jueves, 29 de agosto de 2019

Quinta Feria, 29 de Agosto


El martirio de San Juan Bautista



Año 30

La verdad no admite componendas” - Benedicto XVI


El evangelio de San Marcos, nos narra de la siguiente manera, la muerte del gran precursor, San Juan Bautista: “Herodes Antipas, había cometido un pecado, que escandalizaba a los judíos, porque está muy prohibido por la Santa Biblia, y por la ley moral. Se había ido a vivir, con la esposa de su hermano. San Juan Bautista, lo denunció públicamente. Se necesitaba mucho valor, para hacer una denuncia como ésta, porque esos reyes de oriente, eran muy déspotas, y mandaban matar sin más ni más, a quien se atrevía, a echarles en cara sus errores”.

Herodes, al principio se contentó solamente, con poner preso a Juan, porque sentía un gran respeto por él. Pero la adúltera Herodías, estaba alerta, para mandar matarlo, en la primera ocasión que se le presentara, ya que le decía a su concubino, que era pecado, esa vida que estaban llevando.

Cuando pidieron la cabeza de Juan Bautista, el rey sintió enorme tristeza, porque estimaba mucho a Juan, y estaba convencido de que era un santo, y cada vez que le oía hablar de Dios y del alma, se sentía profundamente conmovido.

Pero, por no quedar mal con sus invitados, que le habían oído decir su tonto juramento, (que en verdad no le podía obligar, porque al que jura hacer algo malo, nunca le obliga a cumplir eso que ha jurado), y por no disgustar a esa malvada, mandó matar al santo precursor.

Este es un caso típico, de cómo un pecado, lleva a cometer otro pecado. Herodes y Herodías, empezaron siendo adúlteros, y terminaron siendo asesinos. El pecado del adulterio, los llevó al crimen, al asesinato de un santo.

Juan murió mártir de su deber, porque él había leído la recomendación, que el profeta Isaías, hace a los predicadores: "Cuidado: no vayan a ser perros mudos que no ladran, cuando llegan los ladrones a robar". El Bautista vio que llegaban los enemigos del alma, a robarse la salvación de Herodes y de su concubina, y habló fuertemente. Ése era su deber. Y tuvo la enorme dicha, de morir por proclamar, que es necesario cumplir las leyes de Dios, y de la moral. Fue un verdadero mártir.

Encomendemos nuestros problemas familiares y conyugales, a la protección divina de San Juan Bautista, quien siempre nos enviará, sus consejos y asistencia.

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BENEDICTO XVI

AUDIENCIA GENERAL

Castelgandolfo
Miércoles 29 de agosto de 2012

Queridos hermanos y hermanas:

Este último miércoles del mes de agosto, se celebra la memoria litúrgica, del martirio de San Juan Bautista, el precursor de Jesús. En el Calendario romano, es el único santo, de quien se celebra tanto el nacimiento, el 24 de junio, como la muerte, que tuvo lugar a través del martirio.

La memoria de hoy, se remonta a la dedicación de una cripta de Sebaste, en Samaría, donde ya a mediados del siglo IV, se veneraba su cabeza. Su culto, se extendió después a Jerusalén, y a las Iglesias de Oriente y a Roma, con el título de Decapitación de San Juan Bautista. En el Martirologio romano, se hace referencia, a un segundo hallazgo, de la preciosa reliquia transportada, para la ocasión, a la iglesia de San Silvestre,, en Campo Marzio, en Roma.

Estas pequeñas referencias históricas, nos ayudan a comprender, cuán antigua y profunda, es la veneración de San Juan Bautista. En los Evangelios, se pone muy bien de relieve, su papel respecto a Jesús. En particular, San Lucas relata su nacimiento, su vida en el desierto, su predicación; y San Marcos nos habla, de su dramática muerte, en el Evangelio de hoy.

San Juan Bautista, comienza su predicación, bajo el emperador Tiberio, en los años 27-28 d.C., y a la gente que se reúne para escucharlo, la invita abiertamente, a preparar el camino, para acoger al Señor, a enderezar los caminos desviados, de la propia vida, a través de una conversión radical del corazón (cf. Lc 3, 4).

Pero el Bautista, no se limita a predicar la penitencia y la conversión, sino que reconociendo a Jesús, como «el Cordero de Dios», que vino a quitar el pecado del mundo (Jn 1, 29); tiene la profunda humildad, de mostrar en Jesús, al verdadero Enviado de Dios, poniéndose a un lado, para que Cristo pueda crecer, ser escuchado y seguido.

Como último acto, el Bautista testimonia con la sangre, su fidelidad a los mandamientos de Dios, sin ceder o retroceder, cumpliendo su misión, hasta las últimas consecuencias. San Beda, monje del siglo IX, en sus Homilías dice así: «San Juan dio su vida por Cristo, aunque no se le ordenó negar a Jesucristo; sólo se le ordenó callar la verdad» (cf. Hom. 23: CCL122, 354).

Así, al no callar la verdad, murió por Cristo, que es la Verdad. Precisamente por el amor a la Verdad, no admitió componendas, y no tuvo miedo de dirigir palabras fuertes, a quien había perdido el camino de Dios. Vemos esta gran figura, esta fuerza en la pasión, en la resistencia contra los poderosos.

