24 De Enero de 2024
Beata Paula Gambara Costa
Viuda
(1463 -
1515)
En
Binaco, cerca de Milán, en la Lombardía, beata Paula Gambara Costa,
viuda, que perteneció a la Tercera Orden Regular de San Francisco, y
se distinguió por la paciencia con que soportó, a su violento
esposo hasta lograr su conversión, así como por la caridad
exquisita que demostró hacia los pobres.
Paula nació el 3 de
marzo de 1463, en Brescia, al norte de Italia, de padres nobles y
piadosos, Giampaolo Gambara y Catalina Bevilacqua. Con ocasión de su
nacimiento, la familia repartió ayudas a instituciones benéficas, y
a familias pobres.
La joven recibió una buena educación, y
fue orientada espiritualmente por el franciscano Andrés de Quinzano.
Desde la adolescencia, fue muy admirada por su belleza, y sobre todo,
por el equilibrio y profundidad de sus virtudes cristianas.
A
pesar de su tendencia, a la vida de oración y de recogimiento, sus
padres la dieron en matrimonio, siendo muy joven, al conde Ludovico
Antonio Costa, señor de Bene Vagienna (Cúneo).
Después de
unas nupcias principescas, y de una entrada fastuosa en Piamonte,
pues en Turín, fueron acogidos por el mismo jefe del estado, el
duque Carlos I de Saboya, establecieron su domicilio conyugal, en el
señorío del esposo. Pronto tuvieron un hijo, a quien llamaron Juan
Francisco.
Al principio, Paula siguió llevando el estilo de
vida espiritual y piadosa, del ambiente de su casa, aunque en un
nuevo contexto de lujo y disipación. Pero, poco a poco, teniendo que
participar en la vida de sociedad, se fue dejando conquistar por el
fausto, y la ostentación, de los usos y costumbres del mundo que la
envolvía.
La Providencia, sin embargo, velaba por ella, y no
tardó en reconducirla al buen camino. En efecto, para su futuro
espiritual, fue decisivo el encuentro con el beato Ángel Carletti de
Chivasso, sacerdote franciscano piamontés, figura eminente en su
Orden, y predicador afamado, a quien escuchó predicar, y a quien
confió la guía de su alma.
Bajo su dirección, Paula,
abandonando los usos y costumbres mundanos, que había ido adoptando
después de su matrimonio, se volvió a la vida interior y devota de
su adolescencia; pero lejos de refugiarse en la huida, o desprecio
del mundo para hacer penitencia, se comprometió a vivir su
conversión, permaneciendo en el mundo, en el lugar a que la había
llevado la Providencia, y en medio de la gente de su clase y
condición.
Allí, según su director espiritual, tenía que
demostrar, que es posible vivir de manera coherente con la fe y el
Evangelio, en cualquier ambiente y circunstancias. Entró a formar
parte de la Tercera Orden de San Francisco, y desde entonces, se
consagró a cuidar más de los pobres y necesitados. Entre los años
1493-1503 hubo una hambruna, que dio ocasión a Paula, para ejercitar
la generosidad con los muchos indigentes, que acudían a sus
puertas.
El esposo, que no comprendía ni aprobaba, el cambio
operado en su mujer, se volvió más soberbio, avaro, duro, disoluto;
Paula estuvo como prisionera, y no pocas veces, el conde la
maltrataba a golpes, bofetadas e inclusive patadas; se volvió cruel
hacia ella, y la humilló hasta el extremo, dando pie a que la misma
servidumbre, no tuviera respeto alguno a su señora.
Ludovico,
que tenía una amante, acabó acogiéndola en su propia casa, por más
de diez años, a la vista de su mujer, de los domésticos y de la
gente del entorno. Paula, aconsejada por el beato Ángel, no explotó
y simplemente se resignó; reaccionó, sí, pero no como enemiga o
víctima, sino como esposa enamorada, y preocupada por salvar a su
marido, de las redes pasionales que lo aprisionaban, y lo llevaban a
la perdición.
En 1504, la amante del conde, enfermó
gravemente y todos la abandonaron. Solamente Paula se dedicó a
cuidarla, y la preparó para morir reconciliada con
Dios.
Finalmente, el sacrificio y comportamiento de Paula,
dieron su fruto: el conde comprendió, la calidad humana y espiritual
tan elevada de su esposa, se convirtió de su vida disipada, y le
permitió a Paula llevar externamente el hábito franciscano, y
practicar libremente sus obras de piedad y de caridad.
Sucedió
que el conde cayó gravemente enfermo, y ella lo cuidó, como esposa
amante y enfermera suya; además, en sus oraciones, lo encomendó al
beato Ángel, que había fallecido en Cúneo.
Ludovico se
curó, y fue en peregrinación, a visitar la tumba del Beato; el
relato de esta curación, se incluyó en las actas, para la
beatificación del P. Ángel. Cuando más tarde, Paula quedó viuda,
se dedicó con total entrega, a educar al hijo, y a asistir a los
pobres y enfermos.
Muchas veces el Señor premió su caridad
con prodigios. Murió en Bene Vagienna (Cúneo), donde había vivido
de casada, el 24 de enero de 1515.
El pueblo la veneró de
inmediato, apreciando en ella, sobre todo, su modo de vivir el
matrimonio con aquel marido; en su tierra natal subsiste el dicho:
«Ha sido probada como la beata Paula». Su culto inmemorial
fue confirmado por el papa Gregorio XVI, el 14 de agosto de 1845.
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