viernes, 23 de agosto de 2019


Sexta Feria, 23 de Agosto

San Felipe Benicio, confesor


(† 1285)

Cuerpo Incorrupto

Hizo brotar agua del monte de Montagrate

El 15 de agosto de 1233, nace Felipe en Florencia, hijo de Jacobo, de la noble familia de los Benizi y de Albanda.

Estudió en Francia, y después en Padua, obteniendo el grado de doctor. En septiembre de 1253, regresaba a Florencia, y lejos de dejarse deslumbrar por las brillantes esperanzas que le lisonjeaban, sus inclinaciones, seguían siendo entregarse al Señor. Visitaba con asiduidad, la capilla de los servitas, del barrio florentino de Cafaggio, donde se venera una imagen de la Virgen, pintada por manos de ángeles.

El 16 de abril, jueves de Pascua, deliberando sobre el estado que debería tomar, entró en la abadía de Fiésole. Se celebraba la misa. La epístola del día, estaba tomada del libro de los Hechos, donde se narra la conversión, del mayordomo de la reina de Etiopía. Al llegar al texto: "El Espíritu dijo a Felipe: Acércate, y júntate a este carro" (Act. 8, 29), le pareció que iban dirigidas a él (siendo Felipe su nombre).

Se marchó a su casa, y estuvo en oración hasta la medianoche. En sueños, se vio abandonado en un paraje desierto, entre precipicios, rocas escarpadas, lodazales, serpientes, y alimañas peligrosas. Atemorizado con tan espantosa representación, empezó a dar gritos, aunque sin volver del rapto.

Entonces se le mostró la Virgen, con el hábito de los servitas, sobre un carro resplandeciente, rodeada de ángeles y bienaventurados, que le repetía las palabras de la misa: "Felipe, acércate, y júntate a este carro".

Al día siguiente, llamó al convento de Cafaggio, preguntando por el prior, que era Bonfiglio Bonaldi, uno de los siete fundadores de la Orden. El 17 de abril, recibió el hábito negro, de los hermanos conversos.

Como las visitas no le dejaban en paz, ni podía tener sosiego, fue trasladado al monte Senario, a 13 kilómetros de Florencia. Allí vivió apartado de todos, y para entregarse con más libertad y sosiego a la oración, pidió residir en una gruta natural, que ahora se conoce con el nombre, de "fuente de San Felipe".

Un día quiso tentar su virtud, una mujer infame. El Santo la despidió con energía, y después, se tendió largo rato sobre la nieve. Desde entonces, toda concupiscencia carnal, desapareció de él.

El Santo hubiera sido feliz, en aquella vida de trabajo y obscuridad, ocupado solamente, en sus deberes de lego, y en la contemplación, de los dolores de la Virgen. Pero a fines de 1259, fue destinado a Siena, para que atendiese al cuidado, de una nueva fundación de la Orden.

Por el camino, tuvo un encuentro casual, con dos padres dominicos, que bien pronto, quedaron maravillados, por la modestia del converso, tan docto y piadoso. Pareciéndoles, que tener bajo el celemín tan gran lumbrera, era algo dañino que hacían a su propia Orden, y aun a la misma Iglesia, y dieron cuenta a sus superiores, de las extraordinarias cualidades de Felipe, persuadiéndoles a que tratasen de elevarle al sacerdocio.

Aunque él se resistía, consiguieron dispensa de Roma, y en el Sábado Santo del 12 de abril de 1259, fue ordenado sacerdote. A fin de prepararse tranquilamente hasta Pentecostés, no dijo la primera misa.

En el año 1262, fue nombrado maestro de novicios, y definidor general. Al año siguiente, llegó a asistente del padre general; y por fin, el 5 de junio de 1267, fue elegido general de la Orden. Trató por todos los medios, de eximirse de tales cargos.

En mayo de 1268, las constituciones de la Orden, tomaron por base, la regla agustiniana. En agosto del mismo año, en el capítulo general de Pistoya, San Felipe intentó dimitir el generalato; pero le hicieron comprender, el daño que causaría su dimisión.

Después de la muerte de Clemente IV, los cardenales hablaron de elegirle Papa. Pero él se escondió, hasta que se hizo pública, la elección de Gregorio X. En ese tiempo, se dio un milagro. Habiéndose secado el manantial, que le proveía de agua, se dice que dio tres golpes con su bastón en el suelo, brotando un chorro tan copioso, que formó una especie de laguna, que aún lleva el nombre de "Baños de San Felipe", en el monte de Montagrate, y se atribuyen a tales aguas, virtudes milagrosas.

Entendió que el Señor le llamaba, a extender el culto y singular devoción, que profesa su Orden, a la Santísima Virgen, por otros países.

El papa Gregorio X, había aprobado a los servitas, pero no por escrito. Vuelto a Italia, en 1276 Felipe nuevamente, ejerció su papel de pacificador en Bolonia, Florencia y Pistoya.

Decía: "Esto es una Babilonia maldita, donde no reina Jesucristo, sino el impío Nabucodonosor, el demonio, donde vuestras manos, cada día sacrifican, muchas vidas humanas". El 18 de enero de 1280, la paz fue proclamada, y ratificada con solemne juramento en Florencia.

En 1276, la Orden estuvo amenazada de supresión, por Inocencio V.

A fines de 1282, estuvo el santo en Forli, donde sus predicaciones, no fueron del gusto de ciertos jóvenes. Capitaneados por Peregrino Latiosi, arremetieron contra él, le desnudaron vergonzosamente y le azotaron, arrojándole de la ciudad. Sin embargo, el propio Latiosi, arrepentido de su acción, volvió a buscar al santo, pidiéndole con toda humildad, que le admitiera en su Orden, donde llegó a ser un religioso ejemplar.

En 1284, San Felipe recibió, en la tercera Orden de las "mantellatas" —así llamadas a causa de su vestido—, a Santa Juliana de Falconieri. A dicha Orden, se agregó también una hermana del Santo.

Por aquellos tiempos, fundó una casa para arrepentidas, en Todi, siendo las dos primeras novicias, dos pobres mujeres, que quisieron tentarle.

Cayó con fiebre, el 15 de agosto de 1285, en la Asunción de Nuestra Señora, después de haber estado predicando, toda la mañana. Al final, pidió el crucifijo. Besándolo tiernamente, dijo: "Este es mi libro. Aquí es donde yo he aprendido, el camino del cielo".

Y aplicándolo al corazón, murió en la noche del 22 de agosto de 1285. Para satisfacer la devoción de los fieles, su cuerpo estuvo expuesto hasta el día 28, incorrupto y como perfumado, a pesar del calor.

León X beatificó a Felipe Benicio. En 1586, el cardenal Baronio, le incluyó en el martirologio romano, con el título de "fundador" de los servitas, que no es totalmente exacto.

Fue canonizado por Clemente X, en 1671, aunque el acta de canonización no fue promulgada hasta Benedicto XIII, en 1724. Inocencio XII, en 1694, le incluyó en el calendario litúrgico de la Iglesia Universal.

Oración: Dios Todopoderoso y Eterno, que a semejanza de San Felipe Benicio, concédenos el don de la castidad, y la pureza de espíritu, incluso al interior del matrimonio, liberándonos de la lepra de la concupiscencia, y así poder regresar a tu seno, de manera digna para tus gloriosas manos. A Tí Señor, que nos advertiste, que en el solo deseo, ya estaba el pecado carnal. Amén.

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