Preguntamos: ¿de dónde nace esta vida, esta interioridad tan fuerte, tan recta, tan coherente, entregada de modo tan total por Dios, y para preparar el camino a Jesús?. La respuesta es sencilla: de la relación con Dios, de la oración, que es el hilo conductor de toda su existencia. Juan es el don divino, durante largo tiempo, invocado por sus padres, Zacarías e Isabel (cf. Lc 1, 13); un don grande, humanamente inesperado, porque ambos eran de edad avanzada, e Isabel era estéril (cf. Lc 1, 7); pero nada es imposible para Dios (cf. Lc 1, 36).

El anuncio de este nacimiento, se produce precisamente, en el lugar de la oración, en el templo de Jerusalén; más aún, se produce, cuando a Zacarías le toca el gran privilegio, de entrar en el lugar más sagrado del templo, para hacer la ofrenda del incienso al Señor (cf. Lc 1, 8-20).

También el nacimiento del Bautista, está marcado por la oración: el canto de alegría, de alabanza, y de acción de gracias, que Zacarías eleva al Señor, y que rezamos cada mañana, en el Laudes, el «Benedictus»; exalta la acción de Dios en la historia, e indica proféticamente, la misión de su hijo Juan: preceder al Hijo de Dios hecho carne, para prepararle los caminos (cf. Lc 1, 67-79).

Toda la vida del Precursor de Jesús, está alimentada por la relación con Dios, en especial, en el período transcurrido, en regiones desiertas (cf. Lc 1, 80); las regiones desiertas, que son lugar de tentación, pero también lugar donde el hombre, siente su propia pobreza, porque se ve privado de apoyos y seguridades materiales, y comprende, que el único punto de referencia firme, es Dios mismo.

Pero Juan Bautista, no es sólo hombre de oración, de contacto permanente con Dios, sino también una guía, en esta relación. El evangelista San Lucas, al referir la oración, que Jesús enseña a los discípulos, el «Padrenuestro», señala que los discípulos formulan la petición, con estas palabras: «Señor enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos» (cf. Lc 11, 1).

Queridos hermanos y hermanas, celebrar el martirio de San Juan Bautista, nos recuerda también a nosotros, cristianos de nuestro tiempo, que el amor a Cristo, a su Palabra, a la Verdad, que no admite componendas.

La Verdad es la Verdad, no hay componendas. La vida cristiana exige, por decirlo así, el «martirio» de la fidelidad cotidiana, al Evangelio, es decir, la valentía de dejar que Cristo crezca en nosotros, que sea Cristo, quien oriente nuestro pensamiento, y nuestras acciones.

Pero esto sólo puede tener lugar, en nuestra vida, si es sólida la relación con Dios. La oración no es tiempo perdido, no es robar espacio a las actividades, incluso a las actividades apostólicas, sino que es exactamente lo contrario: sólo si somos capaces, de tener una vida de oración, fiel, constante, confiada, será Dios mismo, quien nos dará la capacidad, y la fuerza, para vivir de un modo feliz y sereno, para superar las dificultades, y dar testimonio de Él con valentía.

Que San Juan Bautista, interceda por nosotros, a fin de que sepamos conservar siempre, el primado de Dios en nuestra vida. Gracias.

Saludos
Saludo cordialmente, a los peregrinos de lengua española, en particular a los provenientes de España, Venezuela, Colombia, Argentina, México, y otros países Latinoamericanos. La Iglesia celebra hoy, la memoria del Martirio de San Juan Bautista, el precursor de Jesús, que testimonia con su sangre, su fidelidad a los mandamientos de Dios.

Su vida nos enseña, que cuando la existencia se fundamenta sobre la oración, sobre una constante y sólida relación con Dios, se adquiere la valentía de permitir, que Cristo oriente nuestros pensamientos, y nuestras acciones. Muchas gracias.

(Al final de la audiencia general, el Pontífice se dirigió al patio del palacio pontificio, donde saludó, a un grupo de dos mil seiscientos acólitos, procedentes de Francia)

Queridos muchachos, el servicio que prestáis con fidelidad, os permite estar especialmente, cerca de Jesucristo, en la Eucaristía. Tenéis el enorme privilegio, de estar junto al altar, cerca del Señor. Tomad conciencia de la importancia de este servicio, para la Iglesia, y para vosotros mismos.

Que sea para vosotros, la ocasión de hacer crecer una amistad, una relación personal con Jesús. No tengáis miedo, de transmitir con entusiasmo a vuestro alrededor, la alegría que recibís de su presencia.

Que toda vuestra vida resplandezca, con la felicidad de esta cercanía al Señor Jesús. Y si un día, escucháis su llamada a seguirlo, por el camino del sacerdocio, o de la vida religiosa, respondedle con generosidad.

A todos os deseo, una feliz peregrinación, a las tumbas de los apóstoles Pedro y Pablo. Gracias. ¡Feliz peregrinación!. Que el Señor os bendiga.

Oración: Dios Todopoderoso y Eterno, te pedimos fortaleza, para defender la verdad, en todos los ámbitos de nuestra vida, y saber ser objetivos con nosotros mismos, dejando definitivamente atrás, el pecado de la concupiscencia, que tantos crímenes conlleva, en especial el del aborto, y la ruptura de tantos matrimonios. A Tí Señor, que nos advertiste, que antes de entrar en tu Reino, deberemos transitar por la estrecha puerta, que lleva a él. Amén.

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