entre los pobres, y se hizo ermitaño.

Para que el ejemplo de su vida, fuera más humano y más completo, Dios permitió que fuera víctima de persecuciones, y aún de calumnias. Estas llegaron a tal extremo, que por algún tiempo, se vio forzado a abandonar su celda, y fue desterrado por la fe católica, por obra de Lucio, patriarca arriano de Alejandría.

Más aún. Dios permitió igualmente, que fuera su alma probada con la mayor obscuridad espiritual. Efectivamente, movido de su ansia de contemplación, refiere Paladio, que se encerró dentro de su celda, con el propósito de permanecer en ella, cinco días seguidos.

Los dos primeros días, se sintió inundado de dulzura celestial, pero al tercero se sintió acometido de tal turbación y guerra del enemigo, que se vio obligado a volver a su vida normal. Por esto, observaba él a sus discípulos, que Dios se retira en ciertas ocasiones, para que los hombres experimenten su propia debilidad, y reconozcan que la vida es una lucha.

Oración: Te pedimos Señor y Dios nuestro, que a imitación y por los méritos, de San Macario de Alejandría, podamos ser siempre felices y agradecidos, con todo lo que nos ofreces en Vida, llevando una Vida sobria y retirada, de las vanidades del mundo. A Tí Señor, que naciste en un establo, y tu cabeza no tenía donde reclinarse. Amén.

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