jueves, 23 de enero de 2020


23 de enero

San Ildefonso

Obispo de Toledo.  606- 669

"Tú eres mi capellán y fiel notario. Recibe esta casulla, la cual mi Hijo te envía desde su tesorería".

Nunca deja de bautizar, el que no cesa de purificar; y así, hasta el fin de los siglos, Cristo es el que bautiza, porque es siempre Él quien purifica”


San Ildefonso, pintado por el Greco

Breve
San Ildefonso nació en Toledo, España. Su tío era Eugenio, también de Toledo. Estudió en Sevilla bajo San Isidoro. Entró a la vida monástica, y fue elegido abad de Agalia, en el río Tajo, cerca de Toledo.

En el año 657, fue elegido arzobispo de esa ciudad. Unificó la liturgia en España; escribió muchas obras importantes, particularmente sobre la Virgen María.

San Ildefonso tenía una profunda devoción a la Inmaculada Concepción, doce siglos antes, de que se proclamara solemnemente este dogma. Ella le favoreció con grandes milagros.

Milagro del encuentro con la Virgen
Una noche de diciembre, él, junto con sus clérigos y algunos otros, fueron a la iglesia, para cantar himnos en honor a la Virgen María.

Encontraron la capilla, que estaba brillando con una luz tan deslumbrante, que sintieron temor. Todos huyeron, excepto Alfonso y sus dos diáconos. Estos entraron, y se acercaron al altar. Ante ellos, se encontraba la Virgen María, La Inmaculada Concepción, sentada en la silla del obispo, rodeada por una compañía de vírgenes, entonando cantos celestiales. María le hizo seña con la cabeza, para que se acercara.

Habiendo obedecido, ella fijó sus ojos sobre él, y le dijo: "Tú eres mi capellán y fiel notario. Recibe esta casulla, la cual mi Hijo te envía desde su tesorería". Habiendo dicho esto, la Virgen misma lo invistió, dándole las instrucciones de usarla, solamente en los días festivos, designados en su honor.

Esta aparición y la casulla, fueron pruebas tan claras, que el concilio de Toledo, ordenó un día de fiesta especial, para perpetuar su memoria. El evento aparece documentado en el Acta Sanctorum, como El Descendimiento de la Santísima Virgen y de su Aparición.

En la catedral, los peregrinos pueden aun observar la piedra, en que la Virgen Santísima puso sus pies, cuando se le apareció a San Ildefonso.

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OFICIO DE LECTURA
En el bautismo, Cristo es quien bautiza
Del libro de san Ildefonso, obispo, sobre el conocimiento del bautismo

Vino el Señor, para ser bautizado por el siervo Juan. Por humildad, el siervo lo apartaba, diciendo: “Soy yo el que necesita que tú me bautices, ¿y tú acudes a mí?”. Pero por justicia, el Señor se lo ordenó, respondiendo: “Déjalo ahora. Está bien que cumplamos así, todo lo que Dios quiere”.
Después de esto, declinó el bautismo de Juan, que era bautismo de penitencia, y sombra de la verdad, y empezó el bautismo de Cristo, que es la verdad, en el cual se obtiene la remisión de los pecados, aun cuando no bautizase Cristo, sino sus discípulos.

En este caso, bautiza Cristo, pero no bautiza. Y las dos cosas son verdaderas: bautiza Cristo, porque es Él quien purifica, pero no bautiza, porque no es Él quien baña. Sus discípulos en aquel tiempo, ponían las acciones corporales de su ministerio, como hacen también ahora los ministros, pero Cristo ponía el auxilio de su majestad divina.

Nunca deja de bautizar, el que no cesa de purificar; y así, hasta el fin de los siglos, Cristo es el que bautiza, porque es siempre Él quien purifica.

Por tanto, que el hombre se acerque con fe, al humilde ministro, ya que éste está respaldado, por tan gran maestro. El maestro es Cristo. Y la eficacia de este sacramento, reside no en las acciones del ministro, sino en el poder del maestro, que es Cristo.

