12 De Noviembre de 2023
San Millán de la Cogolla
Monje y
presbítero
En
los montes de la región de la Cogolla, no lejos de Logroño, en
España, San Millán o Emiliano, presbítero, que después de llevar
vida eremítica y clerical, abrazó la monástica, y se hizo famoso,
por su generosidad para con los pobres, y el don de profecía.
Al
historiar el desarrollo, de la vida religiosa en la Iglesia, suelen
los autores distinguir tres etapas. Al principio, los que se
proponían observar los consejos evangélicos, permanecían en el
seno de la familia.
Después, para obviar las dificultades,
que naturalmente tenían que encontrar, viviendo entre los suyos en
el mundo, buscaron la soledad en los desiertos, dando origen al
anacoretismo.
Finalmente, para lograr con más facilidad, la
perfección evangélica, practicando la obediencia, y sobre todo la
caridad, se reunieron en cenobios o monasterios.
San Millán,
nacido posiblemente en 473, firme en su propósito, de entregarse
totalmente al servicio divino, pasó por esos tres estados.
Adoctrinado por el solitario de Bilibio, vuelve al lugar de su
origen, a Suso.
Pronto advierte que, novicio en las lides
espirituales, le es de gran embarazo, para avanzar en el camino de la
perfección, la multitud de gente que a él acudía. Deja pues, a su
familia, y se interna en lo más fragoso y escondido, del monte
Distercio, viviendo cerca de cuarenta años, privado de la compañía
de los hombres, y sometiendo su cuerpo a rigurosas penitencias.
Ordenado sacerdote y libre, al poco tiempo, del cuidado
pastoral, se retira a su domicilio de Suso, y ya de edad y lleno de
virtudes, recoge a hombres y mujeres, que quieren tenerlo por guía
espiritual. De este modo se va formando el monasterio de Suso.
Unos
párrafos de la Vida brauliana de San Millán, breves pero
expresivos, nos dan a entender, que en los últimos años de su vida,
dirigía una comunidad de sagradas vírgenes, y otra de monjes o
religiosos.
En el capítulo XXIII, habla San Braulio de las
mujeres, que servían al Santo en su decrépita ancianidad, a las que
llama «vírgenes sagradas», «vírgenes de Cristo» y «siervas de
Dios», términos todos que indican ser personas consagradas, al
servicio divino.
De ellas sólo conocemos el nombre de una,
que se llamaba Potamia. En otro capítulo dice que San Millán, al
acercarse la hora de su muerte, «llamó al santísimo presbítero
Aselo, con quien vivía colegialmente» ; y al comenzar la
biografía, nos da los nombres de los sacerdotes Citonato, Sofronio y
Geroncio, quienes, como testigos presenciales, le relataron fielmente
la vida de su maestro.
Aparece también en el capítulo XXII,
un ministro que era el despensero, pues estaba encargado, de la
guarda de las provisiones. Con éstos, y acaso con otros que no se
nombra, estaba formada la comunidad de monjes, a todos los cuales,
así como a las religiosas, presidía y gobernaba San Millán.
Acaecida su muerte «fue llevado su cuerpo -según San
Braulio- con mucho acompañamiento de religiosos (multo religiosorum
obsequio), y depositado en su oratorio, en el que aún
permanece».
Como en torno al sepulcro de San Millán,
seguían realizándose curaciones y hechos prodigiosos; los monjes de
Suso enviaron a San Braulio, una relación de tales prodigios, y el
santo biógrafo -como lo advierte en la carta dedicatoria- los añadió
al fin del libro.
Son cuatro, y uno de ellos es el siguiente:
«En el año próximo pasado, siendo la víspera de la festividad
de San Julián mártir, como faltase el aceite para aderezar las
luces, no pudo ser encendida la lámpara; más levantándose a las
vigilias o maitines, la hallaron tan llena de aceite y tan luciente,
que no sólo ardió hasta la mañana, sino que con la abundancia de
lo que sobró el milagro, produjo otros milagros».
Mucha
razón tiene el P. Pérez de Urbel, al decir que San Millán, fue
creador de uno de los centros monásticos, más importantes de la
edad media, y fundador de su abadía.
Fragmentos
de «San Millán, fundador», de Joaquín Peña O.A.R., en Páginas
Emilianenses (pp.45-49), Monasterio de Yuso, San Millán de la
Cogolla, 1980. hagiografía "Vida y milagros de San Millán",
por San Braulio de Zaragoza. Gonzalo de Berceo, en su «Estoria De
Sennor Sant Millan», traduce en romance el escrito latino de Braulio
de Zaragoza.
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