2
de Enero
San
Gregorio Nacianceno
Doctor
de la Iglesia
(330-390)
(330-390)
"Gregorio
nos enseña, ante todo, la importancia y la necesidad de la oración".
Papa Benedicto XVI
«Es
necesario acordarse de Dios, con más frecuencia de lo que
respiramos».
«En
la oración, tenemos que dirigir nuestro corazón a Dios, para
entregarnos a Él, como ofrenda que debe ser purificada y
transformada»
Breve
San Gregorio Nacianceno, Llamado el Demóstenes cristiano, por su elocuencia, y en la iglesia Oriental le dicen "el teólogo", por la profundidad de su doctrina, y el encanto de su elocuencia.
San Gregorio Nacianceno, Llamado el Demóstenes cristiano, por su elocuencia, y en la iglesia Oriental le dicen "el teólogo", por la profundidad de su doctrina, y el encanto de su elocuencia.
Es
uno de los Padres Capadocios, muy cercano a los hermanos San Basilio
y San Gregorio de Nicea, ambos llamados "Padres Capadocios",
con quienes cooperó para derrotar la herejía arriana. Es uno de los
cuatro grandes Doctores de la Iglesia Griega.
Enseñanza
y escritos: 45 discursos, 244 cartas, y 400 o más poemas.
En la iconografía aparece como obispo oriental, con el palio y un libro.
En la iconografía aparece como obispo oriental, con el palio y un libro.
No
confundir con su amigo, San Gregorio de Nisa.
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Nació
en Nacianzo, Cappadocia (hoy en Turquia), el mismo año que su gran
amigo San Basilio.
Perteneció
a una familia de santos: Su padre fue un judío converso, Obispo de
Nacianzo por 45 años (San Gregorio El Mayor); su madre, Santa Nona.
Sus hermanos, Santos Cesáreo y Gorgonia.
Estudió
en Cesarea, en Palestina, donde conoció a San Basilio. Estudió
leyes por diez años en Atenas. Entre sus compañeros de estudio,
estaban San Basilio, y el futuro emperador, Julián el Apóstata.
Gregorio volvió a Nacianzo a los 30 años, aproximadamente, y se
unió a San Basilio por 2 años, en vida solitaria.
Aunque
prefería esa vida, regresó para ayudar a su padre anciano, en la
administración de la diócesis. Fue ordenado contra su voluntad por
su padre, en el año 362. Huyó para volver a la vida monacal con San
Basilio. Pero a las 10 semanas, regresó a sus responsabilidades,
como sacerdote. Escribió una apología, sobre las responsabilidades
del sacerdote.
Alrededor
del 372, fue consagrado obispo por San Basilio de Sasima, pero no lo
aceptó. Siguió como coajuntor de su padre. Esto causó la ruptura
de la amistad entre Basilio y Gregorio, pero se reconciliaron
después.
Se
retiró por 5 años, a un monasterio en Seleucia, Isauria. Al morir
el emperador Valente, se mitigó la persecución de los ortodoxos, y
un grupo de obispos, lo invitaron a Constantinopla. La ciudad, había
sido dominada por 30 años por los arrianos. Fue nombrado obispo.
Sufrió mucho por las difamaciones y
persecuciones de los arrianos, y otros herejes.
El
Concilio de Constantinopla, estableció y confirmó las conclusiones
de Nicea. Poco después de su consagración como obispo de
Constantinopla, sus enemigos pusieron en duda, la validez de su
elección, en el año 381. Él, para restaurar la paz, renunció.
Volvió
a Nacianzo, donde la sede estaba vacante, y administró la diócesis,
hasta que eligieron a un sucesor. Alrededor del año año 384, se
retiró. Fue entonces que escribió sus famosos poemas, y su
autobiografía. Murió en Nacianzo, 25 de enero del año 389 o 390.
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San
Gregorio Nacianceno sobre la oración
Benedicto
XVI, 22 Agosto, 2007
"Gregorio
nos enseña, ante todo, la importancia y la necesidad de la oración"
El
obispo de Nacianzo decía: «es necesario
acordarse de Dios, con más frecuencia de lo que respiramos».
«En
la oración, tenemos que dirigir nuestro corazón a Dios, para
entregarnos a Él, como ofrenda que debe ser purificada y
transformada»
«En
la oración, vemos todo a la luz de Cristo; dejamos caer nuestras
máscaras, y nos sumergimos en la verdad, y en la escucha de Dios,
alimentando el fuego del amor».
