15 de Enero 2024
San Francisco Fernández de Capillas
Misionero
y Mártir
(1607 - 1648)
Testigo
de Jesucristo y de su evangelio en palabras, acciones y vida
entregada.
San Francisco Fernández Capillas, formado en el
convento de Valladolid, se embarca a través de México rumbo al
Extremo Oriente junto a treinta compañeros más.
Se ordenará
sacerdote en Manila, donde permanecerá algunos años ejerciendo su
ministerio, hasta que en 1642 parte para China en una misión
evangelizadora que le costará la vida. En 1646 es detenido, y
después de dos años de prisión y torturas es decapitado el 5 de
enero de 1648.
Perfil biográfico
San Francisco
Fernández Capillas, nace el 15 de agosto de 1607, en Baquerín de
Campos, (Palencia-España). Es el menor de cinco hermanos; estudió
desde niño en Palencia, donde conoció a los dominicos, y descubrió
un primer germen de vocación. Fue en el convento de San Pablo de
Valladolid, donde ingresa en la Orden, y profesa al tiempo que hace
los estudios institucionales.
Por estos años, el ardor
misionero, se proyecta hacia el Nuevo Mundo, y hacia los países del
Extremo Oriente. Todavía siendo diácono, en 1631, con otros treinta
jóvenes dominicos, se embarca rumbo a México, primera etapa del
viaje.
Casi un año tardarán en llegar a Manila, con la
recia experiencia de una travesía, llena de padecimientos. En la
capital filipina, Fray Francisco recibe la ordenación sacerdotal, a
los 25 años de edad.
En Manila, ejerce su vocación
sacerdotal y misionera, durante nueve largos años, en ansiosa
espera, de ser enviado a China. Hace otra escala en Formosa, hasta
que los cristianos chinos, les facilitan la entrada en Fujián, en el
año 1642.
La persecución, más o menos declarada a los
cristianos, es el ambiente en el que desarrolla, su acción
evangelizadora. Fiebres y privaciones de todo orden, debilitan
extraordinariamente su salud.
Pero nada le detiene en su
misión. La integridad de su vida, la bondad de su corazón, y la
entrega a su vocación, hacen que los cristianos hablen de él, como
del “Santo Capillas”.
Arrestado cuando regresaba a su
refugio, después de atender a los enfermos, es juzgado y condenado,
por defender su fe y su amor a Jesucristo. Dos meses de tormentos en
la cárcel, desembocan en su decapitación, el 5 de enero de 1648.
Fue beatificado por San Pío X, en el año 1909, y canonizado
por Juan Pablo II el 2000, juntamente con 120 mártires de China. La
reliquia de su cabeza, se conserva en el convento de los dominicos,
de San Pablo de Valladolid.
Perfil espiritual
Una
carta sencilla, de San Francisco Fernández Capillas, a uno de sus
hermanos, revela mejor que cualquier descripción, su fisonomía
espiritual. Aparece su fe, como elemento envolvente de toda su vida.
De ella deriva la visión providencialista: “...es Dios
nuestro Señor, el que aquí me ha traído...” Esta convicción
se ha ido consolidando, con oración y reflexión, contemplándose a
sí mismo ante el Dios, que le ha elegido, para colaborar en la
extensión del reino.
Todo ello le otorga una fortaleza
inamovible, para estar allí, donde el Señor le ha enviado; de tal
manera, que “no bastan trazas humanas, para sacarme de aquí,
hasta que llegue la hora, en que tiene determinado nuestro Señor
Jesucristo, sacarme.”
La firmeza de su fe, se trasfunde
a su entereza humana, a su manera de afrontar templadamente, las
hostilidades y provocaciones: “...viéndome todos padecer con
igualdad de ánimo...”
La Voluntad de Dios, es la norma
de su vida. Esta actitud filial, imitada de Jesús de Nazaret, se
manifiesta auténtica ante la adversidad , la persecución, la cárcel
y la misma muerte.
Su condición humana, no obstante, le hace
sentir la flaqueza natural, como un riesgo que él quiere superar, en
la ayuda de Dios: “Hace que rueguen por mí todos, para que me
dé Dios nuestro Señor valor, si acaso se ofrece, el volver a
padecer por Él, mayores tormentos de los padecidos, y glorificarlo
por la muerte. Para todo estoy dispuesto, en la voluntad de nuestro
Señor.”
El amor al prójimo, reverso del amora Dios, le
salta a cualquier hora y momento: “... yo reparto con ellos (los
encarcelados), de lo que me dan, y les sirvo en lo que me mandan, y
me tengo por muy dichoso en eso.”
El martirio es un don
de Dios, que San Francisco Fernández Capillas, viene tejiendo día a
día, desde su primeriza vocación, y que él mismo se afianza en la
persecución, en las privaciones y en las enfermedades. Su
preocupación por la salvación de las almas, ha marcado sus pasos, y
señalado los caminos, que él pisará a fondo, por más que sean
pedregosos y escarpados.
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