viernes, 3 de noviembre de 2023

 1 De Noviembre de 2023

San Audomaro de Thérouanne
Monje y Obispo


(670)


En el territorio de Théouranne, en Flandes, San Audomaro, que siendo discípulo de San Eustasio, abad de Luxeuil, fue elegido obispo de los Marinos, y renovó allí la fe cristiana.

El nombre de San Audomaro, resulta más familiar y conocido en su forma francesa de Omer, ya que en Francia existe la ciudad de Saint-Omer, donde estuvo en tiempos de la persecución religiosa en Inglaterra, el famoso colegio de jesuitas, que mantuvo bien provista la misión inglesa.


El lugar de nacimiento de Omer, no estaba lejos de la ciudad de Coutances. Todas las preocupaciones de sus padres, se concentraron en él, y la educación del joven fue su cuidado primordial. Omer respondió bien, a las esperanzas que habían sido puestas en él, progresó rápidamente en los estudios, manifestó su inclinación hacia la vida religiosa, y a la muerte de su madre, ingresó en el monasterio de Luxeuil.

San Eustacio, que había sucedido al fundador San Columbano, en el gobierno de aquella casa, acogió amablemente al joven y a su padre, que le acompañaba; ambos fueron admitidos, y a su debido tiempo, padre e hijo hicieron juntos su profesión religiosa. La humildad, devoción, obediencia y pureza de costumbres, que demostró poseer el joven desde un principio, le distinguieron entre sus hermanos, aun en aquel hogar de santos.

Con el correr del tiempo, se supo que Thérouanne, la capital de los morini, tenía gran necesidad de un pastor celoso y enérgico, para que guiara a sus habitantes por el buen camino. Aquella comarca que comprendía, lo que ahora conocemos con el nombre de Pas-de-Calais, se hallaba bajo la égida del vicio y el error, y el rey Dagoberto, buscaba afanosamente a una persona bien calificada, para restablecer la fe y la práctica de las reglas de moral, que predica el Evangelio.

San Omer, que hacía veinte años, era monje en el convento de Luxeuil, fue señalado como el hombre capaz de desempeñar, la ardua tarea, y San Acario, obispo de Noyon y Tournai, se lo recomendó al rey, de manera que, alrededor del año 637, Omer, que se hallaba feliz y contento en su retiro, fue súbitamente obligado a abandonar su soledad.

Al recibir la orden, hizo este comentario: «¡Qué enorme diferencia, hay entre el seguro puerto en el que ahora me encuentro anclado (su monasterio), y ese mar tempestuoso al que me empujan, contra mi voluntad, y sin ninguna experiencia!»

La primera tarea de su ministerio pastoral, como obispo de Thérouanne fue el restablecimiento de la fe, con toda su pureza, entre los pocos cristianos que encontró, y cuya reforma fue un trabajo tan difícil, como la conversión de los idólatras.

A pesar de los obstáculos, fue inmenso el éxito de sus labores, y se puede afirmar, que dejó su diócesis, al mismo nivel que las más florecientes de Francia. Sus sermones, llenos de fogosa elocuencia, eran irresistibles, pero su vida ejemplar, era una prédica todavía más poderosa, puesto que alentaba a los demás, a prodigarse para dar de comer a los pobres, consolar a los enfermos, reconciliar a los enemigos, y servir a todos, sin otro interés, que el de su salvación, y la mayor gloria de Dios. Ése era el carácter del santo obispo, y de todos los que trabajaban bajo su dirección.

Entre sus principales colaboradores figuraban Mumolino, Beltrán y San Bertino, tres monjes a los que San Omer sacó de Luxeuil, para que le ayudasen. Junto con ellos, San Omer fundó el monasterio de Sithiu, que llegó a ser uno de los grandes seminarios de Francia.

Durante sus últimos años de vida, estuvo ciego, pero aquella aflicción, no le causó ningún abatimiento, ni disminuyó su preocupación pastoral por su grey. Otro de sus biógrafos dice que, cuando San Auberto, obispo de Arras, trasladó las reliquias de San Vedast, al monasterio que había construido en su honor, San Omer estaba presente, y en aquella ocasión, recuperó la vista durante algún tiempo. Es probable que San Omer, muriese poco después del año 670.

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