25 de Enero de 2024
Beato Manuel Domingo y Sol
(1836 - 1909)
Llamado por Pablo VI el “Santo apóstol de las vocaciones”
Nacimiento 1 de abril de 1836 en Tortosa, Tarragona, España
Fallecimiento 25 de enero de 1909 en Tortosa, Tarragona, España
Beatificación 29 de marzo de 1987, Ciudad del Vaticano por el Papa Juan Pablo II
Festividad
29 de enero en la Iglesia Universal adaptada al 02 de Junio,
fecha de su ordenación sacerdotal, en Argentina, Brasil y Perú.
Fundador de “la Hermandad de Sacerdotes Operarios
Diocesanos del Corazón de Jesús”.
Tres palabras resumen
los objetos principales de la Hermandad desde su
inicio:
“Vocación”
“Juventud”
“Eucaristía”
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Manuel
Domingo y Sol: fue un sacerdote diocesano español, que quería
entregar su vida y su corazón radicalmente, en todos los campos de
la gloria de Dios; misionero diocesano, acompaño a jóvenes y
obreros, religiosas, en fin, no tenia otro deseo que estar presente,
donde hiciera falta, y hubiera mayor necesidad.
Así fue que,
precisamente pensando y rezando, las urgencias más notorias de su
época, Dios le inspiró fundar “la Hermandad de Sacerdotes
Operarios Diocesanos”; una pequeña fraternidad de sacerdotes
diocesanos, unidos por el vinculo de la Caridad, viviendo en
fraternidad, equipos de vida y trabajo, para poder servir a los
jóvenes, y las vocaciones en diferentes países del mundo.
Es
también conocido como Don Manuel; “Don” se llama habitualmente,
a los sacerdotes en España o Mosén Sol, como los llaman en su
tierra natal. Para nosotros es más familiar P. Manuel Domingo y Sol
o Beato Manuel Domingo y Sol.
Fue beatificado por Juan Pablo
II el 29 de marzo de 1987.
Biografía
Comienzos
Manuel
Domingo y Sol nació en Tortosa (Tarragona – España), el día 1 de
abril del año 1836. Su vida entera, fue una pasión ardiente por el
sacerdocio, y lo vivió con toda intensidad. Le atraían, a la vez,
todas las facetas de la vocación sacerdotal: “una ilusión
santa, parecía querernos lanzar al mismo tiempo a todos los campos”,
confesaba en cierta ocasión.
A la edad de 15 años, ingresó
en el seminario diocesano. Fue ordenado sacerdote en Tortosa, el día
2 de junio de 1860 a la edad de 24 años. Celebró su primera Misa,
en la Iglesia de San Blas, el día 9 de junio de 1860. Su primer
destino fue en La Aldea, un pequeño pueblito de Tortosa, el 7 de
marzo de 1862, y un año más tarde se hace cargo de la parroquia de
Santiago de Tortosa.
Durante los primeros 13 años de su
sacerdocio: fue misionero diocesano, párroco, confesor de Religiosas
–levantó tres conventos de religiosas de clausura- y profesor del
Instituto de Tortosa. Se dedicó, sobre todo, al apostolado con la
juventud. Construyó un Centro para jóvenes, y fundó la primera
revista juvenil católica de España, El Congregante.
Pero
nada de esto colmaba sus aspiraciones. Necesitaba un punto de apoyo
definitivo, para aunarlo todo, influir en todo, y recrear todo, en la
perspectiva del Reino de Dios. Dios respondió a sus deseos.
El
Señor, sin merecerlo, sin advertirlo nosotros casi, sin pensarlo ni
poderlo prever, descorrió la cortina, y le mostró un campo
vastísimo, de resultados indudables, campo en el cual, y con una
vida puramente sacerdotal, pudiéramos impulsar conjuntamente, todos
los intereses de su máxima gloria, que nuestra imaginación y
nuestro celo pastoral, pudiera soñar jamás.
La formación
de los futuros sacerdotes
Un día del mes de febrero de
1873, Don Manuel se encontró con el seminarista Ramón Valero, pobre
y humilde, que vivía de la limosna, comía de lo que le daban, o del
basurero de la ciudad, junto con otros seminaristas pobres,
estudiaban a la luz de vela, y dormían donde los agarraba la noche,
o donde por caridad les daban un colchón, y un plato de sopa.
El
Seminario de Tortosa, había sido destrozado por la Revolución del
año 1868 en España, y los pocos seminaristas que aún quedaban,
vivían diseminados por la ciudad, con hambre y sin formación. Ramón
Valero contó a don Manuel, las estrecheces en que vivía, sin pan,
sin luz para estudiar, sin acompañamiento de ningún tipo.
