17 De Enero de 2024
Santa Roselina de Fréjus
Virgen
(1263
- 1329)
En
Fréjus, ciudad de la Provenza, Santa Roselina, priora de
Celle-Roubaud, de la Orden Cartuja, que se distinguió, por su
abnegación y su austeridad en la comida, el sueño y el
ayuno.
Nació en Château d´Arcs en Provenza (Francia) el 27
de enero del año 1263, dentro de la nobilísima familia provenzal de
los Villeneuve. Sus padres, el barón Arnaldo des Arcs y de Trans, y
su madre Sibilla de Sabran, le procuraron una educación
cristiana.
Si bien la santidad puede ser evidente en las
personas a cualquier edad, pues la Providencia es quien dispone, en
Roselina fue verdaderamente precoz. Los biógrafos, amantes de lo
maravilloso, relatan que Roselina no sólo comparte el nombre con
Santa Rosa de Viterbo, sino también un prodigio... floral.
Narran
que, mientras llevaba a escondidas pan para dar a los pobres, fue
sorprendida por su padre quien le preguntó qué cosa escondía; ella
respondió que eran flores, y cuando abrió su delantal,
efectivamente, apareció un ramo de rosas. Un prodigio similar es
narrado también en la vida de la santa de Viterbo.
Roselina
tuvo que vencer, la tenaz oposición de sus padres, para poder
consagrarse a Dios. Había sido educada por las religiosas de Santa
Clara, pero encontró su propia vocación, en la regla de los
cartujos.
Parece haber entrado a los veinticinco años, en el
convento de Bertrand. Doce años más tarde, fue nombrada superiora
de Celle Roubaud, en la Provenza, donde murió el 17 de enero de
1329. Algunas veces, pasó hasta una semana sin probar alimento. Se
castigaba con rudísimas disciplinas, y jamás dormía más de tres o
cuatro horas.
Acostumbraba repetir a sus religiosas, las
terribles palabras del Señor: «No os conozco» ... para que
un día fuesen recibidas en el cielo con las palabras: «Venid,
benditas de mi Padre».
Cuando se le preguntaba a
Roselina, cuál era el medio más seguro para ganar el cielo,
replicaba: «El conocimiento de sí mismo».
La santa
tenía frecuentes visiones y éxtasis, y poseía un don
extraordinario, para leer en los corazones. Su cuerpo resplandecía
con extraordinaria belleza, después de su muerte, y no presentaba
señal alguna de corrupción. Cinco años después, se encontraba
todavía, en perfecto estado de conservación, y el clérigo que
presidió la exhumación, al ver el brillo de los ojos, ordenó que
los depositasen, en un relicario separado. Cien años más tarde, el
cuerpo de la beata seguía incorrupto, y, en 1644, los ojos no habían
perdido nada de su brillo. El culto de Roselina fue confirmado en
1851.
Ver Acta Sanctorum, 11 de junio; Le Couteulx, Annales
Ordinis Cartusiensis, vol. V, pp. 262-268; Villenueve-Flayose,
Histoire de Ste. Roseline de Villenueve (1866).
Fuente: «Vidas
de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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