«Gregorio
experimentó el empuje del alma, la vivacidad de un espíritu
sensible, y la inestabilidad de la felicidad efímera. Para él, en
el drama de una vida, sobre la que pesaba la conciencia de su propia
debilidad, y de su propia miseria, siempre fue más fuerte la
experiencia del amor de Dios».
«Tienes
una tarea --nos dice San Gregorio también a nosotros--, la tarea de
encontrar la verdadera luz, de encontrar la verdadera altura de tu
vida. Y tu vida consiste, en encontrarte con Dios, que tiene sed de
nuestra sed»
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Oficio
de Lectura, XXXI viernes del Tiempo Ordinario
Santa
y piadosa, es la idea de rezar por los muertos
San Gregorio Nacianceno
San Gregorio Nacianceno
Sermón
7, en honor de su hermano Cesáreo 23-24
¿Qué
es el hombre, para que te ocupes de él?. Un gran misterio me
envuelve y me penetra. Pequeño soy, y al mismo tiempo, grande,
exiguo y sublime, mortal e inmortal, terreno y celeste. Con
Cristo soy sepultado, y con Cristo debo resucitar; estoy
llamado a ser coheredero de Cristo, e hijo de Dios; llegaré incluso
a ser Dios mismo.
Esto
es lo que significa nuestro gran misterio; esto es lo que Dios nos ha
concedido, y para que nosotros lo alcancemos, quiso hacerse hombre;
quiso ser pobre, para levantar así la carne postrada, y dar la
incolumidad al hombre, que Él mismo había creado a su imagen; así
todos nosotros llegamos a ser uno en Cristo, pues Él ha querido, que
todos nosotros lleguemos a ser, aquello mismo que Él es con toda
perfección.
Así
entre nosotros, ya no hay distinción entre hombres y mujeres,
bárbaros y escitas, esclavos y libres, es decir, no queda ya ningún
residuo ni discriminación de la carne, sino que brilla sólo en
nosotros, la imagen de Dios, por quien y para quien, hemos sido
creados, y a cuya semejanza, estamos plasmados y hechos, para que nos
reconozcamos siempre, como hechura suya.
¡Ojalá
alcancemos un día, aquello que esperamos de la gran munificencia, y
benignidad de nuestro Dios!. Él pide cosas
insignificantes, y promete en cambio, grandes dones, tanto en este
mundo como en el futuro, a quienes lo aman sinceramente.
Sufrámoslo
pues todo por Él, y aguantémoslo todo, esperando en Él; démosle
gracias por todo. Él sabe ciertamente, que con frecuencia, nuestros
sufrimientos son un instrumento de salvación; encomendémosle
nuestras vidas, y las de aquellos, que habiendo vivido en otro tiempo
con nosotros, nos han precedido ya en la morada eterna.
¡Señor
y hacedor de todo, y especialmente del ser humano!. ¡Dios, Padre y
guía de los hombres que creaste!. ¡Árbitro de la vida y de la
muerte!. ¡Guardián y bienhechor de nuestras almas!. ¡Tú que lo
realizas todo en su momento oportuno, y por tu Verbo, vas llevando a
su fin todas las cosas, según la sublimidad de aquella sabiduría
tuya, que todo lo sabe y todo lo penetra!. Te pedimos que recibas
ahora en tu reino a Cesáreo, que como primicia de nuestra comunidad,
ha ido ya hacia Tí.
Dígnate
también, Señor, velar por nuestra vida, mientras moramos en este
mundo, y cuando nos llegue el momento de dejarlo, haz que lleguemos a
Tí, preparados por el temor que tuvimos de ofenderte, aunque no
ciertamente poseídos de terror.
No
permitas Señor, que en la hora de nuestra muerte, desesperados y sin
acordarnos de Tí, nos sintamos como arrancados y expulsados de este
mundo, como suele acontecer con los hombres, que viven entregados a
los placeres de esta vida, sino que por el contrario, alegres y bien
dispuestos, lleguemos a la vida eterna y feliz, en Cristo Jesús,
Señor nuestro, a quien sea la gloria, por los siglos de los siglos.
Amén.
Oración:
Te pedimos Señor y Dios nuestro, que nos concedas
siempre a los cristianos, el poder de la Oración que le otorgaste a
San Gregorio Nacianceno, a fin de poder vivir, y propagar en los
corazones, la verdad del Evangelio. A Tí Señor, que eres la
Sabiduría, y Horno Espiritual Eterno, y Vives y Reinas, por los
Siglos de los Siglos. Amén.
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