Don
Manuel vio muy claro y para siempre: la clave de sus anhelos, era dar
pan y cariño, ilusión sacerdotal, y formación adecuada a los
futuros sacerdotes. Había encontrado la "perla preciosa"
de la parábola, y vendió todas las cosas para comprarla. Desde
entonces, vivió convencido, de que “la formación de los
sacerdotes, es lo que podríamos decir “la llave de la cosecha”,
en todos los campos de la gloria de Dios. “Nosotros más que
apóstoles parciales, hemos de ser moldeadores y formadores de
apóstoles”, decía a sus operarios.
En el mes de
septiembre de 1873, comenzó la tarea ingente de su vida, con la
humilde “Casa de San José”, donde reunió a 24 seminaristas
pobres. Muy pronto hubo de adquirir, una casa más amplia, para los
98 jóvenes que tenía en el año 1876. El día 11 de abril de 1878,
puso la primera piedra, del nuevo “Colegio de San José para
Vocaciones Sacerdotales”, y lo inauguró el 11 de abril de 1879
con 300 jóvenes seminaristas pobres. Educaba y mantenía, además,
gratuitamente, a otros 100 seminaristas, en el Palacio de San
Rufo.
La fundación de la hermandad
Durante los
primeros años de funcionamiento, del Colegio de San José, D. Manuel
fue madurando ideas, y vio que los esfuerzos individuales, no tenían
garantía de continuidad a lo largo del tiempo: el hombre pasa, y los
problemas permanecen. Quería dar consistencia a su "Obra",
e irradiar su actividad a otras diócesis.
Así, el 29 de
enero de 1883, después de celebrar la Santa Misa, recibió la
inspiración de Dios, y “estuvo dos días meditando
profundamente, aquella percepción sobrenatural”. Vio con
claridad, la fundación de una Hermandad de Sacerdotes Operarios
Diocesanos, que con acentuado espíritu de Reparación, se dedicaría
a la formación de futuros sacerdotes.
La Hermandad, será
aprobada por el Obispo de Tortosa, el día 17 de mayo del año 1883.
Con un puñado de sacerdotes buenos y entregados, don Manuel se
sintió capaz de llevar a cabo su empresa.
Los colegios de
San José
La situación de los Seminarios españoles, en
esa época, era bastante precaria: “No es posible comprender, cómo
estaba la formación de los jóvenes en mi época, y algo anterior, y
bastante posteriormente, en estudios, en espiritualidad,
acompañamiento personal, comunitario, y también en ayudar a
descubrir, quien quería ser sacerdote, porque descubría el llamado
de Dios, desde los gritos del dolor y del amor en el mundo donando su
vida gratuitamente, “vocación”, o porque querían garantizarse
el estudio, una carrera o simplemente tener un plato de comida en la
mesa”.
Don Manuel supo equilibrar positivamente, el nivel
vocacional de los jóvenes, en todas las dimensiones de la formación
sacerdotal: espiritual, humano, afectivo, pastoral, intelectual y
comunitario, de tal manera que resaltaba la formación, dada en el
Colegio de Vocaciones, y comenzaron a llover sobre él, peticiones de
los Obispos, para que los Sacerdotes Operarios, fueran a sus
diócesis. El sello de don Manuel y los operarios, estaba marcado en
el estilo: cercano, humano, comprometido y familiar.
Así la
Hermandad, hoy presente en 12 países y 3 continentes, fue asumiendo
a lo largo de su historia, infinidad de Seminarios Diocesanos, en
diferentes países, a lo largo de todos estos años hasta
hoy.
Actualmente estamos presentes en seminarios diocesanos
en: Angola y el Congo en África; en Cáceres, Las Palmas y Plasencia
en España; Evora en Portugal; en Santiago de Cuba, Cuba; Grand
Terrace, California, EEUU; Colima, Lázaro Cárdenas y Linares en
México; Caracas y Ciudad Bolívar en Venezuela; Jujuy, en Argentina;
Palmas en Brasil y Huancayo en Perú, junto al Colegio Español de
Roma fundado por Don Manuel, donde sacerdotes, especialmente de
España, realizan estudios superiores de Licenciatura y Doctorado, y
en los últimos años el Colegio Venezolano de Roma que tiene el
mismo fin.
En Argentina, Venezuela, México, Washington,
Salamanca y el Congo, tenemos casa de formación para los futuros
operarios, en sus primeras etapas de discernimiento y acompañamiento,
y desde el 2008 en México, funciona el Teologado común, donde
seminaristas operarios de los diferentes países, realizan la última
etapa formativa, de cara al sacerdocio en Hermandad.
Además
de los seminarios, y siempre fieles en la intención, de seguir
profundizando y respondiendo, a los signos de los tiempos, desde la
inspiración de Dios en don Manuel, en cada momento de nuestra breve
historia, la Hermandad fue asumiendo también otros ámbitos como
parroquias, que sin descuidar lo propio de ellas, quiso siempre tener
en cuenta la clave juvenil y vocacional de las mismas, hoy presentes
en casi todos los países donde esta la hermandad.