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ORACIÓN A MARIA
De San Ildefonso de Toledo
(del Libro de la perpetua virginidad de Santa María)

A Ti acudo, única Virgen y Madre de Dios. Ante la única que ha obrado, la Encarnación de mi Dios, me postro.

Me humillo, ante la única que es madre de mi Señor. Te ruego que por ser la Esclava de tu Hijo, me permitas consagrarme a Tí y a Dios, ser tu esclavo y esclavo de tu Hijo, servirte a Tí, y a tu Señor.

A Él sin embargo, como a mi Creador, y a Tí como madre de nuestro Creador; a Él como Señor de las virtudes, y a Tí como esclava del Señor de todas las cosas; a Él como a Dios, y a Tí como a Madre de Dios.

Yo soy tu siervo, porque mi Señor es tu Hijo. Tú eres mi Señora, porque eres esclava de mi Señor.

Concédeme, por tanto esto, ¡oh Jesús Dios, Hijo del hombre!: creer del parto de la Virgen, aquello que complete mi fe en tu Encarnación; hablar de la maternidad virginal, aquello que llene mis labios de tus alabanzas; amar en tu Madre, aquello que Tú llenes en mí con tu amor; servir a tu Madre, de tal modo que reconozcas, que te he servido a Ti; vivir bajo su gobierno, en tal manera que sepa, que te estoy agradando, y ser en este mundo, de tal modo gobernado por Ella, que ese dominio me conduzca, a que Tú seas mi Señor en la eternidad.

¡Ojalá yo, siendo un instrumento dócil, en las manos del sumo Dios, consiga con mis ruegos, ser ligado a la Virgen Madre, por un vínculo de devota esclavitud, y vivir sirviéndola continuamente!.

Pues los que no aceptáis, que María sea siempre Virgen; los que no queréis reconocer a mi Creador por Hijo suyo, y a Ella por Madre de mi Creador; si no glorificáis a este Dios, como Hijo de Ella,  tampoco glorificáis como Dios, a mi Señor.

No glorificáis como Dios a mi Señor, los que no proclamáis bienaventurada, a la que el Espíritu Santo, ha mandado llamar así, por todas las naciones; los que no rendís honor, a la Madre del Señor, con la excusa de honrar a Dios, su Hijo.

Sin embargo yo, precisamente por ser siervo de su Hijo, deseo que Ella sea mi Señora, para estar bajo el imperio de su Hijo; quiero servirle a Ella, para probar que soy siervo de Dios; busco el testimonio del dominio sobre mí de su Madre, para ser servidor de Aquel, que engendra eternamente al Hijo; deseo servir fielmente, a la que lo ha engendrado como hombre.

Pues el servicio a la Esclava, está orientado al servicio del Señor; lo que se da a la Madre, redunda en el Hijo; lo que recibe la que nutre, termina en el que es nutrido; y el honor que el servidor rinde a la Reina, viene a recaer sobre el Rey.

Por eso me gozo en mi Señora, canto mi alegría a la Madre del Señor; exulto con la Sierva de su Hijo, que ha sido hecha Madre de mi Creador; y disfruto con Aquélla, en la que el Verbo se ha hecho carne.
Porque gracias a la Virgen, yo confío en la muerte de este Hijo de Dios, y espero que mi salvación y mi alegría, venga de Dios siempre y sin mengua ahora, desde ahora, y en todo tiempo, y en toda edad, por los siglos de los siglos. Amén.

Oración: Dios Todopoderoso y Eterno, que hiciste a San Ildefonso, insigne defensor de la virginidad de María, concede a los que creemos en este privilegio de la Madre de tu Hijo, sentirnos amparados por su poderosa y maternal intercesión, y así preservar la pureza interior, que a Tí te place. Por nuestro Señor Jesucristo, que Vive y Reina, por los Siglos de los Siglos. Amén.

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