22 De Noviembre de 2023
Beato Tomás Reggio
Obispo
(1818 - 1901)
En
la aldea de Triora, en la Liguria, de Italia, beato Tomás Reggio,
arzobispo de Génova, que a la austeridad de vida, supo unir una
admirable mansedumbre, logró mantener la concordia entre los
ciudadanos, y atendió de mil maneras a los necesitados, haciendo lo
indecible, por solventar las dificultades de la convivencia
humana.
Nació en Génova (Italia), el 9 de Enero de 1818, de
una familia noble. Aunque se podía prever para él, una carrera
brillante, a los 20 años decidió ser sacerdote, abandonando todo
otro proyecto. «Quiero hacerme santo, cueste lo que cueste»,
dirá Tomás en el momento en que su opción, llegó a ser
definitiva.
Recibió la ordenación sacerdotal, el 18 de
septiembre de 1841, y con apenas veinticinco años, fue nombrado
vice-rector del Seminario de Génova, y luego rector del Seminario de
Chiávari. En este servicio, se dedicó con valor a la formación de
los futuros sacerdotes, para que estuviesen dispuestos a comprometer
la propia vida, sin recelos, por Dios y por la iglesia.
Precisamente, en cuanto dirigía el Seminario, desenvolvió
una intensa actividad como periodista, y fue uno de los cofundadores,
del primer periódico italiano católico, preocupándose por defender
la fe, y los principios auténticos del cristianismo.
En 1865,
durante la campaña electoral, el «Estandarte católico»
-así se llamaba el periódico- condujo la lucha, para promover
listas de candidatos católicos, y pensó en crear un partido
católico. La idea era demasiado audaz, y cuando en 1874 el «non
expedit» (orden de la Santa Sede a los sacerdotes católicos, de
no participar en la vida pública italiana) sonaba claramente, el
padre Tomás entendió que su periódico no podría continuar.
Acató las ordenes de los superiores, y prefirió estar en
sintonía con el Papa y la Iglesia.
En 1877, fue consagrado
Obispo de Ventimiglia, diócesis muy pobre, que recorrió varias
veces a lomo de mula. Fue pastor clarividente, y verdadero guía
espiritual de su rebaño; convoco tres sínodos en quince años, creó
nuevas parroquias, renovó la liturgia, y se esforzó por mantener,
el patrimonio artístico de las Iglesias.
En 1878, fundo la
Congregación de las Religiosas de Santa Marta, que tenían por
finalidad «responder a las necesidades de todo tiempo»:
pidió a las hermanas que acogiesen «a los más pobres entre los
pobres» como Marta, que «tuvo la ventura de servir a Jesús
con el humilde trabajo de sus manos».
De él aprendieron
a adorar en silencio, a alimentarse de la oración, y a «encontrar
de rodillas», el valor de una fe, que nos lleva a descubrir a
Cristo, en los pequeñitos, y en todos aquellos con los cuales, él
se identificó.
Cuando en 1887, un terremoto devastó la
región, el obispo, a pesar de su avanzada edad, se presentó
inmediatamente, junto a los afligidos por la catástrofe; y no sólo
bendijo y consoló, sino que convocó a los párrocos, para que le
informasen sobre el estado de sus parroquias, a fin de distribuir las
ayudas, que recibía de muchas personas. Su remendada sotana y su
reloj de mano, dan testimonio de que fue un obispo, que se hizo pobre
por su pueblo.
En 1892, escribió al Papa: «Pido a Su
Santidad, que me exonere del cargo episcopal, a fin de poder ser un
simple sacerdote, para que la diócesis, no vaya a sufrir a causa de
mi edad, y se confié a otro una tarea tan pesada».
La
respuesta del Santo Padre fue sorprendente: en mayo de ese mismo año,
el beato fue nombrado Arzobispo de Génova. A pesar de sus 74 años
de edad y de las dificultades, aceptó humildemente el cargo, para
cumplir la voluntad de Dios.
Cuando en 1900, la Italia
católica decidió consagrar a Dios y a la Virgen, el nuevo siglo,
Tomás Reggio, invitó a todos los obispos de la región, a una gran
peregrinación al Monte Saccarello, donde se colocó la estatua del
Redentor.
También él partió de Génova, en un carruaje de
tercera clase, con otros sacerdotes y muchos peregrinos, hasta
Triora, pequeña localidad a los pies del Monte. El deseo de
proseguir a pie, el itinerario de la peregrinación, era muy fuerte,
mas no le fue posible hacerlo, pues un malestar sé lo impidió.
Fue el inicio de la enfermedad, que lo llevaría al término
de su vida. Falleció en la tarde del 22 de Noviembre de 1901,
respondiendo a aquellos, que le preguntaban si deseaba alguna cosa:
«Dios, Dios, sólo Dios me basta!».
Fuente:
«L`Osservatore Romano
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