C.O.Vs,
Centros de Orientación Vocacional; espacios pensados para que los
jóvenes desde la adolescencia hasta realizar una opción de vida
puedan ser protagonistas de sus proyectos de vida viviéndolo y
discerniéndolo en comunidades juveniles, con instancias de
formación, de reflexión y misión.
IPVs, Institutos de
pastoral vocacional desde donde operarios, religiosos y laicos
trabajando juntos reflexionan, investigan y publican, a partir del
fenómeno juvenil, en las diferentes vocaciones y estados de
vida.
Colegios en clave pastoral, en Tucumán y Buenos Aires
en Argentina y en Salamanca y Valencia en España. También tienen
gran importancia, en nuestro carisma, los Centros de reparación
eucarística en Tortosa y en México.
Otras obras no menos
importantes son el colegio Español de Múnich, hoy centrado en
acoger laicos y sacerdotes, que quieran realizar estudios de grado y
pos grado en Alemania, la Revista Seminarios, la Editorial Sígueme y
La Casa de la Biblia, estas últimas con sede en España.
Su
legado espiritual
Tres palabras resumen los objetos
principales de la Hermandad desde su
inicio:
“Vocación”
“Juventud”
“Eucaristía”
La
espiritualidad del Beato Manuel Domingo y Sol, se cifra en el
espíritu de Reparación al Corazón de Jesús, principalmente en la
vivencia de la Eucaristía. Era un ardiente enamorado de la
Eucaristía.
Decía: “una de las cosas que nos
avergonzarían en el cielo, si pudiese haber confusión, sería el
pensar que le hemos tenido en la tierra, y no nos absorbió toda la
vida, todo nuestro corazón”. Legó a la Hermandad ese espíritu,
como uno de sus fines principales.
Este amor a Jesús en la
Eucaristía, este espíritu de Reparación, es el manantial de su
entrega, para trabajar en la delicada y difícil misión, de formar a
los futuros sacerdotes. Escribe: “si descendiéramos al fondo,
al manantial de los sentimientos de nuestra espiritualidad, tal vez
encontraríamos, lo que no habíamos reparado ni discurrido: que el
origen de nuestro deseo por el bien, y promoción de las vocaciones
sacerdotales, de que Dios tenga muchos y buenos sacerdotes, ha sido
nuestro instintivo amor a Jesús eucarístico”.
Eucaristizar
nuestra vida y nuestras obras, será entonces uno de nuestros grandes
anhelos y desafíos.
Este amor a Jesucristo en la Eucaristía,
le hacía arder en ansias de levantar Templos de Reparación. Pudo
aceptar el Templo Nacional Expiatorio de San Felipe de Jesús, en
México, el año 1889.
Pero su ilusión era levantar uno en
cada diócesis. El año 1903, pudo realizar el sueño de edificar el
nuevo Templo de Reparación en Tortosa, donde en abril de 1926, se le
erigió un mausoleo en el que descansan sus restos mortales.
Dice
su última misa, el 18 de enero de 1909. Muere el día 25 de enero de
1909, dejando a los 75 operarios que componían la Hermandad, 10
colegios de vocaciones, 17 seminarios, 2 templos de reparación, y el
Colegio Español de Roma.
Es declarado venerable por el Papa
Pablo VI, el 4 de mayo de 1970, con la denominación de "Santo
Apóstol de las Vocaciones". El 29 de marzo de 1987 es
beatificado por el Papa Juan Pablo II.
El 29 de enero de 2008,
día de la fundación de la Hermandad, y en que la Iglesia Universal
recuerda a don Manuel, comenzaron los actos del I Centenario de su
muerte, con una Eucaristía, en el Templo de Reparación de Tortosa,
presidida por el Obispo de Tortosa, y el Director General de la
Hermandad, Rvdo. Padre Ángel Pérez Pueyo.
Finalmente, el día
22 de mayo de 2008, Solemnidad del Corpus Domini, la Hermandad
recibió de su Santidad, el Papa Benedicto XVI, el decreto de
erección como “Asociación clerical, internacional y pública”
Su idea original, no encontró adecuada aceptación canónica,
durante la vida de Don Manuel. La Hermandad, en sus ya 129 años de
andadura, ha ensayado diversas fórmulas, anhelando siempre “ser
sacerdotes, y nada más que sacerdotes, y santos; y trabajar cuanto
podamos por la gloria de Dios, y, a ser posible, en unión de
otros”.
En julio de 2008, durante el transcurso de la
XXI Asamblea General de la Hermandad de Sacerdotes Operarios
Diocesanos, fue elegido sucesor de don Manuel, como Director General
el Rvdo. D. Jesús Rico García.
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